
Eder. Óleo de Irene Gracia
Eduardo Gil Bera
Ayer, en nuestra cita anual de antiguos cantautores, el amigo Ulpiano nos hizo el desolador relato de su paternidad. Por lo visto, tuvo un hijo en sus alegres años y el vástago se le ha aparecido como la Virgen de Fátima para apalancarse fieramente en su cueva, después de pasar veinte años, veinte, de la acreditada ganadería, en casa de la contraria. Como es natural, la prenda no estudia ni trabaja, y se encuentra en estado de indignación. Ulpiano, por su parte, lo quiere licenciar; pero, en esas, se ha tragado una porción de tópicos wikipédicos sobre las dos culturas, y está muy afligido. ¿Dos culturas? sin duda se trata de una tontería ministerial, no hagas caso, mejor ponle un bar de copas, tú siempre tuviste mano para el zurracapote, le decía Regino, siempre partidario de la sensatez. Todos aplaudimos y pasamos a otra cosa. Pero hoy he amanecido con el recuerdo del asolado Ulpiano y voy a intentar en su honor una consolación de aquellas que hacían los de antes.
No creas, Ulpiano, que porque un señor ocurrente dijera hace medio siglo que los poetas no se saben la segunda termodinámica, el mundo va peor que nunca. Conocí a un especialista en Montaigne, catedrático bordelés y ciudadano suizo, que no sabía leer francés antiguo y vivía tan pancho. Hay arquitectos que no saben cálculo y a quienes se les caerán las escaleras, pero no los anillos. También tuve el gusto de departir con un biólogo que no distinguía un chopo de un aliso, y despachaba planes carísimos de gestión forestal para frondosos valles y parques naturales. No creas, créeme, que los poetas son más ignorantes que los demás, ignorar qué es un hexámetro o un serventesio no les impide cantar a la mañana que ve mi juventud y al sol que día a día nos trae nueva inquietud. Ni los de ciencias han leído a Gödel, ni los de letras a Cervantes, y ahí los tienes hechos unas eminencias. Es como lo de aquella señora que le decía a un testigo de Jehová ¿cómo voy a creer en su religión, sino creo en la mía, que es la verdadera? Pues eso, ¿cómo va a haber dos culturas, si no hay ninguna?
Así que no te marees, porque es falso que la segunda termodinámica esté más ninguneada que la tercera antinomia kantiana, ni que la cuarta cláusula del dogma de la inmaculada concepción. Una vez acompañé a un especialista en termitas en su reconocimiento de un convento de monjas y al pasar frente al altar se arrodilló y persignó con gran aparato, lo que suscitó una notable desconfianza en la superiora, vaya especialista de pichiglás, eso ya lo hacemos nosotras. Tú piensa, por ejemplo, en Fernández-Galiano, que se hizo helenista sin querer, porque no se pudo matricular de otra cosa, y luego fue de lo mejorcito del mundo. Igual tu hijo sienta cátedra, otros más zoquetes se han visto.
Fíjate en los que verán el mundo luego que nosotros, mira a los niños pequeños, esos que verán el siglo XXII o lo que se lleve entonces, cada generación accede al escenario ignorante de todas las cosas, y aun así ya ves que siempre hubo gente para todo.