Edmundo Paz Soldán
Hace unos diez años estaba revisando las solicitudes para el doctorado en literatura latinoamericana en Cornell cuando me topé con un ensayo deslumbrante sobre Borges. Su autor se llamaba Mike Wilson. Mis colegas coincidieron conmigo al reconocer la calidad del dossier de Mike, y así él vino a hacer su doctorado con nosotros. Era un caso curioso: un estadounidense que quería escribir en español (había nacido en la Argentina y estaba casado con chilena). Lo tuve como alumno de cursos de literatura contemporánea, y recuerdo su emoción al descubrir la obra de Rodrigo Fresán. Fascinado por la ciencia ficción, por la literatura fantástica y la novela gráfica, no me sorprendió que su tesis doctoral dialogara tanto con El Eternauta y Borges como con películas como Moebius o Dark City.
Esos años en Ithaca, Mike luchaba por combinar el trabajo académico con la vocación literaria. Se fue a vivir a Chile el 2005 y con el tiempo ha logrado consolidar ambas cosas. Mike es, por un lado, profesor de literatura en la Universidad Católica de Santiago de Chile. Por otro, su primera novela, El púgil (2008), logró muy buenas críticas. La segunda, Zombie, acaba de publicarse en Chile por Alfaguara y muestra un notable salto cualitativo. Zombie está ambientada entre las ruinas de un suburbio de clase media-alta en el día después de una conflagración nuclear ("del otro lado está el cráter; la desolación negra de donde una vez se alzaba la Capital"). En ese devastado paisaje post-apocalíptico deambulan los adolescentes de esta novela dueña de una poderosa carga visual y un sofisticado ensamblaje literario, con referencias inteligentes a Lovecraft y a otros clásicos del horror y la ciencia ficción. El que se roba la novela es Frosty; con su cara desfigurada y su adicción al meth, es el corazón oscuro de este texto que sugiere que acaso no haya nada peor que seguir viviendo después del fin.
La carrera de Mike Wilson está lanzada. Habrá larga vida para Zombie.
P.D.: Aquí se pueden leer las críticas a Zombie.