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"Una alucinación sin la alucinación": la Duna de Jodorowsky

Por 4 de octubre de 2014 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Edmundo Paz Soldán

Vi Duna en un cine desvalido de Buenos Aires a mediados de los ochenta. Del director, David Lynch, me había encantado El hombre elefante (1980), pero lo cierto es que quise ver la película porque allí actuaba Sting, que ese entonces yo adoraba sin filtros. No había leído la novela de Frank Herbert, que cuenta la historia de Paul Atreides, el hombre llamado a ser el Mesías y a liberar a su planeta Atreides (Duna) de la opresión de los Harkonnen, así que cuando terminó la función salí a la calle más confundido de lo normal. Me esforcé por rescatarla, pero la película era tan mala que no se podía. Lo que más quedó en el recuerdo fue el obeso Barón Vladimir Harkonnen flotando con la cara llena de pústulas y la mediocridad de los efectos especiales.

Son muchas las leyendas en torno a la fracasada adaptación de Duna al cine. Una de ellas, la más interesante, tiene que ver con Alejandro Jodorowsky y se cuenta en el magnífico documental Jodorowsky’s Dune (2013), de Frank Pavich. La tesis de Pavich es la de muchos otros: la versión delirante y ambiciosa que planeaba Jodorowsky a mediados de los setenta es "la mejor película jamás filmada". En principio, Jodorowsky no parece el hombre adecuado para filmar una opera espacial de dimensiones épicas, sobre todo después de películas tan experimentales como El topo (1970); de manera inteligente, sin embargo, Pavich inicia el documental con una entrevista al realizador chileno, en la que cuenta que con su película quería que el espectador experimentara los efectos del LSD sin necesidad de haber probado la droga -"una alucinación sin la alucinación"–, y entendemos de inmediato qué le atrajo de esa novela que había decidido filmar sin siquiera haberla leído. Para un surrealista tardío como Jodorowsky, la historia de un planeta que produce una droga capaz de producir distorsiones en la realidad y expandir la conciencia podía verse como una historia necesaria.

El documental muestra también, quizás sin querer, otra de las razones de la atracción de Jodorowsky por la novela de Herbert: el nada humilde director podía proyectarse en la historia de un líder como Paul Atreides, destinado a liberar su planeta. Desde el principio, Jodorowsky concibe su versión no como una película más sino como un proyecto mesiánico, destinado a liberar a los espectadores. Así, los creadores de primer nivel que recluta para la causa -Moebius, Giger, Dalí, Orson Welles- son vistos como "guerreros"; Douglas Trumbull, el especialista de efectos especiales de películas como 2001, es rechazado porque el chileno ve en él a un hombre técnico sin las cualidades espirituales del "guerrero". Para el papel de Paul Atreides, Jodorowsky elige, por supuesto, a su hijo, a quien le da dos años de entrenamiento en artes marciales: no era suficiente actuar de líder, había que serlo.

Jodorowsky’s Dune se deleita ofreciendo, a partir de los dibujos de Moebius en el extenso libro que Jodorowsky y su productor enviaron a los estudios de Hollywood buscando financiamiento, reconstrucciones admirables de escenas de la película que pudo ser y no fue, con detalles de cada una de las tomas (hay pruebas convincentes de que muchas películas posteriores, desde Terminator hasta Cazadores del arca perdida, se robaron escenas de ese libro). Queda la sensación de que quizás lo mejor es que no fue filmada; Jodorowsky no quería hacer concesiones y la película podía haber alcanzado fácilmente las doce horas. Humano, demasiado humano, el chileno asiste al estreno de la Duna de Lynch y se alegra de que haya salido tan mala. A su favor queda el hecho de que, con los años, también se alegra de que su versión se haya quedado ahí, con ese estatus mítico de lo que pudo ser y no fue.

    

(La Tercera, 4 de octubre 2014)

 

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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