Edmundo Paz Soldán
El lugar del escritor inglés Robert Harris como uno de los maestros contemporáneos del "thriller literario inteligente" (las palabras son del Times de Londres) está tan asegurado que una cita en una de las solapas interiores de su nueva novela, El poder en la sombra (Grijalbo), no pertenece a un crítico literario sino a una de las personalidades más importantes de nuestro tiempo: Nelson Mandela. "Un autor que maneja el suspense como un Alfred Hitchcock literario", escribe el premio Nobel sudafricano. Tal como están las cosas, no es difícil imaginar la próxima novela de Ruiz Zafón con una frase de Sarkozy en la cubierta. Los críticos literarios se han devaluado tanto que una muestra de la importancia de un autor parece ser hoy su capacidad de prescindir de ellos.
Lo cierto es que Harris ha escrito obras maestras del género. Enigma es una muy buena novela para el verano o un largo viaje en avión; Patria, sobre una posible victoria nazi en la segunda guerra mundial, es incluso algo más: una de las mejores obras que se han escrito sobre historia alternativa (Patria sobrevive a la comparación con Philip Dick y su El hombre en el castillo, y es superior a Philip Roth en La conjura contra América). ¿Dónde, entonces, situar El poder en la sombra? No entre las mejores novelas de Harris, pero tampoco en su lista de libros flojos (Imperium). Digamos: una entretenida medianía.
Los últimos diez años ha surgido un subgénero en la ficción anglosajona: la narrativa del once de septiembre. Este tipo de novelas pertenece a una categoría más amplia que podría llamarse "ficción sobre la guerra contra el terror". Aquí se encuentran novelas como las de Ian McEwan (Sábado) y Harris. El poder en la sombra trata de las peripecias de Adam Lang, un ex primer ministro inglés muy parecido a Tony Blair, en su lucha por librarse de la justicia internacional, y de los intentos del narrador por escribir las memorias del ex primer ministro. El narrador es un "negro", alguien que escribe libros por encargo; ghostwriter, la palabra en inglés para "negro", es mucho más precisa para sugerir la invisibilidad del oficio. The Ghost, el título en inglés de la novela de Harris, recoge esa invisibilidad del narrador. Quizás se debió haber pensado en una traducción al español más creativa del título; El poder en la sombra es el típico título de un thriller clase B de Hollywood. De paso, cada capítulo se inicia con una cita tomada de un manual de escritura para "negros", con lo que la novela reflexiona de manera inteligente sobre el mismo proceso de su construcción ("Un ‘negro’ que solo tenga un conocimiento somero del personaje estará en situación de plantear las mismas preguntas que un lector no versado y en consecuencia hará el libro más interesante para un número mayor de lectores").
Lo mejor de Harris es su capacidad para minar los titulares políticos de los periódicos de los últimos años para inventarse una ficción verosímil en buena parte de sus páginas, acerca de la posibilidad de que debido a las ilegalidades cometidas para justificar la guerra en Irak, el ex primer ministro inglés termine siendo acusado como un criminal de guerra. Lang aparece retratado como un actor de primera -el tono anaranjado de su piel se debe al maquillaje–, a quien le interesa más el éxito de su papel que el bien común de Inglaterra; para describirlos a él y su esposa, hay que pensar en el título de una novela de Graham Greene, El poder y la gloria. El trabajo del narrador como "negro", entonces, es humanizar a Lang, hacer que los lectores se conmuevan con su historia de sacrificios, la forma en que su impuso a la adversidad para llegar a ser lo que es; el narrador fracasa, porque lo que queda del libro es una crítica despiadada a la alianza de Inglaterra con los Estados Unidos en la guerra en Irak, y una mirada sarcástica a la integridad moral del ex primer ministro inglés.
El poder en la sombra se inicia con la muerte en circunstancias sospechosas de McAra, el "negro" original de Lang. Esa muerte permitirá que el narrador se convierta en el nuevo "negro" de Lang. El narrador tratará de descubrir el lado oscuro del pasado de Lang, aquello que descubrió McAra al escribir su manuscrito y que lo llevó a la muerte. Hay una intriga internacional, una conspiración de alto vuelo en la que se halla involucrada la CIA. El final se deja llevar por la paranoia y no es del todo plausible; sin revelar mucho, baste sugerir que el título de la novela en inglés se presta a una sugerente ambigüedad: ¿quién es ese "fantasma" del entorno de Lang, todo un espía de la CIA enclavado en el corazón del poder inglés?
Lo saludable de este escritor es que no alberga grandes pretensiones en torno a lo que hace; con un guiño al lector, Robert Harris pone en boca del narrador estas palabras en torno a su trabajo de "negro" que bien pueden aplicarse al propio Harris: "Me veo como el equivalente literario de un experto tornero o de un fino alfarero: hago objetos medianamente interesantes que a la gente le gusta comprar". Pues sí: en materia de muy buena ficción comercial, nada como la verdad.
(Babelia, El País, 20 de septiembre 2008)