
Eder. Óleo de Irene Gracia
Edmundo Paz Soldán
El cine italiano es el más vital de Europa en estos momentos. Gomorra es la punta de lanza de su repercusión global, pero Il Divo es mejor. La película cuenta la historia de Giulio Andreotti, la figura más dominante de la política italiana de la segunda mitad del siglo XX. Andreotti fue primer ministro cinco veces, y se convirtió en una figura aurática; carecía de carisma para concentrar tanto poder, y la fascinación derivaba de ese misterio. ¿Cómo lo lograba? En la película de Sorrentino, Andreotti (Toni Servillo) es un hombre complejo, maquiavélico en sus relaciones con la mafia y con otros políticos, y con la conciencia intranquila por no haber hecho lo suficiente para salvar la vida de Aldo Moro, el político asesinado por las Brigadas Rojas. Pero Sorrentino, un director que juega constantemente con las formas y los colores, que carga las tintas en cada escena y coquetea con la sátira, no se queda en el retrato de un personaje. A través de Andreotti, se puede entender la forma en que la corrupción y el cinismo campantes en la política han convertido a Italia en el país en crisis que es hoy (paradójicamente, y como suele ocurrir, esa crisis está resultando una gran fuente de inspiración para sus artistas). Todo dentro de un estilo operático, en el que no funciona el "less is more" de algunos directores minimalistas. En esta obra maestra de Sorrentino, "more is more".