Edmundo Paz Soldán
El fútbol es un obsesivo juego de números, lo saben quienes siguen la campaña de su equipo año tras año y estudian en detalle la tabla de posiciones, se fijan en los goles a favor (por si hay empate al final), hacen cálculos acerca de los posibles puntos a ganar en los siguientes encuentros. En cada partido, se sabe el porcentaje de posesión de la pelota de cada uno de los equipos, la cantidad de disparos al arco, incluso los kilómetros recorridos por los mediocampistas. Hay muchísimos datos a disposición de todos los interesados, y sin embargo esos estudios no han llegado a ser sistematizados de la misma forma que en el básquetbol o en el fútbol americano.
Sin embargo, las cosas están cambiando. En Soccernomics, Simon Kuper y Stefan Szymanski, el primero cronista deportivo y el segundo economista, se ponen a ver el fútbol como "un problema a resolver", estudian los datos con fórmulas provenientes de la estadística y la economía y descubren que, "hasta cierto punto, el fútbol es racional y predecible", aunque, claro, esto se puede ver en tendencias de larga duración: en cada partido hay una "gloriosa incertidumbre". Por ejemplo: después de usar la técnica de la múltiple regresión para estudiar los datos de 22.000 partidos internacionales jugados entre 1872 y 2001, Kuper y Szymanski llegan a la conclusión de que hay ciertos factores que influyen mucho en el resultado final de un partido: jugar de local te da una ventaja de un gol en dos de cada tres partidos; tener el doble de experiencia que tu rival vale medio gol; tener el doble de población que tu rival vale una décima de un gol, al igual que tener el doble del PIB.
Gracias a estos datos, "es muy fácil predecir la primera fase de una Copa Mundial". Y también se puede descubrir que están equivocados los ingleses, quienes consideran a su selección como un equipo que en las últimas décadas no ha logrado resultados acordes con su historia. Más bien, Kuper y Szymanski muestran que desde 1980 hasta el 2001 Inglaterra consiguió resultados mejores a los que sugería el modelo. Los ingleses, como creadores del fútbol, jamás han sido capaces de abandonar la imagen elevada que tienen de su selección, ni siquiera cuando la historia no los ha acompañado.
En cuanto a los penales, escuchamos tantas veces a los entrenadores decir que hubieran ganado el partido de no ser por ese "injusto" penal cobrado por el árbitro. La pregunta que se hacen los autores de Soccernomics es si de verdad los penales cambian el resultado de un partido. Después de analizar 1520 partidos de la liga inglesa, la conclusión contundente es que no: los equipos locales ganaron el 47% de las veces cuando no hubo penal a su favor, y 50% cuando lo hubo; para los visitantes, los datos indican: 27% y 28%; empates: 26% y 22%. Las diferencias son estadísticamente insignificantes como para ser tomadas en cuenta.
Kuper y Szymanski también atacan el mito del fanático hasta la muerte del club de su infancia, cuyo más ferviente defensor es Nick Hornby en Fever Pitch. Hornby cuenta en esas memorias de su "encadenamiento" al Arsenal, un equipo al que no puede abandonar a pesar de sus pésimas campañas en los setenta, y con el que tiene la relación más duradera de su vida. ¿Es ése el fanático más típico del fútbol? Las estadísticas dicen que no. Si se toma en cuenta a la gente que va a los estadios-un buen indicador del entusiasmo en apoyar a un club–, se puede ver que en el 70% de los casos hay una correlación directa entre la buena campaña de un equipo y un aumento en el apoyo. El 2008, la compañía Sport + Market calculó que, desde que Roman Abramovich compró el Chelsea en el 2003, el número de sus fanáticos en Inglaterra ha crecido en un 523%. Un apreciable número de fanáticos tiende a abandonar a su equipo si éste no logra resultados positivos. Y otro buen número son polígamos capaces de apoyar al mismo tiempo a varios equipos.
Entonces, ya lo sabemos para este mundial: es muy probable que en la primera fase Chile le gane a Honduras y Suiza. No hagamos caso a los entrenadores que se quejen de haber perdido por culpa de un penal. Si a Costa de Marfil le va bien, aumentará el número de sus hinchas en el mundo. De hecho, yo me volví fanático de Argentina y Holanda durante el mundial 78. Y de España en la última Eurocopa.
(La Tercera, 7 de junio 2010)