Edmundo Paz Soldán
Estos cuentos toman como bandera una frase de Clarice Lispector que habla de "la crueldad de la necesidad de amar… la malignidad de nuestro deseo de ser feliz". Dentro de la institución familiar, estamos condenados a querernos, pero puede que eso permita que afloren sentimientos atroces. En "Pirañas", la metáfora es perfecta: Víctor ha perdido dos dedos por culpa de un ataque de pirañas, pero su hermana Romina y él son los que en verdad se comportan en su relación como esos peces de "bocas dientudas y feroces". Apenas aparezca una debilidad, uno atacará al otro, replicando al mismo tiempo los ataques de los padres: todo está por estallar desde la primera frase, y estalla en una situación tragicómica, pues mientras un hermano le da un puñetazo al otro, en la cocina los padres están "librando otra batalla y nadie sale a preguntar qué pasó" (hay que decir, de paso, que el "realismo" de Giaconi, que abreva tanto de Alice Munro como de Flannery O’Connor, es lo suficientemente elástico como para incorporar con naturalidad un anómalo ataque de pirañas en este cuento).
La prosa de Giaconi está matizando todo el tiempo: los detalles cuentan, tanto en las descripciones como a la hora de capturar sentimientos sutiles. Los retratos son brillantes: está Dumas, el abuelo del cuento con el mismo título, "eternamente bronceado aunque tenía dos trabajos… Con el fino bigote negro, la sonrisa amplia y esa facilidad para vencer el espacio personal de la gente…"; Adrián, el "tasador", incapaz de tener compasión de nadie: "mira alrededor y sabe que en casa de su madre nada vale nada; que ahí no existe la posibilidad de descubrir un tesoro escondido. En principio están los muebles y esa extraña obsesión de su madre por el mimbre. Los sillones, la lámpara del comedor… Todo es de mimbre"; y las hermanas de "Los restos", que, cuando se muere la menor de las tres, van a su caserón a revisarlo y preparar la "reunión íntima" de despedida: "Para muchos ésa sería una tarde amarga, y Graciela dijo que ellas debían encargarse de que todos tuvieran la boca llena de comida y no de frases hechas y comentarios fuera de lugar".
Los tres cuentos mencionados se encuentran entre los mejores, junto a "Bienaventurados" -una historia devastadora acerca de "un corazón simple"- y "Reunión". Si las atmósferas de Giaconi tienen siempre algo enrarecido, el magistral "Reunión" radicaliza la propuesta: la narradora relata la noche del reencuentro con su amiga Clara y su esposo Javier, que acaban de regresar a Buenos Aires después de vivir un tiempo en Bangkok. Los lectores se enterarán en el segundo párrafo que los esposos, que vivían desesperados por tener un bebé, ahora tienen una hija llamada Mali; la verdad acerca de Mali sugiere algo siniestro –¿magia negra?– y convierte en literal el gran tema de este libro: una persona, una pareja, una familia pueden crear un espacio en el que sus actos son vistos por ellos mismos como "perfectamente lógicos y entendibles", pero, vistos desde afuera, todos, absolutamente todos, somos unos monstruos.
(La Tercera, 4 de junio 2017)