Edmundo Paz Soldán
Cita Internacional de la Literatura en Santillana del Mar, dedicada esta vez a estudiar la obra de Vargas Llosa, Javier Marías y Pérez Reverte. El domingo, llegamos a Santander y nos llevan en un bus a Santillana del Mar. Me quedo en la Casona del Revolgo, junto a Juan Gabriel Vásquez, Gonzalo Garcés, Irene Zoe Alameda. Por la noche, en la recepción, conversaciones fugaces con Efraín Kristal -uno de los expertos en la obra de Vargas Llosa–, una editora francesa, mis editores en Alfaguara. Se habla de literatura con pasión, pero también de lo extraliterario: por ahí se escucha que ya es oficial, Andrew Wylie es el nuevo representante de la obra de Roberto Bolaño. Especulaciones: ¿una ofensiva de Wylie en el mundo hispano? Lo cierto es que en Babelia del pasado sábado –en la columna de Rodríguez Rivero– también se confirmó que Antonio Muñoz Molina será representado por Wylie de ahora en adelante.
El lunes por la mañana está dedicado a la obra de Vargas Llosa. Me siento muy atrás, admiro y envidio un ejemplar de la primera edición de La casa verde, que Juan Gabriel ha conseguido gracias a un librero en Bogotá. En la presentación de la obra de Vargas Llosa, Víctor García de la Concha habla entre otras cosas de la importancia de la poesía en la obra del escritor peruano (Neruda, Darío, Rimbaud, Baudelaire). Luego es el turno de Vargas Llosa, que discurre sobre la importancia de la "técnica", esencial para "contar una historia bien contada" (algo muy fácil de decir, pero muy complejo, pues se basa en el poder de persuasión interno del texto y tiene como objetivo eliminar la actitud crítica del lector).
Para Vargas Llosa, las preocupaciones formales estaban ausentes de la narrativa latinoamericana de los años cincuenta (no es tanto así, pero es cierto que la técnica no era central en la gran mayoría). El personaje capital de cualquier relato debía ser el narrador; la forma de organizar el tiempo en el relato era el otro gran ingrediente de las novelas que admiraba. Así, los escritores que en esos años se convirtieron en el eje de la narrativa vargasllosiana fueron Flaubert y Faulkner. Lo que le cambia la vida a Varguitas no es sólo Madame Bovary, sino las cartas de Flaubert a Louise Colet, que dan cuenta de "la lucha con el ángel", esos cinco años dedicados a la escritura de la novela, en los que el talento se construye en base a perseverancia.
Vargas Llosa termina señalando que la literatura es una gran requisitoria contra nuestras sociedades, incapaces de satisfacer los anhelos más profundos del ser humano. Después, dos mesas analizan diferentes aspectos de su obra. De todo lo escuchado, me quedo con algunos apuntes: J.J. Armas Marcelo señala que la obra de Vargas Llosa es "una marca en el rostro de nuestro tiempo", y que el tema de la próxima novela, y el lugar en que discurre buena parte de la acción (el Congo belga), muestran que una de las influencias centrales de Vargas Llosa es Conrad, presente al menos desde La casa verde; Efraín Kristal menciona que en las dos últimas obras, Travesuras de la niña mala y Al pie del Támesis, se gesta un nuevo cambio en la obra: si antes había una línea que separaba la realidad de la imaginación, ahora, como dice el narrador de Travesuras, "el mundo en que vivía" no se diferencia de "aquel en que decía vivir". Sí, la literatura es una suerte de compensación, un subterfugio para proteger del mundo a un ser dañado (¿quién no lo es?).