
Eder. Óleo de Irene Gracia
Edmundo Paz Soldán
El concepto de "hombre de letras" ha quedado algo anacrónico para nuestros tiempos, pero si había alguien que lo ejemplificaba mejor que nadie en los Estados Unidos, ese escritor se llamaba John Updike. En el New Yorker o en el New York Review of Book, aparecían regularmente sus ensayos, en los que el imperativo era transformar en prosa precisa, detallada y elegante los pensamientos y conjeturas de un hombre en relación con el arte, la política, los deportes, la vida. Nada de lo humano le estaba vedado a Updike. También, con regularidad digna de un notable representante de la ética del trabajo, se publicaban las novelas, los libros de cuentos y poesía, las antologías de su obra crítica. Updike estaba en todas partes; era una industria editorial de un solo hombre.
Lo más conocido de Updike está en su ciclo de cuatro novelas sobre Harry "Rabbit" Angstrom, que muestran la grandeza y la desolación del "sueño americano" -"angst" tiene que ver con angustia"–, sobre todo en su versión más clase media y WASP. Para algunos críticos, ya no es necesario escribir la "gran novela americana" porque Updike lo ha hecho en las mil quinientas páginas de la tetralogía; para otros escritores, la admiración ha llevado a aceptar la influencia y a tratar de darle un toque más contemporáneo (Richard Ford en su trilogía sobre Bascombe).
Updike se especializó en un "realismo doméstico" muy norteamericano. A él le interesaban las ciudades y los pueblos "por los que pasa la gente cuando está yendo a otra parte". Allí vivían, se casaban, tenían muchos affaires y se divorciaban sus personajes, que crecían desinteresados de lo que ocurría en el resto del mundo y creyendo que su país era "una vasta conspiración para hacerte feliz". Una vez en la vida adulta, no tardaban en encontrar la desolación y múltiples frustraciones. La prosa que describe esa desesperanza, sin embargo, es siempre radiante, y tiene algo religioso en la manera en que celebra todos los detalles con que se presenta el mundo. En el cuento "The Music School", el narrador lo dice de la mejor manera posible: "El mundo es la hostia; debe ser masticado".
En los últimos años, Updike fue criticado por el preciosismo de su escritura ("su detallismo se ha vuelto un culto en sí mismo", escribió James Wood) y por su incapacidad para comprender al Estados Unidos multicultural (en su novela Terrorista, le cuesta meterse en la cabeza de su personaje central, musulmán). Lo cierto es que si el cierre no estuvo a la altura, lo mejor de Updike es harto más que suficiente para considerarlo un clásico.
(La Tercera, 28 de enero 2009)