Edmundo Paz Soldán
El viernes pasado llegué a Bolivia después de un año de ausencia. Mi vuelo de conexión de Santa Cruz a Cochabamba se retrasó durante cuatro horas. Conseguí el DVD pirata de Kung Fu Panda, que mi hijo Gabriel vio tirado en el piso de la sala. En el fondo, era reconfortante ver que pese a los titulares catastrofistas de la prensa extranjera, el país seguía igual de complicado que siempre pero en pie: yo me reconocía en esa facilidad con la que me adapté a la larga espera en el aeropuerto, en esa alegría con la que compré un DVD pirata. Claro, se trataba de una normalidad peligrosa: la de la gente que se ha acostumbrado a la precariedad de la infraestructura (social, económica, tecnológica…)
Reina una calma tensa en el país. A medida que se acerca el referendo revocatorio, queda claro que se trata de una aventura sin sentido, una más de las tantas en las que nos hemos embarcado los bolivianos. Mucho ruido -denuncias de fraude, fisuras en la oposición a Evo, falta de credibilidad de la Corte Electoral- y pocas nueces: Evo será ratificado en su cargo, al igual que los prefectos de la media luna (bueno, dos nueces: es muy probable que los prefectos de Cochabamba y La Paz, opositores a Evo, pierdan sus puestos). Y luego, al día siguiente, al despertar, el descubrimiento de que, al igual que el dinosaurio de Monterroso, los problemas todavía están ahí.
Un asesor de la embajada norteamericana me comentó que Evo era un "rock star": su presencia copaba todo el escenario. Los líderes de la oposición hacían esfuerzos por subirse al escenario, pero estaban muy lejos de lograrlo. Evo domina todos los espacios gracias a su capacidad de generar noticias, aunque sea por las razones equivocadas: ahí está el hombre, dando la venia para que los productores de coca del Chapare expulsen a USAID de su territorio, o peleándose con Alan García en base a exabruptos.
Otro sello de Evo: la mejor defensa es el ataque. Se trata de ir siempre al choque, de no contentarse con tener abiertos siete campos de batalla cuando siempre se puede abrir uno más. Evo gana en el conflicto; mientras los opositores -la media luna, el gobierno de Santa Cruz-tratan de apelar a la razón, lo suyo va directo a las vísceras. Y ya se sabe: lo visceral tiene razones que la razón desconoce. Y suele salir ganando, al menos en el corto plazo.