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Evo Morales: Administrar la hegemonía

Por 17 de octubre de 2014 Sin comentarios

Edmundo Paz Soldán

La noche del domingo, en su alocución en la histórica plaza Murillo una vez que se confirmó su victoria en las elecciones presidenciales, Evo Morales dijo ante el aplauso de la multitud que su reelección era un triunfo de las fuerzas anticapitalistas y antiimperialistas. Ha sido, sin duda, una victoria notable, contundente, capaz por fin de destrabar una lógica de enfrentamientos que habían dividido el país en dos en las anteriores elecciones. La cuadratura del círculo suele ser imposible, y por lo pronto la habilidad política y el carisma de Evo han logrado que funcione su doble discurso: la retórica sigue siendo de la tradicional izquierda latinoamericana, pero el modelo es el de un capitalismo de Estado que sabe limar los peores excesos neoliberales.

Para Evo y su partido, el MAS, sin embargo, resulta cada vez más difícil atacar al capitalismo y al imperialismo, cuando organismos como el FMI y medios como el Wall Street Journal no han hecho más que destacar en los últimos días los éxitos económicos del gobierno boliviano. Son los riesgos de un proyecto hegemónico, que a medida que avanza e incorpora a sus enemigos derrotados va desdibujando su núcleo ideológico. El desafío para este nuevo mandato consiste entonces en mantener felices a sus bases con el corazón más a la izquierda -los movimientos sociales y populares que lo han acompañado desde el principio- y a la vez los nuevos adherentes del centro y la derecha. ¿Cómo administrar la hegemonía?

Entre las asignaturas pendientes de Evo está la prometida industrialización del país; la buena o mala salud de la economía boliviana no puede estar sujeta a los precios de los recursos naturales. El problema es que en proyectos ambiciosos como el de una fábrica de litio, Evo ha querido evitar pactos con inversores extranjeros y mantener el control total del Estado en su implementación. Los analistas dicen que es poco práctico que un proyecto como este despegue sin capital humano e inversiones de afuera, por lo que no resulta fácil la decisión de Evo: un pacto con capitales extranjeros puede verse como un paso más hacia la derechización del modelo económico, y quizás en este tema la retórica no baste para convencer a los sectores que tradicionalmente han apoyado a Evo de que su gobierno no es un aliado del capitalismo ortodoxo.      

Evo ha logrado una transformación profunda en las estructuras sociales del país, incorporando a la esfera pública a los representantes de las mayorías excluidas, pero el agujero negro de su agenda de cambio es el tema de los derechos de las mujeres; su falta de urgencia no se explica en un país en que la violencia de género ha ido en aumento. Son los límites de un proyecto patriarcal y caudillista; la izquierda, aquí, nunca ha sido revolucionaria (y la derecha tampoco). Puede que sea difícil -el machismo está enraizado en la conservadora sociedad boliviana–, pero Evo tiene el suficiente capital político para lograr cambios fundamentales en este tema, si se lo propone. El problema es que hasta ahora ha sido más bien un representante del retrógrado status quo.  

La industrialización del país y un programa serio de apoyo a los derechos de las mujeres podrían ser las bases del nuevo período de Evo y el MAS; ayudarían, sin duda, a administrar la hegemonía. Eso sí, en el camino la ideología original del partido de gobierno seguirá desdibujándose.    

      

                       

 (El País, 14 de octubre 2014)

 

 

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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