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Espías en el continente

Por 2 de noviembre de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Edmundo Paz Soldán

La editorial Libros del Asteroide ha reeditado hace poco una de las escasas novelas latinoamericanas de espionaje que valen la pena: El complot mongol (1969), del escritor mexicano Rafael Bernal. La historia de los espías chinos que supuestamente planean en México un atentado contra el presidente de los Estados Unidos explota la idea del continente como pieza estratégica en la lucha geopolítica de la guerra fría (aquí hay espías del FBI y también del KGB). Filiberto García, el matón que intenta desenredar la intriga internacional, es el estandarte del viejo orden que se resiste a morir, alguien que en su recorrido por la ciudad critica al México que sueña con la modernización.

Aunque hay alguna que otra novela más de este subgénero digna de resaltar -por ejemplo, La cabeza de la hidra, de Carlos Fuentes–, lo cierto es que en América Latina nos ha ido mejor a la hora de inventar policías y detectives corruptos que cuando toca crear espías (los de afuera sí ven al continente como un espacio fértil para el espionaje, a juzgar por novelas como Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene, o El sastre de Panamá, de John le Carré). No es una buena excusa decir que la novela de espionaje necesita de servicios de inteligencia de alto nivel o superpoderes en conflicto; después de todo, se han hecho grandes cosas con el género negro a pesar de la fragilidad de la ley y de nuestras instituciones del orden.

            La corta historia de este subgénero en la literatura latinoamericana comienza, como tantas otras cosas, con Borges. En "El jardín de senderos que se bifurcan", relato ambientado en la primera guerra mundial, Yu Tsun, al servicio de Alemania, se enfrenta a Madden, un irlandés al servicio de Inglaterra. Su misión es compleja: enviar a Berlin el nombre de Albert, la ciudad que debe ser atacada porque allí se encuentra un peligroso parque de artillería británico. Yu Tsun resuelve el problema con ingenio: matando al célebre sinólogo Stephen Albert. Así, su nombre aparecerá en los periódicos y los alemanes podrán entender el mensaje cifrado. En Borges, el relato de espionaje se convierte en un capítulo más de la lucha constante, a lo largo de la historia, por esconder un mensaje o descifrarlo; puede haber sangre en la batalla (Albert, el inocente descifrador de laberintos en el tiempo, morirá), pero en el fondo se trata de un problema textual: para jugar a los espías, hay que saber leer.   

 

(La Tercera, 2 de noviembre 2013

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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