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El túnel a los sesenta años

Por 25 de mayo de 2008 Sin comentarios

Edmundo Paz Soldán

El viernes pasado participé en la lectura pública de El túnel en la Casa de América de Madrid. Se cumplían sesenta años de la novela de Ernesto Sábato; el acto era un lindo homenaje a un texto canónico. La lectura comenzaría a las siete de la noche y duraría hasta las doce. Lamentablemente, la lluvia torrencial hizo que apenas asistieran quince personas.

A mí me tocó leer, a las diez y cuarto de la noche, el capítulo treinta, seis páginas de una discusión entre Juan Pablo Castel y una encargada de correo. Curiosa sensación, leer un capítulo de una novela leída hace casi dos décadas y olvidada de tan canónica (El túnel tiene la buena/mala suerte de ser obligatoria en el colegio: todos la leemos de adolescentes, y luego no nos molestamos en volver a ella). Lo que aprendí de ese capítulo es que Sábato tenía claro que el correo era "un medio de comunicación, no un medio de compulsión". Castel ha escrito una carta y la ha depositado en el correo; luego se arrepiente del contenido de la carta y quiere recuperarla, pero la encargada no se la quiere entregar. Castel se molesta: "el correo no puede obligar a mandar una carta si yo no quiero". De ahí, entonces, eso de la comunicación y no la compulsión. ¿Qué es lo que uno debe hacer? "Las cartas de importancia hay que retenerlas por lo menos un día hasta que se vean claramente todas las posibles consecuencias". Tendría que leer toda la novela para ver si ha envejecido; de la lectura de este capítulo, está claro que no sólo nuestra forma de comunicación ha cambiado, sino también el fondo. El correo electrónico es, evidentemente, un medio de compulsión, no un medio de comunicación. Nos evitaríamos muchos líos si hiciéramos caso a Castel y dejáramos pasar al menos un día antes de enviar todos nuestros correos electrónicos. Pero eso iría contra la naturaleza misma del nuevo medio.

Guardo de Sábato un muy buen recuerdo. Leí Abbadon el exterminador en un momento de crisis vocacional en la Argentina. Corría el año 1985, yo estudiaba ingeniería en petróleos en Mendoza (esa parte de mi biografía parece haberse borrado), pero me la pasaba leyendo novelas todo el día. No sabía que hacer. La novela de Sábato cayó entonces en mis manos. Llegué a la escena -esto lo reconstruye mi memoria a su conveniencia, no he vuelto a leer Abbadon desde entonces– en que el físico, distraído en su laboratorio porque está pensando en cuestiones artísticas, comete un accidente durante un experimento; esto lo lleva a dejar la carrera y asumir su vocación. Me enteraría luego que todo era biográfico: Sábato era un físico prestigioso hasta que una crisis lo llevó a dejar la ciencia y dedicarse por completo a la literatura. Y yo, por supuesto, siempre muy influido por universos ficcionales, llegué a la conclusión de que debía seguir los pasos del personaje de la novela y dejar la carrera de ingeniería. Nunca me arrepentí.

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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