Edmundo Paz Soldán
En La condición animal (Páginas de espuma), un libro de la argentina Valeria Correa que entremezcla con sabiduría el realismo tradicional con elementos fantásticos, de horror o incluso ciencia ficción, se encuentra "Aún a la intemperie", un cuento enigmático, la historia de un anciano que se ha quedado solo en un caserío de montaña. El relato alude al fin de este mundo rural: el anciano pierde a su familia por culpa de la noche, "que se lo traga todo", y a la demás gente del pueblo: "Los vi irse viejos, mujeres, hombres, buenos y malos. ¿Buenos y malos? (Qué más da: ésa no es la pregunta)". "Aún a la intemperie" funciona a partir de lo no dicho –¿qué representa la noche, una enfermedad o los lobos o algo más inquietante?- y de la voz que ha encontrado Correa para captar a este anciano: "Siempre a esta boca mía le gusta estar moviéndose. Boca sin sosiego ni dientes, le digo. No sirve para masticar: con las encías peladas recibe comida de mi mano y no se mueve".
El mexicano Luis Jorge Boone tiene una apabullante diversidad de registros, como lo prueba su último y maximalista libro, Figuras humanas (Alfaguara): hay hasta un relato en verso. De todos los cuentos, me quedo con "Resistencia del agua a evaporarse", una historia erótica larga -más en la tradición del cuento anglosajón– sobre una pareja joven y otra no tanto, y sus fantasías sexuales en un hotel de playa: un intercambio de parejas, en el que Boone explora al detalle las repercusiones del encuentro en Temis, el enamorado que descubre que su pareja, Amanda, disfruta del acostarse con otro hombre. El temor a la pérdida se convierte en manos del autor en una sorprendente afirmación de la pareja: mientras ambos están con otros, "Temis se sintió, por primera vez, nítidamente empatado con Amanda. Vía el cuerpo de un extraño, la sentía en su mismo nivel de existencia… Anheló no perder esa profunda conciencia de lo que entraña una compañía".
Lo sexual aparece de otra manera en "Laika", uno de los cuentos de Paulina Flores en Qué vergüenza (Hueders/Seix Barral). El realismo sigue siendo el tronco principal de nuestra literatura, y Flores es una de esas autoras que lo está renovando al profundizar en la indagación psicólogica de los personajes, en la minuciosa percepción de los hechos y las sentimientos, en la múltiple variedad de perspectivas narrativas. En "Laika", la niña Josefa sueña con "convertirse rápido en adulto, despertarse un día y darse cuenta de que era una persona grande y podía hacer todas las cosas que un adulto hacía, o que ella creía que un adulto hacía, como ocupar una pala de metal y no una de plástico". Lo que ella no sabe es que ese sueño está a punto de convertirse en realidad, en una noche en la playa en la que sale a esperar un avistamiento de ovnis con un joven que quiere aprovecharse de ella. El tema es clásico -la pérdida de la inocencia–, pero está trabajado con tanta elegancia en la prosa y finura perceptiva que lo viejo se convierte en nuevo.
(La Tercera, 9 de octubre 2016)