
Eder. Óleo de Irene Gracia
Edmundo Paz Soldán
En el café Tierra Adentro, en San Cristobal de las Casas, se encuentra la librería Mono de papel. Venden ediciones pirata de la novela que el Subcomandante Marcos escribió con Paco Ignacio Taibo. También están las obras completas de Rosario Castellanos (Balún Canan es la novela que mejor ha narrado la compleja historia de esta región), libros de Friedman y Wallerstein, documentales sobre el movimiento zapatista y también, no sé por qué, el Kama Sutra. Liliana y yo estamos en un centro que acoge a las Cooperativas Autónomas Zapatistas. Hay en las paredes fotos de resistencia y rebeldía, afiches que proclaman Otro mundo es posible, pero en el lugar más destacado de la Cooperativa se encuentra una enorme bandera de México, para que no queden dudas. Por supuesto, la música de fondo es "Logo", de Kevin Johansen.
A primera vista, para un boliviano, San Cristobal tiene mucho de Sucre: el aire bucólico en las calles, los cafés llenos de europeos, las iglesias bien cuidadas (aunque aquí son más festivas en la combinación de colores). El clima recuerda al de Cochabamba: hace frío temprano por la mañana y también al caer la tarde, calor durante el resto del día. Se come muy bien: en el restaurante Emiliano’s Moustache, decorado por cuadros satíricos de políticos mexicanos, cené un pozole memorable.
En un rato saldremos a Chamula, Zinacantán, pueblos de la región. Termino el desayuno pensando en la noche de ayer, cuando estuvimos en Makia, un bar en la esquina de la plaza principal que a medida que transcurrían las horas se fue convirtiendo en discoteca. Lo único que se escuchaba era música tecno, electrónica mexicana. Recordé la noche en un karaoke, cinco meses atrás, cuando visitaba las misiones jesuíticas en la Chiquitania. Los viajeros vamos en busca de lo obvio, con la esperanza de no encontrarnos con lo obvio.