Edmundo Paz Soldán
No todos los escritores celebran los veinticinco años de publicación de una novela célebre publicando una suerte de continuación de la historia. Bret Easton Ellis sí, con Imperial Bedrooms, que homenajea a y dialoga con Menos que cero. No podía ser de otra manera: Ellis se ha mostrado siempre consciente de su status de escritor célebre; en las últimas novelas, la celebridad del escritor se ha vuelto incluso un tema autorreferencial: en Lunar Park el personaje central se llama Bret Easton Ellis, un escritor perseguido por un adolescente disfrazado como Patrick Bateman (el personaje central de American Psycho).
El narrador de Imperial Bedrooms, Clay, es un personaje de Menos que cero. Las primeras páginas de la novela juegan con la realidad/ficción de la primera novela de Ellis: "Habían hecho una película sobre nosotros. La película estaba basada en un libro escrito por alguien que conocíamos". Clay habla con ironía del escritor de ese libro, que había mostrado "la indiferencia juvenil, el resplandeciente nihilismo" y "presentado con glamour el horror de todo esto". Clay es ahora guionista de Hollywood, y desfilan en torno a él los personajes de la primera novela: Rip, el rostro desfigurado por inumerables cirugías plásticas; Trent, el productor, y Blair, su esposa; Julian, a cargo de un servicio de acompañantes.
Bret Easton Ellis retorna a la escena del crimen y descubre que casi nada ha cambiado: su mundo autorreferencial es obsesivo y cíclico. La novela se lee rápido: el estilo es el de los primeras libros, de frases cortas, lenguaje básico y mucho diálogo. Los adolescentes nihilistas de antes son ahora adultos con dinero, cínicos que a una vida de privilegio le han añadido algo de poder. Clay se acuesta con actrices jóvenes con la promesa de conseguirles un papel en su próxima película. Cuando se ve en el espejo, se asemeja a un "adolescente viejo". Eso parece ser lo único que ha cambiado: el paso del tiempo ha hecho que Clay y sus amigos, que viven entre jóvenes, estén muy dispuestos a la próxima cirugia (o a la droga, para olvidarse de todo).
En este universo en que lo superficial es un valor por sí mismo, Clay se descubre con sentimientos hacia Rain, una actriz tan bella como mediocre. La novela, de pronto, se convierte en un homenaje al Chandler de El largo adiós: todos traicionan a todos. Eso se combina con la parafernalia de múltiples películas de horror -los mensajes que llegan al celular sin saber quién los envía, el auto que sigue a Clay todo el tiempo–, y se crea ese vago aire de amenaza que Ellis domina tan bien. Como en Lunar Park, la culpa y la ansiedad aparecen, el duelo y la melancolía se instalan. Los personajes de estas novelas saben que algo han hecho mal, pero no están seguros de qué es. Así, el escritor del cinismo amoral demuestra que también sabe narrar la culpa imprecisa.
Pero Ellis no sólo se conforma con visitar Menos que cero o Lunar Park. También están las referencias a American Psycho, sobre todo en la violencia de los juegos eróticos -en los que hay más sadismo que placer–, y en las muertes grotescas de algunos personajes. Esta novela, claro, no se compara con lo se despliega en American Psycho. Eso sí, un dato interesante: la aparición de lo mexicano como algo asociado a lo violento (los jóvenes torturadores de una pandilla en Los Angeles, la mención a muertes ritualísticas en Ciudad Juárez).
Queda la sensación de que esta novela se ha escrito antes. Quizás ése era el objetivo de Bret Easton Ellis: mostrar que algunas cosas cambian para que todo permanezca igual. Si ésa es la conclusión principal, digamos que es poco.
(La Tercera, 21 de junio 2010)