Clara Sánchez
En este contexto en que el deseo de ser madre empieza a no encajar con la edad biológica establecida para serlo, a una gaditana de 67 años le dio por tener gemelos, superando así a la profesora rumana que a los 66 engendró una hija y ambas seguidas de cerca por otra inglesa de 63, y puede que haya más, no lo sé. El caso es que algo está cambiando, y está cambiando en medio de la incomprensión, el recelo y la sorna. Hace poco le hicieron una entrevista en televisión a la madre gaditana, en que los espectadores asistimos a un verdadero linchamiento verbal por parte de los hombres y, sobre todo, ¡de las mujeres! presentes en el plató. Fueron terribles con ella. Ni unos ni otras soportaban que aquella ciudadana, que no era militante de nada, que no reivindicaba nada, en completa soledad, sin apoyos, un día tomase una decisión que a todo el mundo le iba a caer mal, porque lo bonito era verla arrinconada y resignada en su vejez.
En un mundo en que el modelo de familia ha incorporado modificaciones antes insospechadas como el matrimonio homosexual, en que los avances genéticos y médicos nos han revolucionado la vida, a estas mujeres se las llama viejas caprichosas, egoístas y descerebradas, y nadie rompe una lanza por ellas. Cuando puestos así, traer un hijo al mundo siempre es un capricho. A mí me parece que le han echado muchas narices al asunto, soportando un rechazo social burlón y lleno de moralina. No hay nada más que leer las opiniones en contra en que se suelen mezclar las advertencias sobre un riesgo médico, que en todo caso ellas tendrán que asumir (y cuyo tratamiento, como todo lo que se hace necesario, tenderá a mejorar), y su condición de viejas, abuelas y demás lindezas.
El auténtico prejuicio es su edad y el que sus hijos no tengan mamás jóvenes y que se les vayan a morir antes de que cumplan los veinte. Consideración jamás contemplada para los millones de hombres que deciden ser padres a los 70, 75 y más. ¿O es que ellos van a vivir doscientos años? ¿O es que una madre joven no puede dejar huérfano a su hijo? Pero detrás de esto el auténtico temor estriba en que la mujer se está atreviendo a romper la sagrada frontera de la maternidad y se está tomando la libertad de engendrar cuando le dé la gana. Y ya sabemos que cuando la mujer pretende tomar las riendas y agrandar su terreno de libertad se tiende a ridiculizarla y humillarla, que es la manera más cómoda de debilitarla y apartarla.