Skip to main content
Category

Blogs de autor

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Las mujeres salvan la industria.- El año 2012 podría haber dado…

Hilary Mantel E.L. James Las mujeres salvan la industria.- El año 2012 podría haber dado pérdidas editoriales si no fuera por las autoras mujeres quienes, de diverso estilo y talento, han conseguido lectores y lectoras para reemplazar las grandes pérdidas de las grandes apuestas masculinas. El diario The Guardian da la voz de alerta. En su indispensable Letras en 360°, Virgina Collera comenta el hecho: ?A ellas les debemos la pujanza de la literatura erótica, la revolución de la autoedición y una histórica doble victoria en el Premio Booker: las mujeres han cambiado el mundo editorial británico en 2012, afirman en The Guardian, donde dedican un artículo a las seis escritoras que han dominado el sector en este año que está a punto de terminar: EL James, Hilary Mantel, JK Rowling, Kate Mosse, Julia Donaldson, Amanda Hocking.?



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
3 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Literatura brasileña: hay vida después de Clarice

La literatura latinoamericana tiene varias asignaturas pendientes; sin duda, una de las más importantes es incorporar de una vez por todas a Brasil al diálogo fluido entre autores, críticos, editores y lectores del continente. Ya no basta decir que se conoce la obra de Clarice Lispector, João Guimaraes Rosa o Rubem Fonseca; hay otros autores con libros traducidos -pienso en João Gilberto Noll, Luiz Ruffato, Chico Buarque, Daniel Galera, João Paulo Cuenca--, pero estos son vistos más como raras excepciones en la traducción que como parte de un mapa visible y necesario.

Hay señales de que este desconocimiento de la literatura brasileña está cambiando. Las editoriales argentinas independientes, sobre todo Adriana Hidalgo -a la que hay que agradecerle que reeditara Gran Sertón: Veredas en una nueva traducción--, han marcado la pauta. El contingente brasileño en la feria de Guadalajara este año ha sido notable. El gobierno de Dilma Rouseloff ha decidido darle un apoyo fundamental a la internacionalización de su literatura, creando un programa de subvenciones para traducir a sus autores (ocho millones de dólares al año, hasta el 2020). Y la revista Granta, siempre muy atenta al zeitgeist, acaba de publicar un número dedicado a "los mejores novelistas brasileños jóvenes", que contribuirá a consolidar el creciente interés en una narrativa vital y diversa.

Como todas las antologías, la de Granta tiene sus limitaciones. Está animada por un espíritu muy tradicional de lo que se entiende por alta literatura, por lo que los géneros populares no tienen cabida (no hay nada de horror, de ciencia ficción o policial), y tiene una contradicción en la base de su propuesta: pide juzgar a novelistas a través de cuentos y fragmentos de novelas. Una vez aceptadas las reglas del juego, sin embargo, hay que admirar el ambicioso y panorámico esfuerzo de rastrear propuestas de todo el país y dar a conocer voces nuevas, sugerentes, que expanden las fronteras de lo que entendemos por literatura brasileña.

De los veinte autores de Granta, sobresalen en mi lectura, por su trabajo con la forma y el lenguaje: Michel Laub ("Animais" es un modelo de cómo no contar el detalle más importante del relato y extraer de esta decisión una energía contagiosa); Emilio Fraia ("Temporada": una inquietante maravilla de indirección); Antonio Xerxenesky ("Amanha, quando acordar": una parábola con un guiño a Marías y un barniz de Calvino y Las mil y una noches, sobre la lectura como una actividad capaz de aplazar el desastre que espera en el mundo real); Carol Bensimon ("Faiscas" juega con la idea de que es más fascinante toda la energía que uno le dedica a planear un viaje que el viaje en sí, "un fracaso irresistible"); Joao Paulo Cuenca ("Antes da queda" es una sátira despiadada al triunfalismo del nuevo Brasil, en el que los habitantes de Rio de Janeiro han sido corrompidos por las Olimpiadas, el mundial de fútbol, el deseo de "emular un cosmopolitismo a través de una cirugía plástica urbana que nunca llegó a ser pero fue muy representada en gráficos coloridos en los periódicos").

       Algunos textos, más que buenos o malos, son simplemente tibios. Están muy bien escritos pero se quedan en la evocación sensible de una situación o una época (Antonio Prata, Luisa Geisler). Hay otros que se acuerdan de la violencia de las dictaduras conosuristas en los setenta (Julián Fuks, Miguel Del Castillo) pero carecen de matices a la hora de registrar el impacto de esa violencia. Están los que intentan juegos con la forma (la farsa, en Lisias; el tono casi ensayístico, en Salem Levy) pero no terminan de convencer.

Algunos de los autores de Granta pertenecen a la diáspora producida en los setenta por las dictaduras: Fuks (padres argentinos), del Castillo (padre uruguayo), Arancibia Contreras (padres chilenos) y Carola Saavedra (nacida en Chile). En esos autores los vínculos entre la experiencia histórica brasileña y la del resto de Sud América son explícitos. Aunque eso de ser de un país-continente que muchas veces parece bastarse consigo mismo ha contribuido a aislarla, la literatura brasileña está hoy dispuesta a reclamar su lugar preponderante entre las literaturas del continente. Por suerte, el diálogo parece ser de ida y vuelta.

 

(La Tercera, 2 de diciembre 2012)

 



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
3 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

El dictamen de Michael Ignatieff sobre Cataluña

Para que engañar, Ignatieff no gusta en el mundillo nacionalista. Este político e intelectual canadiense es uno de los pensadores contemporáneos que más ha estudiado el fenómeno nacionalista, con frecuencia sobre el terreno, y sus conclusiones no suelen tener muy buena acogida entre los intelectuales nacionalistas. ?Lo que está mal en el mundo no es el nacionalismo?, ha escrito. Y añade: ?Todo pueblo debe tener un hogar, toda necesidad de este tipo debe ser atendida. Lo que está mal es el tipo de nación, el tipo de hogar que los nacionalistas quieren crear y los medios que utilizan para lograrlo?. Su caracterización del nacionalismo como ?narcisismo de las pequeñas diferencias? molesta especialmente a quienes convierten los hechos diferenciales en una ideología y en la base de una política.

Ignatieff ha tenido que enfrentarse estos días a la polémica sobre Cataluña con motivo de un premio concedido en Madrid. Imagino que habrá dicho cosas poco convenientes para los saberes convencionales, porque apenas he visto reflejadas sus opiniones en ningún medio de comunicación. Con una curiosa excepción: la entrevista que concedió a la periodista Rosa Meneses y que publicó El Mundo. No puedo dar el enlace porque es de acceso digital de pago, pero en ella se puede encontrar el dictamen de Ignatieff sobre Cataluña, del que voy a dar algunas frases. Ya les adelanto que hay al menos dos motivos para que no guste al nacionalismo español, del que El Mundo es un buen exponente, y solo uno para que no guste al nacionalismo catalán.

?Si cogemos el nacionalismo catalán, ¿qué es? Es el sentimiento de que Cataluña tiene un pasado histórico diferenciado, una lengua propia, aspectos de una cultura distinta y una tradición política diferente. Todo esto es verdad. Todo es compatible con una herencia democrática. No hay nada terrible en el nacionalismo catalán, la clave es política. ¿Debe tener un Estado? La cuestión no es si los catalanes son una nación, sino si deben tener un Estado. Y en esto yo discrepo. No veo ninguna razón por la que el pueblo catalán no pueda tener una identidad nacional fuerte dentro del estado español?. Resultado de esta primera parte: empate a uno; gol en una puerta con el reconocimiento de Cataluña como nación, y gol en la puerta contraria con la negativa a la obligación de Estado.

Segunda parte. ?No se puede retener a una persona en la casa si lo que quiere es irse. La única solución es celebrar un referéndum y las reglas son éstas: (?) preguntas claras, resultados claros, sin secesión unilateral, negociamos (?) Déjeme ser claro: espero que no lleguen a ello. No es una opción feliz, sino muy dolorosa. Así que no lo hagan a menos que tengan que hacerlo. Pero no pueden pretender que pueden mantener a un pueblo en un país contra su voluntad. Antes o después no funcionará. Así que creo que, antes o después el referéndum deberá estar sobre la mesa en Cataluña?. Final del partido: dos a uno en favor del derecho a decidir.

Colofón para casticistas españoles y catalanes: ?Esto no es un problema solo español. Es un problema europeo e internacional. Todos los estados modernos son multinacionales y no solo multiétnicos. Así que España no tiene un problema que nadie más sufre, sino que tiene el problema que tienen todos?. El problema es de todos y la decisión al final también es la misma: nada de autodeterminación de los pueblos o de derecho colectivo a decidir sino lisa y llanamente de aplicación del principio democrático.

(Fuentes: la primera cita es de ?sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo?, El Hombre del tres; y la segunda de El Mundo, 1 de diciembre de 2012)



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
3 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

La inmortalidad, según Mr. Clay

Cuánto vale la inmortalidad? Quizá nada. En nuestra época se tiene fácilmente la impresión de que nadie estaría dispuesto a pagar un euro por la inmortalidad. Por la fama, como sabemos, sí, y mucho. De hecho algún personaje de dudosa reputación ha instaurado en distintas partes de Europa clubes denominados Billionaire, en los que se simboliza la cifra exigida, como requisito mínimo, al famoso o a sus aduladores. Y hace poco leí en una revista el resultado de una encuesta sobre las aspiraciones humanas, y la inmortalidad no ocupaba ningún puesto en el escalafón, no sé si porque los encuestados habían olvidado responder a esta cuestión o porque los periodistas habían olvidado preguntar algo al respecto.

Sin embargo, hasta hace poco, muchos seres humanos querían ser inmortales: algunos a través del fervor místico o estético, otros mediante prestaciones más prosaicas, aunque no por esto consideradas menos efectivas. Entre estos últimos la Historia registra una suerte de puja para conseguir la eternidad y, si bien es cierto que en la parábola evangélica se consideraba más difícil que un rico entrara en el reino de los cielos a que un camello atravesara el ojo de una aguja, la riqueza ha sido siempre un método para adjudicarse lo inmortal. Así fue en tiempos antiguos y así ha sido en la época moderna antes de que los brokers se declararan insensibles a las cosas inmortales. De hecho, los comerciantes nunca habían descuidado incorporar a sus pertenencias un futuro inmortal o una buena relación con la divinidad, a cambio de un precio razonable, y sólo hoy, cuando el mercado ha sido declarado el único dios verdadero, parecen los mercaderes poco propensos a atormentarse por estos asuntos.

En nuestra época se tiene la impresión de que nadie estaría dispuesto a pagar un euro por la inmortalidad. Por la fama, como sabemos, sí

No sé si es cierta pero a esta conclusión llegué el otro día después de ver otra vez, tras bastantes años,Una historia inmortal, de Orson Welles, película excepcional en todos los sentidos, desde su relato maravilloso a sus condiciones de producción, sin ignorar su duración, 53 minutos, que la ha expulsado de una distribución medianamente normal y la ha convertido en maldita. Vi una copia de pésima calidad, salida de no se sabe dónde -la grabación de una grabación-, y no por eso quedé menos subyugado por la narración de Isak Dinesen llevada a la pantalla por Welles con un presupuesto tan bajo que hubo que embutir la sofisticada y cosmopolita Macao del siglo XIX en el madrileño pueblo de Chinchón. No obstante, como homenaje al verdadero talento, cuando éste existe, todas las carencias apreciables, desde la inclusión de una ciudad china en la meseta castellana al delirante maquillaje del protagonista, quedan subsanadas por el poderío magnético que rodea toda la historia: el sonido de las cigarras, la música mántrica de Erik Satie, la voz oscura de Orson Welles, la mirada desafiante y sensual de Jeanne Moreau y, evidentemente, la singular belleza del argumento ideado por la baronesa Karen Blixen.

Una parte de la inmortalidad que exige mister Clay, el viejo, despótico y rico comerciante encarnado por Welles, se desprende de la esencia misma del mito y de su relación con la vida. Clay quiere llevar a la realidad lo que su fiel administrador Levinsky, el judío polaco empujado a trasladarse de país en país, le cuenta como una leyenda que se cuentan los marineros en todos los barcos y en todas las tabernas de Oriente. Como hombre acostumbrado a traducir cualquier faceta de la existencia en dinero, mister Clay no quiere oír hablar de fantasías y aún menos de profecías, como aquella, de Isaias, que Levinsky le lee en la única excepción a las lecturas nocturnas en voz alta de los libros de contabilidad. Clay detesta las revelaciones de Isaias, como detesta que la fantasía no se pueda reducir a los renglones de compraventa. La realidad es la realidad de la misma manera que los negocios son los negocios.

Por tanto, al echar mano de su poder, quiere invertir el curso de los acontecimientos y transformar la ficción en verdad. Él, mister Clay, que se ufana de no haber tenido ni amigos ni amores, y de haber despreciado todo aquello que no suponía una plusvalía, quiere construir su propiacomedia -así la llama Levinsky- conduciendo a los personajes de la leyenda a su propia mansión para ejecutar aquella representación que demostrará su dominio sobre el más acá y, asimismo, sobre el más allá: el joven, apuesto y misérrimo marinero será cruzado con una mujer para que el fruto de ese amor tutelado y efímero demuestre al mundo que Clay, el misántropo, el odiador de una humanidad que se resiste a ser pura contabilidad, puede trascenderse a sí mismo. El desenlace, sin embargo, transcurrirá en la dirección opuesta ya que, al ocupar Clay el papel del demiurgo, y dar vida a lo que era sólo bruma ficticia, provocará su propia perdición.

En medio de su desvarío y de su borrachera terminal de poder mister Clay reflexiona crudamente sobre la inmortalidad al afirmar que él está conformado por dos mitades: una, caduca, se evaporará con su no muy lejana muerte; la otra, inmortal, es el millón de dólares con que está tasado su nombre en la Bolsa de Nueva York. Y Clay lo confía todo a esta segunda mitad, como los hombres con fe religiosa lo confiaban todo al ultramundano destino del alma: ese millón de dólares sobrevivirá con mucho a su cuerpo, se esparcirá por los mercados del mundo, fructificará, lo salvará y, en definitiva, lo hará inmortal. Ahí sí que no hay fantasías y profecías sino, en su quintaesencia, realidad y rentabilidad. Un millón de dólares es, justamente, el alma.

Naturalmente hoy mister Clay actualizaría la cifra: un billón, como mínimo, sería el precio para hacerse con la eternidad.

El País, 20/10/2012 



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
3 de diciembre de 2012
Blogs de autor

Auto sacramental

‘Cosmópolis' es una película de encargo que David Cronenberg se esfuerza denodadamente en hacer suya, hay que decir que con bastante éxito. Surgió cuando el emprendedor Paulo Branco (cuyo historial de productor se puede leer como una estimulante historia paralela del cine de autor más cosmopolita y extraterritorial) le mandó la novela de Don DeLillo (2003) sugiriéndole que él era el director adecuado para filmarla. A Cronenberg no sólo le gustó la novela y la proposición sino que se mostró sumamente diligente; tardó tres días en copiar en su ordenador los abundantes diálogos del libro, sin cambiarlos, y otros tres en rellenar los intersticios con acciones. Así que, al cabo de seis días, Branco recibió el guión terminado. "Demasiada prisa", le contestó, cuenta Cronenberg. Pero lo aceptó y consiguió el dinero para una producción relativamente cara, en función sobre todo del sueldo de varios de sus actores y el minucioso trabajo de post-producción digital.
Es una lástima que Cronenberg, que ha hecho una película ardua y discursiva, no haya llevado más lejos su radicalidad, ciñéndose, por ejemplo, con mayor detalle a lo que sucede en el interior de la limousine en la que Eric Packer, un joven y apuesto multimillonario de 28 años, pasa un día entero viajando -más al modo del Ulises irlandés que del homérico- desde su lujoso ‘penthouse' neoyorkino hasta una peluquería de barrio donde desea que le corte el pelo el barbero de su infancia. La limusina blanca, que llega a su destino muy pintarrajeada de ‘grafitti' y golpeada, es un espacio maravilloso, del que el director, con la metalizada fotografía de Peter Suschitzky, obtiene resonancias metafóricas; el interior, muy estilizado por el diseño y las lentes deformantes de la cámara, parece el de una nave espacial surcando la estratosfera. La película, en ese sentido, recupera, sin auténticos meteoritos ni extraterrestres, el molde de la fantaciencia ‘gore' con la que Cronenberg, antes de entregarse a Freud y Foucault, se hizo un nombre entre los cinéfilos aficionados al género. El exterior que se ve desde los asientos y los sofisticados ‘gadgets' del automóvil -una Nueva York sincopada y deslizante (rodada en su mayoría en Toronto)- parece el de una galaxia no especialmente desarrollada tecnológicamente en la que deambulan muertos vivientes y sombras fugitivas, y el desenlace, de carácter místico y simbólico, podría evocar el de ‘2001', aunque casi todo procede del libro de DeLillo.
Los medios de que dispone el cineasta canadiense, que son limitados, desvirtúan algo los episodios más trepidantes del libro, como la larga escena de la manifestación callejera, o el latido urbano a modo de bajo continuo que el autor tan bien describe en su novela con estas palabras: "el gran flujo rapaz, donde la voluntad física de la ciudad, los egos febriles, los asertos de la industria, el comercio y las multitudes dan forma a cada uno de los momentos anecdóticos" (traduzco yo mismo de la página 41 de la edición americana en bolsillo publicada por Scribner).
Esa disociación formal entre el dentro y el fuera, para la que el cine está especialmente capacitado, es el gran logro del director canadiense, al que se le ha reprochado la fidelidad a los diálogos de DeLillo. Suenan a veces excéntricos, sobre todo cuando los dice un actor tan infaliblemente nulo como siempre lo es Robert Pattinson, pero a mí me gustaron desde que, suspendida mi incredulidad auricular, empecé a pensar que la ‘Cosmópolis' de Cronenberg es un auto sacramental, y no trato de hacer un chiste fácil. El automóvil deviene un escenario teatral, un altar de los sacrificios con tecnología punta, y el héroe del relato se va encontrando con personajes alegóricos que le sueltan, todos ellos, un monólogo en forma de parlamento en verso o aria cantada. Algunos de los solistas son magníficos: Paul Giamatti (un actor por el que rara vez siento empatía) en su ‘finale' concebida como una declaración y una confesión (es muy hermosa la idea de la cortinilla que les separa a ambos, a modo de rejilla de los confesionarios católicos), Juliette Binoche o la cultivada prostituta que vende cuadros de Rothko, Samantha Morton en su financiero ‘stream of consciousness', y el desquiciado Mathieu Amalric en la divertida secuencia de ‘slapstick' nihilista con las tartas de merengue. Lástima que sus filigranas interpretativas se estrellen contra ese muro plano de Robert Pattinson.
Es curioso el sentimiento final que la película destila. No creo que Don DeLillo pueda reclamar nada ni quejarse, pues ninguna adaptación cinematográfica podría ser más escrupulosa que ésta. Pero a la vez, Cronenberg, por respeto (o pereza), reduce al novelista y le quita esa respiración externa que el cine puede dar, sin traición, a los textos narrativos. No soy un incondicional del autor de ‘Libra', un novelista muy dotado y también muy dado a veces a expresarse por medio de ‘slogans' de padre de la iglesia apocalíptica. Trasponiéndolo tan literalmente en el guión escrito en seis días de pegamento y copia, el director expone esa flaqueza del escritor, aunque él la defienda con uñas y dientes en su respuesta, de casi una página, a la pregunta muy malintencionada que le hicieron en la revista ‘Film Comment' sobre si tales personas, los personajes de ‘Cosmópolis', hablarían realmente de ese modo; Cronenberg saca a colación al Dr. Johnson, y compara a DeLillo con Pinter y a Mamet, quienes también, en efecto, hacen hablar a sus criaturas escénicas de un modo inapropiado y foráneo, pero nunca predicativo ni sentencioso.

Leer más
profile avatar
3 de diciembre de 2012
Blogs de autor

Nuestros padres, esos desconocidos

Veo a la gente triste, deprimida, como si tuvieran la sensación de que nunca volverán a levantar cabeza, como si todo lo que han vivido hubiera sido mentira. No se carguen su historia. En esos 36 años de democracia ustedes han tenido muchos aciertos. Y se recuperarán. La historia nunca anda en línea recta, está hecha de subidas y bajadas. Miren nosotros, los argentinos, caímos mucho más abajo”. Quien habla así es Jorge Fernández Díaz, subdirector del diario La Nación y escritor. Un hallazgo. No se pierdan su último libro, Las mujeres más solas del mundo. Columnista político y analista de la vida cotidiana, defiende escribir sobre los sentimientos usando las armas del periodismo para llegar allí donde se producen esas intercesiones que nos hacen contradictorios, sin saber apenas por qué decimos lo que no hacemos, o al revés. “Nuestros padres son grandes desconocidos”, asegura. A él le ocurrió después de preguntarle a su madre cómo le iba su terapia. Carmina, una asturiana embarcada a los 15 años hacía Argentina huyendo de la posguerra, desgarrada y desarraigada, que, en los años del corralito, ayuda a emigrar a amigos con familias españolas. Pero se quiebra, y la familia la envía al psiquiatra. “¿Cómo te va, mamá?”, le pregunta un día el hijo, curioso, pensando de qué manera se comportaría su madre, una mujer intuitiva aunque de escasa preparación, ante una discípula de Freud. “Bien -le responde-, hablamos de mi vida, es muy comprensiva. Yo hablo, y ella llora”. “¿Quién llora?”, pregunta el hijo; “Ella, la doctora”. Fue entonces cuando Fernández Díaz decide entrevistarla y graba más de 50 horas de conversación: Mamá (RBA), ya difícil de encontrar en las librerías. La familia. Esa historia de adoración y distancia, de palabras no dichas y manchas detrás del cuadro. De tiempo que dejamos escurrir aun sabiendo que lo lloraremos algún día. Hoy, más de 400.000 familias españolas sobreviven con la escuálida paga de sus pensionistas, convertidos en escudo blindado ante la expropiación de la dignidad. Los padres. Ese lugar al que casi siempre podemos regresar. Lo más parecido en el reino humano a la tierra que nos arraiga. Y a pesar de que por fin ya sepamos que cuando nosotros los creíamos viejos ellos bailaban, y ¡de qué manera!, no logramos zafarnos de nuestra mudez, como si aún mantuviéramos viva la ahogada incomodidad que nos abochornaba cuando veíamos en la tele una escena de sexo sentados a su lado. También cuando mentíamos como ahora lo hacen nuestros hijos, relativizando la verdad e incluso el amor que les profesábamos, el mismo que, cuando se acabó la droga de la adoración, sustituimos por estúpidos sucedáneos. Lo más prodigioso es que ellos siempre han sabido que son unos grandes desconocidos, y así han querido continuar ejerciendo; ellos, que tan bien saben que todas las épocas son malas, pero casi nunca peores que las anteriores. Esos árboles. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
3 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

La correspondencia entre Paul Auster y J.M.Coetzee, editada por…

La correspondencia entre Paul Auster y J.M.Coetzee, editada por Anagrama & Mondadori este 2012. Hablan de muchas cosas, pero sobre todo de literatura. Una de las buenas sorpresas editoriales de este año y, se me ocurre, un excelente regalo de Navidad para alguien que quiere ser escritor. Apunten. Pueden leer aquí, en La Nación, algunas de las cartas.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
3 de diciembre de 2012
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.