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II. Masacre y prisión

Yiwu se convirtió en un poeta con raíces en la rebeldía, en una sociedad dominada por la voluntad omnipresente del partido, y no tenía otro destino que el de entrar en la lista negra cuando aparecieron dos largos poemas suyos, La ciudad amarilla, e Ídolo, que le valieron la primera detención y el cateo de su casa.
Peor le iría cuando en 1989, tras la masacre de la plaza de Tiananmen, escribió su poema Masacre, que como no podía imprimirse, lo grabó de su voz y circuló en casetes reproducidos de manera espontánea. Fue detenido de nuevo al año siguiente, y esta vez la osadía le costó una sentencia de cuatro años de prisión, tiempo durante el que recibió castigos extremos y fue sometido a tortura.
"Creo que este acontecimiento es además el destino de China, y al ser el destino de China, se transformó en mi propio destino, sobre todo después de que me encarcelaran. Esta experiencia en la cárcel fue para mí una pesadilla. Entonces, cada vez que pienso en un poema o en la poesía, lo que viene a mi mente es una pesadilla", ha dicho en Guadalajara. La pesadilla de Tiananmen.
Fue en la cárcel donde comenzó a entrevistar a otros prisioneros acerca de su pasado y de sus vidas, punto de partida de esa galería de personajes singulares que desfilan por las páginas de El paseante de cadáveres: uno de ellos, Zeng Yinglong, un campesino calvo y bizco, pobre de solemnidad, se proclamó emperador porque una salamandra había hablado para anunciar su reinado, y estableció su corte con chambelanes y concubinas; y en tiempos en que el estado castigaba a las familias que procreaban más de un hijo, en su imperio, que comprendía un vasto territorio rural, sus decretos mandaban que todo el mundo tuviera cuantos niños quisiera. Ahora el emperador purgaba prisión, igual que el poeta que lo entrevistaba.

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7 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Triste estrella del paladar

La estrella de mar es capaz de recobrar cualquiera de sus apéndices si alguna causa los mutila, pero es imposible que la cultura recupere su posible estrellato si algún accidente la demedia de verdad.

Un accidente, muy grave, casi mortal, ha sido la subida del IVA hasta el 21%. Veíamos los cines o los teatros sin mucha gente, las exposiciones sin ventas de cuadros, las librerías sin visitantes y todo ello lo atribuíamos a los efectos de la crisis general. Tampoco se vendían zapatos, ni coches, ni pisos. La diferencia es que mientras otras actividades, en la producción o en el mismo comercio, han podido absorber los costes o han seguido la venta de esos bienes indispensables, con la cultura se ha sumado a la depresión el crimen fiscal que, si por una parte no resuelve nada de los problemas presupuestarios del Gobierno, por otro crea una cuerda de quiebras y cierres sangrantes que nunca más volverán a reconquistar su proporción.

Las cifras de espectadores o de lectores habían caído tanto durante estos años que ni siquiera la CEGAL, confederación que agrupa a 3.100 librerías, se atrevía a difundir los números de la debacle. Ahora serían ya cifras de perdición. Serían así porque si la mayoría de ciudadanos, precisamente españoles, puede vivir bien sin leer un solo libro, no acercarse a una sala de cine o no comprar nada en una galería, poco a poco sus perfiles se van erosionado irreversiblemente y en definitiva el pasado estrellado pasado está.

Y con un ingrediente adicional, tan coherente como pernicioso. Puesto que hoy no se venden más allá de media docena de firmas en cualquier ámbito, los autores hoy respetables no se afanarán en escribir o pintar otra clase de que objetos que los que, por experiencia, van a pegar.

"Pegar" algo es como si la estrella de mar recuperara sus brazos con cola. Cola industrial, blanca o transparente, de eficientes resultados para dar el pego a quien no distingue lo apañado de lo original. Lo original de la pega.

Y sucede pues que cada vez se ruedan más filmes mediocres, se reponen putescas funciones o se redactan libros, generalmente novelas, que en dignidad siguen una progresión peor tanto para el lector como para el autor.

Esta misma semana, en El Cultural de El Mundo, el buen crítico Ignacio Echevarría escribía que "la lectura continuada de libros mediocres... tiene en no pocos casos efectos narcóticos sobre el gusto e incluso sobre la inteligencia... cuyos puntos de vista se van ablandando y desdibujando paulatinamente".

Pero más que paulatinamente podría decirse, puesto que esta crisis galopa y aúlla más que el viento, que el fenómeno se caracteriza por una velocidad que lleva a acuchillar volúmenes en tiempos récord, cerrar cines de prisa como contagiados de una plaga infernal y clausurar exposiciones que, al cabo, no han encontrado a un solo coleccionista y comprador.

El vacío o la mediocridad culturales se extienden como una pelagra y, para infectarla hasta la misma muerte, llega ese maldito 21%. Puede ser que este impuesto mutilador se suspenda años después, acaso en 2015, pero la ablación cerebral entonces no se repondrá.

Nuevos artículos comerciales aparecerán para ofrecer víveres a esta clientela de sinapsis deliberadamente amputadas pero, con toda seguridad, los artículos serán también blandengues, tan revenidos como las galletas que, a granel, han dejado atrás sus cajas primorosas y ahora se hallan amontonadas en los mercadillos de ocasión. ¿O qué otra cosa que un mercadillo ocasional van a significar los bienes culturales que queden vivos tras esta inducida enfermedad mortal?

Ayer se celebró el Día de las Librerías porque aún queda gente en pie que ama la creación y la luz del conocimiento pero, a propósito, no voy a ahorrarme ahora unos versos de Caballero Bonald: "Entra la noche como un trueno / por las rompientes de la vida, / recorre salas de hospitales, habitaciones de prostíbulos / templos, alcobas, celdas, chozos / y en los rincones de la boca / entra también la noche".

¿Será entonces esto lo que nos ha dejado sin escarchadas estrellas (marinas o no) y con este amargo sabor, tan penoso como incurable, el cielo del paladar?



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7 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Etiquetas con precio

Todo lleva su etiqueta. Quien toca algo debe saber cuánto cuesta. Sirve para mantener las cosas tal como están. Para que nada cambie. Es la política del pricetag (etiqueta con precio), que practican los colonos israelíes desde el desalojo de las colonias de Gaza por orden de Ariel Sharon en 2005. Cada vez que se ven obligados a desalojar una de las instalaciones ilegales de los colonos, uno de los llamados outpost, se lo hacen pagar al primer palestino que tienen a mano o a sus propiedades. A veces también lo pagan otros: por ejemplo, las fuerzas de seguridad israelíes.

Esta política es una forma de terrorismo de baja intensidad. Poniendo precio a cada objetivo circunstancial todos se hacen una idea de lo que significaría devolver el conjunto de los territorios ocupados por Israel. La colonización fue concebida por los más moderados como una forma de asegurar una negociación ventajosa con los palestinos el día en que se entrara seriamente a pactar la devolución de los territorios (los otros la concibieron como el expolio territorial permanente que es hasta el momento). No hay que olvidar que los palestinos parten a su vez de una exigencia negociadora muy alta, e inaceptable para Israel, pues a la devolución de Cisjordania se añaden el regreso de los refugiados y la capitalidad en Jerusalén. Los colonos, con sus prolíficas familias numerosas y sus nutridas subvenciones públicas, son la fuerza de choque que primero ocupa y después pone y marca el precio de la devolución. E l historiador israelí Zeev Sternhell, especializado en la historia de los fascismos que ha sufrido en propia carne esta violencia fanática, ha comparado estas actividades con la violencia política europea de entreguerras, propia de los nacionalismos étnicos. Los Gobiernos de Israel reprueban estas prácticas, que a veces se han cebado sobre miembros de sus fuerzas de seguridad. Nadie que defienda el Estado de derecho puede aprobar que jóvenes colonos incendien coches, arranquen olivares, hostiguen a la población, ataquen a los transeúntes o prendan fuego a las mezquitas y a las iglesias cristianas. Otra cosa es que se les persiga y castigue con la diligencia y el rigor merecidos. Es difícil que suceda porque, a fin de cuentas, los colonos están muy bien representados en el Gobierno y todavía lo estarán más si el tándem Netanyahu-Lieberman vence en las elecciones del 22 de enero. Son numerosos los ministros y parlamentarios, el propio ministro de Exteriores Lieberman entre otros, que viven en Cisjordania y se identifican directamente con los intereses de la colonización.

No es por tanto gamberrismo violento y sistemático a gran escala, sino una estrategia meditada, basada en una idea supremacista que confiere mayores derechos y menos obligaciones a los ciudadanos de Israel que a los ciudadanos palestinos e, incluso, a los árabes de nacionalidad israelí. Cuando una comunidad humana se considera superior a las otras que conviven con ella en un territorio también le suele suceder de puertas hacia afuera, en sus relaciones con las otras comunidades, incluidas las amigas y aliadas. No es extraño, por tanto, que la política de Netanyahu esté impregnada toda ella de la filosofía moral, o inmoral, de los colonos y de su pricetag.

La culminación de esta identidad de propósitos y de medios la ha proporcionado la reacción gubernamental al reconocimiento de Palestina por la Asamblea General de Naciones Unidas. El Gobierno de Israel, como los colonos de los outpost, no admite amenazas ni presiones de nadie, pero a la vez no deja sin castigo ni un solo acto que considera hostil o perjudicial para sus intereses. El precio del voto clamoroso de la Asamblea General de Naciones Unidas en favor del Estado palestino ha quedado marcado inmediatamente con el anuncio de la construcción de viviendas en la zona E1, que aísla Jerusalén, divide Cisjordania y hace inviable el Estado palestino e imposible un acuerdo definitivo. Es el pricetag. Israel se lo cobra a la Autoridad Palestina e indirectamente a Obama y a sus propósitos de paz para su segundo mandato.

Netanyahu está ahora mismo en la cumbre de su aislamiento. Holanda y Alemania, los dos amigos más incondicionales de la UE, no pueden aguantar más tanta intransigencia. Según la doctrina Merkel, fruto de las trágicas lecciones de la historia de Alemania, la relación con Israel forma parte de la razón de Estado de la República Federal. Obama podría suscribir su frase: ?La seguridad de Israel es sagrada?. Hasta ahora nadie ha puesto en cuestión las ventas de armas y los acuerdos de seguridad. Es la última trinchera, que a Netanyahu no le interesa dejar desnuda con nuevas y mayores provocaciones. A fin de cuentas el pricetag también terminará encontrando sus límites, y habrá un momento en que pasará factura a quien se dedica a pegar las etiquetas.



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6 de diciembre de 2012
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Lo que asombra en las cosas

Supongamos pues que efectivamente las cuestiones de subsistencia no son ya una preocupación de los humanos. Supongamos asimismo que cada uno de nosotros tiene garantizado un entorno decente para proseguir su vida: un entorno salubre mas también un entorno armonioso, un entorno que responde a la exigencia de ornato inscrita en nuestra condición natural. Se hallaría así en situación de pensar... libremente, es decir, no sometiendo al pensamiento a otras obediencias y finalidades que las que impone el propio pensamiento. El pensamiento es sin duda tensión, pero en el individuo humano no domesticado o reducido se trata de una tensión natural. Piénsese en que también para el águila es tensión el volar sin que por ello renuncie a hacerlo...salvo obviamente cuando las fuerzas le abandonan.
El niño, señalaba, plantea sorprendentes interrogaciones sobre aquello que le llama la atención, es decir que le deja estupefacto el niño responde así a una exigencia que hace de él un filósofo, de atenernos a lo que Aristóteles describe como situación de arranque de la filosofía. Tal situación de estupefacción o asombro conduce a interrogaciones muy diversas, algunas relativas a la moralidad y las costumbres, otras relativas a números o entidades abstractas como las figuras geométricas, mas también, y quizás en primer lugar, a preguntas relativas a lo denominado por los griegos physis, que nosotros vertemos por naturaleza, cuestiones vinculadas a los grandes fenómenos, astrales por ejemplo, y la regularidad que presentan.
En este registro del interés por la physis se empieza por intentar superar la insatisfacción cognoscitiva concomitante al asombro, haciendo descripciones detalladas de lo que se observa, y tras ello se busca en la diversidad de lo así descrito, rasgos invariantes o elementales, rasgos mínimos que quepa erigir en criterio para situar una frontera entre lo que puede o no ser designado como físico o natural. Así (ejemplo no aleatorio) Aristóteles sitúa a las entidades físicas entre aquellas que son susceptibles de hallarse en movimiento o de hallarse en reposo, cosa que no ocurre por ejemplo con las entidades matemáticas. Habrá otros predicados que jugarán un papel análogo al que juegan movimiento y reposo y servirán también de criterio a la hora de discriminar lo que es físico de lo que no lo es. Sabemos ya por ejemplo que al igual que no son físicas las cosas matemáticas, tampoco son físicas las ideas asociadas a las palabras. Mas entonces, considerando el conjunto de los mismos, el observador humano procede a una segunda operación.
Descubrimos en el mundo físico una alteridad, una resistencia a lo que nosotros sentimos y pensamos, una necesidad o constricción que nada tiene que ver con la que se da entre los hombres cuando por ejemplo nos vemos impedidos de disponer a discreción de los bienes que se hallan en el entorno. Descubrimos, en suma, que la naturaleza está regulada según principios no coincidentes con las leyes que encuadran la sociedad, pero que no son menos irreductibles a nuestros pensamientos y deseos. Sentimos también que nuestra propia adaptación a la naturaleza pasa por la interiorización de tales principios y la subsiguiente obediencia a los mismos. La vida entonces prosigue, sin que la interrogación respecto a todo esto que hemos interiorizado vuelva a resurgir, a menos que ...la disposición filosófica restaure el interés en su día confundido con el asombro.

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6 de diciembre de 2012
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El Boomeran(g)
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