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El miedo al tiempo

Nos interesa sobre todo el tiempo puesto que mediante él morimos.  Morimos con él y en medio de él, bebiéndolo y evacuándolo. Nos hallamos en realidad tan inmersos en su seno que no es extraño que tanto el nacimiento como la muerte se comuniquen subterráneamente, subcarnalmente, en el subsuelo orgánico o no. Pero a la vez, tanto al despertar a la vida como al desfilar sobre ella se detecta al tiempo como  un viento inmóvil, una envolvente espacial. Por ello  ¿qué decir siguiendo este encadenamiento del carácter del espacio? El espacio es tan misterioso como el tiempo. No importa que el primero se vea y el segundo no desde  los mismos postulados.  El tiempo se nos ve en la figura,  lo constatamos en las épocas, lo palpamos en los modos y las modas que se suceden.  El espacio, sin embargo, tiende a parecer más estable escénicamente  y, sin embargo, muta también de una historia a otra, dentro de la historia, con el viento y el aire de la gran historia. Ni uno existe sin el otro ni el otro existe sin su par. Porque así como nos es evidente que el tiempo se mide espacialmente en el reloj, el espacio se mide constantemente con el paso del tiempo. Nuestra estancia en este mundo es tan incomprensible (nuestro ser y no ser son tan ininteligibles) que requiere construcciones complejas (tiempos y espacios) para crear narraciones que suplan su identidad. Suplan su identidad y  la nuestra puesto que si nada se detiene tampoco nada se mantiene idéntico. O bien, si  nada se entiende a todo ponemos gran atención: la atención al paso del tiempo cuyo murmullo mental nos atemoriza.

Y no hay necesidad de recurrir a las trascendencias.  Basta el visor digital del microondas encastrado en la cocina para sentir con pavor la fatídica consunción de segundos y minutos que pasan en breves intervalos. Y eso ocurre, efectivamente, mientras el microondas se mueve en el espacio y lo hace girar.  De ese pequeño carrusel doméstico se deduce la conciencia   de otros carruseles de mayor escala hasta alcanzar, en su delirio universal, la gigante rotación  de todos los astros, de todas las vidas humanas o no y, claro está, de todos los tiempos enclavados en ellas.  

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5 de enero de 2015
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El síndrome del elegido

          En la miniserie televisiva The World Wars se dice que el soldado británico Henry Tandey pudo haber matado a Hitler en la Primera Guerra Mundial. Según la serie, y según le contó el propio Hitler a Chamberlain, el soldado Tandey apunto con su rifle a un Hitler desarmado, que hacía de correo entre las trincheras, pero finalmente Tandey decidió salvarle la vida y lo dejó escapar.

 

Supongamos que este hecho, que Jacinto Antón considera inverosímil, fuese cierto. Para Hitler, que creía fervorosamente sus propias mentiras, lo era. ¿Qué suelen pensar los paranoicos como Hitler de asuntos así? Suelen pensar en la Providencia más que en la bondad humana. Fue la Providencia la que decretó que Hitler no tenía que morir, y fue la Providencia la que paralizó los dedos de Henry Tandey para que no apretara el gatillo.

 

Es evidente que la idea misma de un Dios providencial refuerza cierta tendencia humana a la paranoia, hija de las pasiones narcisistas del yo. Todas las narraciones de estas características son cantos descomunales al yo más que a Dios o al otro, cantos que podrían expresarse así:

Dios me ha elegido, por encima de los demás,

por encima de los demonios y los ángeles,

Dios me ha elegido.

Por eso detuvo el dedo de Tandey

por eso me libró del gas sofocante y las balas del enemigo.

Dios me ha elegido para empresas aún más grandes

que la muerte gloriosa

en los campos de Marte.

A partir de ahora

estoy blindado ante toda forma de desastre.

Soy el invulnerable

y no me puedo equivocar.

Dios estuvo y estará siempre de mi parte.

El destino de los pueblos está a menudo vinculado a sujetos así, por eso la historia más que una sucesión de hechos razonables y explicables es el flujo incesante y galopante del pensamiento mágico vinculado a la paranoia.

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5 de enero de 2015
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35. La película del mundo

El antiguo topos del "teatro del mundo", que va desde el drama shakespeariano y calderoniano hasta la novela de Musil El hombre sin atributos, ha sido sustituido por el de la "película del mundo", sin bien con los mismos elementos: el planeta es un escenario y nosotros los actores que representan sus papeles en él, "pues en la vida se repiten siempre los mismos papeles, los mismos nudos dramáticos y las mismas fábulas"[1]. Ahora se espejean en las pantallas las representaciones de los caracteres, pero esa es casi la única diferencia, pues la sensación metafísica de estar atrapado en un guión que nos escribe es la misma: "Me escapo sin cesar y no comprendo bien, cuando me veo obrar, que el que yo veo obrar sea el mismo que el que mira, y se extraña y duda que pueda él ser actor y espectador a la vez", escribió André Gide[2].

 

Vicente Verdú escribió un sugestivo artículo tras leer un libro titulado La vida: la película, donde se dejan caer las funestas consecuencias de una sociedad consagrada al espectáculo y la televisión. Verdú listaba la cantidad de situaciones donde se nos exige comportarnos como actores: "como sujetos laborales, actores cuando compramos o vendemos, actores cuando somos comensales o servimos la mesa. Actores como huéspedes o anfitriones"[3]. Se nos obliga a fingir en las entrevistas de trabajo, en las bodas ajenas (o propias, quién sabe), en las apariciones en los medios. La dicotomía semántica del verbo castellano "actuar" se ha resuelto unificando las dos posibilidades. Los más jóvenes no tendrán problemas en el futuro: han nacido duchos en desarrollar roles. Son personajes del videojuego de su vida, que incluye su representación habitual en grupo, la individual de Internet, donde tienen un nick o mote para los chats y pueden configurar un "avatar" o personaje virtual para la navegación. Salen y entran de su yo como yo de los avatares que encarnan: sin sentir nada. Ellos son el futuro, porque no son nadie, o son todos a la vez. Personas plasmáticas, adaptables, manejables. Chicles que masticarán las multinacionales.

 

Y la literatura, como siempre, ha captado a la perfección -y de forma innúmera- el fenómeno, a medias sociológico y a medias psicológico:

 

"Yo sólo puedo verlos vagar, en la pantalla garabateada de mi inventiva"; Eloy Tizón, Seda salvaje; Anagrama, Barcelona, 1995, p. 34.

"Me hace acordar a algo, a una película, no sé. Es raro, ¿te das cuenta? Como si le hubiera pasado a otra y yo, ahora, pudiera mirarla desde aquí lo más tranquila y acordarme"; Ricardo Piglia, "Mata-Hari 55"; La invasión, Anagrama, Barcelona, 2006, p. 83.

"No, no sé si quiero ver el rostro del niño que era entonces. Me da miedo pensar que su cara y la mía puedan ser demasiado parecidas. El famoso actor en que se ha convertido nuestro profesor de entonces me reconoció al instante, sin vacilar lo más mínimo. Y no sé si podré reunir el valor suficiente para reconocerme así, sin dudarlo, en la pantalla de un televisor"; Iban Zaldua, Mentiras, mentiras, mentiras; Lengua de Trapo, Madrid, 2006, p. 96.

"Hace tres días se viene proyectando en una pantalla como de cine de verano improvisada en mi propio cerebro el viaje a Sicilia que hice con un grupo de amigos hace siete años, recién comenzado el nuevo siglo. En él aparecen muy fielmente y casi en súper 8, formato en que tenían lugar todas las grabaciones mudas de los veraneos infantiles (...)"; Mercedes Cebrián, La nueva taxidermia; Mondadori, Barcelona, 2011, p. 15.

"La sábana que un día usaste de telón / para ver el súper 8 de tu infancia"; Edgardo Dobry, Contratiempo; Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2013, p. 26.

"En algún momento de la secuencia habrá que incluir también la aparición momentánea de la muchacha bajo unos soportales"; Eloy Tizón, "Los puntos cardinales", Velocidad de los jardines (1992); Anagrama, Barcelona, 2008, p. 37.

"Uno se enamora cuando siente que todo el mundo alrededor se ha convertido en extra de una película de la que él/ella y su acompañante son los auténticos protagonistas"; Javier Moreno, Alma; Lengua de Trapo, Madrid, 2011, p. 66.

"(...) como si yo fuera el protagonista de una película cómica en la que mi terror no tenía más función que producir la risa de unos espectadores invisibles"; Juan Aparicio Belmonte, Un amigo en la ciudad; Siruela, Madrid, 2013, p. 36. "(...) aquella anécdota se desplegó ante mí con sorprendente viveza, como una película en la que yo me sentía tan solo y desamparado como en aquel momento" (op. cit., p. 75).

"Aquella actitud tan desenfadada divirtió al equipo de televisión, aunque aún le soprendió más la relajación y naturalidad con que actuaban delante de las cámaras. Sin embargo, cuando las felicitaron por ello, parecieron confusas. La mayor y más directa de todas, la señora Cheng, dijo que no sabía de qué le hablaba el director. Si se suponía que debían de ser ellas mismas, ¿a qué venía el comentario sobre su actuación?"; Yiyun Li, "Un hogar en llamas", Muchacho de oro, muchacha esmeralda; Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2013, p. 165, traducción de Laura Martín de Dios.

"Fueron el tono de desesperación contenido, las puntas de cabello todavía húmedas y la voluta de humo que se sacó de los labios los que me convencieron de que Helen se sentía encuadrada en la escena de uno de esos telefilmes donde la mujer indomable y rubia se decide a pelear por el bien de su hijo contra el hombre que ama"; Gonzalo Torné, Divorcio en el aire; Mondadori, Barcelona, 2013, p. 165.

"(...) era fácil que su cerebro se excitase por el paso rápido de imágenes y acabase proyectando en el ventanal otras a la misma velocidad: desaparecían los paisajes junto a la vía para dar paso a la película de su vida, de acelerada, la secuencia de decisiones que la habían conducido hasta aquí, puestas en orden a la ida y luego remontadas a la vuelta hasta llegar al momento original en que todo se torció"; Isaac Rosa, La habitación oscura; Seix Barral, Barcelona, 2013, p. 121.

"Y tú que te piensas y te crees mejor que ellos, / sentado en un cómodo sofá con la nevera a rebosar / de mentiras que te llegan con un mando a distancia / que te da un cierto poder, el mandar en algo. / Pero en ese resquicio de poder una advertencia / mira tu alrededor, lee estos informativos y date cuenta / de que no tienes ni idea de nada, / de que no has entendido nada / porque ese poder es como todos, / terrenal y pasajero, el reloj sigue contando / y tarde o temprano te los encontrarás, / todas esas caras de los informativos / te estarán esperando, tarde o temprano"; Pablo Lorente, Informativos Tele Nada; Fundación Cultural Bajo Martín / Comuniter, 2013.

"Me quedé mirándola un rato (...) tratando de que no me conmoviera nada de la situación, como si yo fuese un actor secundario al que no le han dado más que un papel de extra, sin intervención hablada, un personaje que entra en una habitación semioscurecida, se sienta en un butacón, mira a la paciente que está dormida y, antes o después, posa las yemas de sus dedos en sus propios ojos, masajea sus párpados y, de repente, pierde pie en la realidad y cae hacia el lado de la inconsciencia apaciblemente"; Juan Bonilla, "Cuidados paliativos", Una manada de ñus; Pre-Textos, Valencia, 2013, pp. 58-59.

"Se ve a sí mismo, de hecho, como desde fuera, como si una cámara lo enfocara, absolutamente ajeno a su entorno"; José Óscar López, Los monos insomnes; Chiado Editorial, Madrid, 2013, p. 166.

"Ninguno de los dos era muy rápido pero los dos se esforzaban como si lo fueran: semejaban actores de una película, enfrascados en una persecución en cámara lenta"; Alberto Chimal, La torre y el jardín; Océano, México D.F., 2012, p. 394.

"daría todo porque empezara de nuevo la película / que esta situación así dentro de sus ojos / me deja en _______________ pausa"; Cristian Alcaraz, "10 minutos de anuncios", Turismo de interior; La Bella Varsovia, Córdoba, 2010, p. 26.

"La vida no es más que una / comedia de argumentos excelentes"; Juan de Dios García, Ártico; Germanía, Valencia, 2014, p. 41.

"El mundo a su alrededor parecía un escenario mudo sobre el que cayese un cortinón de terciopelo"; Blanca Riestra, Pregúntale al bosque; Pre-Textos, Valencia, 2013, pp. 38.

"Me consideraba un extra de mi propia vida"; Miguel Serrano Larraz, Autopsia; Candaya, Barcelona, 2014, p. 164.

"Eres el protagonista de la noche, me decía, compórtate como una estrella. Soy un actor secundario, corregí, un defecto secundario"; Miguel Serrano Larraz, Autopsia; Candaya, Barcelona, 2014, p. 231.

 

"(...) si todo esto fuera una película, éste sería el instante en el que el sonido ambiente desciende a cero para que suba el volumen de los pensamientos de la protagonista"; Rodrigo Fresán, La parte inventada; Random House, Barcelona, 2014, p. 199.

"Luego chasquea la lengua y hace un brusco gesto con la cabeza para apartarse un mechón de pelo, un gesto extremadamente limpio y elegante, tan fuera de lugar que parece ejecutado por el protagonista de una película"; Esther García Llovet, Mamut; Malpaso, Barcelona, 2014, p. 24.

"A menudo me siento, ante esta lógica de sucesos, como si me hallara presenciando una extraña película cuyas imágenes desfilan a un ritmo tal que, no habiendo terminado yo de descifrar la última, ya debo ocuparme de la siguiente"; Alan Pauls, El pudor del pornógrafo; Anagrama, Barcelona, 2014, p. 87.

"La realidad no me interesa, pasa imperturbable como si fuera una película que ya vi"; Fernanda García Lao, Fuera de la jaula; Emecé, Buenos Aires, 2014, p. 126. "La escena no tiene diálogo, la contemplo como si fuera una película mediocre" (p. 222).

"Somos algo así como los protagonistas de un videojuego, pero con la particularidad, poco halagüeña, de ser propietarios de una única vida."; Juan Carlos Márquez, Los últimos; Salto de Página, Madrid, 2014, p. 72.

"Fue como una de esas escenas televisivas donde quienes están destinados a conocerse se encuentran."; Nicolás Mavrakis, El recurso humano; Milena Caserola, Buenos Aires, 2014, p. 22.

 

No es imposible que en un corto futuro todas estas menciones se sustituyan por el mundo como serie televisiva. Ya lo veremos.


[1] Robert Musil, El hombre sin atributos; tomo 1, Seix Barral, Barcelona, 2002, p. 373; traducción de José M. Saénz.

[2] André Gide, Los monederos falsos (1925); Seix Barral, Barcelona, 1984, pp. 74-75, traducción de Julio Gómez de la Serna.

[3] V. Verdú, "La vida: la película", El País, 14/7/2001, p. 28.

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4 de enero de 2015
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De adicciones y esponsorizaciones

La anomalía, llámesele disfunción, patología, adicción o deriva, se ha convertido en regla. Porque tantas fatigas reportan el éxito y la fama como la más anónima de las intrascendencias. Cuando voy al programa de Julia Otero, me tomo siempre un café en la Rambla y no puedo dejar de observar a esas mujeres, sentadas en la barra, que piden su tercer carajillo con un vaso de agua, arregladas y sonrientes, aunque con la mirada tan aniñada como abotargada. No somos nadie para juzgar antes de intentar comprender: que su instinto de supervivencia aún es capaz de protegerlas, en un frágil equilibrio que puede derrumbarse al primer aleteo. Cada vez conozco más mujeres que beben solas. A medida que los hijos crecen y las casas se vacían, necesitan anestesiar el sueño, enturbiar la cabeza, sentir una energía que no les pertenece pero que gracias a la desinhibición del alcohol sienten como propia; entretener el lenguaje del alma, que pocas veces coincide con el lenguaje del cuerpo. En una ocasión me contaron la historia de una profesional, en proceso de rehabilitación, que se bebió el frasco de Chanel 5: era lo más parecido al whisky que tenía en casa. Mal asunto el de enjuiciar a quienes tropiezan y acaban orillados. Ahí está el gran Johnny Depp, ese eterno chico que, después de Eduardo Manostijeras, Jack Sparrow y sus piratas del Caribe, Willy Wonka y otros éxitos -a menudo de la mano de su amigo Tim Burton-, se ha dejado ver ebrio y confundido ante un micro, hasta el extremo de anunciar que va a tratar su alcoholismo. Depp ha cumplido cincuenta, una edad peligrosa para quienes aún no han logrado serenar el alma. Los estragos de la fama suelen pasar factura cuando la juventud se diluye, igual que las más sofisticadas sopas instant. Ya no se es ni el más original ni el más guapo pero, sobre todo, ya no se es primicia. ¿Cómo reavivar la fe en uno mismo? Y, más aún, ¿cómo mantenerse en primera línea durante muchos años sin caerse al foso de los leones? El santoral de la fama -siguiendo la ex excelente metáfora creada por Margarita Riviere- sigue caracterizado por el martirologio de quienes, a cambio de subir al Olimpo, tuvieron que tragar veneno. De Philip Seymour Hoffman o Robbin Williams, muertos (o autoeliminados) este año, hasta las chicas malas de Hollywwod que entran y salen de las clínicas de rehabilitación como si fueran spas, la peligrosidad de la exposición radica, sobre todo, en quedarse sin el propio yo. Se sustituye por otro, con química, física o tatuajes. Ese ha sido el caso de Maradona, que, de venir a España en adelante -cuando la reforma del Código Penal del PP se apruebe, asunto que, en este particular, aplaudo-, podría ser condenado a cuatro años de cárcel por incitar a la violencia machista. “Perra” se ha tatuado en el pecho, dedicado a su novia. Pero lo peor es que la susodicha, Rocío Oliva, se ha fotografiado pizpireta al lado de un Diego burleta, con la tinta del tattoo aún fresca. Excesos, enfermedad, desvarío, pero también violencia, desprecio, sordidez, precipicio. Eso ocurre en un mundo esponsorizado, en el que las tradiciones se revientan con mal gusto: qué burrada lo de brindar con cerveza en Nochevieja, ¡si al menos fuera Cola-Cao! Última voluntad El gobierno del Reino Unido ha lanzado una web que hace pública la última voluntad y testamento de todos los ciudadanos fallecidos desde 1958. Una de las más consultadas -previo pago de 10 libras (más de 12 euros), que así han tasado el morbo- es la de Lady Di, a la que los británicos no olvidan. Ella resume los años 90 donde los trajes de Versace y los bolsos de Dior aniquilaban las florecillas Liberty y reinventaban el glamur. Ella lo combinó con la prosa de las onegés y el desamor. Los británicos ahora quieren cotillear la letra pequeña: saber qué fue de su anillo de compromiso de zafiro y diamante o la Tiara Spencer, como si fueran de la familia, no en vano un gran porcentaje de los británicos ha soñado que tomaba té con su Reina. Obsesivas néspotas Le llaman “management de la excelencia”, e impera en los reglamentos de varias empresas asiáticas. Si una azafata derrama un zumo encima tuyo, su compañera la puede delatar por el bien de la compañía y será despedida, porque no se admite torpeza alguna. Hace unos días a la aún vicepresidenta de Korean Air (un chaebol coreano al estilo Samsung o Hyundai, donde “la familia” tiene cargos, privilegios y pasea todo tipo de arrogancias) le sirvieron unas nueces de macadamia sin emplatar. Cho-Hyun-ah actuó con la lógica de la excelencia: echando al supervisor al instante, aunque ello retrasara el vuelo. El nepotismo en el nuevo mundo reúne lo peor del viejo, pero además es formalmente miserable y hortera. Siempre Acabo el año leyendo a Kundera. En la solapa de La fiesta de la insignificancia (Tusquets), un retrato de Catherine Hélie que enamora. “Milan Kundera nació en Chequia y desde 1975 vive en Francia”. Así firman los clásicos en vida. El libro es un surrealista divertimento: viejos que beben, recuerdan a sus madres y observan a las chicas por la calle admitiendo que el centro de seducción ha pasado de los pechos, los muslos o el trasero, al ombligo, como muestra de la intrascendencia y el egocentrismo actual. Después abrí “La broma”, y allí está el joven Ludvick -tan joven Kundera- que por una boutade sobre el optimismo del régimen, cae en desgracia. Una ácida delicia. Los años pasan pero su prosa, cortada al vacío, ya es eterna. (La Vanguardia)

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3 de enero de 2015
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Cuatro sorpresas del año pasado

Será difícil que el nuevo año nos depare más sorpresas que el que acaba de clausurarse. Pero todo puede ser. El futuro no está escrito y lo vamos escribiendo en el presente sin saber la dirección en que lo hacemos, que con frecuencia es la contraria de la que creíamos haber tomado. En 2014 han sucedido al menos cuatro cosas que no se habían olido los augures más sofisticados y que, en algunos casos, ni siquiera habían calibrado bien los servicios de inteligencia. La primera y más visible: Rusia ha sido más Rusia que nunca, con la resurrección del viejo espíritu imperial de los tiempos en que ensanchaba su territorio a velocidad de una Bélgica por año; este 2014 ha sido nada menos que una Crimea, territorio de la mitología nacional rusa sustraído ilegalmente a Ucrania en un golpe de mano en violación del principio de intangibilidad de las fronteras. En segundo lugar, ha surgido como de la nada el primer grupo terrorista que pretende administrar bajo la sharía o ley islámica un territorio que supera las viejas fronteras coloniales, y más en concreto la línea divisoria acordada en 1915 por dos diplomáticos, el británico Sykes y el francés Picot, para repartirse entre las dos potencias del momento los actuales territorios de Sirias e Irak. Bajo el nombre de Estado Islámico, este grupo pretende crear un califato islámico que reclute combatientes en todo el mundo, convocados mediante una propaganda viral a través de las redes sociales en la que difunde las escenas de decapitación de sus rehenes y prisioneros. En tercer lugar, Estados Unidos ha decidido terminar con los 52 años de tensión diplomática y embargo económico sobre Cuba, mediante un intercambio de presos y un plan de apertura de embajadas y de negociaciones entre ambos países. Por primera vez en la historia del continente, un presidente de los Estados Unidos ha declarado, en lengua española además, la unidad del continente en el gentilicio compartido: "Todos somos americanos". Todo está conectado en el mundo global, hasta el punto de que la cuarta cosa que ha sucedido explica, al menos en parte, las otras tres. Han caído los precios del petróleo, fruto de tres factores: un incremento de la oferta ocasionado por los nuevos sistemas de extracción y sobre todo la inminente independencia energética de EE UU; la caída de la demanda generada por el estancamiento económico mundial; y la actitud de los países del golfo Pérsico, interesados en frenar a Irán y Rusia, con economías muy dependientes de los precios del crudo, y en cortar la financiación del Estado Islámico, muy dependiente también del contrabando de petróleo. De paso, la caída de precios también ha estimulado a Raúl Castro a buscar una alternativa a la ayuda de Venezuela, damnificada como muchos otros países por un petróleo de precio tan devaluado.

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3 de enero de 2015
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Reivindicación del crítico

Muy pocas veces los críticos somos la noticia. Cuando lo somos, no suele ser  para nada bueno. Por eso me impresionó el artículo que publicó Fernando Navarro en El País el 28 de diciembre (día de los inocentes, cuándo no) de 2014. 

En el artículo habla de La nostalgia ya no es lo que era, una antología de críticas de rock, además de películas y libros, de Ignacio Julià, periodista durante tres décadas en medios como El País, La Vanguardia, Rockdelux y la revista muy particular que fundó, Ruta66.

El artículo me atrapó desde el comienzo, porque en pocas líneas explica algunos de los puntos centrales de la experiencia de un crítico, sea de lo que sea. Uno de los asuntos principales de La nostalgia ya no es lo que era es preguntarse por el papel del crítico musical en la actualidad”, escribe Navarro.

En su libro, Julià asegura que la figura del crítico ha quedado sepultada “en un océano de opinadores espontáneos”.

Y cita una opinión de Julià que me parece toda una declaración de principios: “Me parece muy saludable aunque esto haya rebajado nuestro perfil profesional. Quiero pensar que la experiencia será un lastre pero también una ventaja frente a las nuevas generaciones. En estos tiempos de acceso total e inmediato a la cultura, el criterio de quien ha visto solaparse las décadas y los movimientos musicales puede ser valioso para navegar por la abundancia indiscriminada y el continuo reciclaje del pasado”.

No suelo escuchar la música que emociona a Julià, la que lo mueve a escribir sus críticas feroces y sus elegías encendidas, pero a partir de este artículo me lancé a leer sus textos.

Habla de rock, sí. Pero como todo buen crítico, como todo buen escritor, habla de lo que separa la emoción verdadera del consumismo vacío, lo que nos permite seguir imaginando mundos mejores, y nos habla de la experiencia de estar vivos y del miedo a la muerte, del amor y de la soledad.

No solo comenta una gran cantidad de canciones que le llegan al alma y el retumban a la altura del ombligo, sino que usa esas canciones para hablarnos de todo lo que nos importa.  

Esto decía cuando presentaba en España la música de Sonic Youth: “Si realmente quieres saber cuál es el sonido de 1987 sal a la calle y tírate bajo las ruedas de un camión. O zambúllete en el nuevo disco de Sonic Youth”. 

Confieso que no me termina de dar ganas de escuchar a Sonic Youth. Pero me da ganas, y muchas, de seguir leyendo al crítico.  

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2 de enero de 2015
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Noticias de Pyongyang

Entre los efectos colaterales del ciberataque a Sony por culpa de la película The Interview -una comedia en torno al intento de asesinato del mandatorio de Corea del Norte, Kim Jong-un--, y la amenaza norcoreana de atacar la Casa Blanca, el Pentágono y todo los Estados Unidos, está el hecho de que la productora New Regency ha decidido cancelar el proyecto de adaptación cinematográfica de Pyongyang (2003), la exitosa memoria gráfica del canadiense Guy Delisle. Ya había guión, actor principal (Steve Carell) y director (Gore Verbinski) aprobados. Se sabe que Fox, a cargo de la distribución de Pyongyang, se echó para atrás al ver que muchos cines norteamericanos no se animaban a mostrar The Interview; sin una distribuidora, New Regency prefirió no arriesgarse con Pyongyang.

Verbinski, director de películas tan variadas en calidad como Rango y El llanero solitario, ha dicho que resulta "irónico que el miedo elimine la posibilidad de contar historias acerca de nuestra habilidad para sobreponernos al miedo". Es cierto que después de que el presidente Obama dijera que Sony había cometido un error al cancelar The Interview, el estudio se sintió presionado y la película terminó mostrándose en algunos cines y también en sitios como YouTube; eso hace pensar que New Regency podría reconsiderar su decisión con respecto a Pyongyang. Por lo pronto, el libro de Delisle se está beneficiando de la controversia y ha vuelto a las mesas centrales de las librerías.

Delisle es un dibujante de renombre gracias a memorias gráficas de sus viajes como Shenzhen (2000), Crónicas birmanas (2008) y Crónicas de Jerusalén (2011). Pyongyang está basada en los dos meses que Delisle pasó en Corea del Norte de coordinador en un estudio de animación; si bien firmó un contrato de confidencialidad, cuando el estudio para el que trabajaba se cerró se sintió liberado como para acometer sus memorias. En la primera página, el canadiense muestra sus cartas: en la aduana, un policía norcoreano revisa su maleta y encuentra un ejemplar de 1984, la novela de Orwell sobre la vida en un régimen totalitario. Es un gesto obvio e innecesario con el que el autor nos señala cómo quiere ser leído.

En Pyongyang, el dibujante está siempre acompañado: un guía o un traductor siguen sus pasos en cada momento. Todos los movimientos del régimen apuntan a sostener el culto de la personalidad de Kim Jong-un: en el aeropuerto, el guía entrega un ramo de flores a Delisle, para que este luego pueda dejarlo a los pies de un gigantesco monumento al líder norcoreano; el monumento es una muestra de lo que el canadiense verá después: "cada edificio tiene su banderola, cada pared su retrato, cada pecho su insignia". Mientras transcurre su estadía, Delisle hará observaciones reveladoras acerca de la vida cotidiana en el país más hermético de la tierra: en el hotel en que se aloja las luces de todos los pisos están apagadas, excepto las de aquel en que viven los extranjeros; cuando pregunta acerca de la ausencia de minusválidos en las calles de la ciudad, le dicen que es porque "todos los norcoreanos nacen fuertes, inteligentes y saludables".

Pyongyang oscila entre la indignación moral y la mirada flemática y divertida; con trazo firme y dibujos minimalistas en blanco y negro --ideales para capturar el ambiente opresivo de la ciudad--, DeLisle es capaz de ver el lado absurdo de la situación. Más que darnos un retrato nuevo de la vida en este país socialista, confirma nuestras sospechas: Corea del Norte es todo lo brutal y desoladora que creemos que es. Pese a que las conclusiones no son nuevas, vale la pena leer Pyongyang y descubrir las formas cotidianas en que se manifiesta la dictadura de Kim Jong-un.      

 

 

(La Tercera, 28 de diciembre 2014)

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2 de enero de 2015
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Asuntos metafísicos 79. Viraje hacia la filosofía (4): “Lucha de gigantes en torno a la entidad”

Síntesis

Resumo de nuevo lo que precede: Retornar a la atmósfera jónica en la que la convicción sobre el carácter inteligible del mundo se adueñó de los espíritus sería  tarea irrenunciable, no sólo para la filosofía sino también para la física. Pues se trataría  del retorno a una reflexión que no podría  ser catalogada ni como científica  ni como filosófica, y ello porque tal división sólo habría tenido lugar más tarde, y como resultado de un viraje en el seno mismo de la problemática que abre para nosotros el pensamiento jónico. Y citaba un texto en el que el gran Erwin Schrödinger parece reconocerse y deleitarse en ese horizonte previo a la división entre las tareas del espíritu.

Son muchos los pensadores que en el siglo XX han sentido nostalgia de esta Jonia arcaica y ello, entre otras razones, por considerar que, por dispares que sean, los problemas que abordan las diferentes disciplinas  tienen una matriz común y en consecuencia una relación intrínseca, por lo cual  la toma de partido respecto a uno de ellos afecta también a los demás. Esta es una de las razones que moverían  a retornar al  periodo álgido del pensamiento de los Tales de Mileto (585 a. C. aproximadamente),  Anaximandro,  (hacia 565) Anaxímenes (545)...

En estos pensadores, que podrían  ser considerados tanto los primeros científicos  racionalistas como los primeros filósofos, se habría fraguado no sólo la idea de que  la naturaleza es susceptible de ser comprendida, sino  también  la más singular todavía de que tal comprensión es neutra, es decir: la  persona  comprende  sin perturbar lo comprendido, sin involucrarse en ello, lo cual es la primera condición de que quepa hablar de conocimiento objetivo. Y  aquí hay un punto que permite la inflexión, el viraje de una problemática que podría ser considerada meramente científica a una problemática que, vinculada a la ciencia, permitiría in embargo hablar ya de filosofía. Me limitaré por hoy a señalar un aspecto:

Viraje hacia la filosofía

Si  en el acto de conocer el sujeto introdujera una perturbación en  lo conocido, perdería nitidez la diferencia  misma entre sujeto y objeto. Tenemos aquí el origen mismo  de una polaridad tan arraigada que ni siquiera (en nuestro ordinario discurrir) la reflexionamos. Cabe seguir en esta ausencia de reflexión,  seguir considerando como obviedad que el objeto no es perturbado por el conocimiento y así posibilitar la clara distinción entre sujeto y objeto, de manera concreta mantener la diferencia entre la naturaleza entorno y la singular entidad que constituye el ser que conoce, sentando así las bases de la actitud que caracteriza al físico, movido ("si se me pone contra la pared" dice John Bell en un texto ya en estas columna citado) a afirmar  la  existencia de una  naturaleza independiente, aun en los casos en que su propio trabajo obliga a considerar (al menos considerar) la hipótesis contraria.

Entre los pensadores griegos, algunos privilegiaron el testimonio  de  los sentidos  a la hora de atribuir propiedades a la naturaleza, y otros por el contrario consideraron como realidad física lo que los sentidos no podían percibir. Un tiempo incluso pudo pasar desapercibido el hecho de que en este segundo caso el único testigo de que había una realidad física era precisamente el intelecto. Pero el problema sin embargo surgió, surgió un combate entre los sentidos y el intelecto, reflejado en un bellísimo fragmento atribuido por Galeno a Demócrito y en correlación surgió el combate no tanto entre "realistas" e "idealistas" (al postular el vacío y los átomos el texto de Galeno sostiene que constituyen lo que de verdad hay), como el combate relativo al papel del hombre en la constitución de la propia realidad, combate relativo al papel del hombre en el ser de las cosas... combate que conduciría inevitablemente a una interrogación sobre el propio ser del hombre.

Estos asuntos también ocuparon a los llamados fisiócratas, y que eran de hecho  los que reflexionaban sobre la naturaleza, o sea, los físicos de la Antigüedad. Algunos de sus sucesores dejaron ya de ocuparse de la primera parte, dejaron de ser físicos. Entre unos y otros alimentaron un debate que emulando a Platón cabe designar de "lucha de gigantes en torno al ser" En tal combate seguimos gracias entre otras cosas a los nuevos físicos, a los Tales, Anaximandro, Anaxímenes... de nuestra época.

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1 de enero de 2015
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Primera página

Se pueden contar los años recordando las casas en las que hemos vivido, los trabajos que nos han ocupado, la llegada de los hijos o las muertes que nos han arrugado. Son índices fiables, aunque a veces nos bailen las fechas, pues lo que importa no es tanto la cifra sino convocar la memoria, siempre caprichosa, que nos trae una imagen capaz de encender el resto, igual que el interruptor general de una habitación de hotel. También es un buen recurso recordar los fines de año: qué hicimos, dónde, con quién, si bailamos caracoleando la falda o nos acostamos temprano, atravesado por un carácter demasiado hosco para supersticiones. Apenas se dejan ver, pero siempre hay un chico triste, una mujer desesperada o un camarero abrumado entre quienes repiten la ridícula tradición de calzarse un cono por sombrero, soplar un matasuegras y bailar sonrosados la conga en trenecito. Qué plácida embriaguez la de aquella inocencia con la que creíamos que terminar un año en verdad representaba algo importante, un punto final. Concluíamos un tramo de tiempo y estrenábamos otro, cuidadosamente, igual que un cuaderno inmaculado. Desde pequeños y hasta llegar a la sensatez brindamos con despreocupación ante la promesa de lo nuevo que estaba por llegar. Los humanos somos muy aficionados a los finales. Una suerte de ligereza nos inviste cuando acabamos cualquier cosa: desde un trabajo hasta un cumpleaños, una limpieza a fondo, abrir sobres o acabar el día; la bendita vida en posición horizontal. Los fines de año son una fiesta de adultos: la pajarita deshecha a lo Paul Newman y los stilettos en la mano -como Audrey-, en el mejor de los casos. Apenas recuerdo los de mi infancia: la vajilla de Sargadelos, las uvas atragantadas, Martes y 13… Para eso servían los últimos días del año: para acostarnos tarde con un buen programa de televisión, y para que los niños chicos creyeran que por las calles del pueblo había sido visto el senyor dels nassos, que tiene tantas narices como días el año. Los adolescentes, en cambio, ponen mucho esmero y energía en celebrar esta fiesta. Tienen que mostrar su mejor rostro, sus esperanzas, sus fotos en Instagram. Su entrega podría tener equivalencia con la forma en la que los púberes muestran su cariño, que relataba Michel Houellebecq en una de sus novelas: cuando las parejitas están en público, rodeadas de sus amigos, se besan y acarician cinco vez más que cuando están solos. No es de extrañar que hayamos alargado la adolescencia en busca de una huella memorable, de la luz de un faro, hasta que, sin pretenderlo, despertamos al amanecer del primer día del año, sin puntos y aparte ni tampoco finales pero con una luz blanca, de primera página. (La Vanguardia)

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31 de diciembre de 2014
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El Boomeran(g)
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