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Algunas consideraciones sobre la actual caída libre

Entre los años ochenta del siglo pasado y el comienzo del siguiente se dio en España un crecimiento acelerado, acompañado de ambiciosas reformas democráticas, que causó una impresión indiscutible de salida del agujero franquista. Era engañoso. Ha bastado una crisis financiera, neutralizada en otros países con escasas pérdidas, para desnudarnos y devolver las cosas a donde estaban antes de la muerte de Franco.

Nadie sabe cuánto se ha detraído de las clases medias a favor de las cajas de ahorro y la administración del Estado, pero ha sido lo suficiente como para pauperizar severamente a la población hasta situarla, como en el franquismo, en dos grupos: aquellos que se encuentran próximos al poder y los abandonados a su suerte. Todo este inmenso sacrificio, además, no ha comportado ni siquiera que sus causantes hayan tenido que pagar por ello. La mayoría de los culpables siguen gozando de sus sueldos y privilegios en partidos, sindicatos y demás instituciones del aparato del Estado, como si nada hubiera pasado.

Lo cual, como es de ley, sólo facilitará que vuelva a producirse otro expolio en breve plazo. En algún caso aislado la justicia está actuando profesionalmente, pero en la mayoría se esfuerza por encubrir a unos y otros. No ha faltado, en la izquierda, quien ha intentado ocultar su temeraria ineptitud echando la culpa a un fantasmal poder financiero similar al que Podemos agita como origen de todos los males terrestres. Es como envolverse en la bandera.

El segundo gran desastre tiene su origen en la reforma trivializadora de la educación en España, iniciada por los socialistas, pero secundada por la derecha con verdadero entusiasmo. Gracias a ello han ido desapareciendo los mecanismos que permitían a los más jó venes usar herramientas críticas personales para defenderse de las mentiras del poder y del contrapoder. Ahora sólo cuentan con los útiles informativos para masas, los cuales dirigen a su inmensa clientela siempre en el sentido del menor esfuerzo intelectual, la simplificación y el maniqueísmo. El colectivismo y el gregarismo han ganado terreno.

La unión de ignorancia básica y teledirección anónima entre la nueva población arruinada ha producido una espesa nube muy parecida a la de aquel antifranquismo en el que todo se igualaba: los maoístas y los socialdemócratas, los independentistas vascos y los nacionalistas baleares, los estalinistas y los social cristianos, todo era lo mismo contra Franco. El actual monstruo difuso, a diferencia del que creó el antifranquismo, tiene ahora un peso espectacular en los medios de comunicación y puede ser manipulado con aún mayor impunidad e irresponsabilidad que hace cuarenta años. De hecho, es un espectáculo y un negocio.

En resumidas cuentas, lo sucedido en los últimos diez años nos devuelve a nuestro lugar de origen: un tercermundismo aceptable.

Resulta engañoso creer que la democracia española sea como la francesa o la sueca. Su modelo no es europeo sino latinoamericano. El poder, en España (y más aún en los feudos periféricos), no elige a los mejores y excelentes para cubrir los cargos de responsabilidad, sino a los apuntados a la causa, los trepadores en venta o los recomendados por los grupos familiares del poder. Todo lo cual ha acabado por establecer una de las peores clases dirigentes de la historia del país, y ya es decir.

La corrupción generalizada en la Andalucía socialista, el totalitarismo catalán, el indecente despilfarro de los populares en la región valenciana, el increíble goteo de fraudes, estafas, sobornos, nepotismos, prevaricaciones y latrocinios en todo el país sólo pueden entenderse gracias a la colaboración activa de la clase dirigente, con o sin dirección, se fije o no un objetivo. Es una situación que recuerda a la Italia de Craxi y su cleptocracia, pero sin el colchón de una clase burguesa más ilustrada e informada que la española.

Si a la corrupción total del país, a la manera italiana, se le añade un poder judicial destruido por su mercenarismo político (en Italia fueron los jueces quienes se enfrentaron a Berlusconi, aquí le protegerían), el escenario parece realmente copiado del franquismo.

Sólo por ese regreso al tercer mundo y sus masas ignorantes y desesperadas puede entenderse el fenómeno de los nuevos partidos decididamente latinoamericanos. No sólo Podemos quiere instalar un régimen chavista en España; el nuevo portavoz de IU, Garzón, está próximo al alcalde de Marinaleda y a sus verbenas coloniales. Pero puede ser aún peor.

La inocencia de los jóvenes cuadros socialistas, crecidos y formados exclusivamente en la burocracia del partido (una agencia de colocación) o en el sindicato (corrupto), les inclina a desconocer la vida del común de las gentes, empleados o desempleados. Los viejos militantes y cuadros que habían llevado vidas universitarias o conocían la vida laboral porque habían ejercido carreras profesionales antes de dedicarse a la política han sido apartados o eliminados.

El aparato ahora sólo se mueve por efectos informativos de actualidad (siendo la española la televisión más cutre de Europa) y de las redes sociales (manipuladas). Eso les va inclinando hacia un populismo arcaizante, como el de sus colegas de IU y de Podemos, de tal manera que el PSOE de González, que sacó a este país de la ruina moral y social, puede regresar al socialismo de la segunda república, aquel que en un acercamiento suicida a los estalinistas acabó por contribuir a la tragedia. Propicia la esperanza que en las últimas elecciones a secretario general ganara el candidato más alejado del zapaterismo, un hombre con estudios universitarios y experiencia laboral, pero nadie sabe qué programa va a aplicar. Seguramente, él tampoco lo sabe.

Lo sorprendente de esta situación es que sólo preocupa a los viejos votantes socialistas que abandonaron el partido a partir del calamitoso Zapatero, o a quienes se mantienen fieles al ideario de la izquierda clásica. A la derecha, este descalabro del socialismo le parece muy apropiado y el crecimiento de Podemos e IU es una bendición. La izquierda se va a quebrar en, por lo menos, tres candidaturas, algunas de las cuales son tan utópicas que sólo pueden arrastrar a los grupos más desesperados e incapaces.

Todos los países europeos se han visto sometidos a una corrección como la española por la depauperación de sus clases medias y el cinismo de las clases dirigentes; la desesperación y el resentimiento nacen de la misma fuente, pero cada país europeo ha aportado su propia personalidad política y creado sus propios partidos de la utopía, la negación y el odio.

Los países del norte calvinista, como Holanda, han producido partidos de extrema derecha racistas. Inglaterra, en cambio, un partido destructivo que se presenta como "euroescéptico", pero que no es sino expresión de la vieja estirpe chovinista y victoriana, las espantosas clases demóticas que adoraban Up & Down. En Francia han crecido mucho los fascistas de Le Pen, los cuales, no lo olvidemos, son en su mayoría antiguos votantes del Partido Comunista; un regreso a la vieja tradición francesa antisemita, complicado ahora con el nuevo odio a árabes y rumanos.

Más interesante es el caso de la Liga Norte, en Italia, un partido gemelo al de los independentistas catalanes, aunque estos hagan todo tipo de esfuerzos para que no se les confunda con ellos. Sin embargo, son lo mismo. Dos partidos que trabajan el odio (a "Madrid" y a "Roma"), la exclusión (sólo eres nacional si perteneces  al Régimen), la xenofobia (los del Sur son vagos y maleantes) y la mentira. También los escoceses tratan de que no les confundan con la Liga o con los catalanes: todos los nacionalistas ven el ridículo del nacionalismo ajeno, pero no el propio.

Ninguna de las naciones europeas, sin embargo, ha dado lugar a partidos de raíz tercermundista o agraria, sólo España y en cierta medida Grecia, los dos países que se encuentran más alejados de la gran tradición europea, si exceptuamos a los sobrevenidos de la anti- gua Unión Soviética. España y Grecia son, en efecto, naciones en las que el peso de la tradición agraria, feudal y caciquil es más fuerte y el sistema educativo casi inexistente.

De este caos es imposible escapar porque sólo tiene dos salidas. La salida fuerte sería la unión de todas las izquierdas y la toma del poder por parte de los chavistas, más avispados que los comunistas. Un regreso a la España autárquica, caudillista, militarizada y asesorada  por los servicios secretos cubanos es una posible salida. Muchísima gente está pidiendo a gritos un Jefe y un Padre. No debe olvidarse que Podemos es un producto típico de los departamentos universitarios y que predica, como la Iglesia Católica, verdades irrefutables sobre la miseria humana, pero sin posibilidad de remedio como no sea mediante la participación del Altísimo.

La solución débil y seguramente imposible sería que a una lenta recuperación del poder económico por parte de las clases medias se le añadiera una reforma general de la administración de Estado. Para ello sería imprescindible  que un grupo de potentes  ejecutivos de los partidos  mayores, con la venia del poder financiero, se pusieran de acuerdo  para acabar con los privilegios de sus colegas y aguantar la algarada que se produciría. Me parece imposible.

Pero con sólo eso no bastaría. Únicamente mediante  un sistema educativo ambicioso y unos mecanismos de selección rigurosos podría prepararse una nueva clase dirigente que tomara la responsabilidad del país en el plazo de unos cinco años, que es el tiempo que los reformadores podrían resistir los ataques generalizados contra la reforma. Me parece sumamente improbable.

Sin soluciones reales, estamos condenados  a la progresiva desintegración social y nacional.  Los dirigentes  entrampados seguirán haciendo concesiones a unos y otros para salvar sus puestos de trabajo y siempre en la misma dirección: la pedagogía del odio y la destrucción  social que garanticen  unos años más sus privilegios. Mientras  tanto, y a menos de que el renacimiento económico fuera milagroso, la organización de la insurgencia estaría ya preparada para la toma del poder. España habría vuelto a su propio y eterno ser.

No obstante, y ya que el presidente del gobierno ha implorado que seamos menos agoreros, puede uno conceder que así como salimos del franquismo del modo más inesperado  y desde luego por la vía menos planeada desde la izquierda, es muy posible que salgamos de la actual situación por una vía similar e igualmente inesperada. Para lo cual será inevitable que alguien se haga el harakiri.

 

Artículo publicado en al revista El Estado Mental, septiembre de 2014. 

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7 de enero de 2015
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El diablo se desviste

Pocos días antes de terminar el año recibí un fotomontaje en uno de esos grupos chistosos de WhatsApp titulado: “El gobierno apuesta por la transparencia”. Se trataba de un cuerpo de pasarela -aunque el rostro de la modelo había sido reemplazado por el de un sonriente Mariano Rajoy- desfilando con un vestido de tul negro bajo el cual emergían, diáfanos, pechos y muslos. El chiste pretendía dotar de sentido a lo que no lo tiene, ya que ociosos son los argumentos de la moda para justificar sus tendencias. Pero la clamorosa demanda de que se clarifique el lado oscuro de la política hallaba un correlato textual en los vaporosos tules de la moda. No sé si a la televisiva Cristina Pedroche también le llegó ese meme, pero calcadito era el vestido que lució para dar las campanadas de fin de año. Pedroche superó su objetivo: subir la audiencia de la cadena, ser trending topic, figurar cuatro días entre lo más visto de los digitales y corroborar que posee un portentoso sentido del espectáculo. Hay que tener una gran seguridad en una misma para erigirse en símbolo de la “transparencia” al enseñar las bragas ante España entera esbozando un mohín de despreocupación. “Tanto feminismo para eso”, se regodeaban los unos; “que se ponga lo que le venga en gana”, decían otros que constataban cuán habitual es ver a mujeres desvestidas en la tele, desde los rudimentarios tiempos de las mamachichos hasta las políglotas que, con escote y micro, lo mismo retransmiten un final de partido que un fin de año. Ese mismo día, la exchica Disney Selena Gómez visitaba los Emiratos y quiso fotografiarse dentro de la Gran Mezquita de Abu Dabi, aunque marcando territorio: posó avanzando un pie, de puntillas, y dejando asomar bajo la abaya un tobillo que causó tanto escándalo como las bragas negras de Pedroche. La acusaron de irrespetuosa, aunque ella tan sólo quisiera hacerse una simpática Instagram. La frontera entre maldad e ignorancia es difusa,como sostiene Joyce Carol Oates. También entre frivolidad y ramplonería. Pero bien saben estas chicas jóvenes y curvadas que todo aquello que tenga relación con exhibirse continua siendo noticia. Angelina Jolie, que ahora va de activista internacional y directora de cine, ha decidido vestirse como una estricta gobernanta. Adiós a los vertiginosos escotes y las minifaldas, desprestigiados por varios estudios según los cuales la ropa sexy incide negativamente en la valoración profesional de la mujer. O es una buscona o una curranta; una frívola o una Rottenmeier. Tópicos etiquetados. Aunque probado queda el poder de la indumentaria, pues habrán observado de qué modo tan particular visten las famosas cuando van a los juzgados. (La Vanguardia)

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7 de enero de 2015
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Los noventa años de Ernesto Cardenal

Ernesto Cardenal cumple noventa años en este mes de enero. La naturaleza narrativa de su poesía, que la acerca a las fronteras de la prosa y no pocas veces traspasa esas fronteras, es lo que se ha dado en llamar exteriorismo, un término que puede prestarse a confusiones pues parecería negar la dimensión íntima que esta poesía tiene.

Lo que Ernesto hace es utilizar los elementos del mundo exterior, ese que creemos visible y palpable, para trasegarlos hacia la intimidad y hacer que nos hablen al oído y nos enseñen que aún lo más prosaico posee un misterio. Una poesía, que se aleja de la abstracción para acercarnos a las emociones, y tiene una memoria visual.

Desde entonces se encamina ya hacia la poesía narrativa, y así llegará en 1957 Hora 0, relato de las dictaduras tropicales de Centroamérica en tiempos de las repúblicas bananeras. Y desde ese registro que se puede ver y tocar, pasará en Gethsemani Ky, publicado en 1960, a darnos el relato en contrapunto de su vida de novicio en un monasterio trapense de Kentucky. A partir de allí empezará a vivir una religiosidad a fondo que con el tiempo lo llevará al terreno del misticismo liberador y al compromiso político desde la fe.

Luego vendrán sus Epigramas, publicados en 1961. Entre ellos figuran algunos de sus poemas más populares, sobre todos los de tema amoroso, de ingeniosa precisión.

Abandonó el monasterio trapense, pero continuó sus estudios sacerdotales y fue ordenado en 1965, cuando fundó la comunidad cristiana del archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua.

De este tiempo son los Salmos, escritos en el tono admonitorio de los del Antiguo Testamento, pero llevando los suyos a los asuntos de la vida moderna: la opresión, los sistemas totalitarios, el genocidio, los campos de concentración, las amenazas del cataclismo nuclear, la inmoralidad del poder económico.

La muerte en 1962 de Marilyn Monroe, uno de los íconos del siglo veinte, inspiró uno de sus poemas más famosos. Esta elegía cuenta la vida de la muchacha que como toda empleadita de tienda soñó ser estrella de cine, y abre una profunda reflexión sobre la fabricación de los ídolos del espectáculo a costa de los propios seres humanos elevados a los altares de la fama.

Luego vendría en 1966 El estrecho dudoso. Apegándose a la letra de las crónicas de Indias y los documentos administrativos de la corona, y a la vez iluminándolos, revive episodios de la conquista fijados alrededor de la obsesión por el estrecho dudoso, el paso hacia la mar del Sur buscado tan afanosamente desde entonces, asunto pernicioso que ha tenido mucho que ver con la historia de Nicaragua, donde la ambición por el canal interoceánico sigue causando estragos.

Su compromiso con los pobres, y por la liberación, iba en la comunidad de Solentiname más allá de las palabras. Cuando en octubre de 1977 los guerrilleros atacaron varios cuarteles militares, entre los que participaron en el asalto a la guarnición de San Carlos, un puerto ubicado en la confluencia del Gran Lago con el río San Juan, se hallaban los muchachos de la comunidad campesina de Ernesto.

Al sobrevenir el triunfo de la revolución en 1979 fue nombrado Ministro de Cultura, y entró en conflicto con el Vaticano que exigía su renuncia, igual que la renuncia de los demás sacerdotes que ocupaban cargos en el gobierno. Cuando el papa Juan Pablo II visitó Nicaragua en 1983, se hizo célebre la fotografía del momento en que, con el dedo alzado en señal de admonición, el pontífice reprende a Ernesto.

Permaneció en ese cargo hasta 1987, cuando renunció, en medio de amargos conflictos con Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo. En La revolución perdida, el tercer tomo de sus memorias, que apareció en 2004, puede leerse su juicio, que es también profético por implacable, sobre quienes malversaron aquel proceso en el que él se comprometió a fondo, desde su fe y desde sus convicciones espirituales.

En adelante su escritura comenzará a dar ese vuelco trascendental que lo lleva hasta el Cántico Cósmico, de 1989. Es cuando alcanza las alturas de la poesía mística, esa comunicación solitaria con la divinidad que se convierte en una relación de pleno erotismo, el alma que se acopla con su creador en el más exaltado de los gozos, tal como San Juan de la Cruz y Santa Teresa.

Es esta visión monumental, donde todo se funde y se condensa, junto a la mística como íntima vivencia personal del poeta entra la exploración científica de los cielos, y entran también los recuerdos de su propio pasado, la vieja Granada de su infancia, las muchachas que amó en la adolescencia, los episodios de su juventud.

Un gran final de fiesta que funde los misterios de la creación y los de la existencia, el cosmos y el microcosmos, y va de los agujeros negros a la célula, de las galaxias perdidas a los protones, y la mirada mística busca en el Creador la explicación de todas las cosas, amor, muerte, poder, locura, pasado y futuro, formas todas de la eternidad.

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7 de enero de 2015
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Envidias

La envidia es el pecado capital más lerdo, improductivo e ignorante. Todo lo que envidiamos en el otro se lo concedemos con nuestro padecer. No menoscabamos al envidiado rabiando por sus logros sino que ponemos de manifiesto  la lacerante carencia de nuestros talentos. De esta manera la envidia se envisca en nuestro interior como un animal que succiona la autoestima  mientras, al otro lado, el envidiado se condecora con nuestra tortura. Cuanto más grande mejor

El catecismo decía: "Contra envidia, caridad". Y no podía ser más sabio el catecismo. Admitamos  que su tajante reconvención tendía sobre todo a infligirnos alguna a penitencia impertinente pero,  en realidad, la indicación contiene en latencia los elementos esenciales de la  medicina para recobrar la salud emocional.  La caridad significa amar a los otros. ¿Pero cómo amar incluso al envidiado? ¿Cómo querer a quién nos daña con su éxito o su excelencia? Pues amarlo y quererlo,  abrazarlo, a través de la fatal solidaridad de pertenecer a un mismo rebaño. Todos los corderos seres humanos, todos los vivos condenados, todos los nacidos afligidos tarde o temprano por cualquier especie de  dolor o de cruda adversidad. No hemos nacido para ser galardonados sino para ser martirizados  No para ser mimados sino sacrificados.

Todos los muertos son mártires y no sólo aquellos que ganan un aura en las estampas del  santoral. La existencia se compone de una sucesión de martirios, mayores o menores, que se interrumpen sólo para regresar después y que se acentúan hoy para apagarse mañana y volverse a encender en el incontrolable   porvenir. Solidaridad humana o solidaridad de antorchas humanas en plena combustión. El fuego que nos socarra en la vida,  el fuego en el que ardemos todos por esto o por aquello es igual a la biografía de todo ser humano (de todo ser humano) al desfilar sobre la parrilla que quema por delante y por detrás.

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6 de enero de 2015
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El 2015 literario en EUU.- En el blog The Millions anticipan…

El 2015 literario en EUU.- En el blog The Millions anticipan alguno de los títulos más interesantes -obviamente incompleto en un país como EEUU con tantas novedades por día- que se publicarán en los primeros meses del año 2015. Nuevas novelas, debuts y traducciones. Jonathan Lethem, Kelly Link, Kazuo Ishiguro, Kate Atkinson, Toni Morrison, Aleksandr Hemon, Garth Risk Hallberg y luego, pasado el verano, Jonathan Frazen nuevamente a la carga.  La lista aquí.

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6 de enero de 2015
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Así empieza lo malo

El lector que le pida a un libro una historia bien contada, y mejor aún si de paso le informa (aportando datos y reflexiones pertinentes) y le entretiene (me refiero a que no hay mejor pasatiempo que  disfrutar con el uso  de una prosa culta, precisa y a poder ser elegante) verá colmadas sus esperanzas con el último libro de Javier Marías.

                La historia, los personajes, las circunstancias, los ambientes y hasta la localización geográfica son perfectamente reconocibles porque, como si dijéramos, son marca de la casa. Y ahí está ese continuo tejer y destejer de los acontecimientos que se desarrollan ante los ojos del lector en una suerte de flujo continuo pero no unívoco ni homogéneo: algo que de entrada parece una evidencia irrefutable puede pasar de inmediato a ser una ilusión, un equívoco o una falsa apreciación según surgen nuevas evidencias, ahora de nuevo irrefutables, o bien las de antes quedan matizadas por la conciencia reflexiva de un narrador sabiamente apostado en un lugar tan privilegiado que casi parece un prestidigitador. Hoy puede ser hoy aunque también puede referirse a ayer porque el testigo habla desde su hoy de ahora pero refiriéndose a unos hechos ocurridos en un pasado relativamente lejano, y en el transcurso de ese lapso el narrador es el mismo de entonces pero cambiado, pues de joven fue testigo y en parte actor de unos hechos que al ser contados cuando ya es un adulto su visión, su percepción de los comportamientos de unos y otros o lo que perdura de ellos ha cambiado y por lo tanto también han cambiado los hechos en apariencia inamovibles, y lo mismo da que  fueran actos de amor, de odio o de indiferencia, y que se cometieran con intención de durar o no: todo está sometido a la acción del tiempo, al paso del tiempo, que es uno de los ejes fundamentales sobre los que se asienta la evidencia de que estamos asistiendo al comienzo de lo malo. Pero vaya con el tiempo. De pronto, en plena acción, todo se detiene y el discurrir reflexivo del narrador puede llevar a Shakespeare o a Faulkner, y al regreso todo puede seguir como antes o no porque los personajes tienen su lógica y también evolucionan y pueden aprovechar el parón para solventar sus propios asuntos, aunque bien pueden haber permanecido inmersos en su propia desgracia.

Curiosamente, en la página 191 hay una intervención que describe esto que estoy tratando de exponer pero de forma más escueta y acertada que yo. La reflexión se centra en la juventud y la infancia, siempre en busca de modelos de comportamiento, y de pronto, acudiendo a la maestría de Hitchcock, dice el narrador: “[…] en aquellas películas hay largos tramos en los que nadie abre la boca y no hay ni el más leve diálogo, en los que sólo se ve a gente ir de un lado a otro y sin embargo el espectador mira la pantalla imantado, con creciente intriga y zozobra sin que para ello haya a veces la menor justificación objetiva. Es la simple observación la que nos crea la zozobra y la intriga. Basta con posar la vista en alguien para que empecemos a hacernos preguntas y a temer por su destino”.

Obviamente, la búsqueda de similitudes entre las películas del maestro del terror y esta novela requiere cambiar la pantalla y el espectador por las páginas de un libro y un lector, y también requiere matizar lo de que la zozobra pueda ocurrir sin la menor justificación objetiva. Se está narrando la deriva del matrimonio de Eduardo Muriel y Beatriz Noguera, y cuando arranca dicha deriva el matrimonio es ya “una larga e indisoluble desdicha”. Paralelamente a la mutua y atroz destrucción de ambos esposos, el narrador recibe el encargo de investigar un acto imperdonable cometido en el pasado por un tercer personaje, el prestigioso pediatra Jorge Van Vechten. Todo ello transcurre contra el fondo de la tan elogiada Transición desde el nefasto y rencoroso franquismo a una democracia que nació lastrada por la consigna de no ajustar cuentas bajo el supuesto de que ganar el futuro era más importante que reabrir viejas heridas y pedir cuentas por unos desmanes que si fueron cometidos durante la guerra pues mira, con las guerras ya se sabe, pero que por desgracia se perpetuaron en una sañuda e implacable persecución a los vencidos que duró hasta el último de los cuarenta años de gobierno de Franco. El paralelismo, y las diferencias, entre el perdón y el olvido al pasado a escala nacional y personal es obvio y mientras parece que en la novela “nadie abre la boca y no hay ni el  leve diálogo” la tragedia del matrimonio Mariel, los desmanes del pediatra y los yerros o aciertos de un joven narrador que lo ve todo desde la distancia del adulto son toda una constante lección moral sobre el amor y su pérdida, los extremos de la abyección y la capacidad de humillar e infligir dolor, la posibilidad, o no, del perdón y los insondables circuitos por los que se mueve el deseo. Para contar todo eso las posibilidades expresivas de la narración son llevadas por Javier Marías hasta el límite de manera implacable y sin concesiones. Nadie ha dicho que la vida haya de ser justa y amena todo el tiempo, pero tampoco ha dicho nadie que preguntarse por el destino de nuestros semejantes no vaya a ser un viaje fascinante y plagado de emociones, incluso sabiendo que con toda probabilidad, en lugar de un final feliz será el principio de lo malo.

 

 

Así empieza lo malo

Javier Marías

Alfaguara

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5 de enero de 2015
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Los silenciados Werthers

Albert Camus juzgó el suicidio como “el único problema filosófico verdaderamente serio”. Poco se puede añadir a este juicio de valor que concluye en su propia mudez, ya que ninguna otra luz directa extiende el autor al margen de las quimeras existenciales de sus personajes de ficción. Camus calibra el alcance del “problema”, tan grave como silenciado, ya que el suicidio es uno de los asuntos más esquinados en las sociedades prósperas, incluso cuando se convierte en la primera causa de mortalidad no natural, como es el caso. Todo aquello que nos infringe sufrimiento y mata resulta anatomizado en un modelo de organización preventivo: de los accidentes de tráfico al consumo de drogas, la violencia machista o el fracaso escolar. En los medios no escatimamos detalles de violaciones a menores, torturas y otros crímenes abyectos; la violencia está tan integrada en nuestra cultura que se juega con ella desde niños. Pero ante el suicidio: silencio. Apelamos a viejas teorías -como las de Paul Moreau de Tours (1875) y Paul Aubry (1896)- sobre el contagio y la emulación como justificante para no difundir las noticias de suicidios (a no ser que se trate de alguien famoso, cuando, siguiendo la misma lógica, el ejemplo de un ídolo puede resultar mucho más influyente). Cualquier herramienta parece inservible, incluida la capacidad de análisis, a la hora de enfrentarse al autoasesinato, como si el ser humano se inhibiera al desentrañar el contranatura que implica darse muerte a uno mismo. Los últimos datos del INE y el Departament de Salut de la Generalitat son alarmantes, una de las peores noticias al cierre del año: los suicidios crecieron un 11,3% en España, y más aún en Catalunya, un 36% en los últimos cinco años siendo la primera causa de fallecimiento entre los menores de 34 años. El Código de Riesgo que acaba de implementar la Generalitat está en la línea con los esfuerzos de la OMS, aunque en España estemos todavía bien lejos de considerarlo una cuestión política y no se hayan dispuesto estrategias específicas para combatirlo. Porque tras el medio centenar de suicidios cifrados, hay una media de 20 tentativas. En la época romántica se lo denominó “efecto Werther”, llegándose a prohibir el libro de Goethe en varios países, y en el siglo XX fueron las drogas, la exaltación del lado salvaje, la belleza del suicida también emulada al estilo Kurt Cobain -cabría recordar las palabras de su hija en respuesta a la apología suicida de Lana del Rey: “Abraza la vida porque sólo tienes una”-. “Una corriente de tristeza colectiva”, esgrimió el sociólogo Émile Durkheim como razón principal de la autoeliminación en el mundo moderno. Ahora se señala a la crisis, el paro, el horizonte corto, pero seguramente no existe una sola respuesta. Un cortocircuito, nos decimos, un apagón, pero, si hay red, alarmas y medidas, se puede volver a encender la luz. (La Vanguardia)

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5 de enero de 2015
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Elegía para el gran corrupto

Oleguer de Regós es el epígono de una añeja familia de la aristocracia feudal catalana, con un general carlista entre sus antepasados. Es historiador de vocación, aunque de nula proyección académica y una sola obra publicada, una monografía titulada Història de l?ermita de la Salvació, una capilla prerrománica del siglo IX con sus correspondientes pinturas murales apocalípticas y su pantocrátor. El autor describe su libro como la ?investigación de un microcosmos, un modelo extrapolable al universo?, y solo el aperitivo de la gran obra histórica en la que piensa a todas horas y que cuenta ya con título: La vida dels segles, en el que formulará ?una versión definitiva de los ejes de la historia?. Conocemos estos datos bibliográficos gracias a las memorias que acaba de escribir y que llevan por título La vida és estranya, unas reflexiones autobiográficas escritas con genio e incluso desenfado, sobre su pasado familiar, el suyo personal e incluso íntimo, el de sus amigos y especialmente sus mujeres y, sobre todo, el de una región que conforma todo un mundo. Es la boscosa comarca de la Conca del Corema, tierra de caza y de embutidos, con capital en Tossals, ciudad con catedral, museo diocesano e incluso un periódico, El Vigía, además del Castillo de los Regós, la niebla, el macizo del Montmort al fondo y el Cafè de Plaça donde discuten y filosofan los amigos del historiador. Regós vive en un pisito de la calle Petritxol, que fue antaño la garçonnière de su abuelo, el cacique carlista de la Conca, y trabaja, es decir, consulta libros y escribe en la Biblioteca-Fundació Semper, detrás del Saló del Tinell. El nombre de la institución no es un apellido. Su propietario y financiador es uno de los hombres más ricos e influyentes de Cataluña, que responde por el apellido de Befàs y de cuyo nombre de pila nada se nos dice en las memorias. El nombre de Semper esconde el lema o sentencia que inspira a Befàs: Semper Catalonia. Befàs es un personaje sentencioso, capaz de condensar su pensamiento y el espíritu catalán en un par de aforismos: ?Aquí la propiedad es más fundamental que la libertad?, ?la propiedad es el instinto, la ley es el decorado?. Y remata con una ecuación impecable sobre el instinto de posesión: ?Tener bosques, cerdos, fábricas de pienso, discotecas, coches, mujeres, dinero bajo una baldosa. Tener. ¿Qué necesidad hay de ser si tienes? Es decir, ¿si solo eres si tienes??. A Befàs le gusta comer carne casi cruda y subirse a lo alto del edificio de su empresa aseguradora para contemplar Barcelona como si fuera su propiedad. Así le retrata Regós: ?Es un hombre bajito que se levanta sobre la punta de los pies cuando hace una afirmación con contundencia. Es seductor y despiadado. Es codicioso y a la vez sueña ?o soñaba? en un imperio inexistente, porque confunde Cataluña con el centro del universo. Un buen día era socialdemócrata, el otro liberal, luego demócratacristiano, con frecuencia conservador. En resumen, como él dice, solo Cataluña importa. Su mayor esfuerzo, su vanidad más grande, era ser considerado un conspirador perfecto?. Siempre se rasca el culo cuando se eleva en uno de sus monólogos célebres, según advierte ese observador al que no se le escapa detalle: ?Tiene unos párpados cada vez más arrugados que el cuello de una tortuga, unos párpados que, cerrados, le perfilan la cabeza de un tótem de la isla de Pascua?. Su mayor mérito histórico es ?no haber aceptado nunca ser directivo del Barça?. Sobre su catalanismo, el historiador hila fino: ?Quería una Cataluña grande porque sabía que era pequeña para él. ¿O en realidad quería una Cataluña pequeña porque la real le quedaba grande? Nunca lo he sabido, porque Befàs tenía mil caras. España no le interesaba mucho: Europa era una excusa?. Sus análisis económicos son exactos y actuales. Vio venir la crisis antes que nadie y ojeó todas las burbujas. Su ojo político es excelente: ?Los errores de España siempre son las oportunidades de Cataluña, si hacemos las cosas bien. Y ahora es un buen momento. Con una España débil, Cataluña puede ser más fuerte?. Pero su idea de la política es brutal, Hobbes en estado puro. ?Tan solo hay una forma de hacer política: destruir o ser destruido?. Un ?ego titánico? es lo que hay que tener: ?A un político, en el fondo, no puede interesarle ningún tema que no sea él mismo?. Sus monólogos lo demuestran, así como las virtudes que defiende: ?Vanidad, ambición, instinto depredador?. Cuando Regós escribe sus memorias, Befàs está en la cárcel. Utilizaba su Biblioteca-Fundación para hacer facturas falsas, lavar dinero negro de sus empresas y financiar a los dos principales partidos de los que sacaba concesiones de obras públicas. ¿Les suena? Su trayectoria es catalana, pero perfectamente universal, sirve para Pujol o para Berlusconi: ?Pensaba entrar por la puerta grande en la política. Simplemente esperaba, sin prisa. Con una ingenuidad maligna, estaba a la espera de que el pueblo le reclamara. Primero un magnate, a continuación el mecenas, después el hombre de Estado, pequeño o grande, quiero decir el Estado?. Regós, Befàs, las falsas memorias y la imaginaria comarca, todo sale de la escritura soberbia y sarcástica de Valentí Puig, en su última novela La vida és estranya. El país retratado es Cataluña. Pero sirve para cualquiera: local y global. En este artículo solo he tirado de un hilo, muy visible, el de la política y la corrupción, que Valentí Puig ha bautizado con el apellido de la buena conciencia, una de las virtudes más acordes ahora mismo con la exhibición de catalanidad: Befàs, que quiere decir, ?haces bien?, al que ha metido en la cárcel y al que ha entonado un irónico responso de apariencia elegíaca. Befàs, del verbo befar, también significa ofender o insultar. Chapeau!

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5 de enero de 2015
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El Boomeran(g)
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