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La incomunicación de las máquinas diabólicas

Una grabadora de casete y un teléfono negro con cable enrollado: con la desaparición de estas máquinas del siglo XX, la incomunicación ya no es lo que era.

El Liceu estrena mañana nuevas producciones de Paco Azorín de dos óperas breves donde la tecnología juega un papel determinante. Ángeles Blancas protagoniza Una voce in off de Montsalvatge; María Bayo, La voix humaine de Poulenc. Pablo González dirige en el foso del teatro de la Rambla a la Orquesta Nacional de Catalunya. Pero las máquinas que nos dominaban antes de la era digital son las verdaderas protagonistas. Hoy quiero romper una lanza por las viejas e imperfectas máquinas: un grito de nostalgia por la incomunicación por causas externas, que ya no volverá.

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Dos óperas extrañas, unidas por aparatos sonoros de otra época. Tanto en La voix humaine de Francis Poulenc (1959) como en Una voce in off de Xavier Montsalvatge (1962), los medios de grabación y transmisión de sonido de mediados del siglo XX (un teléfono y un magnetófono) transmiten y a la vez dificultan la comunicación de amores imposibles.

En la angustiante obra del francés, una mujer desesperada habla por teléfono con su antiguo amante. Él la llama para anunciarle que se casará con otra al día siguiente. Ella intenta que no se corte la comunicación, pero otras voces se interponen, la conexión se corta, hay ruido en la línea.

“Perdóname”, canta ella en los precisos, dolorosos versos de Jean Cocteau. “Sé que esta escena es intolerable y que tienes mucha paciencia, pero, entiéndeme, sufro, estoy muy mal. Este hilo es el último que nos sigue uniendo...”

Ella, que no tiene nombre (tampoco el amante), le cuenta detalles nimios de sus horas juntos, se queja de sus problemas domésticos como si así pudiera recomponer una vida en común, y se pelea con las voces de otras llamadas que se cruzan en la conversación. Finalmente, el hilo se rompe, el teléfono cae al piso con estrépito, ella se queda inmóvil en la cama. Horrorizados, mientras baja el telón los espectadores comenzamos a sospechar el final.

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Tres años después del estreno de La voix humaine, Xavier Montsalvatge compone Una voce in off. Se trata de un extraño y fascinante experimento con letra del mismo Montsalvatge (en italiano) basado en un relato de Joan Puigdevall, que combina un lirismo pucciniano con modernismos de sabor francés. El fino sentido teatral del compositor hace jugar a los tres personajes con idiomas musicales distintos.

 Ángela se sentía frustrada con Claudio, su marido frío. A la muerte de éste, vive con un amante fogoso. Pero el descubrimiento de una grabación magnetofónica con la voz de Claudio sacude su mundo y sus certezas.

 En la grabación, el marido muerto le declara un amor que nunca pudo confesarle. Al principio Ángela reacciona con fastidio, pero poco a poco, la voz grabada la va conquistando. Mario, el amante, intenta destruir el aparato en un ataque de celos, y Ángela lo echa, llena de odio. La obra termina en un dulce y desesperado dúo de amor entre la viuda y la voz de su muerto. Con el cambio de Ángela también muta la música que canta la protagonista: comienza con las frases angulosas y ásperas propias del lenguaje sonoro de Mario, y termina inmersa en el suave lirismo de la grabación de su esposo ausente.

Aunque gran parte de la obra del compositor catalán (su delicada música de cámara, sus famosas Canciones negras, la ópera para niños El gato con botas), muestra una conexión con la escuela francesa, sus dos óperas de madurez (Una voce in off y Babel 46) están más ligadas al verismo italiano.

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Esta combinación novedosa será la apuesta más vanguardista en la última temporada del Gran Teatre del Liceu diseñada por Joan Matabosch (quien desde este año se pasó a la dirección  artística del Teatro Real de Madrid). En una temporada donde priman los grandes títulos del siglo XIX, estas dos obras concisas y dramáticas componen una aventura artística dura, antirromántica. Al mostrarlas juntas se potencia la relación entre la imposibilidad de la comunicación con las jaulas impuestas por la tecnología de su época.

Los problemas de comunicación siempre fueron importantes en la ópera. En las obras del XIXI, los dramas se desencadenaban con la lectura de cartas que tardan meses en llegar a sus destinatarios. Así, el cruzado Tancredi de la ópera homónima de Rossini se hunde en el drama por una falsa carta del emperador otomano, mientras que la Violeta y la Lady Macbeth de Verdi reciben misivas que las lanzan a la desesperación (la primera) y el ansia de venganza (la segunda). ¿Y qué sería del joven Werther sin el arte epistolar?

Hoy, como muestra la excelente serie británica Black Mirror, la comunicación perpetua y la grabación de todos los detalles de la vida humana producen monstruosas creaciones: el mundo se ha vuelto una inhumana colección de transmisiones inmediatas y grabaciones, donde solo se vive para ser reproducido, donde no existen los recuerdos más allá del universo digital y donde la política y la experiencia personal se reducen cada vez más a pura imagen, diversión, banalidad.

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La voix humaine y Una voce in off tienen sentido en ese breve espacio del siglo XX: el de la comunicación rudimentaria a través del tiempo y el espacio, una comunicación siempre interrumpida e imperfecta. En el mundo de hace medio siglo, una grabación con un solo soporte físico se puede destruir para siempre y una patética comunicación telefónica se puede malograr por fallas técnicas.

Poulenc y Montsalvatge supieron ver en las máquinas toscas de su tiempo la metáfora de la imposibilidad de comunicarse, la tragedia de la voz que se desvanece, se pierde. Tal vez el amor, esa espina que duele y nunca sana, que es el drama de casi todas las tragedias musicales, se pareció siempre más a los experimentos sonoros de hace medio siglo que a la insoportable perfección de hoy. 

 

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17 de enero de 2015
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Saber perder y saber ganar

Qué bien ha soportado François Hollande la pesadumbre sobre sus espaldas, demostrando que la solemnidad del duelo esta hecha para él, una solemnidad contundente y laica donde la palabra tiene crédito y verso: “Francia está de pie”. Con su gabán negro, corbata azul marino, y un rictus que expresaba determinación y lucha, pero también dolor y consuelo, ha liderado no sólo un país, sino un estado de ánimo, fiel al deber y la dignidad. El presidente de la República más impopular de la historia ha incrementado en cinco puntos su valoración pública, pues ha sido capaz de unir a una nación golpeada y perpleja haciendo piña con las democracias occidentales, víctimas en potencia de la fanática amenaza. Quien fuera fontanero mayor del PSF, avezado taponador de fugas de honor y ambición, el Hollande ridículo con casco de moto al salir de su cita galante, o el que fue capaz de pasar de hombre normal a mezquino, según su ex, Valérie Trierweiler, un personaje despreciativo como sólo saben serlo los franceses de barbilla esquinada, se ha topado con el aliento helado de la historia. “A la literatura no se llega por casualidad” escribía mi admirado Vila-Matas en Kassel no invita a la lógica, añadiendo que es un destino oscuro, y que es muy probable que se llegue mediante un “golpe en la nuca en un callejón oscuro”. Hollande debió sentir algo parecido al aliento helado y el golpe en la nuca en el homenaje a los policías asesinados. Las imágenes ponen un nudo en la garganta: una madre rota, la de Clarissa Jean-Philippe que sólo repite: “No estaba preparada para irse, la necesito a mi lado, d’accord?”. Hollande le acaricia la espalda, asiente, le habla delicadamente, con el cuerpo y los sentidos. Pero sólo se respira el sinsentido de la muerte. En la vida hay que saber ganar y saber perder. Lo decía mi padre poco antes de morir en los pasillos de Bellvitge, mirando el tráfico desde los ventanales. Pero saber ganar siempre ha tenido peor escenografía que saber perder. La voz de Cristiano Ronaldo es mucho más dulce en su lengua materna, pero ni aún así es capaz de traspasar el umbral de percepción emocional al recibir esa bolinha. Su grito de falsa alegría heló la sangre del auditorio. “Cristiano Ronaldo gana su tercer Balón de Oro y ruge como un demente”, titulaba el cronista de USA Today. Comprendo que muchos de estos chicos, cracks con balones de oro, no han tenido una infancia fácil, pero, aún así, me pregunto quién les arrebató la empatía. Cristiano ya no podrá ejercer de marido de Irina Shayk, como David lo es de la triunfal diseñadora Victoria Beckham (que ha conseguido demostrar que durante años fue víctima de esos peluqueros-psicólogos que se aprovechan de las crisis existenciales). Irina no le gustaba a la señora Dolores Aveiro: una rusa demasiado guapa que nunca estaba en casa. Pero él se vale solito para fotografiarse con su lencería para apretar las mandíbulas y sentirse un héroe. Posar, facturar, y meter bolinhas: ¡Uuuuuuuuh! ¿Cómo no vamos a preferir la épica de la derrota? La antidiva / Blanca Portillo

Los actores discretos no abundan y menos si, como ella, son monstruos sagrados para la profesión. Blanca Portillo puede apuntarse estos dos tantos, y algunos más: una predilección militante por la pureza del teatro frente a los vaivenes del cine, una versatilidad que le permite interpretar o dirigir con idéntico talento, y un verbo clarísimo. Como cuando tiró de la manta descubriendo el politiqueo que lastra a la cultura en su fugaz paso por la dirección del Festival de Mérida, o ahora, que, con la complicidad de Juan Mayorga, apunta y dispara a un mito nacional. “Tenorio es un personaje deleznable”, dice y añade: “No es un transgresor ni un hedonista, más bien un psicópata”. Dirigir teatro significa revisar mitos. La nueva Oprah / Mark Zuckerberg

Ha descubierto -¡por fin!- que leer un libro puede ser una aventura fascinante. Su primer propósito del año -el anterior fue aprender chino, y en el 2009 ponerse corbata- ha consistido en montar un club de lectura, que convierte en bestseller todo lo que toca, al estilo del poder prescriptivo de Oprah. Sorprendido y abrumado ha declarado sentirse el autor del primer libro recomendado, Moisés Naim, que en menos de tres horas agotó todos los ejemplares de El fin del poder. El treinteañero disruptivo creador de Facebook también se sumó al “Yo soy Charlie”, a lo que una escritora tibetana Tsering Woeser replicó: “¿Ha olvidado algo Zuckerberg?”, acusándolo de tener doble rasero al censurar en su red a activistas chinos. ¿Los recomendará en su club? Saca pecho / Rania de Jordania

Hace cuatro años, los fastos de su 40.º cumpleaños -celebrado cuando el país ardía tras la enfebrecida Primavera árabe-, añadieron a sus trajes de alta costura un plus de frivolidad intolerable. Tras un prolongado silencio, Rania sorprendió hace poco a la prensa internacional, en un encuentro tecnológico en Abu Dhabi, alertando al Estado Islámico de que “su cruzada para secuestrar al mundo árabe” fracasaría. En el Huffington Post escribió una tribuna por los niños asesinados en Pakistán. Y acudió a la manifestación contra la barbarie en París. Al día siguiente los judíos ortodoxos se ocuparon de borrarla de la foto. ¿Por mujer o por palestina? Así de incoherente puede llegar a ser la defensa de los derechos humanos.

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17 de enero de 2015
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Socios abusones

Hace tiempo que hace aguas el negocio de la globalización, después de proporcionar fabulosos beneficios a unos pocos y nada despreciables incrementos de rentas a otros muchos, las célebres nuevas clases medias emergentes. Todo queda sintetizado en el incremento de la desigualdad en el mundo a lo largo de la actual crisis, en la que la política ha sido la criada y el amo el dinero. Últimamente, sin embargo, nos está llegando un suplemento de disgustos. Es una cuestión, ante todo, de abuso de confianza entre socios. Vladímir Putin, por ejemplo, gracias a los grifos de la energía y a las inversiones de los millonarios rusos crecidos al calor del Kremlin, se ha creído con derecho de veto sobre la soberanía de los países europeos de su entorno para firmar acuerdos comerciales o de defensa. Su abuso ha llegado hasta el punto de invadir Ucrania, quedarse con un bocado entero, como es Crimea, y mantener una guerra encubierta en Lugantsk y Donetsk. Algo no muy distinto sucede con ciertos países productores de petróleo, enriquecidos gracias a nuestra adicción a la gasolina, y algunos de ellos socios capitalistas, patrocinadores e inversores de numerosas empresas, instituciones e incluso entidades deportivas y benéficas nuestras. Ellos no invaden países directamente sino que actúan de forma más subrepticia. Financian la difusión y la enseñanza del islam más rigorista y medieval o exigen de sus socios y amigos que se acomoden en territorio europeo a las prohibiciones y tabúes que rigen en sus países, restringiendo las libertades públicas, y sobre todo la de expresión, con la excusa de no ofender sus sensibilidades. Los comunistas chinos conforman una tercera clase de socios, más discreta pero no menos cascarrabias respecto a los límites de la libertad de expresión. En su caso solo suele disgustarles que la prensa occidental cuente historias de corrupción de sus dirigentes. No hay que menospreciar hasta dónde nos tienen pillados con sus inversiones y compras de deuda pública. De todos los abusones, los peores son los que no se conforman con el chantaje o la presión en los organismos internacionales, sino que desenfundan las armas, aunque sea por matones interpuestos, y sobre todo secuestran la representación de ciudadanos europeos de religión musulmana, para presentar sus ofensivas antioccidentales como si fueran campañas en defensa de minorías oprimidas o marginadas. Sería invivible un mundo global con veto ruso para la geometría política europea, censura china para las denuncias de corrupción de la élite comunista y prohibición saudí del humor irreverente y la blasfemia. Pero es hacia donde vamos si los europeos seguimos en la actual siesta y no nos decidimos por gobernarnos a nosotros mismos en vez de dejar que nos gobiernen los mercados, el poder de la energía y el dinero de los multimillonarios rusos y árabes.

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17 de enero de 2015
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Joan Didion, cool girl.-  Joan Didion ha sido elegida como la…

Joan Didion, cool girl.-  Joan Didion ha sido elegida como la nueva modelo de la marca Céline, noticia que ha sido celebrada en The Guardian y comentada en sus blogs, como el de Rachel Cooke, quien se muestra muy entusiasmada, o el de Hadley Freeman, quien no parece estar de acuerdo que la inteligencia sea usada para vender accesorios. También pueden leer la noticia en Revista Ñ, comentada por Mauro Libertella. 

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16 de enero de 2015
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Masacrar al pobre

Aleccionado por los ensayos norteamericanos que relacionan el éxito a la persistencia y la infatigable tenacidad, hago ejercicios diarios de perseverancia al ver que no sale fácilmente el tapón de una botella o no logro desatascar un cajón o no consigo hallar el programa idóneo que ha desaparecido del ordenador. Estos ejercicios en los se pone tanta fe, insistencia y optimismo, vienen a ser como una escuela, a pequeña escala, de lo que profesional o amorosamente se anhela y todavía no nos ha salido bien. De hecho un saber común de hace siglos empujaba a no desmayar en los cortejos porque el no de ella sólo cambiaría en sí tras haberla asediado con el mayor calor, ternura y diligencia. Igualmente, en los estudios de ingreso a las Escuelas Técnicas o a las diferentes oposiciones del Estado, se reclamaba mucha tenacidad y un ánimo en el estudio siempre dispuesto a reemprender la conquista empollona del objetivo.

La idea, en fin, de que todo se logra si se desea fieramente y si se empeñan todas las superfuerzas es la misma que Nike recuerda en su lema: "nada es imposible". Todo sería posible mediante el trabajo duro, junto a la voluntad y la humildad consecuentes. Humildad para no sentirse demediado por los primeros fracasos. Voluntad repetida, incesante y firme, para lograr que la resistencia llegue a rendirse aunque fuera tan sólo por librarse de una tabarra insoportable.

Los calvinistas parecen seguros de que "trabajar mucho y duro" es el camino directo hacia el amor de Dios y el  amor que el Creador nos procure -al aceptarnos de los suyos- será como un resplandor. El primer destello procede del buen quehacer individual  pero en cuanto se consiga, por los propios medios, abrir el tapón, a recompensa no será ya a base de raciones sino a granel. El reino de los cielos, una vez desatrancada la puerta, se derramará sobre nosotros y de este modo los pasos siguientes sería iguales a discurrir por una senda florida y plagada de luz. De hecho a los triunfadores calvinistas, experimentan este proceso en sus carreras, sean musicales, periodísticas, novelísticas o financieras, como el cumplimiento de un cuento sagrado sin fantasía ni  exageración.

 Destaponada la botella no hacen más que aparecer fragancias de un elixir cuyas vaharadas, en ocasiones, son tan intensas y precoces que (como sucede con no pocos iconos) no hay más remedio que suicidarse para quedar en paz. El elixir es veneno. El triunfo es una carroza desbocada. La ascensión es un alpinismo de una superlativa gravedad. ¿Triunfar? Precisamente en Estados Unidos triunfar es una norma cívica y religiosa elemental. Los loser, los perdedores, no son tan sólo desgraciados sino malditos ante los ojos de Dios. De ahí que poco a poco, haciéndose el mundo un planeta americano, no hay perjuicio para quemar a los vagabundos y desarrapados, apalear a las mujeres indigentes o viejas que en su miseria arrastran todo lo que poseen en un carrito de supermercado o, si llega el caso -que llega- acercarse a disparar sobre un "maldito" negro cuya negritud sería ya la incontestable prueba de no haber sido bañado por la claridad de Dios. 

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16 de enero de 2015
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Y este cuento se ha acabado

El relato es lo importante. Avanza y vence quien tiene relato y pierde quien se queda sin él. Durante al menos cuatro años nos han contado un único cuento. El de la Transición ya quedó viejo. No digamos ya el de la España que se modernizó y casi alcanzó el G7, tal como nos lo contó José María Aznar. Regresó el cuento de siempre, el de la vieja España, la del pelo de la dehesa, y se deshilachó en cambio el relato de la España plural y tolerante, en la que por vez primera convivían en paz y armonía los viejos pueblos y lenguas, desmentido por boicots, campañas de firmas, sentencias del Constitucional y al final, por la polarización y la división entre independentistas y unionistas. El cuento de España terminaba de nuevo mal y por eso surgían otros cuentos maravillosos. Así es como creció ese nuevo cuento, potente, bien ensayado, desde abajo y desde arriba, con crowdfunding y con presupuesto público, como era el de que Cataluña iba a declararse independiente ?tenemos prisa decían? y que iba a ser ya, ahora, enseguida. En fechas señaladas, además: en el 2014 del tricentenario de aquel 1714 de la Nueva Planta que pasó como una apisonadora sobre la lengua y unas instituciones medievales en las que los historiadores más perspicaces han visto un incipiente sistema parlamentario a la inglesa, ahogado in nuce por el centralismo borbónico. O, como más tarde, en el primer 23 de abril del año siguiente, el actual 2015. Y que se produciría casi automáticamente, al estilo de una máquina expendedora: usted echa las monedas de una fuerte voluntad popular debidamente organizada y manifestada en las urnas y cae inmediatamente una burbujeante, dulce y fresca independencia que deja satisfechos a quienes la disfrutan, desconcertados a quienes la rechazan y maravillados a todos por la capacidad catalana para producir milagros históricos. El final del cuento es conocido. Hay un perro y un gato, que son Mas y Junqueras: no importa para el argumento entrar en más detalles sobre cuál de los dos es felino y cuál cánido, porque basta con señalar, como ha visto todo el mundo y especialmente sus partidarios, que se comportan como perro y gato. Son perro y gato. El cuento se ha terminado por muchas razones. En primer lugar, porque el cuentacuentos que es la historia nos está contando tres cuentos más que interfieren con el cuento único vigente hasta hace bien poco tiempo. En segundo lugar porque el relato de la independencia se ha revelado finalmente que era lo que es siempre el cuento político: una simple y brutal pelea por el poder. Todos estos cuentos, curiosidad de la historia, empiezan por P, como Podemos, la fuerza que desorganiza primero el mapa español y luego, sin líderes ni siquiera, hace lo mismo con el catalán. Ese cuento le dice a Artur Mas que también él es casta. Le arroja a la cara el caso Pujol y le refriega a Esquerra su celo escasísimo en la depuración de responsabilidades políticas por el escándalo que afecta al expresidente y a toda su familia. Recuerda a todos, también a Iniciativa per Catalunya, que el eje derecha e izquierda todavía existe y que los fervorines soberanistas no deben ocultar los recortes y las actitudes antisociales. E incluso rememora para uso de sus partidarios catalanes y también de lo que queda del socialismo catalán cuánto vale el impacto de alguien que quiere emular a Felipe González en la Cataluña metropolitana. La segunda P ya ha salido y es la confesión de Pujol. No iba a afectar al proceso, claro que no, y así pudo comprobarse en el siguiente 11-S. Pero ha sido la piedra en el zapato de los acuerdos entre Mas y Junqueras y lo seguirá siendo. Incluso puede que crezca y se haga cada vez más incómoda. Ciertamente lo es conocer que Oriol Pujol, todavía nominalmente número dos de Convergència hasta mitad de julio pasado, se haya negado a declarar ante el juez por su caso de corrupción en el mismo momento en que Mas y Junqueras estaban a punto de alcanzar de nuevo uno de sus muchos acuerdos históricos de la temporada. Ese cuento deshace el sortilegio de otro cuento, el de que los catalanes éramos especiales, distintos, mejores en definitiva. La tercera P es la peor de todas y es el relato que, desgraciadamente, rompe más por lo sano con los cuentos de hadas, el catalán, el español y el europeo. París y sus matanzas, de caricaturistas y de franceses de identidad judía, nos recuerda a los catalanes el cariz de las libertades que de verdad están amenazadas en Cataluña en particular y en Europa, España incluida, en general. No las amenaza Madrid ni el PP, por cierto. No son colectivas ni nacionales, sino mucho más apreciables y concretas: son individuales, políticas, de conciencia, de expresión, derecho a la vida incluido. Es la libertad, entera, mayúscula, la hermana de la fraternidad y de la igualdad en la república de los valores europea y occidental. Difícil a estas alturas del siglo XXI y de la globalidad averiada seguir con el cuento de las viejas naciones del siglo XIX con el que nos han aturullado unos y otros en los cuatro últimos años. Llegamos así al cuarto cuento, el cuento del poder que se nos contaba disfrazado de cuento de emancipación nacional. Lo ha reconocido con palabras precisas un intelectual independentista de los más encendidos, como Héctor López Bofill, al formular en el diario El Punt/Avui, el más conspicuo portavoz periodístico del proceso, dos dudas trascendentales: ?¿La verdadera intención de Mas es alcanzar la independencia o instrumentalizar la ambición independentista para mantenerse en el poder? ¿La voluntad de ERC es consumar la secesión o ganar unas elecciones autonómicas e hilvanar un nuevo gobierno de izquierdas que esta vez provoque la desintegración de CiU (a diferencia de la tentativa fracasada que significó el tripartito en esta dirección)??. Con cuatro cuentos en competencia y uno de ellos, el hasta ahora cuento único, revelado como cuento por el poder, todo será distinto. El proceso sigue en la medida en que sus protagonistas han preferido no matarlo. Pero se ha resquebrajado. La grieta está a la vista de todos, incluidos los más fervientes soberanistas. Sus dirigentes saben que la independencia que han venido vendiendo durante cuatro años de machacona campaña y de relato único es un cuento de hadas. No quiere decir esto que su programa independentista no pueda obtener un apoyo muy amplio en las elecciones del 27 de septiembre, ni siquiera que no pueda obtener la mayoría. Lo que es seguro es que no habrá mayorías para aventuras. Quienes tenían prisa mejor que se sienten. Quienes creían en fáciles automatismos, mejor que revisen sus ecuaciones infalibles. Quienes esperaban milagros de la internacionalización y lecturas audaces del derecho internacional, mejor que vuelvan a los libros, think tanks y seminarios universitarios. Lo que va a quedar es lo que había y lo que debía quedar. Hay una opinión independentista que se ha ensanchado hasta un límite que muy difícilmente puede seguir creciendo, con su plusmarca en el 9-N. Con ella se pueden hacer muchas cosas, pero no la independencia según los planes apresurados de sus dirigentes. Se puede intentar, al estilo quebequés o escocés y tras demostrar, cosa ahora dudosa, que existe efectivamente una mayoría en favor de la independencia, la celebración de una consulta dentro de la ley y en perfecta negociación con todas las partes, es decir, rehacer el camino que se ha hecho mal y unilateralmente hasta ahora. Se puede defender el actual nivel de autogobierno de la erosión que está sufriendo como efecto de la crisis y también de la acción gubernamental del PP. Se puede negociar un incremento de los techos de autogobierno. Pero no se puede declarar la independencia a fecha fija y unilateralmente ni se puede mantener a la ciudadanía entera colgando de un hilo durante años y además sin dar palo al agua a la hora de gobernar. No hay relato de España, es verdad. El de Cataluña tiene la consistencia que hemos visto. Y el único que nos valdría, el relato de Europa, está en peligro. Habrá que optar y espabilar, si es que somos capaces. Pero en todo caso, antes hay que tener las cosas claras y saber que el cuento se acabó con el perro y el gato, como dice la cláusula final de los cuentos tradicionales en catalán, el equivalente del colorín colorado: ?Vet aquí un gos, vet aquí un gat, i aquest conte s?ha acabat!?.

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16 de enero de 2015
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