Juan Villoro, reciente finalista del premio latinoamericano de cuento Gabriel García Márquez, en...

Juan Villoro, reciente finalista del premio latinoamericano de cuento Gabriel García Márquez, en...
Apareció la lista de cien libros notables del 2015 en ficción y no ficción del diario The New York...
Pablo, Albert, Pedro y, más recientemente, Mariano se han colado por el desagüe de nuestras vidas. Comen y cenan con nosotros, sin importarles que el mantel sea de hule; nos cuentan dónde compran la ropa, cómo se enamoraron de sus mujeres o qué les preguntaron sus hijos el día después de los atentados de París. ?Los políticos son personas iguales que las otras; que lloran, que ríen, que??. Les ahorro el resto de lugares comunes a los que recurrió Rafael Hernando en el canal 24 Horas para justificar la gira promocional de su candidato (y del resto). La coartada pone en juego un verbo que tiene su côté perverso: humanizar. Ahora sabemos que sudan, si beben cerveza o gin-tonic, que les gusta el picante, si son futboleros o cinéfilos, que no concilian vida laboral y familiar? aunque, aun y así, paseen a sus hijos bajo los focos e incluso les dan un par de collejas, como Rajoy, cuando el chaval dice la verdad. No conocemos en cambio cuál será su posición exacta, si gobiernan, frente a la amenaza yihadista, ni tampoco han aclarado qué harán con respecto a las millonarias y controvertidas ventas de armas a países como Arabia Saudí, Egipto, Israel, Venezuela o Ucrania, pese a la auténtica psicosis en la que anda sumido el mundo. ¿Y con los refugiados sirios? Es como si emularan el black friday en versión política y prenavideña; no en vano votaremos con el árbol puesto. Una de las posibles explicaciones al término anglosajón, inevitable estos días, no tiene nada de oscuro, sino más bien de luminoso: gracias a ese magnífico día de ventas, las cuentas de los comercios norteamericanos pasaban de números rojos a negros. Y en un momento en el que la mayoría de nuestros líderes ?salvo Albert Rivera? están en números rojos en lo que a confianza ciudadana se refiere, sus directores de campaña y asesores han comprendido que la táctica comercial del viernes negro funciona a la perfección de cara a las elecciones: tremendos descuentos (en su caso en lo que al discurso político se refiere) y la felicidad prometida a cada elector de que, con tanta oferta, encontrará su producto a medida. Y, así, la política española se ha exhibido hasta en la sopa, igual que cuando los artistas promocionan su nueva película o disco y aceptan hacer todas las payasadas que exigen los formatos televisivos de éxito. No basta con responder a preguntas, sino que tienen que ejecutar una coreografía, comerse un insecto o cocinar una fabada. Estos días los candidatos se turnan entre el mullido sofá de Bertín ?con sus chascarrillos de ligón maduro?, que incluso arrancó anécdotas de la mili a un Pedro Sánchez casi jerezano, y el potro de tortura de Ana Pastor. Ahí están, a cualquier hora, como los anuncios de turrón que vuelven a casa por Navidad, con la salvedad que ellos llegan para quedarse cuatro años. (La Vanguardia)
Javier Gomá tiene dos escritorios. Uno en el despacho del director de la Fundación Juan March, en madrid: la proa del arquitecto Picardo, una curva domada por tres ventanales que se asoman a las embajadas de Luxemburgo e Irlanda y se cruzan con la verticalidad de la columna. La mesa tiene el mismo largo que su dueño cuando se reclina en la silla: ciento ochenta y tres centímetros. El otro ocupa un rincón del dormitorio conyugal, y a él no accederemos por mandato de su sensata esposa. Cuenta que es tan simple como una tabla con dos caballetes. Porque Javier Gomá, el pensador de la ejemplaridad; el que defiende la filosofía ?como literatura conceptual?, un género literario más; el filósofo mundano decididamente dialéctico; el estilista que junta palabras con finura, se concentra en cualquier lugar. ?Escribo con la tele puesta, con los niños jugando… y me bloqueo cuando estoy solo. La vez que mi mujer ha dicho: ?Salimos y te dejamos trabajar tranquilo?, me he sentido triste y miserable, abandonado. Necesito el roce de la oveja?. Antes de casarse no fue capaz de publicar una sola línea. No estaba orgánicamente maduro. Hasta que le fue creciendo un apetito voluptuoso por la normalidad: ?Por la doble especialización del oficio y del corazón. Encontrar a una persona para fundar una casa, y un oficio con el que ganarme la vida?. Estudió Clásicas para aclararse. Fue número uno de su promoción para el cuerpo de Letrados del Consejo de Estado. Teresa era su vecina en El Escorial. ?Qué alboroto cuando llegaron: eran cuatro hermanas guapísimas, parecían sacadas de una novela de Jane Austen. Nos conocimos hablando a través de la valla?. Su tetralogía se inicia así: ?Dedicado a Teresa Arsuaga, mi buena suerte?. Utiliza un modelo de teléfono anticuado, un ordenador HP y rotuladores Pilot; bebe coca-cola ??el camarero se empeña en traérmela light, sin preguntarme?. En la March aún hay clases: ujier, secretaria impecable, camarero y cocina. Lleva un cuaderno con palabras que legustan, no utiliza emoticones, y le tiene manía a estos términos: incidir, reto, aval, hoja de ruta, línea roja o poner en valor. Hasta le tiembla el labio superior al pronunciarlos. Piensa que el verdadero literato tiene que sentir finura por las palabras,los sonidos, los aromas y las atmósferas. Su infancia fue dichosa, pero pasó sin relieve. La literatura lo electrocutó en la adolescencia. ¡Y de qué manera! Le costó años domesticarla. ?Era otoño de 1980. Me lo expliqué como el origen de una violenta vocación?. ¿Violenta? ?Sí, cuando notas que todos los rasgos de tu personalidad ?emocionales, intelectuales, incluso te diría que somáticos? se movilizan en una dirección, y te sientes absolutamente secuestrado por una intuición. La vocación es algo elástico que ocupa todo el espacio disponible?. Mucho se ha preguntado por qué ha dedicado las mejores horas del día, los mejores días del año, a hacer lo que nadie le había pedido: ?por vocación literaria?, ratifica. ?La única manera de perdurar en este mundo es la perfección. Todo mi anhelo es hacer una obra digna de perdurar para resistir el efecto de lo etéreo, no por la gloria personal?. Un párrafo al día, uno solo, esa es la medida que se exige cuando está escribiendo. Vive con la tranquilidad de haber terminado su Tetralogía de la ejemplaridad antes de los cincuenta. A veces llora, como cuando ve en televisión carreras de relevos; en ese justo momento en que los atletas se pasan el testigo, ejemplarmente, el estómago en la boca. (Cultura|s / La Vanguardia)
Altísima, de nariz aguileña, hombros rotundos, cuello de cisne, dedos largos y cabello azabache recogido con rabia; su perfil podría escrutarse como el de una esfinge egipcia, el de una prima donna de la ópera o una modelo de alta costura, pero, en realidad, Jacqueline de Ribes representa un auténtico fin de raza: la mezcla perfecta entre aristócrata, musa y mecenas de creadores. Unicornio de marfil la llamaba el poeta couturier Yves Saint Laurent; ?giraffina?, en alusión a su esbelto cuello, la apodó Emilio Pucci. La última reina de París certifica uno de sus primeros pupilos, Valentino, a quien conoció cuando el diseñador era un joven de 16 años que trabajaba en el atelier de Jean Dessès y adoraba la expresión dramática ?y humorística? de la condesa de Ribes cuando se apeaba de su Rolls-Royce y empezaba la fiesta en el taller. Luchino Visconti la soñó en el papel de Oriane de Guermantes para su adaptación cinematográfica (nunca filmada) de En busca del tiempo perdido, y a Truman Capote le enfadaba que no quisiera contarse, con Marella Agnelli o Lee Radziwill ?hermana de Jackie Kennedy?, entre los cisnes de su corte. Durante décadas, no faltó a ni una de las fiestas de la alta sociedad que infusionaban arte, poder, glamour, frivolidad e influencia, igual en París que en Nueva York; fueran los anfitriones los Rothschild o el extravagante Carlos de Beistegui y de Yturbe. Su nombre, una contraseña para iniciados, es sinónimo puro de la elegancia à la française. Ahora se la reconoce ?y celebra? en el Metropolitan Museum de Nueva York, que le dedica una exposición pionera inaugurada este mes: si pocos son los couturiers que han merecido tal honor (Saint Laurent, Hubert de Givenchy, Miuccia Prada), Jacqueline de Ribes es, a sus impresionantes 86 años, el primer icono de la moda en traspasar las puertas del templo de esa nueva religión laica que es la moda. Su vida podría dar cuerpo a una novela de Balzac: Jacqueline de Beaumont nació un 14 de julio ?una fecha señalada para la futura embajadora del chic francés? en una familia absolument Faubourg Saint-Germain. El crac de 1929 estaba a punto de estallar, pero su abuelo materno, el banquero Olivier Rivaud de la Raffinière, capeó la crisis, y su padre, el conde Jean de Beaumont, se dedicó a multiplicar los ceros del abultado capital familiar apostando por el comercio exótico (de la banana al caucho). Su infancia discurrió entre el castillo de la abuela, las nannies y los días de sol en Saint-Jean-de-Luz. De joven debutó con brillo en los grandes bailes venecianos de Beistegui o el Black & White de Capote. Una educación impecable y la herencia de un padre (ausente, para variar) que amaba el esquí y una madre que traducía a Hemingway harían el resto. En 1849 se casó, jovencísima, con el vizconde de Ribes: se convertiría en lo que hoy se denomina socialité, y haría de la haute couture una seña de identidad personal tan reconocible como su porte de estatua (que Horst, Avedon, Bailey, Beaton o Doisneau inmortalizarían). En su fabulosa colección destacan los modelos de Saint Laurent, Valentino, Dior, Ralph Lauren, Armani, Emanuel Ungaro, Galliano o Jean-Paul Gaultier, que le dedicó una colección en 1999 titulada Divina Jacqueline. De Ribes es el último ejemplar de una especie casi extinta: una mujer culta que encarna, además, la quintaesencia de la elegancia. Y una virtuosa del arte social, heredera de una visión del mundo que reunía a artistas y aristócratas para descorchar la vida bajo las lámparas de araña. Autorretrato / Mariano Rajoy A algunos nos enseñaron en el colegio que hacer campaña por uno mismo queda feo. A Rajoy, en cambio, no le preocupa desoír aquello de que ?obras son amores, y no buenas razones?. ?Me voy a votar a mí mismo porque confío en mí, me conozco bien y hago justicia? confesaba esta semana en la Cope. Un hombre de gustos sencillos que desayuna con el Marca, un señor de provincias que toma distancia ante lo hipermoderno. Esperemos que Bertín no lo siente en su tresillo ni lo pasee por la dehesa. Mirada al pasado / John-John Kennedy Nunca hubo un nombre con tal aliteración: John al cuadrado. Se convirtió en los mismos Estados Unidos de América cuando saludó al féretro de su padre como un niño hombre. Habría cumplido 55 años el pasado miércoles de no haber sido por aquella avioneta. Fue abogado y editor de George, aunque se quedó en promesa. La política había sido puntualmente sexy antes de él, pero la maldición de los Kennedy enterró una de las mejores genéticas de la historia. Imparable / Adele Cuando Spotify parece haber vencido definitivamente a las tiendas de discos, Adele vende casi dos millones y medio de copias en la primera semana de 25, su tercer álbum. Fuera del canon, desde su cuerpo hasta su voz, Adele conquista nuevas metas. Incluso los que somos alérgicos a su chorro de voz, debemos de aceptar que puede con todo, ya sea versionear Hello con instrumentos infantiles y su pose de matrona inglesa o arrinconar los dispositivos 3.0. Toda una heroicidad. (La Vanguardia)
Parece interesante el vaticinio del sabio John Preskill: pronto podremos descifrar, a partir del humo y las cenizas, el contenido de una enciclopedia aunque esté totalmente calcinada. Resulta conmovedor saber que el rastro de la palabra “fútbol” es totalmente distinto al de la palabra “literatura” y no nos referimos, por supuesto, al fácil procedimiento que mediante la comprobación de la diferencia de peso -por la cantidad de tinta empleada- nos dice si los volúmenes A y B de dicha enciclopedia, de igual número de páginas, tienen o no el mismo texto. Preskill, anuncia recomponer una biblioteca a partir del aire en el que flotan las palabras escritas, en el mismo aire en el que flotaron las ideas que alumbraron los libros. Quizá habrá que pedirle que investigue un poco más, que avance en el desarrollo de una tecnología que ya parece insuficiente. John, por favor, dinos: ¿qué diálogo olvidó Cervantes, qué verso Quevedo?
La venezolana-boliviana Magela Baudoin ganó la segunda convocatoria del Premio Hispanoamericano de...
En 1989 Arthur Miller tenía 74 años y fue entrevistado por Héctor D´Amico para la revista de La...
GANADORA.- La escritora boliviano venezolana Magela Baudoin es la ganadora de la segunda convocatoria del Premio Hispanoamericano de cuento Gabriel García Márquez,
con La composición de la sal. El premio se entregó hace unos momentos en Bogotá.
Rodrigo Fresán comenta la lectura de Charles Bukowski: On Writing, una colección de textos breves,...