Basilio Baltasar
Para que nos venza la curiosidad y no resistamos la tentación de abrir los correos que llegan a nuestro ordenador con remitente desconocido, a sus maliciosos autores se les ha ocurrido la feliz idea de anunciar con titulares irresistibles su mensaje.
Castro ha muerto, dice uno de ellos. Putin ha muerto, dice otro. Hay un titular que además de improbable es insuperable: Saddam no ha muerto.
Como la intención de los correos es traspasar las medidas de seguridad del ordenador para instalar en su circuito el virus que ponga nuestros documentos en manos extrañas, hay que atribuir a estos laboriosos piratas informáticos una pericia sofisticada y un esmero profesional encomiable. Aunque no sepamos qué ganancia sacarán al hurgar en los archivos de destinatarios elegidos al azar.
La selección de los asuntos escogidos para captar nuestro interés pone en evidencia el escaso respeto intelectual que merecemos los internautas. Emulando la habilidad del estafador que reconoce de un vistazo a la más tonta de sus víctimas posibles, el pirata nos tienta con titulares bastante ridículos. Es probable que Putin o, incluso Castro, fallezcan un día de éstos pero la noticia sobre Saddam más bien parece un sondeo. Como si el pirata quisiera atraer a su redil tan solo a los que habiendo visto el vídeo de la ejecución estuvieron en condiciones de pensar que era un montaje.
Excitando el instinto de la sospecha, siempre a flor de piel, el hacker obtendrá una curiosa relación de ingenuos desconfiados. Un selecto mailing, como se dice ahora por pereza, de incautos dispuestos a picar el anzuelo.