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Motivos criminales en Fago

Por 22 de enero de 2007 Sin comentarios

Basilio Baltasar

Aunque por motivos obvios de autoestima prefiera no tenerse en cuenta de dónde procede nuestra cultura, de vez en cuando conviene recordar el origen de los actos de imitación cometidos para homenajear a nuestro primer padre Caín.

La herencia legada por este patriarca bíblico a sus descendientes no ha consistido tan sólo en la osadía de matar al prójimo sino en la susceptibilidad que le llevó a descubrir el misterio de la sangre derramada. Si hacemos caso del Génesis, el semblante de Caín decayó cuando su ofrenda de agricultor fue rechazada en un concurso de ganaderos. Con lo que el crimen fundacional de nuestra historia consagra a la estupidez como una de las apacibles formas del mal.

Ha sido por vergüenza que la literatura moral prefiere ensalzar la codicia o el odio como los abominables instintos de la locura criminal de la Humanidad, en lugar de resignarse a lamentar con espantado asombro el poder de la estupidez.

Un memorable film de los hermanos Cohen estuvo dedicado a este tenaz fulgor del comportamiento humano y a la orgullosa miopía antropológica que nos impide darle el lugar que le corresponde. En Fargo (1996), un pueblo perdido en un desolado cruce de carreteras, una respetable familia de idiotas y una pareja de criminales necios protagonizan un espeluznante enredo.

Ahora las crónicas nos descubren que en una aldea pirenaica llamada Fago sus veinticinco vecinos hacen mutis por el foro. El énfasis puesto en este silencio colectivo es extraño pero consigue reproducir la atmósfera de culpabilidad que olisquean los periodistas. Por lo visto, según los testimonios anónimos recogidos, el asesinato del alcalde es algo que "se veía venir" pues desde hace tiempo se consideraba excesivo el celo que el muerto ponía en el desempeño de su cargo. Al parecer era un tipo vehemente dispuesto a subir las tasas municipales y a exigir el cumplimiento de cuanto reglamento estuviera en vigor. Incluso se dice que, en flagrante ostentación de autoridad, negaba el empadronamiento a los extraños.

Estas son las pistas que sigue la Guardia Civil para atrapar a los que mataron al alcalde con un disparo de postas. Y ya es incontable el número de lectores dispuesto a considerar seriamente que con estos indicios cualquiera puede ser el asesino.

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Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

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