Jean-François Fogel
Último número (41/42) de Encuentro de la Cultura Cubana. Creo que me llegó un poco atrasado al leer en la cubierta “verano/otoño de 2006”. No importa: Encuentro es una revista que aguanta. Sobre todo un artículo que me fascina: “Radiografía de un desencanto”. Es un análisis muy preciso dedicado a la relación entre Carlos Fuentes y la Revolución Cubana.
Su autor, Ana Pellicer Vásquez, nota muy bien la voluntad del escritor mexicano de ser un “intelectual total”, un hombre que asume la creación artística y el compromiso social de la misma manera que se siente responsable del legado del pasado como del progreso contemporáneo. Creo que es un artículo que se podría copiar y pegar cambiando meramente el nombre de Fuentes por otro para tener el relato de lo que ocurrió con muchos autores.
El proceso, “del entusiasmo al desencanto”, fue siempre el mismo con un punto de llegada compartido por casi todos: el caso Padilla en 1971. La supuesta confesión del poeta acusándose de faltas imaginarias y la “carta abierta” a Fidel Castro de varios intelectuales (incluyendo a Fuentes) denunciando la farsa queda como el divorcio nunca superado entre la Revolución Cubana e intelectuales de fama internacional.
¿Y después qué? La respuesta es quizás lo mejor del articulo: “A la luz del tiempo y las experiencias, Carlos Fuentes habla poco sobre su militancia revolucionaria de los 60. Procura mantenerse firme en su oposición a Fidel Castro, pero prudente en la critica.” Firme pero prudente es la exacta definición. En la excelente “cronología personal” escrita por el propio Fuentes, en tercera persona, apenas aparece Cuba y no hay referencia a lo que fue, en su época, un episodio contundente de la vida internacional.
Ana Pellicer explica muy bien la razón de este tibio compromiso: las autoridades cubanas dedican muchos esfuerzos y atención a una pelea política que en el fondo molesta a los artistas. Luchar solo contra la propaganda de un Estado es un combate perdido y además es una pérdida de tiempo. De vez en cuando, aparece un artículo como éste que recuerda esa manera de aplastar al talento en nombre de una dictadura. Otro ejemplo es Informe contra mí mismo, las memorias de Eliseo Alberto, “Lichi”, las he vuelto a abrir al terminar el artículo sobre Fuentes. Unas páginas terribles recuerdan cómo el Consejo Nacional de Cultura se dedicó, en Cuba, a quitar trabajo a artistas y desdeñarlos ante sus vecinos. Era, escribe “Lichi” citando a Lezama Lima “como si le pusieran una inyección antirrábica a un canario”.