
Basilio Baltasar
Revista El Ciervo (septiembre-octubre 2023)
Unos rizos vegetales de hierro forjado ornamentaban el portal de la biblioteca pública sobre la que viví hasta los siete años. Abría la puerta de casa, bajaba los peldaños de la escalera y entraba en el venerable recinto. Pasé innumerables tardes de invierno contemplando con asombro las láminas de los libros ilustrados y leyendo los que me prestaba la elegante y señorial bibliotecaria. En una silla elevada que parecía hecha para mí, con los codos en la robusta mesa de roble, envuelto por un silencio similar al de la iglesia, aprendí a comportarme con la discreción del desocupado y callado lector. Cada uno se inclinaba sobre su libro, deslizando el lápiz sobre su bloc de notas, ensimismado y ajeno a los demás; se levantaban sin hacer ruido y regresaban a su asiento con los volúmenes que iban a consultar. Ante los robustos estantes de madera tallada, que albergaban una prodigiosa inmensidad y elevaban las obras maestras hacia los altos techos del salón, me pregunté muchas veces cuánto tiempo necesitaré para leerlo todo. Estos pensamientos fugaces, destellos intuitivos, más frecuentes a esa edad de lo que solemos recordar, surgían en mi imaginación como un preludio teatral…