
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
Nos cuenta la BBC que en Turquía han encontrado los huesos de una hermana de Cleopatra. La arqueóloga, Hilke Thür, de la Academia austríaca de Ciencias, considera sensacional haberse encontrado con los restos de la princesa Arsinoé y poder afirmar sin ningún género de dudas el origen africano de Cleopatra.
Alentado por el sentido común, el profano se preguntará ¿de dónde iba a ser la Reina de Egipto?
El hallazgo promete ser una perturbadora revelación entre los que concedían a la dinastía macedonia de los ptolomeos haber dominado con su sangre europea la tierra de los faraones. Podrá parecer una aburrida controversia de eruditos pero lo cierto es que los huesos de Arsinoé acabarán con presunciones muy arraigadas en la comunidad académica europea.
Uno de los primeros en denunciar la subordinación científica al instinto de superioridad fue Martin Bernal. El historiador y políglota británico desveló con su Atenea Negra cómo la Grecia clásica que todos hemos estudiado en el colegio había sido una invención ideológica del romanticismo alemán.
Según las provocadoras observaciones de Bernal los redactores de la Historia europea omitieron deliberadamente de sus estudios algunas de las fuentes orientales del conocimiento griego. A pesar del testimonio de los propios filósofos y matemáticos de la Grecia clásica, los filólogos alemanes elaboraron un modelo ario de la Historia. Por razones que el paso del tiempo va revelando como fruto de una asustadiza miopía, al siglo XIX le resultaba muy necesario descartar la influencia de la tradición egipcia en el nacimiento de nuestra cultura. No sólo estaba en juego la aventurera pasión de individuos como Lord Byron sino el derecho de los europeos a gobernar a su antojo al mundo.
No debemos pensar que la disputa pertenece exclusivamente a un expediente universitario. En la polémica se enmascaran visiones del mundo que hoy siguen enfrentadas. Mientras a los Ilustrados les parecía necesario investigar el rastro de la sabiduría y remontarse hasta Egipto, la reacción anti moderna necesitaba la autoridad y el prestigio de un clasicismo perfecto.
Representantes de las dos corrientes históricas -cuyo aspecto podemos reconocer en declaraciones muy contemporáneas- mantienen hoy la vigencia de una pugna que, como diría Víctor Gómez Pin, a todos concierne.