Basilio Baltasar
El artículo que publicó ayer en El Periódico de Catalunya Félix de Azúa es una diatriba nihilista contra el embuste nacional. No deja títere con cabeza y da mandobles a izquierda y derecha. Pero su artículo de despedida es también un reproche a sus lectores. Somos fieles comparsas de su mordaz espíritu crítico tan solo para disimular nuestra impotencia política. Si tan mal van las cosas ¿por qué no sabemos poner remedio? La crisis institucional, jurídica, económica… es la metástasis de un país al que tanto le da gritar como bailar.
Los signos nefastos no han servido para nada. Y no por falta de agoreros. Se ha cumplido la maldición: al borde del llanto, con sus duelos y quebrantos, la ciudadanía, desconcertada, se teme lo peor. ¿O acaso sólo teme descubrir lo peor? Ese momento fatal en que ya no sea posible seguir viviendo en el engaño.
¿Para qué sirve un analista de la actualidad? La pregunta que nos espeta Félix de Azúa nos afecta terriblemente. Y deja en evidencia la ficción cultural, institucional y política de una sociedad desmembrada, condenada a ignorar el significado de sus desvaríos.