El lunes 23 de junio, día en que todos los periódicos dedican parte de su primera página a la victoria de España frente a Italia, en un importante diario de Barcelona el vicedirector recordaba oportunamente lo siguiente:
"El fútbol es una industria controlada por tecnócratas. Desde la FIFA hasta millonarios con fortunas de dudosa procedencia que compran clubs. Estamos ante un juego ejecutado por escuadras simbólicas que jamás resistirán una limpieza étnica, so riesgo de descender a divisiones carentes de rentabilidad. Quizás por ello propicia el tráfico de niños africanos que patean pelotas de trapo en sus países de origen con la esperanza de que, patera de por medio, acaben siendo el Droghaba de turno."
Tras constatar que el fútbol vincula en una misma causa extremos ideológicos de la sociedad (¡aquella vieja retórica falangista de que España era más importante que la polaridad derecha/izquierda! "antes roja que rota...") el mismo articulista evoca al escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien se habría mofado de una izquierda que atribuía al fútbol un papel narcotizante, apto a convertir al pueblo-siempre amenazante para cualquier sistema embrutecedor de vidas-en manipulable masa.
En la relativamente moderada Barcelona cuando de explosiones de españolidad se trata, el 22 de junio por la noche un monumental barullo de bocinas hizo a todos saber la buena nueva del triunfo sobre Italia. El asunto de las 65 horas de esclavitud, con las que los secuaces del auténtico Señor amenazan en Europa a los trabajadores no ha provocado, que yo sepa, bocinazo (esta vez de indignación) alguno. Cuando este texto aparezca, España se habrá enfrentado otra vez a Rusia. El tenebroso "a por ellos" habrá sido escuchado y mentalmente iterado por millones de amenazados por la esclavitud y las hipotecas. Pues bien:
Exponiéndome a que Eduardo Galeano y tantos otros me consideren un trasnochado despreciador de un deporte que sería sana expresión de valores populares, repetiré lo que escribía antes del encuentro España-Rusia de hace unos días: "de ganar los colores propios, ninguno de los que somos víctimas de reales frustraciones ganará en realidad nada, pues la borrachera de la victoria quedará reducida a resaca; mas en caso de perder, la resaca será auténtica y la vomitona se añadirá a las que ya convierten cotidianamente la vida en un asco."
