Skip to main content
Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

Blogs de autor

El abismo blanco

Al poner el énfasis en la complicidad de su poesía con la música, Mallarmé  no se remonta a la atmósfera primigenia del lenguaje. Se refiere clásicamente a la música en el "sentido griego",  a su entender  Idea o ritmo entre las relaciones (Idée ou ryhtme entre les rapports). Caracterización sin duda problemática pero sobre la que vierte una luz  de la obra más ambiciosa en la forma, ese "Jamais un coup de dés..." en cuyo Prefacio se nos dice que todas las partes del poema, blancos incluidos, no son otra cosa que "subdivisiones prismáticas de la Idea". Sobre la exigencia de trabajar el blanco escribe en términos radicales y con explícita  eferencia a la música:

"La armadura intelectual se mantiene en el espacio que aísla las estrofas y entre el blanco del papel: significativo silencio que no es menos bello a componer que los versos".

Apoyándose en afirmaciones como ésta muchos son los que  casi  han homologado en peso el trabajo de Mallarmé con el "abismo" blanco.  Conviene, desde luego, al respecto cierta prudencia. Esa misma prudencia que el compositor Tomás Marco pedía en relación  a Cage afirmando que a éste "no le interesaba el silencio, sino lo que se escucha durante el silencio".

Mas el silencio o el blanco no valen en su  indeterminación. El músico y el poeta exigen silencio y blanco concretos, es decir, aptos a ser impregnados por la estructura propia de cada frase. Pues como la frase,  para ser verídica, no puede nunca ser mecánica iteración tampoco puede ser prima o indeterminada la materia en que se inscribe.

Precisamente como trasfondo esencial de  tal escucha el silencio debe ser aprehenderlo si se da la fortuna de que se ofrezca  y hay que condicionarlo caso de que así no sea. Mallarmé prepara el blanco como si no se hubiera dado el kairos, como si no hubiera tenido la dicha de topárselo.

Leer más
profile avatar
4 de agosto de 2008
Blogs de autor

Conjunto no numerable de metáforas

Postulaba antes que el hombre resulta de una subversión ontológica sólo comparable a la que supuso la vida, a saber: que un código de señales se gustó a sí mismo. Mas si tal cosa ocurre, designar puede constituir como máximo un subordinado punto de arranque.

El lenguaje se muestra entonces como prodigioso encadenamiento de metáforas, carentes ya de toda pretensión designativa. De  ahí que al conjunto de tales metáforas  no pueda atribuírsele cardinalidad finita y que ni siquiera pueda ser ordenado numeralmente. Pues aunque el número de átomos de la naturaleza (y por ende el monto de partículas realmente elementales) sea finito, como el rebelarse del código implica no subordinarse a ese conjunto, la eclosión de frases nunca antes forjadas no está acotada por tal finitud del registro natural. Mas también, al no respetar principio alguno que pudiera sustentar una ordenada sucesión, no cabe equiparar el fluir de las metáforas a la generosidad  infinita de números naturales.

Que por su rebelión el antiguo código ya no dependa de las posibilidades del orden natural tiene como consecuencia  la trágica desnaturalización que para el puro animal que un tiempo fuimos supone el ser vehículo de palabra. La naturaleza misma viene  a ser inscrita en el orden del verbo, viene en consecuencia a convertirse en una idea;  viene sobre todo a ser esa idea de la que el código que ha dejado de ser tal tiende a alejarse. El llanto como el goce, de los que la palabra parece alimentarse, son ya efectos de la palabra misma, que aspira  literalmente a la pureza.

Quizás el reflexionar del fauno tuvo arranque en un sopor real, quizás efectivamente todo empezó en una siesta (esas ingenuas -más que irónicas- representaciones del propio poeta boludo), pero tal cosa es literalmente irrelevante.

Leer más
profile avatar
1 de agosto de 2008
Blogs de autor

Por qué Mallarmé

Claude Debussy puso un preludio a L'après- midi d'un faune. Dado que el poema de Mallarmé tuvo diferentes títulos, podemos poner énfasis en que se trata efectivamente de un preludio, al cual podría seguir la interpretación del verso mismo, y ello sin apartarse de la música. Pues no otra cosa que composición musical es ya el poema mismo. Poesía concebida como paradigma de la necesidad absoluta, tanto desde el punto de vista estrictamente verbal como desde el punto de vista de ese complejo de ingredientes a los que aludimos con la palabra música.

Muchos son los nombres que hubieran podido dar título a esta reflexión. Sin embargo Mallarmé se impuso casi espontáneamente y para ello ha de haber una razón. Obviamente está en primer lugar el hecho mismo de que la obra de Mallarmé haya efectivamente llamado la atención de músicos, algunos tan extraordinarios como Debussy. Una segunda razón es que los analistas del lenguaje poético han encontrado particularmente fértil acercarse a la obra de Mallarmé e intentar desvelar su estructura utilizando categorías procedentes del análisis musical.

Así, por poner un ejemplo centrado en "La siesta de un fauno" (L'après midi d'un faune) se ha señalado por varios autores que tanto al nivel global del poema como de líneas individuales, estaríamos ante una superposición de ritmos, uno nuevo siendo inducido a partir de otro ya dado. Cuando la sustitución se ha cumplido aun tenemos en mente el anterior, de tal manera que según expresión de Gerard Manley Hopkins "dos ritmos están de alguna manera funcionando a la par" y ello conferiría al todo una estructura que cabría llamar contrapuntística.

Esta idea de Hopkins es aplicada a Mallarmé por Anne Colmes en un excelente artículo en el que se sintetizan trabajos de diferentes autores relativos al lazo entre Mallarmé y la música (Counterpoint in Mallame's L'après-midi d'un faune. French Studies, Vol 57 No 1, 27-37.)

Esta complejidad rítmica sería uno de los elementos que conferiría a los versos una connotación de sofisticada disonancia. El efecto, nos dice Colmes, se produciría (y a veces se acentuaría pues estaría ya operando por otro medio) mediante recurso al alejandrino "en escalier" (es decir su división over two or even three lines of verso). El alejandrino en escalier mantiene en si la huella de lo que sería el alejandrino no quebrado, de lo cual la superposición de ritmos.

Mallarmé habría asimismo alcanzado la complejidad rítmica superponiendo la enfatización de líneas finales- ritmo fuerte- con las técnicas de enjambement y de run on line. (All poets alternate the effects of strong rhytme with those of enjambement to produce variety. Mallarmé superimposes the second on the first, escribe Anne Holmes).

Muchos otros son los ejemplos que eruditos en análisis literario y musical nos ofrecen con vistas a poner de relieve que el vínculo entre Mallarmé y la música va más allá de una tangencial analogía. Pero lo que realmente cuenta trasciende el hecho de que Mallarmé haya llamado la atención de músicos y musicólogos. Se trata de algo a la vez menos contingente (dada la cantidad de escritos poéticos admirables en los que músico alguno ha fijado explícitamente su atención) y más elemental, a saber, que la escritura (siempre llamada a la escucha) de Mallarmé es realmente expresiva de un funcionamiento puro del lenguaje, un funcionamiento por así decirlo en el vacío, un funcionamiento en el que el lenguaje realmente tan sólo se nutre de sus propios frutos.

Leer más
profile avatar
31 de julio de 2008
Blogs de autor

Si Mallarmé

Aun con el bagaje elemental de que ahora dispongo, y aceptando por un momento esa conjetura de un origen en el que canto y palabra son indisociable matriz, cabe ya quizás avanzar la siguiente pregunta: ¿cómo era esa atmósfera primigenia, que un niño recrearía en el acto mismo de adentrarse en el lenguaje?

No somos ya obviamente niños, pero ¿está ya definitivamente perdido para nosotros todo rescoldo de infancia? Aquí es dónde cuentan los grandes de la narración y los grandes del verso. Cuentan Mallarmé y Garcilaso, como cuenta Marcel Proust. Cuentan no tanto por esa profunda reflexión (implícita en general) que realizan sobre las condiciones en que un decir verídico es posible y que pueden llegar hasta la exigencia de inmolación, sino por la veracidad de su decir mismo.

Veracidad del decir, del que separa ahora nuestra propia subjetividad, pues a diferencia del niño que ve las cosas a través de las palabras, nuestra subjetividad (tan cambiante en sus objetivos como idéntica a sí misma en el grado de fidelidad a prejuicios) intenta hacer de la palabra un instrumento al servicio de mundanos intereses.

Esos grandes a los que me refiero hacen incluso velada alusión a lo que sería un mundo en el que la palabra verídica y la música a ella inherente constituyeran realmente atmósfera. De ahí la expresión Si Mallarmé... que situaba al principio y a la que ahora doy complemento:

Si Mallarmé fuera atmósfera no habría en nuestro universo algo así como el discurso poético...simplemente porque tal decir sería nuestra relación inmediata con el lenguaje, y por mediación de ello nuestra relación con el mundo. Si Mallarmé fuera atmósfera, Parménides sería realmente lo que tal significante indica (aunque por desgracia ya asténicamente, extraviado como está su texto en uno de los compartimentos de la división de las tareas del espíritu y esterilizado por las gélidas matizaciones de la erudición filológica) a saber, la indisociabilidad de la radicalidad del pensar y de la veracidad del hablar. Si Mallarmé fuera palabra que resume lo usual de nuestra escucha y no mero significante privilegiado de esa rama tangencial que sólo a unos concerniría y que denominamos poesía (exquisitez para ociosos y en consecuencia moralmente deleznable)... entonces el entorno natural y social, los árboles, las ciudades, y los campanarios tendrían algo que ver con la atmósfera musical, cuyo eco al menos intentaré, algo más adelante, hacer presente invocando textos de la primera narración de la Récherche:

Leer más
profile avatar
30 de julio de 2008
Blogs de autor

Volver a oír la lengua

Algo habría en la palabra prístina que la poesía intenta reencontrar.

Tal reencuentro permitiría vincular música y palabra, mas quizás en un sentido del término música que sólo tangencialmente coincidiría con el usual. El proyecto sería, más allá de los rasgos propios de cada lengua, responder en nuestra escucha como en nuestro decir a un invariante que sería expresión de una determinación universal.

Tal hablar sería también previo al fenómeno propiamente cultural de la conversión de los tonos en escalas y del ritmo en métrica. Pues aunque la entonación de fin de frase se parezca a la quinta musical, el acento de palabra a una tercera y el acento dominado a una diferencia de un tono, no habría en realidad coincidencia y apuntar a los primeros apoyándose en los segundos constituiría algo así como una inversión de jerarquía.

Esta nueva relación con la lengua se traduciría, entre otras cosas, en dejar atrás la ordinaria forma de separar las palabras, marcada por arbitrarias normativas, derivadas de artificiales reglas de escritura. Invitados, en el mencionado encuentro de Ronda, a escribir una frase de cinco palabras, nadie de los que allí estábamos lo consiguió (escribíamos, de hecho, tres o cuatro)...y ello en razón de que, infieles a la lengua, no atentos a la lengua sino a lo que la convencional ortografía manda, simplemente separábamos lo que la lengua no separa.

La conjetura que allí se avanzó es que los niños cuando están aprendiendo a escribir, al no haber aun interiorizado la arbitrariedad de las convenciones, serían relativamente más inmunes a tales errores, que constituirían en realidad la expresión de un auténtico repudio de lo que es matriz de nuestra condición.

Leer más
profile avatar
29 de julio de 2008
Blogs de autor

Insignificante armonía natural

La interrogación arriba esbozada sobre el origen, la cuestión esencialmente antropológica del paso de un código de señales a la palabra que efectivamente hizo al hombre, se vincula a la cuestión musical en la medida en que se avanza una arriesgada conjetura, a saber:

Aun en la hipótesis de que, tras las esferas de la metáfora platónica, ciertas ondas sonoras primigenias fueran sometidas a regulación ya objetivamente armónica, de tal forma que la atmósfera primigenia de la mera vida posibilitara ya la acústica percepción de tal prodigioso trascender del puro ruido... sólo en la atmósfera prístina del lenguaje encontraría matriz lo musical y, en consecuencia, sólo allí cabría explicación del enorme peso que la música tiene en la vida de los hombres.

Sólo retrospectivamente, sólo proyectando sobre ella el peso de la palabra, el comportarse de la naturaleza objetiva (suponiendo que -tras la epistemología cuántica- quepa aun hablar de objetividad para referirse a una naturaleza sobre la que ninguna operación de medición habría incidido) puede, mera analogía, ser tildado de musical. A fortiori, válido es decir que los animales, por sorprendente acuidad perceptiva que puedan mostrar, sólo son testigos acústicos de una naturaleza estéril por lo que a generosidad musical se refiere, ello como consecuencia directa de su intrínseca insignificancia de no estar mediatizada por el significado del signo lingüístico. Consecuencia directa, en suma, de que sólo en el horizonte del lenguaje hay espacio para la significación.

A modo de ejemplo de lo que estoy apuntando evocaré de nuevo la escena vivida en un seminario que reunía en la ciudad de Ronda a músicos y filósofos. Se presentaba un texto griego de la poetisa Safo (o Safó, como el protagonista de la anécdota afirmaba que deberíamos pronunciar), se justificaba una traducción al castellano, escrupulosamente respetuosa de la métrica original... Finalmente una voz declamó el texto, primero en lengua griega y luego en la versión. Esta voz produjo en los oyentes una profunda emoción, vinculada al sentimiento de que efectivamente (tal como sostiene cierta escuela lingüística contemporánea) la profunda comunidad de todas las lenguas hace que ninguna sea radicalmente ajena, y que en algún registro uno siempre capta en ella más de lo que cree.

He señalado en varias ocasiones que una situación como ésta nos pone ya sobre la pista de lo que puede constituir una auténtica interrogación filosófica: simplemente se despertó entonces la curiosidad sobre si, en el origen, la lengua puede ser realmente disociada de la forma musical; curiosidad, en suma, relativa a si en el principio está el canto.

Leer más
profile avatar
28 de julio de 2008
Blogs de autor

Dónde se inserta un niño: la música

La matemática tiene- indicaba un eminente físico de nuestro tiempo -la virtud de emerger allí dónde en absoluto se la esperaba. Emerger, por ejemplo, en el seno de la música y además como elemento explicativo, como razón de la misma. Erwing Schrödinger sugiere incluso que el descubrimiento pitagórico de que el soporte acústico-ondulatorio (por utilizar una terminología anacrónica) de la música encubre determinaciones numéricas, es la base de la confianza, digamos ‘galileana', en la capacidad de la matemática para dar cuenta de la physis, de la naturaleza, por entero.

El compositor Tomás Marco recordaba en una reciente conferencia en Ronda la fascinación de compositores separados por siglos por la complicidad matemática-música. Y si en 1436 se inaugura Santa María dei Fiori con la interpretación de un motete que respondería a las mismas proporciones que la cúpula de la basílica... en la exposición internacional de Bruselas el pabellón Philips (encargado a Le Corbusier pero al parecer obra más bien de Xenakis) respondía al mismo plano que la obra musical de Iannis Xenakis.

Mas que la matemática sea alfabeto de la música, o al menos de un tipo de música, no ha de hacernos perder de vista que la música no tiene subsistencia fuera del ser mismo caracterizado por el hecho de dar cuenta. Música de acordes o música que parece subvertir todo acorde, mas en cualquier caso música ex- linguae, música que forjó a la humanidad en esa subversión respecto a la mera vida consistente en que un código de señales, gustándose a si mismo, se hizo palabra y singularizó radicalmente al animal humano. Música a la que se abre un niño cada vez que da un paso afirmativo en la durísima tarea de asumir su genuina naturaleza.

Sí, el niño ama intrínsicamente la música al igual que ama la geometría, ama esa intuición euclidiana a la que nada en el mundo físico da soporte. Y seguirá amándolas, a menos que una educación literalmente mutiladora de su humanidad le haga sentir que lo cabalmente humano está definitivamente perdido para él, o que, a lo máximo, queda un simple rescoldo apto para alimentar la nostalgia...

Y así, al igual que se diluye en una niebla la acuidad del hecho que en nuestra percepción de las cosas rige el teorema de Pitágoras, esa misma niebla diluye las diferencias de los colores y las formas. Pero diluye también (en razón de lo indisociable de tiempo y espacio en el acto perceptivo) la capacidad de ser impactados por las diferencias de intensidad o altura de los sonidos configuradores de todo espacio auténticamente humanizado. Por ello ese mismo niño que, en su mera aprensión de las cosas, modelaba a la vez el espacio y la materia, configurándose como un forjador de formas, es ya ahora tan sólo susceptible de captar (en la naturaleza, como en el marco urbano o en las obras artísticas) un mero esqueleto, a lo máximo una suerte de esquema: esquema en el que Venecia queda reducida a una impresión y en Alban Berg se percibe tan sólo lo que perdura en él de melodía.

Leer más
profile avatar
24 de julio de 2008
Blogs de autor

Dónde se inserta un niño: Teorema de los pastores

Vinculada a esta construcción simbólica sin objetividad física pero que marca la percepción misma que tenemos del entorno físico se halla también el universo de los números, el universo de lo que significa el contar y que en absoluto es reductible a un instrumento para cerciorarse de la presencia o ausencia de cosas animadas o inanimadas. Pues un perro-pastor percibe que le falta una oveja y percibe eventualmente que la descarriada ha retornado al rebaño, sin efectuar en absoluto una operación análoga al contar del pastor:

El primero tiene un lazo directamente sensible con todos y cada uno de los componentes del rebaño, que impregnan (de manera tan irreductible como lo es la individualidad) sus capacidades olfativa, acústica, visual, táctil y hasta eventualmente gustativa. De tal manera que la oveja perdida equivale para el animal a vacuidad, a vivencia sensible de una ausencia. El perro pastor, en suma, tiene experiencia (pues no a otra cosa que a afección por la individualidad se reduce la experiencia) de cada individuo y en consecuencia- si tal experiencia es ya constitutiva de su propio lazo con el mundo -se halla de inmediato perturbado por su ausencia.

No está ciertamente excluido que ese animal que es el hombre experimente asimismo la presencia de una de sus reses y, por ende, se halle sensitivamente afectado en ausencia de la misma. Mas, sencillamente, esto no es lo que le caracteriza como ser humano. La modalidad específica de constatar la riqueza (en lengua vasca rico-aberatsa- es literalmente poseedor de animales-abereak-) es contando, o sea, relacionando cada res con un elemento de un conjunto heterogéneo, la pila dónde esta su ración de agua por ejemplo. Si ayer ante cada pila se hallaba una res y hoy una de las pilas carece de función, el pastor sabe ya que, en el transcurso del día su riqueza ha menguado. Lo sabe sin contacto directo, o sensible percepción de la res misma, lo sabe, no por experiencia sino por su condición esencial de matemático. Teorema de los pastores era el nombre con el que el colectivo Bourbaki designaba a esta forma de relacionarse con el entorno buscando la posibilidad de biyecciones.

Leer más
profile avatar
23 de julio de 2008
Blogs de autor

Dónde se inserta un niño: El mundo de Euclides

La emergencia del hombre es indisociable de ese radical momento de discontinuidad en la historia evolutiva que supone la aparición de una especie cuyos miembros se vinculan mediante un sistema de signos que tiene una estructura y una función irreductibles a las de un mero código de señales. Cabe, pues, decir que cada vez que un niño se inscribe en el orden lingüístico (gracias a la actualización por la cultura de sus capacidades innatas) está de alguna manera rehaciendo el proceso que condujo a la aparición de la humanidad.

Pero la inmersión en el lenguaje no significa sólo añadir a la relación de un ser animado con el entorno natural una relación autónoma con el universo de los signos. Significa también que la primera inserción queda radicalmente perturbada por la segunda, es decir, que la naturaleza se hace ya indisociable de su simbolización.

Muchas son las consecuencias de esta imbricación entre percepción del entorno natural y vivencia simbólica. Sin vincular el problema explícitamente a la cuestión del lenguaje, la filosofía kantiana enfatizaba el hecho de que la percepción por el sujeto humano de su entorno empírico se halla sometida a una intuición a priori que determina la naturaleza del propio sujeto. Kant afirmaba que tal marco no era otra cosa que el tiempo y el espacio. Ese marco del que el hombre sería portador, y al cual todo objeto empírico habría de plegarse a fin de poder ser percibido, obedece estrictamente a una rigurosa ley interna, y ésta ley no es otra que la que mueve los hilos de la geometría euclidiana.

Es un lugar común de la divulgación científica contemporánea la afirmación de que la geometría euclidiana ha perdido su prioridad a la hora de dar cuenta del universo. Ello en razón de que el espacio newtoniano en el cual las leyes de tal geometría se cumplirían (a saber, un espacio de curvatura nula) carecería de objetividad física.

Y sin embargo, la geometría aprendida en la escuela sirve al hombre y ordena su mundo. Sirve la geometría euclidiana, porque sella nuestra mirada desde que abrimos unos ojos propiamente humanos (es decir, unos ojos exhaustivamente permeables al lenguaje y a los símbolos). Por ello, la geometría es enormemente valorada por los niños en el aprendizaje escolar, y toda quiebra en la capacidad de simbolización que representa el aprendizaje geométrico es vivida como mutilación dolorosísima.

El niño ama la geometría porque su pulsión por ubicar las cosas en el entorno, midiendo y sondeando las distancias entre ellas, es una operación indisociable de su capacidad misma de reconocer e identificar tales cosas. Este vínculo entre la identidad misma de las cosas y su caracterización geométrica, supone que la debilidad en la capacidad de discernimiento en el registro geométrico se traduzca en astenia de la capacidad perceptiva general.

Leer más
profile avatar
22 de julio de 2008
Blogs de autor

La narración (2)

La versatilidad, flexibilidad y creatividad del lenguaje a las que me venía refiriendo, no serían sencillamente posibles si el lenguaje no tuviera en su interna estructura ese doble rasgo generador de libertad que es la dualidad interna y la arbitrariedad del significante. Nunca se insistirá demasiado en que esta arbitrariedad, precisamente por suponer un grado de inadecuación respecto al entorno natural y respecto a la interna vivencia psicológica, abre un horizonte de creativa construcción y, en definitiva, de independencia respecto de lo dado.

Supongamos, en efecto, que todo en el orden de la designación de las cosas naturales funcionara al modo de las onomatopeyas, ¿cómo podría entonces el lenguaje suponer grado alguno de distancia respecto a la inmediatez del orden natural?; ¿cómo podría darse esa versatilidad que, por ejemplo, en la percepción de un paisaje pone de relieve un narrador?

Esta distanciación es tanto más de agradecer cuanto que la ausencia de lazo natural no supone en absoluto sujetiva y contingente elección de individuos. Dada la forma, es imposible prever el significado y viceversa, mas ello no significa que cualquier forma vale, ni que el capricho (o el intercambio de subjetivas decisiones) impera. Arbitrariedad sin sujeto caprichoso que la impone: tal es el meollo de la cuestión.

Decir que Shakespeare denotó convencionalmente tales o tales hechos por tales o tales palabras, no significa que se puso de acuerdo con otros individuos para tal denotación. En este sentido, cabe decir que en su tarea fertilizadora y creativa del lenguaje (se sabe que fraguó miles de vocablos), Shakespeare estaba más allá de la individualidad y la subjetividad (ésta última expresa esencialmente el lazo, de acuerdo o de conflicto, con otros individuos). Shakespeare es como el significante del hecho mismo de que la subjetividad se sacrifica, precisamente como condición de que el lenguaje se despliegue y se exprese libremente, aunque no gratuitamente.

Leer más
profile avatar
21 de julio de 2008
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.