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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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Pues todo ha de retornar,  como está escrito en las bóvedas de San Marco y como lo proclaman, bebiendo en las urnas de mármol y de jaspe de los capiteles bizantinos, los pájaros que significan a la vez la muerte y la resurrección. (III, 871)

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5 de agosto de 2010
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El mal y la impotencia de los buenos sentimientos

En un artículo de opinión publicado en El País, Carmen Chacón y Felipe González lamentaban la proliferación de "groseras" reivindicaciones económicas por parte de regiones septentrionales, quejosas ante un pretendido parasitarismo de las meridionales, y que serían contrarias a una tradición progresista de solidaridad inter-territorial, implicando en definitiva   que el modelo Padania se generaliza y suplanta a lo que otrora tomaba forma de reivindicación cultural y lingüística.

El argumento sería más convincente si los autores abordaran las causas de que ello sea así, y que no son otras que la imposibilidad de que el sistema económico-político universalmente imperante posibilite  la menor sombra de fraternidad entre pueblos. Citaré un párrafo de lo que yo mismo escribía a propósito de la inmunda causa de la Padania hace unas semanas en este mismo foro:

"Lejos quedaron los tiempos en que el Norte, a través de los ojos lúcidamente militantes del Visconti de La Terra Trema, se acercaba al Mezzogiorno de los pescadores de Aci Trezza  a fin de entender y denunciar  las razones contingentes de su  postración económica para mejor captar las formas de organización de la  vida cotidiana y la dignidad en la confrontación de aquellos hombres con la naturaleza, que hacían de aquel  pueblecito meridional el espejo de una  arcaica y profunda civilización. Cierto es que larelación de fuerzas permitía apostar a la idea de que el hombre estaba abocado a un destino trágico, pero no a un destino miserable. De aquella disposición de espíritu no queda ya rescoldo, y así el sálvese quien pueda se convierte en lema de  individuos  y de  pueblos".

Nada extraño pues- por ceñirme a nuestro país- en que la relación entre quienes se sienten españoles y quienes se sienten ante todo catalanes,  envenenada por columnistas  de Madrid que tildan  a Montilla de "charnego acomplejado" y lacayo de los nacionalistas, tenga contrapunto en  una cronista barcelonesa que  se refiere a  Cataluña como  a la "vaca que todo el mundo ordeña", víctima de "los vampiros que nos rondan"; nada extraño en que a la par que el concepto de España vuelve en ciertos periódicos a adoptar connotaciones que siempre dieron miedo al propio pueblo español)  en las declaraciones de nacionalistas  catalanes se intercalen declaraciones despectivas que aluden a los trabajadores del campo andaluz o extremeño   como parásitos subvencionados  de los que conviene despegarse por ser una rémora en la lucha por abrirse paso, en la brutal competición que hoy enfrenta a individuos, culturas, lenguas, y naciones (con estado y sin estado).

A este fétido estado de cosas no se escapa con sermones ni buenos sentimientos. Habrá fraternidad entre pueblos cuando la máxima subjetiva de la acción política vuelva a incluir objetivos de universal liberación, cuando la causa del hombre (abstracta si no plantea las condiciones sociales de posibilidad de realización de la naturaleza humana) vuelva a ser simplemente la causa final. Mientras tanto sólo cabe esperar la escapatoria individual y el desprecio a los que queden rezagados.

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27 de julio de 2010
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Filosofía y unidad de la razón

Lo que decía en el texto anterior sobre la filosofía como unidad focal designificación implica  que poner el énfasis en el vínculo entre filosofía y ciencia puede incluso ser contrario a la exigencia filosófica, si no se precisa que la filosofía es algo más que meta- ciencia. No se trata en absoluto de decir que tras la práctica científica surgen problemas teóricos a cuya confrontación llamaríamos filosofía. Se trata precisamente de reivindicar  una jerarquía contraria:

De las interrogaciones elementales surge la necesidad de análisis de fenómenos,  descripción de los mismos, y eventual ordenación en conjuntos, a todo lo cual   denominamos ciencia. De la ciencia pueden surgir aporías, por ejemplo relativas a la coherencia de sus diferentes ramas, que no conciernen directamente a lo que se planteaba en el origen. En este caso la meta-ciencia no es (al menos directamente) filosófica. Mas también ocurre que la reflexión meta-científica enlaza directamente con lo que desde el origen se formulaba, y entonces estamos de lleno en la filosofía.

Así prácticamente la totalidad de la producción meta-científica de Einstein,  en este caso meta-física, es puro retorno a los problemas de espacio tiempo, continuidad y cosmología que ocupan a la filosofía desde siempre, y  sistemáticamente al menos desde Aristóteles. Pueden darse muchos otros ejemplos de este auténtico reencuentro de la ciencia con su origen. Origen que debería determinar algo más que las consideraciones de aquellos científicos que (como en los casos de Einstein, John Bell o Erwing Schrödinger)  están ya avanzados en su propia disciplina.

Si la enseñanza, desde prácticamente la escuela primaria,  tuviera en cuenta el intrínseco lazo entre todas y cada una de las disciplinas del saber y las interrogaciones elementales de la Filosofía, si la savia  de esta ultima siguiera vigorizando el brazo de ella surgdo que constituye una disciplina particular...entonces no se daría  esa sensación, a la vez de dificultad y de indiferencia, que paraliza a tantos escolares a la hora de elegir entre materias  que, en apariencia, carecen de conexión entre ellas y de lazo con lo que a la vida de los hombres da sentido.

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20 de julio de 2010
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Función de la filosofía y concepto de universidad

En el texto que precede reivindicaba la concepción de la Universidad como tribunal de la razón cuya existencia independiente sería prueba del grado de salud alcanzado por la sociedad en la que la   institución se inscribe. Y evocaba al respecto el "Conflicto de las Facultades", texto en el que Kant sostiene que el Departamento de Filosofía ha de constituir una entidad administrativa como las demás en el entramado de la institución y sin embargo "toda la Universidad". La justificación de este privilegio reside en que la Filosofía, además de responder a específicas modalidades de los planteamientos de la Razón, integra asimismo aquello que de auténticamente universal  hay en los interrogantes de las disciplinas particulares.

Pues las cuestiones elementales que la Filosofía plantea y que, reitero, "a todos conciernen", son la auténtica matriz, tanto de la disposición espiritual que conduce a la ciencia como de la que conduce a la exigencia artística. La matemática, la reflexión musical, o la física teórica, encuentran en la filosofía un auténtico punto de convergencia, una "unidad focal de significación", según la formulación aristotélica. En  ausencia de esta última, las disciplinas particulares quedan privadas de significación, es decir  reducidas a la insignificancia. No otra cosa indicaba Descartes, cuando añadía a sus trabajos científicos ese prólogo reivindicador de la unidad de la razón   conocido como Discurso del Método. Cierto es que la distribución del saber está hecho de tal forma que los lectores de Descartes, o bien son especialistas en algún retazo del contenido científico, o bien son especialistas en el prólogo (estos últimos son precisamente los formados en la facultad de filosofía) Extraña quiebra que Descartes viviría como auténtica mutilación, pero que no escandaliza a los voceros culturales ni a los  responsables de nuestra formación [1]


[1]

Expresión tristemente ejemplar de esta situación es lo que hace unos años pasaba con la matemática (afortunadamente ya no es así). Pues se introducía a los niños en esta disciplina mediante la Teoría de Conjuntos, sin explicarles nunca cuál era la función quizás primordial de la misma, filosófica dónde las haya. Pues Georg Cantor, el fundador de la misma, pretendía ante todo disponer de un arma para abordar el problema esencialmente filosófico del infinito. Y cabe obviamente hacer matemáticas sin teoría formalizada de conjuntos, mientras que es imposible sin ella abordar con rigor "ese delicado laberinto" que, al decir de Borges, constituye la cuestión del infinito.

 

 

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16 de julio de 2010
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Adaptación de la universidad a la sociedad dada y prostitución de su ideario

Hace treinta años tuve ocasión de participar en un singular proyecto indisociablemente político e intelectual. El profesor Ramón Valls, eminente estudioso de Hegel, había sido nombrado Decano Comisario  y encargado de sentar las bases de lo que más tarde devendría Facultad de Filosofía de la Universidad del País Vasco, ubicada en la colina de Zorroaga en San sebastián. Yo entonces residía en Paris y daba clase en la Universidad de Dijon. Acepteé la propuesta siguiendo los pasos de Javier Echeverría, quien se había trasladado a San Sebastian desde Hannover.

En aquellos años el País Vasco era un auténtico hervidero y nuestro centro de Zorroaga se convirtió muy rápidamente  en un polo de atracción para toda clase de personas: estudiantes recién salidos del bachillerato obviamente, pero también trabajadores que se apuntaban a los cursos nocturnos, militantes políticos de las más variadas tendencias y profesores de diversas disciplinas(no sólo filósofos en el sentido convencional del término) que aceptaron la invitación de incorporarse al claustro de Zorroaga en razón de que presentían que la creación de una facultad de Filosofía era algo que va mucho más allá de la erección de un nuevo centro de estudios  con especialización disciplinar.

El ya fallecido filósofo francés Jacques Derrida fue uno de los que aceptó la invitación (junto a Pierre Aubenque, Julio Caro Baroja y tantos otros) de incorporarse al claustro, impartiendo un singular curso de doctorado que hubiera sido muy oportuno evocar durante las polémicas sobre la llamada declaración de Bolonia. Derrida se centraba en un texto de Kant que lleva el título de "El conflicto de las Facultades" y en el cual se defiende la tesis siguiente: el Departamento de Filosofía ha de constituir un departamento administrativo entre otros y sin embargo...toda la Universidad.

El substrato de la tesis de Kant es  la idea de que el concepto mismo de Universidad  exige que se de un lugar en el que las disciplinas particulares sean sometidas a un singular juicio, es decir:  sean  confrontadas  a las exigencias que se hallan en el origen de esas mismas disciplinas y que no son otras que exigencias puras de inteligibilidad. La Filosofía juzga del grado de fidelidad de cada disciplina del espíritu a lo que de hecho constituye su propia matriz.. En este sentido la Filosofía es la condición de posibilidad de que se configure  una universidad digna de tal nombre, es decir un lugar caracterizado por el desinterés y auténtico espejo de todo ideario de libertad y enriquecimiento del  espíritu que pueda darse en la sociedad global.

Útil es recordar  todo esto cuando, con motivo del proyecto de Bolonia, se repite una y otra vez que la Universidad ha de estar al servicio de la sociedad y que este servicio sólo es posible si la formación que depara  responde a las exigencias (económicas en primer lugar) de la misma.

Se trata de una auténtica- y deplorable- inversión de jerarquía. Cabe decir de la Universidad lo que Marcel Proust dice del arte, a saber, que debe realmente servir a los demás, pero que ello sólo es factible siendo rigurosamente fiel a sus propias exigencias (ya he tenido ocasión de escribir al respecto que sólo el radical valor moral del Guernica es  corolario de su peso artístico y que de tratarse de una obra mediocre, en nada o muy poco hubiera contribuido a subvertir nuestras conciencias). ¿Podría la Universidad responder a su concepto si adaptase su configuración administrativa, sus planes de estudios y la ordenación de las disciplinas a una sociedad que estuviera caracterizada por la negación efectiva de libertades o el abuso del débil? Nadie se atrevería a sostenerlo. Pues bien: en nuestras sociedades hay múltiples colectivos-camareros y taxistas por ejemplo- en los que el horario de trabajo puede alcanzar las doce y hasta las catorce horas. Se trata de sociedades dónde esta forma de condena al embrutecimiento se complementa con un ocio más embrutecedor todavía, de tal manera  que e halla excluida  toda forma de humanismo, es decir, toda confianza en la sentencia de Aristoteles según la  cual está en la naturaleza de todos los humanos el deseo de una vida libre y lúcida.  ¿Es a las exigencias de este tipo de sociedades a lo que debe adaptarse la Universidad?

La Universidad no debe adaptarse a nada más que a las exigencias de  la razón y a los imperativos de la libertad. Y si esto es imposible en una sociedad dada es obvio que lo que que hay que transformar es la sociedad, en lugar de sacrificar el ideario de la Universidad. Seguiré tratando el tema.  

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8 de julio de 2010
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Una oportuna reflexión sobre lenguaje “sexista” y participios activos

Es bien sabido que el miedo a infringir la corrección política en materia de diferencia de sexos ha  perturbado hasta extremos de corrupción el vocabulario. Ello es sobre todo perceptible  en  la clase política, pero no exclusivamente. Si hace unos años un mandatario en Sevilla provocaba  la hilaridad al dirigirse a los miembros del cuerpo consular con la expresión " cónsules y cónsulas", un colega en tareas filosóficas se curaba en salud (hace ya más de un decenio) contra virtuales acusaciones de sexismo recurriendo para referirse a los miembros de la comunidad de hombres y mujeres,  al término que el creía neutro, de "humanes".

Como cada vez que la lucha efectiva contra aquello que margina a una comunidad de personas (sea o no  a  través del lenguaje) se sustituye por estéril denuncia meramente ideológica, cuya única ventaja es la de sentirse situados del buen lado, comprobar como una y otra vez los hablantes siguen pasiva y a- críticamente  estas convenciones lingüísticas, produce simplemente hastío. Pues bien:

Un amigo me hace llegar un texto sobre los participios activos de los tiempos verbales ( escrito al parecer por una profesora de instituto y que supongo debe estar ya circulando en Internet);texto cuya parte central me limito sin comentarios a transcribir aquí:

 

"El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". ¿Cuál es el del verbo ser? Es "el ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a éste la terminación "-nte".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.

De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no "pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", o "residenta".

Y ahora, la pregunta del millón: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).

Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto... Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el violinisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, y sobre todo el machisto."

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6 de julio de 2010
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Resurrección

En la Recherche se denomina resurrección a la transformación  cualitativa de  algo que acompaña a los hombres  en todo momento, pero que en la existencia ordinaria carece de acuidad, presenta aristas ficticias, superficiales. Lo que resucita son  los contenidos de la memoria, en la medida en que ésta deja de ser una facultad asténica, es decir, en la medida en que deja de ser lo que  habitualmente designamos  por memoria:

 "Estas resurrecciones del pasado, en el segundo que duran, son tan radicales que no solamente fuerzan nuestros ojos para que, dejando de ver la habitación que se halla en su entorno, contemplen la ruta bordeada de árboles o la marea que sube. Asimismo fuerzan nuestras fosas nasales a respirar el aire de lugares alejados, nuestra voluntad a escoger entre proyectos diferentes, que estas mismas resurrecciones nos proponen..." (IV, 453-454)

  ¿Razón de esta singular vivencia? Nada misterioso y ni siquiera nada nuevo tratándose del ser humano, del ser cabalmente humano, del humano -nos dice el Narrador- que precisamente en tales resurrecciones recupera su esencia. Pues el ser humano es portador de una prodigiosa capacidad de vincular lo que se da en la presencia y lo que está ya fuera de ella, de tal manera que "el comedor marino de Balbec (...) intentaba fragilizar la solidez del palacete de los Guermantes,  forzar sus puertas (...) pues siempre, en estas resurrecciones, el lugar alejado, surgido en torno a la sensación común, se superponía un instante, como un luchador, al lugar actual" (IV, 453)

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2 de julio de 2010
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El mal

En setiembre de 1991 Umberto Bossi anunciaba la creación de la "República de Padania in dependiente y soberana". La proclama se amenizaba con  retóricas referencias a la fraternidad de sus habitantes dispuestos a intercambiar como garantía de fidelidad a la nueva patria "nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado sentido del honor".

Las regiones septentrionales recubiertas por el nombre de Padania no tenían  lengua común que hubiera que defender frente a la  primacía del  Italiano, ni tampoco excesivo vínculo cultural e  histórico que las singularizara en el seno de Italia. Tampoco lo necesitaban, pues el programa se sustentaba simplemente en el rechazo. Rechazo a la unidad inter-territorial que vinculaba el Norte a un Mezzogiorno  al que Bossi se refería no sólo como indigente, sino como intrínsecamente parasitario. De ahí la distancia (concretamente en España) frente a la causa padana en   partidos nacionalistas que reivindicaban idearios de izquierda, y no sólo en ellos. Simplemente en aquellos años la relación de fuerzas imperante en el mundo no permitía aun (aunque ya se había iniciado el camino) que la reivindicación de la libertad de pueblos y culturas se sustentara en el repudio impúdico de comunidades menos favorecidas por el modelo de civilización fabril y el desarrollo capitalista. Gigantescos pasos se han dado desde entonces: 

"Nuestro pueblo primero"reza el lema del Bloque Flamenco, partido ilegalizado en 2004 por su carácter xenófobo. Con motivo de la victoria del NVA en las recientes elecciones belgas  ciertos comentaristas celebraron como excelente noticia que su líder de Weber hubiera logrado recuperar votos que años atrás capitalizaba la extrema derecha (también en España algunos decían que el ideario político de Aznar tenía la ventaja de hacer inviable la formación de un partido de tipo lepenista). Nada de extraño en esta recuperación si se miran los contenidos políticos: reticencias ante la incorporación de Turquía en la UE, liberalismo económico, privatizaciones, y sobre todo: proyecto de creación de un estado propio que liberara a Flandes del indeseable vínculo con el  Sur, ese Sur que, en palabras literales de de  Weber, no debería "tener miedo"por su victoria. Palabras que hubieran resultado mucho más convincentes si la campaña electoral no hubiera estado canalizada   hacia  la denuncia del carácter parasitario de la economía de esa Valonia sureña.  

 

Con motivo de las consultas "sobre el derecho a decidir"en localidades catalanas los dirigentes de Convergencia y Unió han encontrado un asidero  para no mojarse en exceso en ese pantano:la independencia no está madura,  pero sí debería estarlo...el concierto económico, es decir la gestión  independiente por Cataluña de sus recursos. Se esgrimen razones de  mayor eficacia técnica, pero en boca de comentaristas y tertulianos, cuando no de los propios dirigentes, se alude a un Sur de  masas agrarias habituadas a la existencia parasitaria  garantizada por subsidios bajo forma de peonadas que (mensaje más bien explícito que subliminal )estarían pagando en realidad los tan honestos como trabajadores y sufridos ciudadanos de Cataluña.

Ciertamente el Sur es extremamente flexible. Efectiva región meridional en boca de los padanos, el   Sur de los flamencos es norte para un parisino, y hasta podría  llegar a ser Sur esa Inglaterra  hoy repudiada   por los nacionalistas escoceses si no fuera que el enorme peso económico y financiero de  ese país niega lo que con la palabra se quiere denominar. Pues Sur se ha convertido en sinónimo de territorio de aquellos de los que conviene despegarse por que se les considera una rémora en la lucha por abrirse paso, en la brutal competición que enfrenta a individuos, culturas, lenguas, y pueblos enteros.

Lejos quedaron los tiempos en que el Norte, a través de los ojos lúcidamente militantes del Visconti de La Terra Trema, se acercaba al Mezzogiorno de los pescadores de Aci Trezza  a fin de entender y denunciar  las razones contingentes de su  postración económica para mejor captar las formas de organización de la  vida cotidiana y la dignidad en la confrontación de aquellos hombres con la naturaleza, que hacían de aquel  pueblecito meridional el espejo de una  arcaica y profunda civilización.  Luchino Visconti era un milanés alejadísimo por su condición social de sus modelos y protagonistas meridionales, pero sin embargo parece hacer su narración desde las propias entrañas. No se trata de una particular ascesis por identificarse al otro; de alguna manera su sensibilidad era entonces ampliamente compartida. Pues en el mismo Norte industrioso,  la moral social ambiente, hacía que el Mezzogiorno fuera percibido como una suerte de Italia secuestrada que, de liberarse, se revelaría en todo el esplendor de una civilización sellada por lo  elemental e inevitable, por lo que es común al ser humano en toda circunstancia.  De ahí el interés de Visconti por poner el énfasis en la losa económica y social que perturba hasta la corrupción la vida de unos pescadores que son como  paradigmas del lazo,  siempre conflictivo y hasta trágico, que el hombre mantiene con la naturaleza.

Simplemente el gran Visconti se acercaba al Mezzogiorno con mirada abierta y fraterna, y ello en razón de que   tal mirada no sólo era  posible sino que constituía  un corolario del sistema de valores que entonces regía y que tendía a trabar los lazos entre pueblos e individuos. Entonces la relación de fuerzas permitía apostar a la idea de que el hombre estaba abocado a un destino trágico, pero no a un destino miserable. De aquella disposición de espíritu no queda ya rescoldo, y así el sálvese quien pueda se convierte en lema de  individuos  y de  pueblos. El fantasma de fraternidad que recorría Europa ha sido reemplazado por un nuevo espectro: el del  miedo, la conservación a cualquier precio y  repudio de todo aquel  que desde la perspectiva de los logros propios ofrezca imagen de indigencia. Fantasma de derrota de las aspiraciones a la dignidad y a la libertad inherentes a la naturaleza humana;  fantasma, en suma,  del Mal.

                                                             ***

 

Hace unas semanas mantenía en este mismo foro una civilizada polémica con amigos míos como José Lazaro o Fernando Savater sobre la disposición de espíritu que, desde la Revolución de Octubre, había llevado a abrazar la causa del comunismo. Venía a decir que la deriva estalinista (posible en gran parte por el fracaso en la universalización del proyecto  y la canalización -en una Unión Soviética paranoicamente temerosa de la contaminación- de las energías a la vigilancia de la población interna) no permitía abolir el abismo que separaba la máxima subjetiva de acción de quien se afiliaba al Partido Comunista de la máxima subjetiva de acción de aquel que simplemente cerraba los ojos  ante un sistema cuya premisa es negar la equivalencia salva veritate de los seres humanos  y así intrínsecamente generador de esclavitud. Pues bien:

La proliferación de actitudes políticas como las evocadas constituye una muestra del tremendo fracaso para la condición humana que ha supuesto la decepción provocada por la Revolución de Octubre, la renuncia- inevitable quizás dada la relación de fuerzas- a la realización de su ideario y finalmente el desmoronamiento de los países que aun la representaban. Si todo ello no hubiera ocurrido, simplemente los Bossi y compañía no estarían en condiciones de salivar  sus impúdicas y odiosas declaraciones, no habría oídos que les prestaran atención, entre otras cosas porque lo que de noble pudiera haber en alguna de sus reivindicaciones concretas sería corolario ( como lo sería la causa de la igualdad entre hombres o mujeres o la de la salud de la naturaleza) de la lucha general  por la dignidad del hombre; lucha que la Revolución de Octubre encarnaba paradigmáticamente.

El mal no es la independencia de Flandes o Cataluña. El mal es que la reivindicación de la misma se sustente  en el desprecio. El mal es que la causa de dos pueblos con singularidad sustentada en esa cosa tan poco superestructural como es la existencia de una lengua, llegue a confundirse con la a todas luces inmunda causa de la inexistente Padania. Hubo un tiempo que se buscaban las causas de las diferencias sociales y de desarrollo entre los pueblos y se apuntaba a paliar aquello que tuvieran de injustas. Hoy se embrutece a los propios trabajadores en jornadas que retrotraen a la época de Dickens, se canaliza el resto de sus energías hacia la evasión futbolera, y se aliña el conjunto inculcando prejuicios sobre aquellos que no tendrían la suerte de ser tan trabajadores, limpios y eficientes desde el punto de vista de los intereses del sistema, como lo somos nosotros; como decía: el fantasma del Mal. 

 

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28 de junio de 2010
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Pérdida de una capacidad bíblica

Refiriéndose a los placeres mundanos ("que causan el malestar provocado por la ingestión de  un alimento abyecto" IV, 454), el Narrador escribe que los que a ellos se entregan, pura y simplemente quedan privados de una capacidad bíblica: "En todos los extractos de la sociedad, una vida mundana y frívola paraliza la sensibilidad y arranca el poder de resucitar a los muertos" (IV, 158).

 A menos de renunciar a leer la Recherche, esta declaración ha de ser tomada muy en serio. Marcel Proust tiene una concepción radicalmente redentora de su tarea, y de hecho la palabra "resurrección" aparece múltiples veces en los párrafos en los que se reflexiona sobre la misma. Obviamente  resurrección no significa aquí retorno de los cuerpos a la vida y con ello abolición del dolor de los que han amado tales cuerpos, pues el destino de los cuerpos de los muertos es la pura corrupción. Recuérdese: "Sólo hay recuerdo doloroso de los muertos. Pero estos se descomponen rápidamente y en el entorno de sus tumbas sólo perduran la belleza de la naturaleza, el silencio y la pureza del aire" (IV, 453).

Marcel Proust no es un negador del segundo principio de la termodinámica. La resurrección de la que nos habla es compatible con la flecha del tiempo y de hecho la presupone, como bien muestra el texto relativo a la muerte del escritor, como emblema de lo que supondrá la desaparición de la especie humana: "Iba así enfriándose progresivamente, pequeño planeta que ofrecía una imagen anticipada de lo que serán  los últimos días del grande, cuando poco a poco el calor se retirará de la tierra, y tras el calor la vida. Entonces la resurrección se detendrá, pues por muy adelante que en las generaciones futuras alcancen a brillar las obras de los hombres, nada renace ya cuando no hay hombres." (III, 689).

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24 de junio de 2010
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