Tras los instantes de dicha cae la imprevisible lluvia de azufre y de lava y entonces, sin tener el valor para extraer las lecciones de la desgracia, construimos de nuevo en los flancos del cráter. (III, 588)

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona estudios de Filosofía hasta el grado de Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico. Tras años de docencia en la universidad de Dijon, la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le confió la cátedra de Filosofía. Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo y en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia de las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.
Tras los instantes de dicha cae la imprevisible lluvia de azufre y de lava y entonces, sin tener el valor para extraer las lecciones de la desgracia, construimos de nuevo en los flancos del cráter. (III, 588)
A veces, al atardecer, cuando parecía cansada, él me señalaba en voz baja, cómo, sin darse cuenta, ella confería a sus manos pensativas el movimiento desasido, algo atormentado, de la virgen que introduce su pluma en el tintero que le tiende el ángel, antes de escribir sobre el libro santo en el que está ya trazada la palabra magnificat. (I, 607)
Y el ángel que transporta un sol y una luna ya inútiles cuando ha sido dicho que la Luz de la cruz será mil veces más potente que la de los astros; y el que introduce su mano en el agua del baño de Jesús para ver si está caliente; y el que surge de las nubes para poner la corona en la frente de la Virgen; y todos aquellos que inclinados desde la cima del cielo en los balcones de la Jerusalén celeste, alzan los brazos expresando su espanto y su alegría ante la visión del suplicio de los condenados y la felicidad de los elegidos.
(II, 197)
Como los bueyes de Laon subieron cristianamente hasta la colina donde la catedral se alza los materiales que sirvieron para construirla, el arquitecto los recompensó erigiendo sus estatuas al pie de las torres desde las cuales cabe todavía contemplarlos hoy, entre el sonar de las campanas y la estagnación del Sol, persiguiendo en el horizonte de las llanuras de Francia su sueño interior. Desgraciadamente, si no son destruidos, ¿qué no habrán llegado a ver en estos campos en los cuales al llegar la primavera ya solo florecen tumbas? Al tratarse de bestias, era todo lo que se podía hacer, ubicarlos así en el exterior, surgiendo como de un arca de Noé gigantesca que se habría detenido en éste monte Ararat, en medio del diluvio de sangre. (II, 1529)
Respiramos un aire nuevo, precisamente porque es un aire que hemos respirado antes, ese aire más puro que los poetas han intentado en vano hacer reinar en el paraíso, y que no podría dar esta sensación profunda de renovación si no hubiera sido respirado anteriormente, pues los verdaderos paraísos son los paraísos perdidos (IV, 449)
¿No me había equivocado al tomar estos arbustos que había visto en el jardín por dioses extranjeros, al igual que la Magdalena cuando, en un jardín diferente, un día en que el aniversario se acercaba, al ver una forma humana "creyó que era el jardinero"? Guardianes del recuerdo de la edad dorada, garantes de la promesa que la realidad no es lo que se cree, que el esplendor de la poesía, que la luminosidad maravillosa de la inocencia pueden resplandecer y pueden llegar a ser la recompensa que nos esforzamos en merecer, las grandes criaturas blancas, maravillosamente inclinadas sobre la sombra propicia a la siesta, a la pesca, a la lectura, ¿no eran más bien ángeles? (II, 458-459)
Pues todo ha de retornar, como está escrito en las bóvedas de San Marco y como lo proclaman, bebiendo en las urnas de mármol y de jaspe de los capiteles bizantinos, los pájaros que significan a la vez la muerte y la resurrección. (III, 871)
Me imponía el pronunciar una y otra vez el nombre de Gilberte, como esa lengua natal que los vencidos se esfuerzan en conservar, a fin de no olvidar la patria que no volverán a ver. (I, 490)
En un artículo de opinión publicado en El País, Carmen Chacón y Felipe González lamentaban la proliferación de "groseras" reivindicaciones económicas por parte de regiones septentrionales, quejosas ante un pretendido parasitarismo de las meridionales, y que serían contrarias a una tradición progresista de solidaridad inter-territorial, implicando en definitiva que el modelo Padania se generaliza y suplanta a lo que otrora tomaba forma de reivindicación cultural y lingüística.
El argumento sería más convincente si los autores abordaran las causas de que ello sea así, y que no son otras que la imposibilidad de que el sistema económico-político universalmente imperante posibilite la menor sombra de fraternidad entre pueblos. Citaré un párrafo de lo que yo mismo escribía a propósito de la inmunda causa de la Padania hace unas semanas en este mismo foro:
"Lejos quedaron los tiempos en que el Norte, a través de los ojos lúcidamente militantes del Visconti de La Terra Trema, se acercaba al Mezzogiorno de los pescadores de Aci Trezza a fin de entender y denunciar las razones contingentes de su postración económica para mejor captar las formas de organización de la vida cotidiana y la dignidad en la confrontación de aquellos hombres con la naturaleza, que hacían de aquel pueblecito meridional el espejo de una arcaica y profunda civilización. Cierto es que larelación de fuerzas permitía apostar a la idea de que el hombre estaba abocado a un destino trágico, pero no a un destino miserable. De aquella disposición de espíritu no queda ya rescoldo, y así el sálvese quien pueda se convierte en lema de individuos y de pueblos".
Nada extraño pues- por ceñirme a nuestro país- en que la relación entre quienes se sienten españoles y quienes se sienten ante todo catalanes, envenenada por columnistas de Madrid que tildan a Montilla de "charnego acomplejado" y lacayo de los nacionalistas, tenga contrapunto en una cronista barcelonesa que se refiere a Cataluña como a la "vaca que todo el mundo ordeña", víctima de "los vampiros que nos rondan"; nada extraño en que a la par que el concepto de España vuelve en ciertos periódicos a adoptar connotaciones que siempre dieron miedo al propio pueblo español) en las declaraciones de nacionalistas catalanes se intercalen declaraciones despectivas que aluden a los trabajadores del campo andaluz o extremeño como parásitos subvencionados de los que conviene despegarse por ser una rémora en la lucha por abrirse paso, en la brutal competición que hoy enfrenta a individuos, culturas, lenguas, y naciones (con estado y sin estado).
A este fétido estado de cosas no se escapa con sermones ni buenos sentimientos. Habrá fraternidad entre pueblos cuando la máxima subjetiva de la acción política vuelva a incluir objetivos de universal liberación, cuando la causa del hombre (abstracta si no plantea las condiciones sociales de posibilidad de realización de la naturaleza humana) vuelva a ser simplemente la causa final. Mientras tanto sólo cabe esperar la escapatoria individual y el desprecio a los que queden rezagados.
Lo que decía en el texto anterior sobre la filosofía como unidad focal designificación implica que poner el énfasis en el vínculo entre filosofía y ciencia puede incluso ser contrario a la exigencia filosófica, si no se precisa que la filosofía es algo más que meta- ciencia. No se trata en absoluto de decir que tras la práctica científica surgen problemas teóricos a cuya confrontación llamaríamos filosofía. Se trata precisamente de reivindicar una jerarquía contraria:
De las interrogaciones elementales surge la necesidad de análisis de fenómenos, descripción de los mismos, y eventual ordenación en conjuntos, a todo lo cual denominamos ciencia. De la ciencia pueden surgir aporías, por ejemplo relativas a la coherencia de sus diferentes ramas, que no conciernen directamente a lo que se planteaba en el origen. En este caso la meta-ciencia no es (al menos directamente) filosófica. Mas también ocurre que la reflexión meta-científica enlaza directamente con lo que desde el origen se formulaba, y entonces estamos de lleno en la filosofía.
Así prácticamente la totalidad de la producción meta-científica de Einstein, en este caso meta-física, es puro retorno a los problemas de espacio tiempo, continuidad y cosmología que ocupan a la filosofía desde siempre, y sistemáticamente al menos desde Aristóteles. Pueden darse muchos otros ejemplos de este auténtico reencuentro de la ciencia con su origen. Origen que debería determinar algo más que las consideraciones de aquellos científicos que (como en los casos de Einstein, John Bell o Erwing Schrödinger) están ya avanzados en su propia disciplina.
Si la enseñanza, desde prácticamente la escuela primaria, tuviera en cuenta el intrínseco lazo entre todas y cada una de las disciplinas del saber y las interrogaciones elementales de la Filosofía, si la savia de esta ultima siguiera vigorizando el brazo de ella surgdo que constituye una disciplina particular...entonces no se daría esa sensación, a la vez de dificultad y de indiferencia, que paraliza a tantos escolares a la hora de elegir entre materias que, en apariencia, carecen de conexión entre ellas y de lazo con lo que a la vida de los hombres da sentido.