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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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El retorno desde la ciencia a la filosofía

Algunos científicos sí efectúan este retorno a la filosofía al que aquí vengo refiriéndome Cuando el ya evocado físico austriaco Anton Zeilinger, realiza un experimento espectacular de tele-transportación del estado cuántico de una partícula situada en una isla de Canarias a otra partícula situada en otra isla de ese archipiélago, está realizando una performance técnica, pero él mismo percibe de inmediato que el comportamiento de ciertas entidades naturales que su experimento ha revelado contradice un postulado general de nuestra concepción de la naturaleza...e inevitablemente, en razón de esta inmediata percepción, se está convirtiendo en meta-físico.
En este caso, el postulado puesto en tela de juicio directamente es el principio de localidad (que en términos generales afirma simplemente que, en ausencia de intermediarios susceptibles de transmisión, una entidad A separada espacialmente de una segunda entidad B se haya a salvo de perturbaciones provocadas por lo que haya podido ocurrirle a la segunda), pero también otros principios están indirectamente aquí cuestionados, como lo están por otros protocolos matemáticos avanzados en los últimos decenios y que han tenido confirmación experimental. Me seguiré ocupando de este asunto, aunque no en la próxima columna en la que retomaré el tema de la imposibilidad de reducir a hombres y canes, la cual en lo que nos concierne es la garantía mayor para la filosofía.

 

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3 de enero de 2013
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La actitud ante la ciencia

La ciencia es minuciosa, y exigente con aquel que pretende abordarla. Las consideraciones generales sólo valen un momento, rápidamente hay que entrar en detalles. Al tocar un tema con cierta profundidad, el científico empieza recordando elementales cuestiones, al principio consideradas obvias, mas unos minutos después la pizarra o la pantalla se llenan de esotéricas figuras que derrotan al no suficiente iniciado, al que no realizó las necesarias mediaciones.
Mas para el que no se descorazona, para el que sigue con tenacidad y paciencia los meandros de una disciplina particular, la ciencia puede revelarse simplemente frustrante. Pues el tiempo se agota literalmente en la resolución de intrincadísimas fórmulas que a menudo conciernen solamente a un detalle del camino emprendido, detalle que, en razón de los propios recovecos del camino, ha perdido la perspectiva del paisaje general del horizonte de interrogantes en el que el pensamiento emprendió su tarea. Lo que se ha ganado en complejidad se ha perdido en significación, de tal manera que el espíritu baña literalmente en la insignificancia.
Y así, aunque nacida como exigencia de inteligibilidad vinculada a las cuestiones esenciales planteadas por el espíritu, arrancando en el estupor ante el comportamiento del entorno natural y la singularidad de los seres humanos, la ciencia se ve conducida al túnel de lo particularizado al límite, de lo carente de perspectiva, del detalle que sólo abre la puerta... a otro detalle. Tal es el momento de la inevitable especialización. "Espíritu sometido a la tortura de convertirse en máquina", cabria decir hegelianamente de ese momento. ¿Como ser fieles a la ciencia sin caer en la insignificancia? Obviamente es más fácil formular la pregunta que aventurar una respuesta. Quizás no hay remedio al principio, pues entonces la evocada lucha por descifrar y controlar los símbolos relativos al detalle puede acaparar todas las fuerzas de la inteligencia, quedando entre paréntesis la propia disposición subjetiva que condujo a buscar apoyatura en la ciencia.
Mas tal negatividad, tal momento de sombra, no coincide con el fin. La mediación por la ciencia se asemeja en ocasiones a una iniciación en la que sólo aquellos dotados de suficiente entereza salen enriquecidos. La riqueza consiste en este caso en el retorno al punto de partida, retorno a la interrogación filosófica. Pues bien:
Este retorno del estudioso de filosofía a su planteamiento originario, ya llenas las alforjas de los útiles indispensables, es como una proyección en la subjetividad del objetivo devenir del pensamiento, cuyo sentido se está evidenciando precisamente en nuestra época, entendiendo por tal el periodo que arranca a principios del siglo XIX y que recubre una secuencia de descubrimientos científicos que dejan literalmente estupefactos.
Tanto si los protagonistas de esos descubrimientos tienen formación filosófica como si no la tienen, es casi inevitable que la filosofía es a partir de ese momento cosa propia, lo cual no quiere decir que siempre respondan a esta llamada tan "indómita y nítida" como para el poeta John Masefield la llamada del mar (1).

 

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(1) Se trata de un fragmento de "Salt-Water Ballads".
: "I must go down to the seas again/for the call of a running tide/ Is a wild call and a clear call/ that can' t be denied.
 

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27 de diciembre de 2012
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Del buen uso de la erudición

El planteamiento ingenuo de interrogaciones está mal considerado por el mundo cultural. Se ha instalado subrepticiamente la idea de que para tener derecho a avanzar alguna de los asuntos que ocupan a filósofos, científicos, artistas, o a todos a la vez, hay ya de entrada que estar bien informado. Más que una persona tensada por lo desconocido e inquieta sobre su ser y su entorno, se exige de entrada ser una persona culta y hasta una persona erudita. Esto alcanza, desde luego, al mundo académico: un especialista en genética, por ejemplo, no sólo se siente incompetente para emitir una opinión sobre algún interrogante de interés general pero técnicamente objeto de la física, sino para formular el interrogante mismo, siendo obviamente cierta la recíproca, es decir, el temor a meter la pata del físico tratándose de uno de los abismos filosóficos a los que conduce la genética.
Se diría que la información ha de preceder a la interrogación...incluso tratándose de las interrogaciones universales, cuya temática concierne a todos y cada uno de los humanos (otra cosa es que-como hemos visto- se hayan visto forzados a repudiar de sus vidas tales interrogantes). Ante este estado de cosas, se impone tomar posición:
Cabe eventualmente sentirse abrumado por la complejidad de los instrumentos con los que especialistas de una u otra materia (también curiosamente los filósofos, que no son especialistas de materia alguna, aunque deban alimentarse de muchas) abordan ciertos problemas cuyo origen es sin embargo muy elemental, pero no hay en absoluto que sentirse abrumado ante la cuestión misma, que no sólo todo el mundo está en condiciones potenciales de abordar, sino que probablemente ya ha abordado alguna vez. La formulación de una interrogación cabalmente filosófica nunca puede ser sofisticada en los términos (1).
Sólo si la interrogación es lo que ha conducido a la búsqueda de los elementos informativos, estos alcanzan pleno sentido, pues se revelan entonces como instrumento para lo que realmente importa y no como fin en sí. Reitero la tesis, clave en esta reflexión: la información es no sólo válida, sino imprescindible cuando constituye un arma para abordar un objetivo esencial; pero disponer de información por el hecho de estar informado (como sí el espíritu humano fuera esa tabula rasa, en sí vacía de contenido, a la que se refiere críticamente Steven Pinker) no tiene más interés que el que tiene para un saco estar lleno de patatas o de piedras. Pero el espíritu humano no es un mero recipiente. Es una estructura en la que se articulan múltiples facultades que pugnan por desplegarse. Se trata tan solo de vencer la inercia que impide tal despliegue (2).

 

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(1) Retomo ahora el ejemplo que ya presente aquí en anterior ocasión ¿Hay o no hay una realidad física exterior, que seguirá tras mi eventual desaparición y la desaparición de todos los demás humanos, cuya percepción de esa realidad coincide aparentemente con la mía? Los instrumentos para responder en uno u otro sentido a esta pregunta cubren hoy miles y miles de páginas de sesudas revistas filosóficas o científicas y han sido esgrimidos como armas por algunos de los pensadores más importantes del siglo veinte...pero la pregunta sigue siendo sencillísima y todo el mundo es susceptible de sentirse interpelado por la misma, hasta el punto quizás de que, si su vida material y social se lo permitiera, acuciado por tal interrogación, empezaría a ahondar en los escritos eruditos, y se dotaría de los argumentos para entenderlos.

(2) Tratando de estos asuntos del lazo entre filosofía y razón común o razón compartida, escribía yo hace un año "Lo democrático de la filosofía consiste en que todos podemos instalarnos en la actitud filosófica a poco que nos liberemos de las barreras que lo dificultan, en realidad barreras que impiden realizar nuestra naturaleza". Un lector realizó entonces un comentario crítico que (abstracción hecha del tono que parecía tender a personalizar el asunto) es representativo de una actitud que también es filosófica, y que desde luego no cabe ignorar. Transcribo lo esencial:

"... supongo que es parte de esa actitud democrática la de linchar a quien opte por seguir un rumbo que contradiga, niegue o relativice, el punto de vista democrático entre otros puntos de vista. De la absoluta tolerancia a la absoluta intolerancia hay poco trecho (...) Las formas de la tortura son múltiples y la que se práctica por el "bien del prójimo" no es de las menos salvajes, Es innegable por descontado que el democratismo filosófico afilia con suma facilidad a legiones de seguidores, sobre todo una vez han sido colocados en el lugar de lujo que a todos democráticamente corresponde"

Curiosamente estoy totalmente de acuerdo con la tesis de que "el bien del prójimo" puede ser coartada para toda clase de actitudes canallescas. De hecho he desconfiado toda mi vida de las disposiciones samaritanas. Y precisamente en función de una confianza en lo que de común tenemos los seres de razón. Es casi un asunto de instinto: si el entorno es miserable no hay fiesta posible. Y ello vale tanto tratándose de los regocijos del cuerpo como de los del alma. La defensa de un orden social en el que se den las condiciones materiales que posibiliten e incentiven prácticas como la ciencia el arte y desde luego la filosofía es una exigencia perfectamente "egoísta", si así se puede llamar al sano deseo de vivir bien, es decir estar en condiciones de pensar y amar.
Transcribo el entero texto que tanto irritó al citado lector:
" El motor de la filosofía no es tanto explorar desconocidos rasgos del mundo como restaurar una actitud ante aspectos (del entorno o de nosotros mismos) que eventualmente pueden ser ya conocidos, pero que no por ello dejan de ser sorprendentes. Sería ocioso para un investigador en física ocuparse a estas alturas de las fórmulas de la relatividad restringida, pero el filósofo que ve en ellas la cristalización de una puesta en tela de juicio de la idea que nos hacemos del mundo, tiene todo el derecho a seguir hurgando en ellas con vistas a extraer toda su significación. Lo democrático de la filosofía consiste en que todos podemos instalarnos en la actitud filosófica a poco que nos liberemos de las barreras que lo dificultan, en realidad barreras que impiden realizar nuestra naturaleza. La filosofía da efectivamente vueltas y vueltas a las cosas. Pero tales vueltas no siempre son coincidentes, lo que se repite no es exactamente lo mismo; la metáfora no sería la del círculo sino la de la espiral. Esto es la esencia de la interpretación: un núcleo a partir del cual se despliega una pluralidad de puntos de vista".

 

 

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20 de diciembre de 2012
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La erudición no legisla

Es necesario enfatizar el hecho de que la disposición interrogativa a la que vengo refiriéndome como expresión misma de lo genuinamente humano y que constituiría ya en sí mismo como un embrión de lo que llamamos filosofía, no es en absoluto consecuencia de que el espíritu ha sido previamente enriquecido con datos informativos. La erudición no es el punto de arranque de la interrogación sino más bien al contrario: se buscan datos en razón de la inquietud interrogativa.
Un eminente físico de nuestros días, a cuyo nombre se asocian experimentos de un tremendo peso a la hora de intentar entender realmente los mecanismos que rigen el orden natural, confesaba recientemente en San Sebastián y Barcelona su ignorancia en relación a algunos de las referencias clave de la historiografía filosófica, entre ellas algún pensador pre-socrático del que (tras la información sin alma recibida al respecto en los años escolares) había olvidado casi hasta el nombre. Ello no fue óbice para que se sintiera inmediatamente interesado cuando se le dijo que las preocupaciones de ese pensador griego no estaban muy alejadas de sus propias reflexiones sobre las consecuencias de sus descubrimientos en física, reflexiones que con una suerte de inocencia le llevan a responder a una interlocutora: "Me gusta decir, que hay dos libertades: nuestra libertad y la libertad de la naturaleza. Nosotros somos libres de preguntarle a la naturaleza lo que queramos, pero la naturaleza también tiene la libertad de darnos las respuestas que quiera, sin olvidarnos que nuestra pregunta limita las posibles respuestas que la naturaleza puede darnos".
Lo que homologa a Anton Zeilinger con algunos de los pensadores de la Grecia presocrática es de alguna manera la manera ingenua de abordar las cuestiones más tremendas, las cuestiones literalmente metafísicas, convencido como está de que "siempre es más importante la pregunta de nuestros hijos que nuestra respuesta", y siendo obvio que tras el niño que se interroga no se esconde la motivación del erudito.

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18 de diciembre de 2012
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Irreductibilidad del can e irreductibilidad del hombre

Hace medio siglo el cineasta italiano Guiseppe de Santis (realizador de la célebre "Arroz amargo") nos ofrecía una sobria y dura historia, protagonizada por Pedro Armendáriz, Silvana Mangano e Yves Montand, en la que se entrecruzaba el destino de los lobos y el destino de los hombres.
Una región de alta montaña asolada por inviernos extremadamente duros, enmarca la tragedia de un hombre cuya mujer se siente atraída por un forastero que provoca la desconfianza de los montañeses, pero que acaba legitimándose ante ellos al ayudarlos en su lucha cíclica contra manadas de lobos que diezman el ganado, amenazan a los hombres y determinan la vida cotidiana y hasta los trazos psicológicos de los habitantes, presas de un sentimiento de fragilidad y de una permanente inquietud rayana en el terror.
Enfrentados a veces entre sí tanto por la defensa de intereses legítimos, como por la codicia o la envidia los montañeses se hallan unidos por la necesidad de medirse con la naturaleza, que parece siempre dispuesta a vengarse por el hecho de que, con tensión extrema, esos hombres le arranquen año tras año lo necesario para la subsistencia y para un elemental decoro de sus casas. Venganza para la cual dispone de fenomenal aliado en esa manada de lobos que asola la comarca...
En una atmósfera social como la evocada en la película de Giuseppe de Santis, marcada por la ancestral lucha entre hombres y lobos, poner el énfasis en la analogía entre ambas especies apuntaría sobre todo a una mejora de la estrategia de combate, sustentada en un buen conocimiento del enemigo. Pero la historia de los hombres y los lobos no está hecha tan sólo de combate mortal, en el cual por así decirlo las dos especies están homologadas por comunidad de objetivo:
En noviembre de 2002 se publicaron en Science dos estudios comparativos de material genético de más de seiscientos perros de los cinco continentes y 38 lobos euroasiáticos. Del trabajo se infería que todas las razas de perros, pese a su enorme diversidad, tendrían origen común hace unos quince mil años en Asia como resultado de la domesticación del lobo. El proceso de domesticación habría sido muy lento, pues se remontaría de hecho al menos a cuarenta mil años atrás. Y cabe imaginar que ello supuso un encarnizado combate entre ambas especies, combate en el cual acabaría primando la inteligencia. Se sospechaba desde hace tiempo que los perros conviven con los hombres desde antes de que lo hicieran las cabras, los caballos y hasta las vacas, pero la confirmación científica de estos hechos ha venido a conferir una suerte de legitimidad a la especial consideración que en las sociedades urbanas de occidente reciben estos animales, la cual algunos hacen extensiva al ancestro común de todas sus variedades.
Los etólogos han puesto de relieve que los lobos son, como nosotros, cazadores sociales que tienden a jerarquizar las relaciones entre ellos. Es de señalar que en esta jerarquizada sociedad lobuna tenga gran peso tanto el sentido de la responsabilidad como el sentimiento de solidaridad (lo cual invalida, desde luego, la tesis popular de que la "maldad" del lobo se reflejaría en el hecho de ser el animal que, precisamente, come carne de lobo).
Importantísimo es ese momento en el que el hombre no se propuso destruir a su enemigo sino vencerlo, a fin de poseerlo, someterlo a su voluntad y en definitiva reducirlo. Pero el verbo reducir es equívoco. En ocasiones se entiende por tal la eliminación de las propiedades superfluas, de tal manera que lo reducido gana en intensidad, tal es el caso de la condensación de una substancia en sus componentes esenciales. Tratándose de seres humanos, la reducción tiene un componente de confrontación que puede ser entendida de dos maneras. Se habla de la reducción de un pueblo o un ejército que se ve forzado a asumir una derrota, pero ello no significa forzosamente que tal pueblo o ejercito es privado de sus características, aunque ello obviamente puede ocurrir: caso de los pueblos vencidos conducidos a interiorizar la pérdida de rasgos tan fundamentales como los ritos y costumbres distintivos, la religión y en los casos más extremados ( y frecuentes) la propia lengua.
En el caso de los animales y concretamente de los animales en cuyo devenir biológico se ha cruzado el hombre la distinción entre ambos tipos de reducción es muy clara. Retomemos el caso del hombre que temiendo la fuerza del lobo... acaba por admirarla, a la vez que se apercibe del provecho que puede sacar de la misma. Admira el hombre en el lobo su potencia específica, no obviamente su mera animalidad. Admira aquello que es susceptible de ser canalizado en su propia lucha contra otras fuerzas naturales: sus prodigiosos olfato y oído que le hacen percibir con gran acuidad la presencia de una presa o de un peligro; su fuerza y destreza en la confrontación, lo incisivo y temible de su dentadura. Esta admiración es obviamente la motivación subjetiva que llevó al hombre a intentar el tremendo proceso de domesticación de canis-lupus. Si el lobo fuera un frágil depredador de sus bienes lo habría aniquilado simplemente, en modo alguno habría intentado incorporarlo.
En la domesticación, canis lupus fue perdiendo ciertamente alguna características, alimentarias por ejemplo (el can doméstico de nuestras ciudades es, a imagen de su amo, un animal casi omnívoro), pero conservaba lo esencial y precisamente por ello ha sido tan precioso y preciado a lo largo de historia de las sociedades humanas. Y desde luego es también gracias a la conservación de lo esencial que juega aun un papel predominante en las sociedades agrarias de nuestro tiempo.
Pues para ser eficaz vigilante de las tierras o el rebaño, como para ser auxiliar en la caza, el lobo-perro ha de permanecer tal, ha de mantener la agudeza de sus facultades, ha de responder a su condición específica, cosa que no ocurre cuando es confinado en un ámbito de exposición o en un angosto espacio urbano, erigido en sustituto asténico de la compañía humana, en imposible paliativo de esa soledad para la que solo la complicidad en la palabra y el relevo de la misma en el ciclo de las generaciones constituye adecuada medicina. Imaginemos por un momento que el perro de un hogar americano, que comparte a veces la mesa con los miembros de la familia, que recibe regalos navideños y es llevado a la peluquería, fuera transportado a un medio rural y se intentara que llegara a realizar alguna de las tareas que habitualmente se encomienda a sus congéneres. Obviamente sería muy difícil que se aclimatara; cabría decir que es ahora un animal desarraigado. Desarraigado, curiosamente, en el lugar dónde cabría que se desplegaran aun las potencialidades de su especie. ¿Su especie? Carente como se muestra de los atributos que eran corolario de la puesta en marcha de sus facultades específicas, puede a veces hacerse difícil afirmar su filiación. Se trata de un individuo reducido no precisamente por supresión de rasgos superfluos respecto a su especificidad, sino por supresión de rasgos que son corolario de sus atributos esenciales. Y es que no sólo no despliega las potencialidades de la especie sino que en ocasiones procede ya de quien tampoco las desplegaba. Convertido en animal literalmente de compañía, parece carecer de función propia. Y sin embargo...
La reducción radical que tantas veces supone el confinamiento de animales en espacios urbanos no les desnaturaliza totalmente, pues un rescoldo resiste. En el registro pro-creativo en primer lugar: cabe esperar progenitura viable en el caso de cruce con un miembro sexualmente diferenciado de la misma especie o subespecie, pero no sólo en este registro. En el más confinado de los perros de compañía urbanos, es difícil abolir toda huella de canis lupus, pues la especificidad natural pugna literalmente por recrearse, por revivir en el yermo.
Experiencia que conocen las víctimas de perros que abandonados individualmente en las calles urbanas de Bucarest se agrupan y recuperan su estado semi- salvaje. Ello ocurre también con algunos de los perros abandonados en las carreteras durante los períodos de vacaciones, un tiempo frágiles y aislados pero susceptibles de adaptase al nuevo estado y agruparse, siendo entonces potencial amenaza para ganaderos y agricultores. "Por mucho que se expulse a la naturaleza con una furca siempre retorna" sentencia de Horacio a la que Freud añadía por su cuenta "retorna en la furca misma".

En cada individuo la específica naturaleza pugna por restaurarse y desplegarse. Ello ocurre en los individuos de la especie canis lupus y en los de esa esa singular especie animal que es la del hombre. De ahí que hasta en el ser humano mayormente diezmado por la penuria, la humillada sumisión, el trabajo que esclaviza y el ocio que embrutece será imposible anular toda exigencia de respeto a la palabra y todo gusto por los frutos de la misma, es decir, imposible anular la originaria inclinación a simbolizar y conocer. ¿Moraleja? No se confíen aquellos que (impulsados quizás por la imposibilidad de asumir su condición y consiguiente odio de sí mismos, dispuestos antes a aceptar la mera vida que la vida humana) son alcahuetes, o hasta capataces, en las tentativas de reducción de los individuos de esa especie natural que constituye el hombre. Harían mal en tomar por definitivos los signos de que su nihilista causa está ganada:
Tras ser abandonado en carretera, en el fútil perro de apartamento urbano renace quizás el canis lupus que, asociado con otros que tuvieron idéntica suerte, puede erigirse en temible amenaza para los bienes de quien otrora le redujo y hoy le repudia.
Tras ser mayormente desterrado a los arcenes de la vida social, carente de la menor seguridad pero también de obediencias, en ese individuo humano mutilado en sus potencialidades creativas y cognoscitivas revivirá quizás el dormido instinto de su humanidad y buscará la alianza de los que sobreviven en los mismos confines, para simplemente acabar con la causa de los usurpadores y restaurar la causa del hombre en su lugar.

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13 de diciembre de 2012
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Leonardo y los ojos del minero

El Pas de Calais es una región septentrional del norte de Francia, un tiempo floreciente por su industria minera y hoy arruinada en razón del abandono de esa misma industria. El paro supera la media de países como España y la ciudad de Lens, de unos ciento treinta mil habitantes, es considerada la más pobre de Francia. Pues bien: Lens ha sido el lugar elegido para la descentralización del museo del Louvre. Un edificio de vanguardia acogerá por un tiempo obras emblemáticas de la célebre institución, y el entusiasmo de ciertos políticos locales se refleja en las palabras del Prefecto para quien el símbolo mismo de la recuperación de la ciudad y la región viene dado por el hecho que “La Gioconda vendrá a Lens en TGV (nombre francés del AVE)”. Los promotores de la iniciativa han erigido en emblema la frase “Un museo para todos” y, tratándose de una región minera, han tenido el detalle de escoger para la inauguración el día de Santa Bárbara. Otro de los defensores del proyecto sostenía que de esta manera se paliaban las carencias de una educación escolar que “habiendo enseñado a leer no había enseñado a ver”. La cosa es más que dudosa: Interesada la cadena franco- alemana ARTE por el evento, solicitó la opinión de un minero ya jubilado, quien respondió lo siguiente: “Es formidable, porque es buena la cultura, en Lens y en toda Francia, mas para las personas que ante todo han de sobrevivir con 500 euros por mes en una ciudad en la que hay 34 por ciento de paro, el Louvre...nos importa un bledo (on s´en fout)”. Es curioso que la otra experiencia francesa de descentralización de museo sea la del Pompidou, con sucursal en Metz, región del noreste de altísima tradición metalúrgica. Industria hoy devastada, en consecuencia de lo cual las cifras del desempleo deben ser similares a las de Pas de Calais. Metz tiene un impresionante patrimonio artístico y desde luego es en principio lugar adecuado para esa descentralización cultural. Pero es de de temer que para los que han quedado en los arcenes de la sociedad después de decenios de trabajo en la siderurgia, la recepción de las obras del Pompidou no haya sido más entusiasta que la de los mineros del Pas de Calais ante las obras del Louvre. Y es que la vigencia de lo sostenido por Aristóteles es plena: el espíritu tan sólo se recrea en libertad, y esta libertad tiene como condición primera el que esté resuelto lo relativo a la subsistencia y a la dignidad del entorno...propio. Pues de poco vale hallarse en la proximidad de esplendorosas fachadas si la de tu propia casa no ha sido encalada, y el fuego languidece en un interior insalubre. Y una observación sobre este último punto. En el mismo día y programa en el que la la cadena franco-alemana ARTE se ocupaba de la creación de la sucursal del Louvre en Lens, había otro tema informativo: se anunciaba el 19 de diciembre como “día internacional de los sanitarios”, concebido como denuncia de las condiciones de insalubridad en las que vive...un cuarenta por ciento de la población humana. Es bien sabido que esto de la celebración del “día de...” no tiene otro sentido que recordarnos la casi segura imposibilidad de alcanzar aquello que en principio se anuncia como objetivo. Así unas semanas antes de este recordatorio de la importancia de los váteres, se había celebrado el día mundial de la filosofía, que pretendía activar la conciencia de que la filosofía sería elemento imprescindible en la educación de los ciudadanos. Pues bien: Dada la relación de fuerzas que determina las condiciones de vida y educación de la humanidad, tan perdida parece la causa de la filosofía como la causa de la salubridad. Dejando sentado bien claramente que la primera causa suena a sarcasmo mientras la segunda esté vigente. La cadena ARTE ofrecía unas estremecedoras imágenes de personas ancianas buscando un lugar furtivo para realizar sus necesidades, y de niños chapoteando en un río de excrementos, cuyas aguas ciertamente sino les destruyen les vacunan. Todo esto es insoportable simplemente por propio egoísmo. Pues hay que ser absolutamente ciego para pensar que ese ser intrínsecamente social que es el hombre puede alcanzar una realización individual en ausencia de una realización colectiva. Mas cuando la penuria, la insalubridad, el miedo y la esclavitud marcan o amenazan a una gran parte de la humanidad, la otra parte caerá inevitablemente, ya sea de manera encubierta, en una paranoia securizante y en la fobia del otro. Así esas ciudades del llamado tercer mundo, privadas ya de todo rito compartido por la población en su conjunto, y en las que los barrios míseros del centro tienen contrapunto en urbanizaciones-fortaleza, en el interior de las cuales los habitantes se complacen en un espejismo de vida europea. “Salvar la ciudad” es tanto un objetivo de la filosofía como “salvar los fenómenos”. Por eso reitero que la primera condición de defensa del pensamiento es contribuir a acabar con este orden de cosas en el que la filosofía no es posible simplemente porque la humanidad está mutilada.

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11 de diciembre de 2012
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Lo que asombra en las cosas

Supongamos pues que efectivamente las cuestiones de subsistencia no son ya una preocupación de los humanos. Supongamos asimismo que cada uno de nosotros tiene garantizado un entorno decente para proseguir su vida: un entorno salubre mas también un entorno armonioso, un entorno que responde a la exigencia de ornato inscrita en nuestra condición natural. Se hallaría así en situación de pensar... libremente, es decir, no sometiendo al pensamiento a otras obediencias y finalidades que las que impone el propio pensamiento. El pensamiento es sin duda tensión, pero en el individuo humano no domesticado o reducido se trata de una tensión natural. Piénsese en que también para el águila es tensión el volar sin que por ello renuncie a hacerlo...salvo obviamente cuando las fuerzas le abandonan.
El niño, señalaba, plantea sorprendentes interrogaciones sobre aquello que le llama la atención, es decir que le deja estupefacto el niño responde así a una exigencia que hace de él un filósofo, de atenernos a lo que Aristóteles describe como situación de arranque de la filosofía. Tal situación de estupefacción o asombro conduce a interrogaciones muy diversas, algunas relativas a la moralidad y las costumbres, otras relativas a números o entidades abstractas como las figuras geométricas, mas también, y quizás en primer lugar, a preguntas relativas a lo denominado por los griegos physis, que nosotros vertemos por naturaleza, cuestiones vinculadas a los grandes fenómenos, astrales por ejemplo, y la regularidad que presentan.
En este registro del interés por la physis se empieza por intentar superar la insatisfacción cognoscitiva concomitante al asombro, haciendo descripciones detalladas de lo que se observa, y tras ello se busca en la diversidad de lo así descrito, rasgos invariantes o elementales, rasgos mínimos que quepa erigir en criterio para situar una frontera entre lo que puede o no ser designado como físico o natural. Así (ejemplo no aleatorio) Aristóteles sitúa a las entidades físicas entre aquellas que son susceptibles de hallarse en movimiento o de hallarse en reposo, cosa que no ocurre por ejemplo con las entidades matemáticas. Habrá otros predicados que jugarán un papel análogo al que juegan movimiento y reposo y servirán también de criterio a la hora de discriminar lo que es físico de lo que no lo es. Sabemos ya por ejemplo que al igual que no son físicas las cosas matemáticas, tampoco son físicas las ideas asociadas a las palabras. Mas entonces, considerando el conjunto de los mismos, el observador humano procede a una segunda operación.
Descubrimos en el mundo físico una alteridad, una resistencia a lo que nosotros sentimos y pensamos, una necesidad o constricción que nada tiene que ver con la que se da entre los hombres cuando por ejemplo nos vemos impedidos de disponer a discreción de los bienes que se hallan en el entorno. Descubrimos, en suma, que la naturaleza está regulada según principios no coincidentes con las leyes que encuadran la sociedad, pero que no son menos irreductibles a nuestros pensamientos y deseos. Sentimos también que nuestra propia adaptación a la naturaleza pasa por la interiorización de tales principios y la subsiguiente obediencia a los mismos. La vida entonces prosigue, sin que la interrogación respecto a todo esto que hemos interiorizado vuelva a resurgir, a menos que ...la disposición filosófica restaure el interés en su día confundido con el asombro.

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6 de diciembre de 2012
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Nihilismo antropológico… Desastre pedagógico

La enorme regresión que caracteriza nuestras sociedades (no ya respecto a los proyectos emancipatorios de la modernidad, sino también respecto a la concepción del ciudadano que tenían los griegos) se traduce en textos como ese Preámbulo de la Ley Wert ya evocado. De todo aquello en lo que pueda jugar un papel el nivel educativo, el legislador de nuestro país se queda con "la capacidad de competir con éxito en la arena internacional". No parece pasarle por la cabeza la posibilidad de una ordenación social en la que el ciudadano no esté determinado por la necesidad de abrirse pasos a codazos a fin de alcanzar esas "ventajas competitivas en el mercado global" de las que la educación sería instrumento.
Mas la tesis de que las bases de este horizonte social en el que nos desenvolvemos son tan inevitables como los principios que rigen el orden natural, y por eso es absurdo luchar contra él tiene como corolario el que nunca se dará la situación en que para los ciudadanos en general y no tan sólo para un sector o una élite "esté resuelto lo relativo a la naturaleza y al ornato de la vida". Condición esta que Aristóteles situaba como necesaria para que se desplegara el pensamiento y en general todo aquello que es fundamental para la existencia específicamente humana. Transcribo una vez más la líneas claves de este texto que en tantos hizo sentir que persistía un interno rescoldo de la exigencia de libertad.
"...Pues los hombres empiezan y empezaron siempre a filosofar movidos por el asombro. Al principio su asombro es relativo a cosas muy sencillas, mas poco a poco el asombro se extiende a más importantes asuntos, como fenómenos relacionados con la luna y otros que conciernen al sol y las estrellas y también al origen del universo. Y el hombre que experimenta estupefacción se considera a sí mismo ignorante (de ahí que incluso el amor de los mitos sea en cierto sentido amor de la sabiduría, pues el mito está trabado con cosas que dejan al que escucha estupefacto). Y puesto que filosofan con vistas a escapar a la ignorancia, evidentemente buscan el saber por el saber y no por un fin utilitario. Y lo que realmente aconteció confirma esta tesis .Pues sólo cuando las necesidades de la vida y las exigencias de confort y recreo estaban cubiertas empezó a buscarse un conocimiento de este tipo, que nadie debe buscar con vistas a algún provecho. Pues así como llamamos libre a la persona cuya vida no está subordinada a la del otro, así la filosofía constituye la ciencia libre, pues no tiene otro objetivo que si misma".

Si la subsistencia en un entorno digno no se ha logrado o se halla amenazada, cabe que se convierta en el objetivo principal que mueve al espíritu, y entonces el animal humano queda mutilado no sólo en su capacidad de conocer y simbolizar, sino muy probablemente también su capacidad de amar, si por amar se entiende inclinación a superar la barrera respecto a aquel en quien se ha reconocido otro representante la propia humanidad. Y obviamente todo aquello que se engloba bajo los términos genéricos de artístico, narrativo o poético queda fuera del horizonte, salvo en modalidades caricaturescas, que suponen ya una degradación del uso mismo de esos términos. Por ello, hacer propia esta tesis de Aristóteles conduce inevitablemente al combate político.

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4 de diciembre de 2012
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Pensar lo que impide pensar

La perdida en individuos de la inclinación a actualizar las facultades de las que están dotadas por naturaleza no es exclusiva del animal humano. También hay lobos no inclinados ya a alcanzar presas, rapaces que apenas alzan el vuelo, y caballos que, aun levantada la barrera, no iniciarían ya el galope. Y tampoco los individuos que representan a estas especies mutiladas han llegado a esta condición espontáneamente, sino a través de un proceso no sólo de domesticación sino de mutilación, de conversión del lobo (que aun el perdura en el perro que ayuda al hombre en sus tareas de caza o de vigilia en el) animal casi ya desprovisto de rasgos específicos que es tan a menudo el pet de los hogares americanos.

Tratándose del ser humano, el mecanismo social que hace desaparecer de su horizonte, de su ámbito cotidiano de vida, el objetivo de desplegar la potencialidad de pensar y simbolizar empieza muy a menudo en la educación elemental, totalmente alejada de la concepción platónica según la cual la función de la educación es fertilizar las facultades del niño, no substituirse a ellas. Concepción del hecho educativo de la que es muestra el primer párrafo del Anteproyecto de la LOCME (2012) conocida como Ley Wert que con espíritu de denuncia muchos ciudadanos están haciendo circular en Internet.
"La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y las cotas de prosperidad de un país; su nivel educativo determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global."

El espíritu de la cosa está claro "conseguir ventajas competitivas en el mercado global" es la máxima que anima al legislador, y la educación no es otra cosa que un instrumento para este objetivo. Lejos estamos desde luego del "ardiente deseo de toda mente pensante" hacia la inteligibilidad, que Max Born consideraba como el auténtico motor de la ciencia, y en consecuencia de la educación científica.
Alguna de las frases de este Preámbulo de ley supera en cinismo y en ceguera la afirmación, hace casi dos años, de un Consejero de la Generalitat para quien obligación de los poderes públicos era incentivar los estudios susceptibles de abrir camino en la sociedad de libre mercado y (cito de memoria, pero no me alejo) "el que quiera estudiar el mundo clásico que se pague el lujo". Ya he tenido ocasión de denunciar que esta bárbara concepción de las prioridades del sistema educativo no solo supone un repudio de Hesiodo y Aristóteles, sino también de Pitágoras y Euclides, es decir de un entero cimiento de nuestra cultura.
Es bien sabido que la actitud interrogativa que caracteriza a los niños a menudo, desconcierta y hasta irrita a los mayores. Por supuesto que, muy frecuentemente, tal actitud no refleja sino un interés trivial por asuntos perfectamente contingentes. Pero, haciendo una criba suficientemente fina, en el discurso del niño cabe percibir el meollo de alguna de las interrogaciones más elementales, y a la vez más radicales, a las que se enfrenta la humanidad. De ahí que luchar contra las trabas sociales que mutilan esta potencialidad del niño constituya la primera de las exigencias éticas.

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29 de noviembre de 2012
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Qué ha de ser pensado

Recientemente, tras un seminario digamos académico en la Universidad Federal de Río de Janeiro sobre la evolución del concepto de naturaleza (desde la physis de los griegos hasta el pensamiento contemporáneo), los responsables de la institución me invitaron a efectuar una reflexión más general sobre el tema qué ha de ser pensado.
Obviamente dado el contexto se trataba más bien de discernir qué tienen hoy que pensar los filósofos, aunque no exclusivamente. En cualquier caso ello me dio la oportunidad de intentar ordenar algunos de los temas de reflexión que han alimentado este foro. Las columnas que siguen responden a esta tentativa. Espero que un incremento en claridad y consistencia compense la reiteración.
La respuesta provisional al envite que se me hacía respecto a qué ha de ser pensado me pareció de entrada clara:
Hay que pensar en primer lugar aquello que desde siempre se ha pensado y que, o bien no ha sido nunca aclarado, o sigue torturando al pensamiento porque la aclaración no ha hecho mas que despertar nuevos interrogantes.
Obviamente hay que pensar asimismo lo que de novedoso y a la vez determinante para la vida de ese ser de palabra que constituimos haya podido surgir en nuestro tiempo.
Hay (asunto clave) que pensar aquello que impide realizar lo señalado en los puntos anteriores. Pensar aquello que impide pensar y, en la medida de lo posible, hacer de esta reflexión un arma que contribuya a eliminar esa restricción. Me pareció oportuno empezar mi exposición en Rio de Janeiro por este tercer apartado retomando argumentos que el lector habitual de esta tribuna ya conoce.

***

Lo que impide pensar es simplemente malo, por no decir el mal mayormente atentatorio para los intereses de nuestra especie. Y ¿por qué afirmo esto? Simplemente porque sigue habiendo razones para suscribir enteramente la sentencia con la que Aristóteles abre el primer libro del conjunto de escritos denominados Metafísica, según la cual pensar constituye una exigencia inscrita en la naturaleza humana, y en consecuencia concierne a todos aquellos que participamos de la misma. Cada ser humano desea que se actualice su condición natural en el acto de pensar, es decir, es decir, de subsumir las cosas bajo conceptos y de explorar las posibilidades de las palabras de las que esos conceptos son polo constitutivo. Y ello, reitero, al igual que el águila tiende a volar o el caballo tiende a galopar. Teniendo como particularidad de su especie esas facultades que son el lenguaje y la razón, el animal humano se realiza cuando las despliega y fertiliza, por ejemplo forjando metáforas o sintetizando fórmulas.
Mas ¿por qué entonces una persona puede llegar a sentir que el pensar no va con ella, qué sólo en la inercia, las costumbres, los hábitos y los elementales placeres a ellos asociados tiene sentido su vida? ¿Hay en el individuo humano una debilidad intrínseca que le mueve a ceder, a renunciar al esfuerzo que el pensamiento exige, repudiando así su propia condición específica? En todo caso esta astenia, este polo negativo en cada uno, tiene raíz, cuando menos parcial, en una o estructura social de la que todos somos partícipes, un dispositivo creado por el hombre pero convertido en una maquina de deshumanización, un dispositivo generador de circunstancias que conducen a una situación mutiladora. Tal dispositivo es lo primero que ha de ser pensado.

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27 de noviembre de 2012
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El Boomeran(g)
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