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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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Qué ir haciendo

El estado de cosas hoy imperante en el registro de las relaciones sociales tiene un tremendo potencial desmovilizador. ¿Cómo, en efecto, mantener el espíritu alerta para objetivos análogos a los descritos en los Manuscritos de Marx, cuando la vida de la inmensa mayoría de los humanos prosigue en situaciones que hacen sonar a sarcasmo las tesis relativas a la plenitud del hombre allí expuestas? ¿Cómo sostener ante los demás (y sobre todo decirse de manera convincente a uno mismo) que, pese a todo, es posible mantener la salud y fertilidad del alma, no aislándose del marco social en pos de una utópica libertad estoica, sino intentando incidir en tal marco, entre otras cosas como resultado de ese propósito mismo de no renunciar, de no hacer genuflexión de la propia razón y la propia palabra.
Pues no deja de ser evidente que en los más sombríos contextos se han forjado en ocasiones las más nobles construcciones del espíritu; construcciones transformadoras no sólo de la subjetividad de quien accede a las mismas, sino también del sujeto colectivo. Y desde luego si la indigencia, la desazón, la injusticia casi ontologicamente destructora, el extravío de las mentes y la corrupción prematura de los cuerpos fueran incompatibles con la creación y la fertilidad, ni la Noche Oscura del alma, ni la Crítica de la Razón Pura, ni Pelléas et Melisande, ni la teoría cuántica serían hoy esa riqueza potencialmente colectiva...que ha de llegar a serlo de manera efectiva.
Y hay aquí un criterio claro para una militancia, una precisa determinación de objetivos: el carácter brutal, injusto y finalmente estúpido de la organización social no impide los frutos del espíritu humano, pero sí impide la apropiación de los mismos por la humanidad como tal, es decir, su inscripción en el registro de valores colectivos y la adecuación a tales valores de las personas en su individualidad y en los lazos entre ellas.
Contribuir a la aparición de condiciones sociales en las que Garcilaso y la Relatividad Restringida sea cosa de todos, como sería asimismo cosa de todos el garantizar la subsistencia material de cada uno: "cualquiera puede realizarse en una rama que él desea, la sociedad regula la producción general y en consecuencia hace posible para mí el hacer una cosa hoy y otra mañana, cazar en la mañana, pescar en la tarde, criar ganado al atardecer, hacer teoría crítica tras la cena, exactamente como mi mente decida, sin llegar a ser nunca cazador, marinero, pastor o crítico", escribe Marx al respecto. Pues bien, conscientes de que no estamos precisamente en ello, sino en el paroxismo de la distribución del trabajo, estando cada uno de nosotros imperativa y hasta amenazadoramente inducidos a atenerse a una parcela abstracta de actividad, inducidos a ser " un cazador, un marinero, un pastor, o un crítico de la crítica y permanecer tal si no se quiere perder los medios de vida"...simplemente nos negaremos a obedecer.
Para empezar haremos todo lo que esté en nuestras manos (digo bien todo lo que esté en nuestros manos) par cumplir ese imperativo categórico de desobediencia, convirtiéndonos así en seres morales.
Haremos lo que sea necesario para no trabajar doce horas (ni once, ni nueve, ni ocho, ni siete ni seis...) y desde luego escupiremos simbólicamente a todo aquel que pretenda que la alternancia a este embrutecimiento sólo tiene alternativa en el paro y complemento en un fin de semana de ocio más brutal aun que el propio trabajo, focalizados en una brutal concreción de la caverna platónica, de la vida reducida a dimensionalidad e inducidos a reducir a hacer matriz de felicidad o tristeza en lo aleatorio de un resultado deportivo. Nos negaremos en suma a que la división del trabajo marque exhaustivamente nuestras vidas y apague así nuestras almas.
Empezando por la facultad de filosofía, que es mi lugar de trabajo, nos negaremos a quedar reducidos a la figura del erudito que es lo designado en la expresión "crítico de la crítica"(forma abstracta del hombre alienado, se dice en otro contexto), es decir: nos negaremos a aceptar el taylorismo intelectual en el seno mismo de lo que habría, al decir de Kant, de ser "[administrativamente] un departamento entre otros y sin embargo toda la universidad"; aspiraremos a un saber a la vez universal y concreto y de manea concreta exploraremos todo aquello que pueda ser útil para esta exigencia de la que la filosofía es emblema . Estaremos atentos a los momentos de ruptura de continuidad en la historia de la ciencia y del arte, aquellas crisis que, tras un momento de desorientación, se han revelado matriz de esplendorosos frutos, "crisis de desarrollo espiritual" decía al respecto el filósofo francés Jean- Toussaint Desanti. La ruptura de continuidad ( en doble sentido pues supone afirmar una primacía ontológica de lo discreto) que supone la teoría cuántica es sin dudo uno de estos momentos álgidos.

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11 de abril de 2013
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Caída en un combate evitable: seres desposeídos de su vida y de su muerte

Finalizados sus derechos a la indemnización del paro, Djamal Chaar se inmola por el fuego el trece del pasado febrero frente a la oficina de empleo de la ciudad francesa de Nantes. El cuatro de marzo el suicida es una persona activa, trabajador de...Telecom, empresa tristemente asociada desde hace años a una secuela de suicidios de sus trabajadores. El seis de marzo nueva tentativa de inmolación por fuego esta vez en la localidad de Bois- Colombes. Hace sólo unos días nueva tentativa frustrada, también por el fuego. Así, en países no tan brutalmente afectados como España, la miseria sigue cebándose sobre fracciones enteras de la población y conduciendo en ocasiones a la inmolación como protesta, cuando no simplemente a tirar la toalla.
En la base tenemos un mecanismo social en el que los individuos son determinados en su trabajo a alcanzar objetivos estrictamente parcializados, cuyo sentido (que sólo viene dado por una consideración global) se les escapa, son valorizados exclusivamente por la productividad individual, son conducidos a interiorizar este sistema de valoración lo que, en caso de fracaso, conduce a la caída de la autoestima, la cual puede simplemente colapsar si se pierde el trabajo. Trabajo inmundo sin duda, pero que constituye el principal marco en el que se forjan vínculos interpersonales, ya sea en los raros momentos de asueto para comentar lo aleatorio de un resultado deportivo.
De ahí que el suicidio de estos seres, parados o no parados, sea mayormente indicativo de la enfermedad de la sociedad que de la psicología de la víctima. Ello es obvio cuando el suicida está realmente deprimido, cuando tira la toalla por sentir que carece de fuerzas para sobrevivir en el pantano, pero no deja de ser cierto cuando se trata de un suicidio protesta, cuando por su acto el suicida se homologa al kamikaze, que apunta a destruir la causa del mal.
Pues simplemente ¡este no era realmente el combate! O en todo caso no debería haberlo sido no era aquella confrontación que podía esperar cuando desde sus ojos de niño fue entendiendo que hay tremendos avatares en la vida. Es un auténtico escándalo que un ser humano sea conducido a pensar que hallarse en la cuneta del carril de valores hoy imperante es simplemente hallarse en la cuneta de la vida humana. Pero es asimismo tremendo que la energía de la que el ser humano es capaz, la fuerza del pensamiento y del lenguaje que relativiza la vida precisamente para conferirle un sentido, tenga que ser focalizada en combatir un mal que no es inherente a toda sociedad, un mal tan pestífero como contingente, un mal que se halla en las antípodas del mal que, como correlato del bien, forja la polaridad trágica de la condición humana. Abocadas a morir por un estado de cosas que un ser humano podría perfectamente no haber siquiera conocido, abocadas a morir en razón de un dispositivo contingente pero efectivamente letal para los seres humanos, las personas víctimas de tal mal han sido en primer lugar desposeídas de su propia vida, tras lo cual lo son asimismo de su propia muerte: desposeídas del sentido profundo de la confrontación a la muerte.

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9 de abril de 2013
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Animal teorético

El hombre era considerado por Platón y Aristóteles como esencialmente theoretikós, animal para el cual la percepción es indisociable de la conceptualización. Por eso el ojo humano sólo es tal cuando lo percibido es indisociable del humano que percibe: "El ojo se ha hecho un ojo humano, así como su objeto se ha hecho un objeto social, humano, creado por el hombre para el hombre. Los sentidos se han hecho así inmediatamente teóricos en su práctica. Se relacionan con la cosa por amor de la cosa, pero la cosa misma es una relación humana objetiva para sí y para el hombre y viceversa".
Cuando la inclinación hacia las cosas del entorno natural es vivida como inclinación hacia la propia realización y viceversa, entonces la polaridad misma entre naturaleza y cultura se convierte en lo propio; el hombre se confunde entonces con esta polaridad dialéctica y supera la abstracción consistente en pensar la naturaleza como lo opuesto a uno mismo. La naturaleza es, con el hombre, espejo de recreación del hombre. El amor desinteresado a la naturaleza es el amor de la especie humana y viceversa.

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28 de marzo de 2013
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Naturaleza humanizada, sociedad naturalizada

La condición social no es en el hombre una especie de caparazón que se añadiría a su naturaleza animal. La condición social es simplemente la naturaleza del hombre. Por ello ha podido llegar a decirse que ciertos rasgos de comportamiento indisociables del carácter social son en el hombre expresión de una inclinación innata tan arraigada como el hambre o la sexualidad. El pensador americano Steven Pinker ha dado en el clavo al hablar al respecto de "instinto de lenguaje", pero, más o menos indisociable de éste, cabría referirse a un instinto general hacia la simbolización, la cual como sabemos se da no sólo en nuestra especie, sino también en una especie próxima y desaparecida como el hombre de Neandertal. Conversa de esta presencia de lo simbólico en la naturaleza tratándose del hombre, es que el lazo del hombre con el hombre imbrica o compromete intrínsecamente a la naturaleza. Equivalencia expresada con toda acuidad en esta frase de estos Manuscritos Económico filosóficos de Marx: "la relación del hombre con la naturaleza es inmediatamente su relación con el hombre, del mismo modo que la relación con el hombre es inmediatamente su relación con la naturaleza, su propia determinación natural".
La indisociabilidad de inclinación social y tendencias naturales en el hombre hace que sus sentidos estén siempre mediatizados por el orden de los símbolos, de tal manera que una actividad sensorial puramente inmediata, no atravesada por lo simbólico sería una actividad deshumanizada. Sólo en base a una concepción antropológica sustentada en estas premisas se hacen inteligibles la siguientes afirmación del mismo Marx: "Es evidente que el ojo humano goza de modo distinto que el ojo bruto, no humano, que el oído humano: goza de manera distinta que el bruto, etc".
No hay manera de reducir a bruto el ser cuya esencia natural es la superación del lazo inmediato con el orden natural. Lo que sí puede acontecer- y de hecho acontece- es que el ser humano entre en una suerte de paréntesis, que el ser humano deje en acto de responder a su esencia, es decir deje de responder a una naturaleza que es la medida de la humanización y viceversa. Nuestra relación con la naturaleza es así un criterio determinante del fracaso o triunfo de la causa del hombre: "en qué medida la esencia humana se ha convertido para el hombre en naturaleza o en qué medida la naturaleza se ha convertido en esencia humana"

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26 de marzo de 2013
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Tragedia y plenitud del hombre

"...Así queda el hombre determinado por la propiedad privada, como en Lutero queda determinado por la Religión"
En el tercero de los Manuscritos económico-filosóficos, de Karl Marx (conocidos como Manuscritos del 44), en un análisis de la relación entre propiedad privada y trabajo, el autor enfatiza la diferencia entre lo que sería un comunismo ingenuo, inevitablemente abocado al fracaso por no haber pensado de manera suficientemente aguda las condiciones de posibilidad de realización del ideario, y el comunismo que resultaría de una superación de las estructuras, económicas, políticas e ideológicas imperantes de lo cual sería índice mayor la abolición efectiva de la propiedad privada, sin que el fantasma de la misma siguiera determinando, de manera subyacente, la sociedad y las mentes. Sólo esta durísimo combate triunfante contra lo que hoy es tomado como algo co-substancial al hombre, como una suerte de universal antropológico, conduciría al comunismo, descrito por Marx en términos que llama inevitablemente la atención, tanto por la radicalidad del contenido como por la exaltación del tono:
"El comunismo como superación positiva de la propiedad privada en cuanto auto- extrañamiento del hombre, y por ello como apropiación real de la esencia humana por y para el hombre; por ello como retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente. Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resuelto de la historia y se conoce como tal solución"(1)
El comunismo al que Marx aquí se refiere sería pues esa etapa del devenir humano en la que el hombre puede descifrar el sentido de su ser en el mundo, superando la vivencia polar entre su pertenencia a la animalidad y su condición de ser de palabra, entre su sentimiento de sumisión al determinismo natural y su imperativo de libertad etcétera. Avanzo una pregunta que seguramente el lector ya se habrá hecho: ¿esta el pensador afirmando que el comunismo es algo así como la comunión de los santos, una suerte de sofisticada versión de la parusía cristiana? Obviamente no. Ni Marx ni nadie en su sano juicio puede poner en cuestión el hecho de que la existencia humana es esencialmente trágica, e incluso que en tal tragedia reside lo irreductiblemente valioso de nuestra condición "le meilleur témoignage que nous puissions donner de notre dignité" (" la mayor prueba que podemos dar de nuestra dignidad") de los versos de Baudelaire.
A nadie le pasa por la cabeza que quepa una sociedad humana en la que no se de contradicción entre impulso vital y astenia provocada por la enfermedad o la vejez, entre deseo de creación y sentimiento de límite, entre deseo del otro y libertad esencial de ese otro (deseo pues del otro en su libertad). A nadie pasa por la cabeza en suma que la vida humana no se halle, en todo momento y en toda circunstancia intrínsecamente, amenazada por la contradicción. ¿Qué quiere decir pues Marx en sus exaltadas proclamas sobre el comunismo ? Pues simplemente que lo doloroso del destino humano en modo alguno debe ser confundido con la indigencia material y espiritual, que una vida de confrontación a lo esencial sólo se da cuando las vicisitudes relativas a la subsistencia no son ya determinantes, que el hombre calificado en esos mismos Manuscritos de "total" (fruto de la sociedad cimentada sobre las ruinas de la sociedad marcada por la propiedad privada) se halla en las antípodas del animal humano reducido en su esencia, que oscila entre las horas de esclavitud y el ocio narcotizante.
La abolición positiva de la propiedad privada sólo puede ser "apropiación real de la esencia humana por y para el hombre" en la medida en que con tal acto de socavamiento del edificio de la alienación daría comienzo simplemente la vida cabalmente humana, que incluye la asunción plena de la tensión inherente a la dialéctica entre finitud de la condición animal y saber de tal finitud, en el origen quizás de todas las vicisitudes trágicas de la condición humana: "Esclavitud versus Tragedia" escribía aquí mismo en otro momento en relación a las consideraciones de Max Pohlenz sobre la libertad griega.
El texto de Marx tiene no sólo un trasfondo, sino un trasfondo perfectamente racional. Cabe incluso decir que es un texto heredero de las más nobles aspiraciones de la razón, las que, desde el arte a la política pasando por la filosofía y la ciencia, engrasan la actividad del espíritu humano. Marx dice algo en este magnífico párrafo que no está hoy vigente en los discursos de los políticos ya se presenten como liberadores, pero ello simplemente porque la política ha renunciado a su esencia, no por que Marx fuera presa de un desvarío.
Marx tiene en mente que la abolición de la propiedad privada tendría como corolario que el lazo concreto, pleno de diferencias y oposiciones, con los demás integrantes del todo social, sería vivido como constitutivo de la propia identidad, de tal manera que el mal o bien del otro vendría a ser el mal o bien propio. Atrás quedaría entonces el espejismo consistente en pensar que cabe el goce exclusivamente propio o goce sin relación; atrás quedaría el espejismo consistente en pensar que uno es el que es, con independencia del ser de los demás: "los sentidos y el goce de los otros hombres se han convertido en mi propia apropiación. Además de estos órganos inmediatos se constituyen así órganos sociales, en la forma de la sociedad; así, por ejemplo, la actividad inmediatamente en sociedad con otros, etc., se convierte en un órgano de mi manifestación vital y en modo de apropiación de la vida humana", escribe al respecto.

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(1) Cito aquí la edición en castellano preparada por Juan R. Fajardo disponible en Internet, en algún momento ligeramente modificada.
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21 de marzo de 2013
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De las falsas querellas al nihilismo

El proseguir año tras año abrasando la vida entre artificiosas querellas, puede tener como consecuencia el nihilismo. El sentimiento de general impostura se impone entonces. Se siente que aquellos que un tiempo atrás uno consideraba verídicos, o bien han dejado de serlo...o bien nunca realmente lo fueron. Lo de menos es que ello afecte a la clase política. Lo tremendo es cuando el nihilismo afecta a aquel cuya función esencial es dar testimonio de veracidad, cuando afecta al artista, al filósofo, o al explorador de las fronteras de la ciencia. Pues, no hay disposición artística ni cognoscitiva compatible con el conformismo, con la convicción de que la impostura es algo tan generalizado como en última instancia normal. En este terreno no vale la máxima de "Al Cesar lo que es del Cesar". Es un hecho que el artista puede sufrir una suerte de esquizofrenia entre abismos de indigencia moral y exigencia creativa, y al respecto ni siquiera es necesario evocar casos extremos como el del canalla Celine. Pero no hay manera de ser un pequeño burgués en el momento mismo en que se aspira a forjar una metáfora o avanzar un concepto.

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19 de marzo de 2013
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La condena al mal contingente

En alguna ocasión he evocado aquí el libro de Max Pohlenz La libertá greca en el que se recuerda el vínculo entre la condición del ciudadano y la asistencia al teatro, siendo los esclavos los únicos que estaban a priori excluidos de lo que en la representación trágica se dirime.
La cuestión es de total actualidad en un momento en que parece que nuestra atención está exclusivamente canalizada hacia el mal contingente, mal del que la sociedad constituye la matriz en lugar de servir de contrapunto.
Es abrumador que no quepa detenerse en lo que de inevitablemente trágico tiene la condición humana, y es duro corolario de ello el que tampoco quepa la exaltación y la fiesta. Ensombrece el alma el que sólo quepa enfrentarse a la miseria empírica, que una sociedad mínimamente sana hubiera conseguido relativizar. Ensombrece el alma que no haya forma de confrontarse a los retos auténticamente esenciales que tiene el hombre. Ensombrece el alma que las artificiosas querellas generadas por un sistema social mutilador de lo humano excluyan del horizonte ese "problema total de la existencia" al que se refiere Marx al final de los Manuscritos del 44.

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14 de marzo de 2013
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En torno al principio de individuación

Como expresión complementaria del principio de individuación, al que me refería en la columna "Compendio de los principios", añadiré aquí desde ahora dos principios de Leibniz de enorme peso, con un pequeño comentario.
Principio de identidad de los indiscernibles: Si todo predicado atribuible a x es atribuible a y, siendo cierta la recíproca, entonces x e y son indiscernibles. Y los tales indiscernibles comparten identidad.
Principio de indiscernabilidad de los idénticos: Si x es realmente idéntico a y (es decir, si su diferencia es puramente nominal), entonces todo predicado atribuible a x es atribuible a y o viceversa, no pudiendo en consecuencia ser discernidos (puesto que discernir es encontrar diferencias)
En relación al primer principio se añade el problema suplementario de si el lugar que una entidad ocupa es uno de los predicados exigidos por el mismo, es decir si para ser realmente idéntico hay que compartir también el sitio. En tal caso no podrían darse múltiples copias de lo idéntico. Sin embargo la posibilidad de la multiplicidad de individuos idénticos queda abierta si el sitio es una determinación extrínseca y no un predicado de la cosa; podría entonces lo idéntico proyectarse en diferentes sitios. La ciencia del situs sería en este caso la ciencia de lo propiamente individual sin diferencia de identidad. Y hasta cabría decir que la mecánica clásica, que distingue por las propiedades espaciales vinculadas al tiempo, se inscribiría en esta línea.
En suma: si el situs no cuenta entre las propiedades identificatorias cabría lo idéntico en diferentes sitios. La ciencia del situs sería pues la ciencia de lo propiamente individual sin diferencia de identidad.
Y hasta cabría decir que la mecánica clásica, que distingue por las propiedades espaciales vinculadas al tiempo, se inscribiría en esta línea. Sin embargo, todo ello es mucho más problemático si consideramos la mecánica cuántica dónde se ha mostrado empíricamente que un cierto tipo de partículas idénticas pueden no ser distinguibles una de la otra, ni siquiera por el sitio. ¿Cabe pues referirse a una pluralidad de individuos no diferenciables por propiedad alguna y tampoco por el lugar que ocupan? Esta es alguna de las interrogaciones que en esta reflexión juegan un papel central.

 

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12 de marzo de 2013
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Newton, Einstein, Aristóteles

No creo que haya en el Corpus aristotélico un lugar en el que Aristóteles enuncie formalmente un principio de contigüidad, pero este se desprende directamente de su concepción del lugar (tópos), entendido como relación precisamente de contigüidad entre toda substancia física y la superficie de la substancia o substancias que necesariamente la envuelven
Esta concepción aristotélica del topos como superficie del cuerpo envolvente y su omniaplicabilidad como predicado de las entidades físicas, excluye la existencia del vacío, pues todo allí dónde se dé una substancia hay necesariamente otras substancias cuyas superficies envuelven exhaustivamente a la primera.
No sin pesar del propio Newton, la metafísica newtoniana ponía en entredicho el principio de contigüidad, al referirse a la gravitación como una acción a distancia, precisamente en un ámbito vacío. Y digo la metafísica de Newton porque su física hubiera podido perfectamente sortear ese escollo, limitándose efectivamente a inferir por inducción (pretendido ideal de la filosofía experimental según el propio Newton) sin añadir la conjetura de un marco a priori en el que los fenómenos gravitatorios tendrían lugar.
Ha de recordarse que Einstein defendía una posición epistemológica según la cual la eliminación del principio de contigüidad haría imposible la física, al menos en el sentido convencional del término. Y ello puede ser extendido a todos los demás principios ontológicos citados. Einstein se refiere a estos principios en sus libros llamados de divulgación, los cuales podrían perfectamente ser tildados de metafísicos pues lo esencial d los mismos es una reflexión sobre las implicaciones de su física, en un registro del que la física como disciplina particular puede perfectamente prescindir. Y un problema es que Einstein no cita sus fuentes, dando como por supuesto que todo el mundo sabe de lo que habla. Como indicaba estos principios y concretamente el de contigüidad remontan cuando mínimo a Aristóteles.

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7 de marzo de 2013
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Principios ontológicos: reflexión complementaria en torno al principio de contigüidad

Hace unas semanas presentaba aquí el listado de principios que determinan nuestra percepción de la physis (véase la columna titulada "compendio de los principios). Indicaba que la confrontación con tales principios es una exigencia metafísica de nuestra época, en la medida en la que son puestos en tela de juicio por los postulados cuánticos.
El principio de realismo, que postula la subsistencia de entidades físicas dotadas de propiedades que forjan su objetividad independiente de la percepción que de las mismas pueda tener un sujeto; el principio de localidad-contigüidad, según el cual dos cosas distanciadas y ubicadas en un continuo espacial tienen cada una derecho a una subsistencia independiente de las vicisitudes físicas que pueda experimentar la otra; el principio de individuación (vinculado de hecho al precedente), que garantiza la subsistencia de una entidad con independencia de los lazos que determinan la formación de un todo; el principio de causalidad-determinismo, que en un sentido general garantiza que a igualdad de condiciones corresponde igualdad de efectos y en un sentido restringido excluye que quepa intervenir sobre el pasado.
Voy ahora a completar aquella reflexión con un aspecto que ya ha sido considerado en otras ocasiones pero que es útil para entender el principio de contigüidad.
Dar cuenta de la physis es el primer problema al que se enfrenta la filosofía. Hemos visto que Aristóteles determina la physis como aquello que es susceptible de estar afectado por las categorías de movimiento o reposo. Por ejemplo, no es físico un ente como raíz cuadrada de 2, porque no es susceptible de estar determinado por el hecho de hallarse en movimiento o de hallarse en reposo. Pero, para Aristóteles, tampoco es susceptible de ser afectada por las categorías de movimiento o de reposo la superficie de una entidad material, por ejemplo. Entidad física es cabalmente la entidad material misma, la mesa o tal individuo animal y no atributos de tal individuo como su superficie o su color que no pueden ser separados del conjunto.
Aristóteles enfatiza además algo que podría sonar a obviedad: toda entidad física tiene lugar, Mas, ¿qué es el lugar? Responder a esta pregunta exige considerar previamente tres conceptos fundamentales, que Aristóteles extrae de un análisis del lenguaje ordinario:

-Dos cosas son consecutivas si no existe entre ellas ninguna entidad de la especie de la primera o de la segunda.

-Dos cosas son contiguas si, además de ser consecutivas, están en contacto.

-De la contigüidad se pasa a la continuidad si esas dos cosas constituyen una sola, es decir, si la frontera que las separa es, de hecho, una mera separación de partes. En otras palabras: cuando la superficie de contacto no es más que una, la relación es de continuidad.

Teniendo en cuenta lo anterior, se puede dar la definición aristotélica de lugar, tópos: el lugar de algo es la superficie del cuerpo que lo envuelve, es decir: el lugar es la superficie de aquello que está en relación de contacto con la propia superficie.
En este contexto, decir que toda cosa tiene un lugar es rigurosamente equivalente a decir que todo tiene un cuerpo envolvente. El lugar es así un modo particular de la relación entre entidades. Es, pues, la relación de contigüidad la que define el lugar. Como decía, estas referencias aristotélicas pueden contribuir a la intelección del párrafo en el que en la columna titulada "Compendio de los principios" me refería a la contigüidad y que ahora transcribo de nuevo:
"Por gemelos auténticos que dos hermanos J y L sean, si se encuentran en lugares alejados nadie espera que una acción física sobre J, tenga asimismo efectos en L (las cosquillas en el uno no provocan la risa en el otro, dice socarronamente un cronista científico). Este es el principio de contigüidad que posibilita un segundo enunciado cuando es considerado en perspectiva local: todo fenómeno físico que quepa observar en R es independiente de las observaciones que en paralelo puedan hacerse en J. Calificado entonces de principio de localidad este segundo enunciado pone mayormente de relieve la independencia de quien se encuentra protegido por el hecho de tener un lugar o espacio propio"

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5 de marzo de 2013
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