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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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Euroninguneo británico

La patria del euroescepticismo ha dado un paso al frente. El nuevo ministro de Exteriores, el conservador William Hague, se ha propuesto definir un nuevo rumbo en cuatro discursos que irá pronunciando en los próximos meses. El primero, el 1 de julio, marcó la tonalidad y el tema de esta sinfonía: el euroescepticismo ya no es necesario; basta con prescindir de Europa y considerar a la Unión Europea como una mera institución regional, de débiles lazos y escasa influencia, con el único interés de que cuenta con recursos y puestos de funcionarios para los británicos. El segundo versará sobre Asia, el continente emergente del siglo XXI, al que Londres quiere acercarse con una nueva política exterior que prescinde de Bruselas y se concibe fundamentalmente desde la bilateralidad.

Esto ocurre en el mismo instante en que la UE organiza su Servicio de Acción Exterior, en cuya cúspide el anterior gobierno de Gordon Brown, anticipando la doctrina Hague, colocó a la británica Catherine Ashton. El diagnóstico del ministro de Exteriores sobre el momento mundial es certero y no difiere del que hacen las otras cancillerías: hay un desplazamiento del poder económico hacia Oriente y el Sur; el grupo de los países decisivos se ha ampliado en un planeta más multilateral; las nuevas amenazas exigen respuestas más complejas; está cambiando la naturaleza de los conflictos; y, finalmente, hay que contar con el nuevo mundo conectado a través de las nuevas tecnologías que exige una aproximación distinta a la política exterior. No hay unilateralismo en la aproximación de Hague. Tampoco ataques al multilateralismo, que considera útil e inevitable. El ministro sabe de la cantidad de interdependencias que vinculan a su país con el resto del mundo, empezando por la que cita como más fuerte y determinante, la relación con Washington. Su originalidad reside en la utilización de la idea de un mundo en red para privilegiar el bilateralismo, con el que Reino Unido aspira a jugar un papel determinante y recuperar la fuerza perdida. Esta diplomacia en red tan moderna se basa y quiere reanudar la vieja y maltrecha red del Imperio, luego Commonwealth, esa comunidad de los pueblos de habla inglesa sobre cuya superioridad tanto han escrito y hablado los dirigentes conservadores británicos. La teoría de la red sirve para consagrar la disolución de la idea europea. ?Lo mejor de la UE es que se trata de una red cambiante en la que sus miembros pueden aprovechar al máximo lo que cada país pone sobre la mesa?. Interesa a Londres, por supuesto, la relación, siempre bilateral, con Alemania y Francia, pero el país europeo más atractivo es precisamente uno al que franceses y alemanes no consideran europeo: Turquía, ?la mayor economía europea emergente y un buen ejemplo de un país que desarrolla un nuevo papel y unas nuevas relaciones por sí mismo, en parte en la cúspide y en parte fuera de las actuales estructuras y alianzas?. Un detalle singular es el compromiso adquirido en el programa electoral y ahora confirmado respecto a la Ayuda al Desarrollo, que se concibe como un brazo financiero imprescindible del despliegue exterior. A diferencia de los que están haciendo muchos gobiernos europeos, empezando por el de Zapatero, William Hague no admite recortes presupuestarios para este capítulo que alcanzará el 0,7% famoso del PIB en 2013, a pesar de que otros departamentos de su gabinete llegarán a recortar hasta el 40%. Hague defiende ferozmente los intereses británicos. Sus ideas, es una evidencia, son nocivas para Europa. Pero las defiende con competencia, buenos argumentos e incluso reflexiones útiles para todos. ?El país que es puramente reactivo en asuntos exteriores se halla en declive?, es una de las más destacadas, perfectamente aplicable a la UE y a muchos países socios. Londres acaba de inventar el euroninguneo. Hacer como si Europa no existiera. Evitar incluso la imprecación contra ella. Es la culminación de una gran maniobra estratégica que, en propiedad, empezó con el ingreso de Reino Unido en 1972, de la mano de un gobierno conservador, culminó con la dilución de la UE en el actual club de 27 miembros y encuentra su remate florido en una política exterior que sencillamente ignora y prescinde de un proyecto de unificación europea que da por liquidado.

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8 de julio de 2010
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No es la tierra prometida, es nuestra tierra

Son palabras de Izdat Said Qadoos, un palestino que vive cerca de Har Bracha, una colonia ilegal de Cisjordania financiada por una institución caritativa de Tennessee. Aparecen en un extenso reportaje del New York Times, publicado ayer, el mismo día en que el primer ministro Benjamin Netanyahu, y el presidente norteamericano, Barack Obama, discuten sobre cómo reanudar las negociaciones para que finalmente convivan en paz y seguridad dos Estados en las tierras que hay entre el Jordán y el Mediterráneo. El gran diario neoyorquino, propiedad de una familia judía y de inequívoco compromiso con Israel, nos cuenta la mayor de las ironías en toda esta historia que se resume en una frase: ?Mientras el gobierno de Estados Unidos intenta terminar con las cuatro décadas de colonización y promover la creación de un Estado palestino en Cisjordania, el Tesoro Americano ayuda al mantenimiento de las colonias mediante exenciones fiscales a las donaciones que reciben de ciudadanos americanos?.

No estamos hablando de pequeñas cantidades sin importancia. Cuarenta grupos, casi todos ellos de cristianos evangelistas de extrema derecha, fervorosos creyentes en la literalidad de la Biblia, han recogido más de 200 millones de fondos, deducibles en la declaración de la renta, no tan sólo para construir en los territorios ocupados, sino también para comprar material paramilitar utilizable en la autodefensa de los colonos. Lo peor de toda esta historia es que este tipo de exenciones están prohibidas en el mismo Israel, concretamente las que se dirigen, como hacen las ?charities? americanas, a asentamientos que son ilegales, ya no según la legalidad internacional (todos lo son), sino incluso según la ley y los tribunales israelíes. El diario recoge incluso las expresiones de frustración de policías israelíes por la ayuda exterior que reciben los colonos ilegales más desafiantes. El presidente de los Estados Unidos, que convirtió la congelación de los asentamientos en una condición imprescindible para la negociación, tiene pues teóricamente a su alcance, según el periódico, la posibilidad de cortar las ayudas que mandan los cristianos fundamentalistas a los ocupas judíos extremistas. No es éste, sin embargo, el tema que tenían entre manos Netanyahu y Obama en sus conversaciones de ayer, recuperación de la cita perdida de hace un mes, cuando el violento asalto a al flotilla turca que se dirigía a Gaza obligó al premier israelí a anular su viaje a Washington. El rompecabezas de Oriente Próximo tiene muchas piezas, pero al final sólo encajarán, si es que encajan algún día, de una sola tacada, mediante un plan de paz con detalle de fronteras e intercambio de territorios. Esto es lo que les contó el lunes el ministro de defensa, Ehud Barack a los parlamentarios israelíes del comité de Asuntos Exteriores y Defensa: ?Israel tiene que coger el toro por los cuernos y presentar una clara iniciativa que permite negociar las fronteras de Israel de una forma que las colonias a lo largo de la frontera permanezcan en nuestras manos y tengan una sólida mayoría judía por generaciones, pero de tal forma que sea posible el establecimiento de un estado palestino independiente y desmilitarizado?. Antes de esta reunión. Barack se entrevistó con el primer ministro palestino Salan Fayyad. Las piezas vuelven pues a estar de nuevo sobre el tablero, tal como estaban antes de que el vicepresidente Joseph Biden sufriera el desplante de Jerusalén y de que Obama se fuera a comer con su familia y plantara a su vez a Netanyahu en la negociación de la Casa Blanca, de eso hace ya la corta eternidad de cuatro meses. El tiempo político es la vez estático y deslizante en el Oriente Próximo de las religiones milenarias: todo regresa siempre a su punto de partida habitual pero mientras tanto siempre suceden muchas y trepidantes cosas, pasto para diplomáticos y periodistas. ¿Nos darán israelíes y palestinos alguna vez una buena noticia? (Enlaces, con la información de NYT sobre las colonias y con la de Haaretz sobre Ehud Barack)

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7 de julio de 2010
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Europa y los 27 enanitos

La metáfora sonora de lo que está sucediendo a lo largo y a lo ancho de Europa nos la proporciona el molesto estrépito de la máquina cortadora que deja desnuditos e inermes a los árboles y a los arbustos. Además de meterse obsesivamente en la cabeza y de impedirnos la concentración en nuestras cosas, sabemos y tememos el momento en que la poda llegue finalmente a nuestra parcela y nos deje pobres de vegetación, descubiertos y sin sombra. El caso más espeluznante es el del gobierno británico, la flamante coalición conservadora y liberal demócrata, que acaba de anunciar los mayores cortes presupuestarios jamás conocidos, que pueden llegar hasta el 40 por ciento del presupuesto de algunos departamentos en los próximos tres años.

El anuncio del colosal recorte tiene sin embargo algo de maniobra y vacuna preventiva. Fue una orden transmitida por el departamento del Tesoro a los gabinetes de todos los ministros, menos Sanidad y Cooperación al Desarrollo, solicitando planes de contingencia para realizar reducciones drásticas en los gastos, inversiones y en personal. Con tales anuncios el gobierno quiere dejar bien claro que inversiones fundamentales, por ejemplo en seguridad o en educación, quedarán seriamente afectadas. Aunque todo el mundo espera que se rebajen las cifras iniciales, está bien claro que es el anuncio de una dura negociación, que afectará a la función pública y a los sindicatos. A esto se le llama pedagogía de la crisis. Ya sabemos de las divergencias entre quienes propugnan como Obama la continuación de los estímulos keynesianos y quienes consideran como Merkel que ante todo hay que limitar el déficit. Y sabemos también de la distinta apreciación de su efecto sobre la economía, que puede conducir a Europa a un decenio sin crecimiento y a un incremento pavoroso del paro. Pero a la vez se está abriendo otro debate, más estratégico todavía, sobre los resultados a largo plazo de una caída de las inversiones en educación, universidades, investigación y desarrollo o infraestructuras vitales para la competitividad. No tan sólo quedará exangüe la economía europea en el corto plazo, sino que puede quedar minusválida en el medio y largo. La reacción a la crisis de la deuda europea puede ser así la pócima fatal que pretendiendo curar a Europa la deje definitivamente en la cuneta. Europa puede estar hipotecando su futuro en el preciso instante en que los BRICS o vecinos como Turquía, todos ellos con economías que crecen, colocan las fichas que les van a asegurar posiciones de futuro. El definitivo eclipse europeo de la escena internacional puede quedar rubricado con la disminución drástica de los gastos de defensa que están preparando algunos países. En vez de dotarse ya de una vez de una defensa común, que permitiera reducir gastos sin perder presencia internacional ni capacidades, los europeos seguimos empeñados con nuestros ejércitos y estrategias nacionales a los que aplicamos recortes suicidas. Cada uno de los países socios, incluyendo los más grandes, ya eran demasiado pequeños para jugar en posición de igualdad en la nueva escena internacional. Como hemos visto, no hay forma de juntarnos como un solo jugador. Y para colmo, ahora la crisis nos obliga a recortar y limitar nuestros márgenes de maniobra. Después de la crisis y a este paso, no se podrá hablar de gigante comercial y económico europeo, sino de la Europa de los 27 enanitos.

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6 de julio de 2010
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De derrota en derrota…

Cada vez que Cataluña ha avanzado en su autogobierno ha sido como fruto del diálogo, la negociación y finalmente el pacto. Fue así en 1914, cuando el gobierno de Eduardo Dato accedió a la fusión de las diputaciones, bajo el nombre de Mancomunidad de Cataluña. Así sucedió en 1931, cuando Francesc Macià proclamó primero la República Catalana dentro de la España federal y negoció luego el Estatuto de Autonomía de 1932. Volvió a suceder en 1977, cuando el presidente en el exilio Josep Tarradellas acordó con Suárez la restauración provisional de la Generalitat. Y sucedió de nuevo en 1979 cuando se aprobó el estatuto llamado de Sau.

Hasta ayer mismo, los retrocesos o limitaciones, en cambio, se han producido por la fuerza de las armas y de la coacción. En dos ocasiones, en 1714 y en 1939, fruto de sendas guerras civiles en las que los catalanes, su territorio y sus instituciones se encontraron en el bando perdedor. En una ocasión, en 1923, por un golpe de Estado incruento, perpetrado desde la jefatura del Estado. En otra, resultado de una insurrección fracasada contra el Gobierno español legalmente constituido, en la que el gobierno catalán encabezó el bando de los rebeldes. Sólo en la actual las pretensiones de ampliación del autogobierno se han encontrado con las limitaciones marcadas por el más alto tribunal de un Estado de derecho constituido en democracia parlamentaria. La fiesta nacional catalana, el día 11 de septiembre, celebra la primera de esta serie de derrotas, algo que muchos han reprochado o utilizado irónicamente en relación al espíritu catalanista. Pero tiene también otra lectura, quizás vigente en la actual circunstancia: de las piedras hacen panes, de las derrotas victorias. Si es posible enumerar las victorias negociadas y las derrotas armadas es porque de todas ellas surgió siempre, una y otra vez, la voluntad de autogobierno catalana. Esta vez, afortunadamente sin armas ya de por medio e incluso con la ambigüedad de las numerosas e incluso diametralmente opuestas interpretaciones de la sentencia, la situación es radicalmente distinta. En primer lugar, porque el amplísimo grado de autonomía ya conseguida y en pleno ejercicio no quedará mermado ni un ápice y, en segundo lugar, porque la sentencia tiene el efecto de terminar con la ambigüedad que había presidido el pacto, el texto y el desarrollo constitucional y estatutario entre 1977 y 1979. Este efecto clarificador no será el punto final ni el cierre del Estado de las Autonomías. Los límites que ha marcado el Tribunal Constitucional respecto a la capacidad constitucional ?cuestión controvertida en los dos sentidos, de los que creen que caben más cosas y de los que consideran que ya no caben las que hay dentro? no van a convertirse en el techo del autogobierno catalán, al contrario. Lo dicen claramente las encuestas de opinión y los programas de los partidos. El resultado de la sentencia será la lista de la compra: ese cinco por ciento del Estatut declarado inconstitucional se convertirá en la reivindicación mínima de todas las fuerzas políticas, a excepción del PP y de Ciutadans. Zapatero ya lo ha concedido antes de sentarse con Montilla a analizar la sentencia. También lo conceden el silencio y los esfuerzos de contención de Rajoy, que quiere sacar votos en Cataluña y sobre todo gobernar en Madrid aunque sea con CiU. Tan evidentes son los efectos clarificadores que permitirán una mejor organización de las reivindicaciones catalanistas. Después de exigir el 5 por ciento inconstitucional del actual Estatuto queda todavía margen para reavivar el Estatuto que fue pactado en La Moncloa entre Artur Mas y Zapatero. CiU tiene ahora la oportunidad de recuperar todo lo que entregó a Zapatero en aquella reunión, a la vista ahora del grado de cumplimiento de los compromisos entonces adquiridos por el presidente del Gobierno. Y Esquerra Republicana y todo el independentismo tienen la oportunidad de resucitar el texto entero aprobado por el Parlamento de Catalunya, antes de que pasara por las sucesivos cepillos de unos y otros. El presidente Montilla declaró ayer que su único plan B es que se cumpla el plan A, es decir, la aplicación por una vía u otra del Estatuto en su cien por cien. Pero eso no va a evitar que, aunque sólo sea como cautela, quienes desconfían del plan A o incluso quienes quieren asegurarse de que se cumplirá, empezarán a preparar el plan B. Hasta ahora conocíamos un independentismo de sentimientos; ahora empezará el independentismo de la razón e incluso de la necesidad.

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5 de julio de 2010
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Nuestro pasado tren de vida

Tumbos de la historia. ¡El tren de vida! Parecía una expresión desusada, pero de pronto la crisis la ha situado de nuevo en los titulares de los periódicos. No podemos seguir soportándolo, hay que reducirlo, hay que cortarlo. El actual tren de vida del Estado debe cambiar urgentemente. Esos presidentes y ministros sin dinero en el bolsillo, a los que chóferes y guardaespaldas toman a su cargo día y noche y transportan en coches y aviones oficiales, alimentados por los mejores cocineros, alojados en residencias oficiales y en hoteles de lujo, vestidos incluso por los mejores sastres y aprovisionados de los mejores habanos, todo pagado a cargo del erario público, esos bebés obesos y mimados a cargo del presupuesto del Estado serán a partir de ahora como las nieves de antaño, una imagen bucólica añorada. ¿O no?

De hacer caso a Nicolas Sarkozy, y sobre todo su carta de reconvención al primer ministro François Fillon, así serán las cosas a partir de ahora en Francia. El presidente bling-bling, aficionado a los pelucos caros, a los yates de lujo y a las señoras estupendas, se ha enfundado los hábitos de las órdenes mendicantes. Quedan lejos y olvidados aquellos días de su victoria presidencial, cuando reunió a sus amigos ricos y famosos en Fouquet?s, el mejor restaurante de los Campos Elíseos, para celebrarlo, antes de largarse de crucero en la barquichuela cedida por otro colega potentado. Su carta no puede ser más explícita: ?El tren del Estado será vigorosamente reducido?. Y afecta a todos los niveles, empezando por el propio presidente: un avión presidencial en vez de dos y, sobre todo, la supresión de dos símbolos de la monarquía republicana como son el famoso party del 14 de julio, el día de la fiesta nacional y las fastuosas cacerías de jabalíes en los bosques del palacio de Chambord, uno de los ritos mayores que la República heredó de los Borbones. Lo mejor de la carta presidencial es que ha permitido a los franceses, por si no lo sabían, enterarse de que hay 10.000 coches y 7.000 viviendas de función que se pueden suprimir en los próximos tres años. Que hay ministros que pasan sus gastos personales a la cuenta de su departamento. Que otros no pagan impuestos sobre la renta ni sobre la vivienda. Que hay constantes abusos en la utilización de coches y aviones del Estado. Sarkozy exige también reducir los cargos de libre designación a 20 personas por ministro y cuatro por secretario de Estado. Y se entromete en el uso del papel, los alquileres y el tamaño de las oficinas del Gobierno: hay que reducirlo todo, en muchos casos a la mitad. La respuesta de quienes le critican es que al final es el chocolate del loro. Pero al menos lleva razón en que los Estados, sea francés o español, o sea la Unión Europea, tienen la obligación de ?hacer un uso irreprochable del dinero público?. Por cierto: con crisis y sin ella.

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4 de julio de 2010
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Otra grierta en el Gobierno alemán

Ha perdido el mejor. El más independiente. El más popular. Al final, los intereses partidistas y los cálculos políticos más bajos y oportunistas han podido más que cualquier consideración moral e incluso que el interés nacional. Joachim Gauck hubiera sido un presidente extraordinario, a la altura de la imagen que merece la Alemania de Berlín, que ha superado las dificultades de la unificación y ha regresado plenamente a la escena europea e internacional con todo su peso económico, demográfico y cultural, y sin los complejos generados por el nazismo que la habían paralizado durante décadas. Su candidatura, urdida por la oposición socialdemócrata y verde para complicarle la vida a la coalición conservadora liberal, era un auténtico lujo. Alemania ha perdido la oportunidad de tener un presidente verdaderamente independiente, dotado de autoridad y prestigio, capaz de encarnar la imagen del país en una hora de dificultades políticas europeas, de crisis económica y de desorientación ideológica, uno de esos momentos en que se hacen especialmente necesarias las personas ejemplares, con capacidad de convicción y de explicación.

No hay novedad en el descarte de los mejores. Así sucede siempre y en todas partes y lo extraño es que durante una entera jornada, la de ayer, en Alemania se haya atisbado lo contrario. Nadie puede ni debe escandalizarse. Así es la vida política. En este caso hay una ventaja, aireada a la luz pública y retransmitida en directo: la canciller Angela Merkel lleva en su pecado la penitencia. En la entera jornada celebrada ayer por la Asamblea Federal, reunida en el corazón de Berlín en el nuevo edificio del Reichstag, los 1.244 electores que con sus votos eligen al presidente de la República han proporcionado un severo castigo a la canciller, que pesará gravemente sobre su gobierno liberal conservador y erosiona su autoridad en todos los niveles, desde el partido hasta la coalición. En esto y en algunas cosas más hay una ejemplaridad que hace especialmente admirable a la democracia alemana. La votación es secreta. No hay disciplina de voto. Los partidos se limitan a presentar sus candidatos o a retirarlos cuando consideran conveniente. Lo hizo entre la primera y la segunda votación La Izquierda, la agrupación de ex comunistas orientales y socialdemócratas radicalizados de Lafontaine, para no tener que aportar así colaboración alguna a la elección del candidato de la derecha. Pero su dirigente, Gregor Gisy, dejó claro que la elección era entre dos candidatos conservadores: una forma de solicitar la abstención por parte del antiguo dirigente comunista. Los electores de La Izquierda no estaban dispuestos a dar su voto a un candidato que consideran tan derechista como Wulff y al que culpan además por una represión que creen excesiva contra los antiguos comunistas orientales. A pesar de la libertad de voto, funciona finalmente la disciplina de partido y de coalición. Entre los electores de la coalición gobernante hubo 44 representantes que quisieron castigar a Merkel en la primera votación, impidiendo que Wulff saliera por mayoría absoluta de 623, a pesar de que contaban con 644. En la segunda, 15 de los disidentes se dieron por satisfechos con el varapalo proporcionado y votaron a su candidato, pero tampoco fue suficiente. Pero fueron muy pocos los disidentes más pertinaces, que prefirieron poner en riesgo a su propia coalición, puesto que finalmente, en la tercera, los electores le dieron a Wulff la mayoría absoluta que le negaron en las dos anteriores. Este relevo ha estado desde el principio especialmente cargado de dinamita política, algo poco usual a la hora de elegir a un presidente tan ornamental, aunque muy respetado, como es el alemán. Todo empezó con la súbita, inesperada e inexplicable dimisión de Horst Köhler, el anterior presidente, ofendido por la reacción pública a unas torpes declaraciones suyas acerca de la guerra en Afganistán. Köhler señaló la obviedad de que Alemania estaba defendiendo sus intereses, incluyendo los económicos y comerciales, con su participación militar en la guerra de Afganistán, pero su fina piel de economista y funcionario poco bregado en la política de partido le impidió encajar con normalidad las críticas que suscitaron sus declaraciones. Merkel quiso sustituirle primero con una mujer, la actual ministra de Familia, Ursula von der Leyen, pero tuvo que optar luego por uno de los barones conservadores que vienen acosándola desde que se hizo con las riendas de la CDU, el presidente del land federal de Baja Sajonia, Christian Wulff. Tomó esta opción, perfectamente maquiavélica, en contradicción con sus afinidades y amistad con el pastor protestante, intelectual y disidente en la Alemania comunista Joachim Gauck. Al final se ha salido con la suya. Pero pagando un severo precio en imagen pública. Y con una nueva y enorme grieta en su gobierno y en su mayoría.

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1 de julio de 2010
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Vaticanismo en retirada

El siglo XXI de la globalidad multipolar sienta muy mal a la primera institución con vocación global de la historia de la humanidad, la doblemente milenaria Iglesia católica. Su diplomacia fue la más sutil y capaz del orbe conocido. Su cabeza visible y jefe de Estado, el más influyente y prestigiado. Aunque Stalin se preguntaba con sorna por el número de divisiones blindadas del Vaticano, sus herederos mordieron el polvo primero en Polonia y después en el resto del bloque comunista por obra y gracia, entre otros, del Papa más militante y mediático del siglo XX, que fue Karol Wojtila. Pero después de tamaña demostración de fuerza, las lecciones de humildad que está recibiendo el catolicismo oficial y su jerarquía no pueden ser más amargas.

Roma está retrocediendo internacionalmente en todos los frentes, algo que no tiene porque ser beneficioso para los equilibrios internacionales y menos todavía para el multilateralismo. El Vaticano tiene compromisos y cartas a jugar en Oriente Próximo, pero su debilidad le incapacita en muchos casos para actuar eficazmente. La situación de las comunidades cristianas en parte del mundo árabe y musulmán, perseguidas e incluso diezmadas en algunos de ellos, es cada vez más dramática. El Vaticano, en cambio, parece más preocupado y más activo por los crucifijos en las escuelas públicas europeas que por la protección de sus feligreses en esa parte del mundo. La tentación islamofóbica es tan fuerte como peligrosa para el catolicismo oficial. Los ideólogos vaticanistas plantean la relación con el Islam en términos de una competición por mantener la hegemonía en el mundo y sobre todo en Europa. En una posición a la defensiva muy próxima a la idea del choque de civilizaciones. El retroceso no se produce únicamente por la presión a veces violenta del islam radical. También tiene lugar pacíficamente en América Latina, cada vez más penetrada por las sectas cristianas de origen anglosajón. En este contexto, no hay duda de que el escándalo de los curas pederastas es el mayor corrosivo para el prestigio, las finanzas e incluso la confianza de la Iglesia jerárquica en sí misma. La erupción del escándalo en la católica Bélgica, con la detención por unas horas de la entera conferencia episcopal y la profanación por orden judicial de las tumbas de dos cardenales, promete convertirse en un terrible culebrón de consecuencias imprevisibles. Una sentencia del Tribunal Supremo norteamericano, rechazando la inmunidad diplomática a las autoridades eclesiales, el Papa incluido, ha dado luz verde a todo tipo de pretensiones económicas e incluso penales a la hora de exigir responsabilidades e indemnizaciones por la pederastia a toda la cadena jerárquica. Como fondo, el repugnante caso de Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, cuya biografía  acaba de salir en España, termina de situar a la entera jerarquía eclesial en una situación imposible. Un anciano teólogo de 83 años preside esta rancia y avejentada institución. Los antaño brillantes intelectuales y diplomáticos eclesiales han desaparecido, sustituidos por grises burócratas, incapaces de entender el mundo en el que viven y dispuestos, sin embargo, a encubrir los peores y más perversos delitos de sus sacerdotes. Con contadas excepciones, los partidos demócrata cristianos europeos, que tan bien traducían en términos de influencia política los intereses de la sociedad católica, han sido sustituidos por partidos populistas. La proyección planetaria y mediática intensísima de la Iglesia durante el papado de Wojtila ha derivado ahora en la etapa más negra y depresiva de la reciente historia de la Iglesia y en un papado con enormes dificultades para adaptarse al nuevo mundo global.

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30 de junio de 2010
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El desgobierno del mundo

De momento no hay quien gobierne la nueva multipolaridad global. Así lo acaba de demostrar el G20 reunido en Toronto. Aunque produjo el comunicado de rigor, nada hay en las conclusiones que nos tranquilice respecto a la existencia de una estrategia global para salir de la crisis. Todo lo contrario de la impresión que dio el G20 en su primera reunión de Washington, en noviembre de 2008, cuando todavía era Bush quien estaba en la Casa Blanca. Si en aquella reunión hubo un acuerdo para estimular coordinadamente las economías y evitar la entrada en recesión, en ésta ha sido el cada uno a lo suyo y la demostración de que todo está por hacer en cuanto a gobernanza económica global.

Con esta cuarta reunión desde entonces, está muy claro sin embargo que definitivamente el G8 ha dado paso al G20, y la prueba más evidente es que los que habían sido los países más ricos del G7 más Rusia han abandonado toda función en la organización de la economia internacional y se han convertido en una especie de gran ong mundial que se ocupa del hambre en el mundo y de la salud de las madres. No estaría nada mal si el G20 funcionara. Pero no es el caso. Quizás es verdad entonces que la única formación eficaz es bilateral, entre Washington y Pekín. El G2 sería la peor de todas las fórmulas y un golpe al multilateralismo. De momento hemos visto cómo la disonancia transatlántica es clamorosa. Mientras Obama quiere seguir con los estímulos al empleo, los plan E norteamericanos, Merkel sigue empeñada en su política de rigor. No se debe únicamente a las tres explicaciones que se han utilizado hasta ahora para justificar la intransigencia alemana, a saber: 1.- las exigencias de su tribunal constitucional que no quiere ni una mínima transferencia de soberanía sin que se le escuche previamente; 2.- una tradición monetaria restrictiva, preocupada por la estabilidad debido a la inflación galopante de los años 20; y 3.- la defensa de la cartera de los alemanes, que son los que han hecho las mayores transferencias de riqueza hacia otros países europeos hasta ahora. La clave de la disonancia es el euro. Tal como ha dicho Merkel, si cae el euro cae Europa. Para que no caigan los dos no hay ahora más remedio que cortar en seco los ataques contra las deudas soberanas más débiles y esto sólo se puede hacer con una política de drástica restricción del déficit que nos puede hundir en la deflación. O, alternativamente, mediante una súbita reacción europea a favor de la unidad política, como defiende brillantemente Wolfgang Münchau. El comentarista del FT señala, además, que esta crisis ?es más una crisis bancaria alemana y francesa que una crisis de la deuda en Grecia y España?. Su solución no implica, según su razonamiento, una transferencia de fondos del norte al sur, sino de dinero público francés y alemán al sector privado bancario francés y alemán. (El enlace con el artículo del FT. Y una rápida reflexión sobre la sentencia del TC de ayer: Que el catalán es la lengua de uso preferente en la nación catalana es un enunciado no conforme por varios conceptos con la Constitución española. En cambio, que la nación española es una e indisoluble tal como decía mucho mejor el lema del anterior régimen, eso sí es constitucional.)

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29 de junio de 2010
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Marcas en declive

En la globalidad multipolar tendrán un papel creciente la imagen de los países, lo que suele llamarse la marca-país, que cuenta tanto a la hora de vender productos como de obtener créditos e inversiones, de conseguir acuerdos favorables en los foros internacionales o de contar con presencia y puestos relevantes en las instituciones. España era un país acostumbrado a ver su marca por los suelos a lo largo de la historia hasta que terminó la dictadura. No es hora de recordar aquí los numerosos acontecimientos que levantaron la marca de España, pero sí de reseñar que el cenit probablemente se ha alcanzado en los primeros años del siglo XXI, justo antes de que empezara esta devastadora crisis económica que está poniéndolo todo patas arriba. Las marcas no son elementos aislados, sino que actúan de forma sinérgica. En estos mismos años todas las marcas asociadas a la española han subido enteros en la cotización internacional. Por arriba, Europa, lógicamente; por debajo, un buen puñado de marcas como Barcelona, Cataluña o Madrid, se han visto también impulsadas en su valor.

Con la crisis económica y la redistribución de poder en el mundo también se producen bruscas variaciones en la cotización internacional de los países y sus ciudades. Venimos de un mercado que era muy dual y sencillo en su funcionamiento ?Coca Cola frente Pepsi Cola para entendernos? en el que actuaba un cierto reparto de cuotas, y ahora estamos en un zoco multicolor y complejo, en el que hay que luchar por las propias marcas con mucha más tenacidad e inteligencia. Los países emergentes y las nuevas megalópolis globales se comen las cuotas de imagen de los países establecidos y de nuestras admiradas ciudades históricas. Ha llegado así la hora de un cierto declive para un conjunto de marcas occidentales que deberán ceder territorio a otras nuevas probablemente asiáticas, latinoamericanas o africanas. En el caso de la marca España, además de las circunstancias geopolíticas que afectan a todas las marcas europeas, hay un declive propio, trabajosamente obtenido por mérito de los propios españoles. El tipo de relaciones que hay entre Gobierno y oposición, por ejemplo, afecta al prestigio de la marca España. La oposición se siente autorizada a atacar al gobierno ante la opinión pública internacional y no le importa perjudicar la calificación de su deuda pública o el precio de sus bonos. El mejor exponente de esta actitud y de ese problema específicamente español es que un ex presidente del Gobierno como José María Aznar ande por esos mundos denigrando a su sucesor, sin atender ni tan siquiera a la estrategia o a las conveniencias de su propio partido. No hay en Europa occidental otro caso de polarización política tan extrema y de sistemática denigración del adversario, con la única excepción del radicalismo republicano del Tea Party contra Obama. No es el único elemento interior que contribuye al deterioro de la marca internacional. Casos de corrupción política como el Gürtel, el espionaje en la comunidad de Madrid, Pretoria o Palau de la Música, junto a sus efectos desmoralizadores sobre la ciudadanía, tienen efectos corrosivos sobre la marca del país donde se han producido, multiplicados además si las urnas vienen a premiar a los más corruptos como puede leerse ya en los indicadores demoscópicos más fiables; entre otras razones porque los ciudadanos tienen que escoger entre castigar a gobiernos que no han sabido enfrentarse adecuadamente a la crisis y unas alternativas de gobierno que siendo profundamente sospechosas son las únicas que quedan a mano. Pero la contribución más original al deterioro de la marca España, la más personal también, es la que se produce por la decisión individual de unos pocos jueces, en cuyas manos caen responsabilidades que superan ampliamente sus capacidades y criterio. Este ha sido ya el caso del procesamiento de Garzón por un supuesto delito de prevaricación y lo será también una sentencia del Tribunal Constitucional adversa contra el Estatuto de Cataluña. Si el apartamiento de Garzón ha sido percibido como una gran injusticia y una regresión democrática en todo el mundo, lo mismo sucederá con una sentencia del Tribunal Constitucional español que rectifique severamente una ley orgánica aprobada por dos parlamentos ?el autonómico catalán y el que representa al conjunto de la soberanía española? y ratificado en referéndum por los ciudadanos de Cataluña.

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28 de junio de 2010
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Dos visiones españolas de Israel

Dos destacadas personalidades del Partido Popular, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, han tomado posiciones públicas sobre el ataque contra la flotilla de ayuda humanitaria para Gaza, que terminó con la muerte de nueve personas y desencadenó una oleada de reprobaciones a la actuación del gobierno de Netanyahu. Ambos se declaran amigos y admiradores del Estado israelí, el primero en un artículo titulado Israel, de perfil y de frente, publicado en EL PAÍS el 14 de junio, y el segundo en otro texto, titulado Si cae Israel, caemos todos, publicado en el diario londinense The Times tres días más tarde, como anuncio de la creación de una asociación llamada Amigos de Israel.

Sus posiciones, sin embargo, son diametralmente opuestas. Gallardón reivindica su amistad con Israel para criticar el comportamiento de su Gobierno; mientras que Aznar declara su amistad para rechazar cualquier tipo de crítica a sus actuaciones. Ambas tomas de posición contienen un elemento de novedad. Pocos políticos españoles conservadores han osado tomar una posición tan clara como lo ha hecho Gallardón respecto a un gobierno amigo. En cuanto a Aznar, su actual posición rectifica su actitud como gobernante, cuando consideraba compatibles e incluso necesarias y simultáneas la comprensión de la causa palestina y la amistad con Israel. Ahora ha desaparecido su interés por Palestina y corrobora su imagen de político sin nadie a su derecha, algo que explica por la atracción de la impopularidad: ?Ya no está de moda defender a Israel?; ?es difícil encontrar una causa más impopular para defender?. Ante los argumentos de uno y otro, parece evidente que entran en una polémica implícita. Aznar recuerda que Israel es una creación de Naciones Unidas, cosa que Gallardón utiliza para reprochar que ?con frecuencia desoye sus resoluciones?. Aznar arguye con la creciente soledad internacional de Israel para romperla, mientras que Gallardón lo hace para pedir al gobierno israelí que haga caso de los amigos. Pero lo más destacado es que uno y otro ofrecen dos ideas contrapuestas de cómo conciben al Estado de Israel y por efecto de espejo a nuestras sociedades. El Israel de Aznar es un Estado occidental enfrentado al entorno árabe y musulmán, con amplio derecho a defenderse por encima de la legalidad internacional y merecedor de un cierre de filas incondicional por parte de un Occidente cristiano que se siente agredido y cercado. El Israel de Gallardón es el Estado ejemplar del sueño judío, la luz entre las naciones de los profetas: ?Otras naciones pueden fracasar en la convivencia y el respeto de los derechos humanos. Israel no?, dice. Para Aznar, una trinchera militar occidental en territorio hostil. Para Gallardón, una trinchera moral de la humanidad.

(Enlaces: con el artículo de Alberto Ruiz-Gallardón; y con el artículo de José María Aznar).

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27 de junio de 2010
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El Boomeran(g)
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