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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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Escucha Israel

El Gobierno que preside Benjamín Netanyahu tiene muchos motivos para la satisfacción. Acaba de obtener el enorme éxito diplomático que significa su ingreso en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), con el voto unánime de todos sus 31 miembros, incluyendo países muy críticos con su comportamiento en la franja de Gaza. Único inconveniente para el Gobierno israelí es que tendrá la obligación de desglosar las estadísticas según las fronteras reconocidas internacionalmente, de forma que pueda suministrar a los otros Estados miembros la información que le requieran sobre los Altos del Golán, Jerusalén Este y Cisjordania.

Una potente fronda judía y liberal se está levantando en EE UU y Europa contra Netanyahu Segundo motivo de satisfacción. Barack Obama, el hosco presidente de Estados Unidos que dejó plantado a Netanyahu la última vez que le recibió en la Casa Blanca, está preparando alfombras y fotógrafos porque quiere borrar el efecto de las malas relaciones y, como Sísifo, intentar una vez más que israelíes y palestinos hagan la paz. Su enviado especial a Oriente Próximo, George Mitchell, ha conseguido finalmente que avancen esas extrañas conversaciones de proximidad, en las que este veterano diplomático, sobradamente bregado en la zona y en la otrora espinosa Irlanda del Norte, se dedica a recorrer los 15 kilómetros que separan los despachos de Abbas y de Netanyahu para intentar dentro de tres meses su transformación en conversaciones directas para la creación de un Estado palestino al lado de un Israel reconocido por todos sus vecinos. Esto ha sucedido porque Netanyahu ha impuesto silenciosamente la congelación efectiva de nuevas construcciones en los asentamientos de los territorios ocupados, incluso en Jerusalén, aunque en este caso con doble sordina. Hasta aquí las viñetas rosa. Ahora llegan otras menos amables, e incluso oscuras. En lo que afecta a España, la suspensión de la Conferencia Euromediterránea que debía celebrarse en julio, entre otras razones por la insistencia del ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, en viajar a Barcelona, sabiendo que su presencia, considerada indeseable por la mayoría de los socios árabes, bastaba para impedir que asistiera el copresidente de la Unión por el Mediterráneo, Hosni Mubarak, al que en su día mandó al diablo. Poca emoción ha suscitado este golpe a la presidencia semestral española de la UE, todo lo contrario de lo que ha sucedido con la prohibición de entrada en Israel, donde estaba invitado para impartir una conferencia, al lingüista y militante izquierdista judío norteamericano, Noam Chomsky. Y también la va a suscitar, además de abundante polémica, al igual que ha venido sucediendo cada año, el informe anual de Amnistía Internacional, que denuncia "los crímenes de guerra y otras infracciones graves del derecho internacional en la Franja de Gaza", así como las "severas restricciones a la libertad de circulación de la población palestina de los Territorios Palestinos Ocupados", los desalojos forzosos, la demolición de casas y expropiación de tierras en dichos territorios, la ampliación de los asentamientos israelíes ilegales, el uso excesivo de la fuerza a veces con medios letales, los malos tratos a personas, las detenciones administrativas, los juicios militares injustos y los abusos graves e impunes contra palestinos por parte de colonos y militares. También hay una viñeta nueva, inquietante para el Gobierno de Netanyahu y muy reveladora acerca de las tensas relaciones con Washington, que responden a un mar de fondo que desborda ampliamente a las ideas y a la personalidad de Barack Obama. Una potentísima fronda judía y liberal (de izquierdas en lenguaje europeo) se está levantando en Europa y en Estados Unidos en contra del Gobierno extremista que preside Netanyahu, con la compañía nada recomendable de varios destacados ministros xenófobos y racistas, que quisieran unos expulsar a todos los árabes de Israel, y otros impedir por cualquier medio la constitución del Estado palestino. El periodista judío norteamericano Peter Beinart es quien ha encendido la chispa en Estados Unidos con su artículo El fracaso del establishment judío americano, publicado en la The New York Review of Books, en el que reivindica dramáticamente los valores liberales que han caracterizado la cultura judía frente al etnicismo identitario del judaísmo ortodoxo, muestra su preocupación por la democracia israelí y señala el divorcio entre el actual Israel de los colonos antiárabes y los jóvenes judíos norteamericanos. Algo similar ha ocurrido en Europa, donde cerca de 3000 intelectuales judíos, encabezados por filósofos como Alain Finkielkraut y Bernard Henri-Lévy, han firmado un llamamiento en el que expresan su temor por el futuro de Israel como Estado judío y democrático. "Esperemos que estas voces de los amigos de Israel en París, Londres y Bruselas se escuchen en Jerusalén", ha escrito el diario israelí Haaretz. La viñeta final de balance es bien clara: a pesar del ingreso en la OCDE y del viaje de Netanyahu, nunca un Gobierno de Israel había llegado tan lejos en su desprestigio internacional.

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27 de mayo de 2010
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De jardineros a leñadores

Toda nueva era necesita un nombre. Para Obama lo que debe definirla es la responsabilidad. Merkel quiere que sea de estabilidad. Si atendemos a los primeros gestos de Cameron y Clegg, será de austeridad. La síntesis de todos ellos la he encontrado en una expresión recogida por David Ignatius en The Washington Post: ?responsabilidad fiscal?. Todas estas denominaciones no denotan tan sólo lo bien que quisiéramos funcionar en el futuro, sino sobre todo, lo mal que hemos funcionado hasta el presente: con irresponsabilidad, sin atender a la estabilidad económica y monetaria, en medio de la opulencia y de la exhuberancia irracional, palabras de Greenspan, que es exactamente lo contrario de la austeridad.

?Restaurar la responsabilidad fiscal? es la primera y más elemental recomendación que reciben los alumnos del Industrial College of the Armed Forces (ICAF) a la hora de realizar un ejercicio consistente en desarrollar una estrategia nacional de seguridad. Estos alumnos son los futuros cuadros civiles y militares de las principales instituciones de seguridad norteamericanas. Ignatius, que es quien cuenta esta historia, asegura que después de una década de guerras y de crisis financiera, el nivel del endeudamiento es el principal peligro para la seguridad norteamericana. Y añade otra cita inquietante de un alto funcionario del Pentágono: ?De los 25 mayores deudores del mundo, 19 son naciones aliadas a Estados Unidos?. No olvidemos que los emergentes BRIC (Brasil, Rusia, India, China) son los menos endeudados. El problema de seguridad planteado por el endeudamiento también es español y europeo. Habrá que ver cómo se mantienen los actuales compromisos de seguridad que tenemos los europeos en muchos puntos del planeta en el momento en que acaba de empezar la gran poda que dejará nuestras economías públicas y privadas peladitas al rape como los reclutas de antaño. La era de la responsabilidad fiscal exigirá, probablemente, un nuevo tipo de comportamientos sobre todo por parte de los políticos. Se acabó el tiempo de apaños y chapuzas, resueltos por cambalaches que incluían siempre una chequera inacabable. Muchos de los grandes consensos políticos, sindicales y sociales exhibidos por unos y otros durante años eran hijos de la gran chequera. Ahora deberán someterse a la gran tijera, o incluso a la motosierra, según imagen de David Laws, el viceministro británico de Hacienda. La política había sido hasta ahora tarea de reformistas, artistas del retoque indoloro, formados en la escuela del Príncipe de Salina (que todo cambie para que nadie cambie). Los había de derechas y de izquierdas, pero todos eran especialistas en lo mismo: la política como jardinería, con riego por aspersión incluido. Ahora se acabó para una larga temporada este cuidado amoroso de los parterres, que a veces incluían el desmonte suave de los árboles más frondosos. A la reforma le sucede el recorte. Quien quiera seguir en política debe convertirse en artista pero de la gran tijera, el hacha o incluso la motosierra. Ya no habrá reformadores de derechas y reformadores de izquierdas, sino podadores de lo uno y de lo otro. Los jardineros desfilan, se van, o les echan, y llegan los leñadores con sus músculos potentes y sus temibles aperos de cortar. Y ojalá se haga todo mediadamente bien y rápido en esta nueva era de la responsabilidad fiscal, con decisión y coraje. De lo contrario todavía puede ser peor. Si los leñadores no consiguieran hacer bien su trabajo, vaya usted a saber quiénes llegarán detrás. (Enlaces: con el artículo de David Ignatius; y con el site del ICAF.)

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26 de mayo de 2010
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¿Una canciller de hojalata?

La política es un juego de espejos y trampantojos que jamás autoriza a bajar la guardia a quienes la practican o dar por ganadas la partida antes de que termine a quienes están librándola. Hay que pelear cada batalla hasta el último segundo a riesgo de sufrir una reversión fatal. Es el territorio de la volubilidad y de la indeterminación, donde los cambios del viento de la historia pueden arrasar con los más grandes y encumbran a quienes nadie tenía en consideración. Angela Merkel lo sabe muy bien, tal como demuestran su trayectoria política y sus actuales horas bajas.

Hace poco más de medio año se hallaba en la cumbre del prestigio y de la fama internacionales. ?La mujer más poderosa del mundo?, después de dirigir durante cuatro años la gran coalición con los socialdemócratas y de coronar una impresionante batería de reformas del Estado de bienestar alemán, había conseguido una segunda victoria electoral que le permitía formar gobierno ahora con los liberales, regresando a la fórmula de coalición más frecuentada en la historia de la república federal. Si la anterior coalición pudo parecer forzada por las circunstancias, la canciller presentó la actual, ya en la campaña, como su opción ideológica preferida, a pesar de los potenciales desacuerdos que albergaban las diferencias de programas. Todo el mundo esperaba que la nueva etapa fuera la del despegue definitivo de Angela Merkel como gran canciller, capaz de dejar una fuerte impronta en su país, en la construcción europea, en las negociaciones sobre cambio climático y en la salida de una crisis que --a la vista de lo que está pasando ahora-- apenas había empezado entonces a golpear al continente. Su primer tropiezo grave se produjo en Copenhague, en diciembre pasado, cuando la UE y su país fueron cruelmente marginados por Estados Unidos y China del acuerdo final en la Cumbre del Clima. Merkel es una política vinculada desde hace muchos años a toda la negociación de Kyoto. Ocupó la cartera de Medio Ambiente desde 1994 hasta 1998 con Helmut Kohl y recibió el apelativo de Canciller del Clima, sobre todo después de su éxito en la Cumbre de Heilingendamm (2007), cuando consiguió que Bush reconociera al menos la existencia del problema. Su derrota de Copenhague, por lo que se ha visto después, es mucho más significativa de lo que se vio en su día. En ella quedó reflejada la pérdida de poder de la Unión Europea, pero también de Alemania, en la nueva organización del mundo global, frente al ascenso de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China). El estallido de la crisis griega ha conducido a un segundo y severo revés para la canciller, que ha perdido la oportunidad de liderar a los europeos y de situar de nuevo a Alemania en cabeza de la construcción europea y del liderazgo mundial. En términos muy parecidos se lo ha reprochado con gran severidad el ex ministro de Exteriores Joschka Fischer, que plantea la actual situación europea en términos dramáticos de elegir entre una mayor integración o la disolución del proyecto europeo y hace responsable de la inacción a la canciller. Fischer recuerda los ejemplos de Kohl ante la caída del Muro y Schroeder ante los atentados del 11S para afear los escasos reflejos de Merkel, que según su parecer debió aprobar ya en febrero el paquete de rescate para Grecia. La canciller se encuentra ahora con que proliferan las críticas en su contra tanto en casa como fuera, dentro del Gobierno y de su propia coalición CDU-CSU y por supuesto en la oposición, y no digamos ya entre los socios europeos, que nunca habían visto hasta hoy una Alemania tan ensimismada, egoísta y euroescéptica. Fischer le da una segunda oportunidad a la canciller y se aferra para ello a su discurso en Aquisgrán con motivo de la entrega del Premio Carlomagno al primer ministro polaco Donal Tusk. Allí fue donde dijo que si el euro cae, cae el entero proyecto europeo. ?Que actúe en consecuencia?, ha dicho. Nadie quiere nuevos cancilleres de hierro, pero tampoco sirven los de hojalata. Hubiera quedado muy bien como canciller del Clima, pero todavía sería mejor que Merkel quisiera y consiguiera llevarse el título de la canciller que nos sacó de la crisis. (Enlace con la entrevista que le ha hecho Der Spiegel a Fischer.)

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25 de mayo de 2010
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Naufragio en vez de sueño

La presidencia española de la Unión Europea ha pasado finalmente a mejor vida. No hace falta esperar a que termine el semestre. Se acabó. El último chasco ha sido la anulación de la Cumbre Euromediterránea, que debía celebrarse en Barcelona el 6 de junio, cuando 43 jefes de Estado y de Gobierno de las dos orillas debían reunirse para propulsar ya definitivamente la Unión por el Mediterráneo en la misma ciudad donde se ha establecido la secretaría permanente.

De los tres momentos estelares del semestre español sólo ha quedado finalmente el megaencuentro latinoamericano que ha reunido en Madrid a una veintena larga de mandatarios y ha saciado todas las ganas de imágenes, conferencias de prensa y declaraciones. Obama anuló su viaje a Madrid y quedaron arrumbadas las rimbombantes ideas de una nueva agenda transatlántica y una declaración de interdependencia. Y en la única cumbre celebrada, según la visión del escritor y diplomático chileno Carlos Franz, ?Europa se reunió con un fantasma?, pues tuvo que enfrentarse ?a casi dos docenas de mandatarios de Latinoamérica y el Caribe, incapaces de admitir que los represente uno solo?. Vistas así las cosas, tres a cero. Alguna reflexión debiera desprenderse de la presidencia española respecto de la funcionalidad del sistema de las cumbres europeas en un momento como el actual. También algo debieran aprender quienes se obstinan en levantar castillos de expectativas a partir de los difíciles y siempre variables calendarios europeos sin darse cuenta de que ellos mismos son los responsables de las ruinas políticas que luego caen sobre sus cabezas. Es muy probable que esta sea la última presidencia con visos de efectividad de la UE. Son muchos los que temen por esta última, la señora Merkel sin ir más lejos, que esta pasada semana ha apelado a la responsabilidad de los diputados alemanes para que aprobaran el mecanismo de rescate de la deuda soberana europea, vinculando el futuro del euro al propio futuro de la UE. Pero a estas horas nadie puede seguir sensatamente defendiendo el sentido de las futuras presidencias, después de la experiencia de Zapatero con la entrada en vigor del nuevo Tratado de Lisboa. Lo más probable es que estos semestres presidenciales deriven hacia el folclor y la gastronomía regionales, en honor de los ministros que convocan los consejos informales de cada especialidad en sus ciudades natales, y que su significado político se desvanezca rápidamente. Se sabía que las presidencias rotatorias iban a cambiar con las nuevas instituciones, y sobre todo gracias al nuevo cargo de presidente permanente del Consejo Europeo, ocupado por primera vez por el belga Herman Van Rompuy. Pero nadie había podido calcular todavía el tamaño del cambio, ya no por los efectos que producen los tratados cuando entran en vigor, sino, sobre todo, por el efecto de las tozudas y malditas circunstancias, los acontecimientos dictadores, que son los que, de verdad, moldean la historia por encima de voluntades y buenos propósitos. Sobre ello hay una frase célebre del primer ministro británico Harold McMillan (1957-1963), al que un periodista le preguntó cuál era el mayor reto para un hombre de Estado: ?Events, my dear boy, events?. Los events, los acontecimientos, son los que se han llevado la presidencia por delante. Todo el protagonismo, energías, titulares, son para la crisis, esa crisis obstinadamente rechazada que ha golpeado a la presidencia española como un campeón de boxeo al saco de arena hasta reventarlo. La UE estuvo guiada desde su fundación por un sueño de unidad y plenitud. En los últimos años han sido la inercia y la unión por defecto las que han funcionado. Pero esto ya no sirve ante unos events tan duros de pelar que amenazan la propia esencia del proyecto soñado: la unidad y la plenitud de su sociedad de bienestar. De ahí que el factor movilizador que ha empezado a actuar sea la amenaza, el temor al naufragio que se nos viene encima si la moneda cae y luego cae también la entera construcción europea. Sin ese señuelo nadie habría tomado todavía decisión alguna respecto a la deuda griega ni sobre la gran tijera que ha empezado ya su poda dolorosísima.

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24 de mayo de 2010
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La tortuga política, tras la liebre de la crisis

La confianza es un bien muy delicado, que se da por descontado cuando todo funciona, pero se echa en falta dramáticamente cuando escasea. La crisis entera, en sus distintas fases, incluida la política, puede explicarse en términos de confianza, de su escasez e incluso de su quiebra absoluta. Los ciudadanos no la perdemos de golpe y sin explicación alguna, al contrario: la perdemos porque alguien nos hace extremadamente desconfiados. Por ejemplo, si los bancos cierran sus ventanillas para no tener que pagar a sus clientes. O si los Gobiernos niegan la realidad de la crisis y luego toman medidas que han prometido no tomar.

Cuando pega la crisis y es una crisis tan dura, la quiebra de la confianza actúa como un terremoto sobre toda la sociedad. Desaparece como por ensalmo en todos los ámbitos. Dejamos de confiar en el valor de nuestros depósitos bancarios, en la moneda común, en las instituciones que nos rigen o en las noticias que nos dan los periódicos. Ahora mismo la desconfianza se ha convertido directamente en política y en europea. Nos cuesta creer que alguien nos saque del agujero negro, consiga salvar la deuda de los países meridionales, preservar el euro y mantener incluso la Unión Europea. No hay confianza en los gobernantes y menos la hay en la capacidad de los 16 Gobiernos del euro y de los 27 de la Unión para empezar a gobernar todos a una como exige la salida de la crisis. No todo es rigurosamente negro, es cierto. Los europeos hemos dado algunos pequeños pasos. El Banco Central Europeo ha dejado de preocuparse exclusivamente de combatir la inflación y ha visto levantada la prohibición de comprar deuda y de utilizarla como aval con independencia de su clasificación. Se ha creado un fondo europeo colosal para evitar que el hundimiento de la deuda griega actúe como la primera ficha del dominó que hace caer todas las otras. Todos los socios están presentando planes para cortar por lo sano los déficits públicos. Habrá supervisión europea de los presupuestos nacionales. Se anuncian regulaciones para la banca financiera e incluso impuestos sobre las transacciones, de forma que los banqueros también contribuyan a financiar el déficit y no caiga el entero esfuerzo sobre los pensionistas y los asalariados. Alemania, en una fuga unilateral, quizá de pánico, ha prohibido ya las compras especulativas de valores; y quiere desposeer a los países miembros que no cumplan con los planes de estabilidad de su derecho de voto en las instituciones y de sus fondos de solidaridad europeos. Todo se dirige, así, hacia la constitución de un Gobierno económico del euro. Al fin. Pero la duda trágica que nos invade es saber si la política, con su paso de tortuga, podrá alcanzar a tiempo a esta crisis voraz que avanza como una liebre.

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23 de mayo de 2010
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Goles que marcará Brasil

El balón es el símbolo obligado del encumbramiento de Brasil como superpotencia. Su brillante tradición deportiva obliga a evaluar en términos futbolísticos sus crecientes éxitos económicos y diplomáticos. Así lo ha hecho el ministro de Exteriores, Celso Amorim, a la hora de calificar el acuerdo obtenido por su presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, junto al primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, y al presidente Mahmud Ahmadinejad, sobre el programa iraní de enriquecimiento de uranio: "Brasil sólo ha colocado la pelota en el área".

Muchas son las interpretaciones suscitadas por este compromiso tripartito, que sigue los pasos del último intento pilotado desde Naciones Unidas para evitar que el programa iraní desemboque en la fabricación del arma nuclear; y por el que Teherán se compromete a entregar a Turquía 1.200 kilos de uranio poco enriquecido, de los que devolverá a los iraníes una décima parte, a su vez enriquecida al 20% para uso médico. Desde Washington puede verse como una jugada de los nuevos países emergentes para cerrar el paso a la cuarta serie de sanciones económicas que Estados Unidos estaba preparando y que presentó el martes, pocas horas después de la firma a tres en Teherán. Desde Israel, donde su Gobierno desconfía de las sanciones ante un régimen al que considera una amenaza existencial, cabe considerarlo como una bofetada a Obama, que carga de razón a quienes todo lo fían a la destrucción por medios militares de las instalaciones nucleares iraníes. Desde Europa sólo puede interpretarse como lo que es en cualquiera de los casos: ese balón que sitúa a Brasil en mitad del escenario y desaloja en cambio a quienes tuvieron el máximo protagonismo en los últimos años, tanto a través del llamado Grupo 5+1 (los cinco del Consejo de Seguridad, de los que dos son europeos: Francia y Reino Unido, más Alemania) como del Alto Representante de la UE, Javier Solana, a quien los Seis delegaron el grueso de la negociación, cosa que no han hecho con su sucesora, Catherine Ashton. Los intereses de Turquía y su premier desembocan directamente en la región a la que Lula ha viajado en dos ocasiones en los tres últimos meses. Están en juego las relaciones de vecindad y el liderazgo regional, aunque también cuenta la competencia con Rusia. Para Brasil, en cambio, todo se juega en la mejora del estatuto internacional del gran país sudamericano. Lula se ha colado en un escenario reservado hasta ayer a las viejas superpotencias por la misma infalible regla de tres con que su país se incorporó al G-20 a la hora de enfrentarse con la crisis financiera, o entró en la cocina decisiva de la Cumbre de Copenhague sobre cambio climático. Esta actitud responde a una política internacional de cuño realista, que está guiada sobre todo por los intereses de Brasil como potencia americana con vocación global. Es un envite que compite directamente con los europeos, cuya nutrida presencia en las instituciones internacionales, además de acentuar su cacofonía y su capacidad divisiva, no hace más que subrayar la senectud de una arquitectura internacional que se mantiene casi intacta desde que terminó la última guerra mundial hace 65 años. Lula ha desplegado siempre una gran actividad internacional. Pero este año 2010, el último de su presidencia, ha registrado un salto cualitativo, marcado por dos desplazamientos al exterior que indican como las sondas la profundidad de la vocación de Brasil. El primero le llevó en marzo pasado a Oriente Próximo, zona geográfica que jamás había ocupado a presidente brasileño alguno. El segundo le ha conducido ahora hasta Teherán y le ha proporcionado el raro privilegio de entrevistarse con el Guía Supremo de la Revolución, el ayatolá Alí Jamenei, algo que sólo está al alcance de una nómina muy restringida de mandatarios extranjeros. Con su imagen de bonhomía proletaria y su enorme prestigio, Lula está actuando como un cohete propulsor de Brasil en la nueva etapa geopolítica multipolar. Está bien claro que, como parte de su legado político, quiere dejar a Brasil situado en lo más alto posible de la escena internacional y especialmente bien colocado en sus apuestas institucionales. De ahí que quiera jugar un papel en el proceso de paz en Oriente Próximo y ahora en un conflicto como el que mantiene Occidente con Irán, vinculado directamente a la política de no proliferación. Lula ha centrado el balón, que está ahora dentro del área. Pero serán sus sucesores quienes deberán empezar a meter los goles como en los mejores tiempos de la selección amarilla.

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20 de mayo de 2010
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Un globo con tres pinchazos

Una nube de ceniza sobre la atmósfera europea, un escape gigantesco de petróleo en el golfo de México y la crisis financiera que destruye ahorros y puestos de trabajo a lo largo y ancho del Viejo Continente. Son los tres pinchazos que deshinchan ahora mismo el globo y averían su acomodación a los nuevos tiempos, la globalización. Cada uno perturba su propio mercado global y la mercancía que circula por sus arterias: el primero, el tráfico aéreo sobre los cielos europeos; el segundo, el flujo energético; y el último el fiduciario, y principalmente la moneda de más reciente invención y éxito que es el euro.

Poco se puede hacer respecto al primer pinchazo, si no es regresar momentáneamente al desplazamiento limitado y lento, a los viejos y románticos trenes de cuando Europa estaba de verdad compuesta por naciones. Tampoco saben qué hacer los técnicos del petróleo con el segundo pinchazo, que sigue vomitando su líquido sucio y letal en el océano. Pero dónde las habilidades y capacidades de quienes debieran saber se convierten en patéticas es en la detención de la hemorragia fiduciaria, ese caudal de confianza en las economías europeas que vuela en cenizas con mayor fuerza que el volcán islandés y se escapa a mayor velocidad que la bolsa petrolífera del golfo. Los tres percances son de naturaleza y consecuencias muy distintas, aunque cada uno algo nos explica de la avería de gobernanza que sufre el globo terráqueo. El primero y el segundo adoptan incluso la forma de manchas visibles en las imágenes desde gran altura del planeta. El primero y el tercero claman por más Europa, en el control y organización de los cielos y de los transportes y en la fijación de las políticas económicas y presupuestarias de los países del euro. El segundo, en cambio, interpela a la dependencia del petróleo que todos sufrimos, aunque más los norteamericanos, y exige energías alternativas que permitan terminar con las extracciones en aguas profundas, peligrosas hasta un grado inimaginable para el medio ambiente. La idea del mundo desgobernado se concreta así en los tres escapes simultáneos que sufre el balón, sin que nadie sea capaz hasta el momento de hacer algo positivo para poner el parche que frene las pérdidas. Veremos cómo queda el globo el día en que los tres pinchazos queden finalmente cerrados. Pero seguro que nada será como antes.

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19 de mayo de 2010
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Noticias de España

La gran noticia de España se produjo hace ya más de 30 años. Había desaparecido la dictadura; regresaban todos y cada uno de los actores del viejo Ruedo Ibérico, ocultos y reprimidos durante los 40 años de protagonismo exclusivo del dictador, sus militares y sus curas. Y sin embargo, las casandras que anunciaban la inevitable guerra civil, inscrita como una fatalidad genética en la historia española, se equivocaron de medio a medio. Todo lo que fue llegando luego era parte de este mentís rotundo a una historia desgraciada: la recuperación de las viejas pero siempre vivas lenguas y nacionalidades, con sus instituciones; el regreso a Europa; el hallazgo insólito de la senda de la prosperidad. La mota del 23-F, perfectamente adaptada al rancio guión, fue el único contrapunto antes del despliegue de esa nueva historia sorprendente, tan escasamente española.

Pero ahora, desde hace un tiempo, todo parece pugnar por un regreso desdichado, alentado además por esta crisis colosal, que fue primero financiera, luego de deuda soberana y ahora es ya del euro. Y así es como la gran noticia de España en el mundo parece que vuelve a ser la de siempre. Como si aquel desmentido feliz se hubiera vuelto en contra de los españoles. Un juez expulsado porque otros jueces consideraron que prevaricó cuando quiso investigar los muertos todavía sin reivindicar de la guerra civil. Un tribunal constitucional que discute sin rubor los borradores de un recorte que devuelve a Catalunya a la etapa anterior a su primer Estatuto y a la Constitución. Una crisis que amenaza con la miseria a los hijos de quienes salieron de la miseria. Lo peor de estas amenazas no es que sean desempolvadas desde la mirada exótica, sino el gusto con que se blanden desde dentro mismo de este Ruedo Ibérico donde se evoca y se concita la lidia trágica de la guerra incivil. Es cierto que todo llega como una farsa, alentada por las miserias de la vida política contemporánea para obtener un puñado de votos. Pero es un juego siniestro, cargado de malos presagios, que nos devuelve la imagen de la España de siempre, pegada como un excremento para siempre en nuestros zapatos.

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18 de mayo de 2010
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Una pedrada en el escaparte socialista

Lo que faltaba. El gran escaparate barcelonés, la ciudad donde el socialismo manda desde el tiempo inmemorial de la transición, acaba de recibir una pedrada en plena cristalera. El mismo día en que las encuestas electorales anuncian naufragios socialistas en Cataluña y en España. La misma semana en la que Zapatero tiró por la borda todo su programa social.

Lo peor es que nadie ajeno al consistorio barcelonés ha lanzado la pedrada al escaparate. La iniciativa de efectuar una consulta para decidir sobre el futuro de la calle más importante de la ciudad no era fruto de ningún pie forzado ni la respuesta necesaria a un problema acuciante. Ha sido un error optativo y lo más próximo a un suicidio político. El problema que se planteaba no era banal. Restringir el tráfico de vehículos en la avenida de la Diagonal, que atraviesa la ciudad de arriba abajo, significaba un cambio sustancial, probablemente histórico, que no debía realizarse de espaldas a los ciudadanos, y merecía, por tanto, una buena labor de consulta y participación. Pero a partir de esta premisa de elemental consistencia, nada de lo que ha hecho a continuación el ayuntamiento barcelonés tiene ni pies ni cabeza. La prueba es el resultado. La participación, en una consulta que ha durado toda una semana y que ha contado con voto electrónico por Internet, ha sido muy inferior a las consultas independentistas organizadas por asociaciones privadas. La opción abrumadoramente apoyada por los ciudadanos, la llamada C, no tenía otro contenido concreto más que rechazar las dos únicas posibilidades realmente ofrecidas y estudiadas por el consistorio. Es decir, los ciudadanos consultados para que escogieran si querían que la Diagonal fuera remodelada como una rambla con paseo central o como un bulevar, con dos grandes calzadas centrales, han devuelto como respuesta que ni una ni otra. La celebración de la consulta ha costado tres millones de euros, cantidad que apenas hubiera llamado la atención antes de la semana de la gran tijera, en la que pensiones, sueldos públicos e inversiones en infraestructuras acaban de sufrir un recorte de los que duelen en los bolsillos y no se olvidan fácilmente. Si se trataba de manipular la consulta para obtener algún rédito político, tal como ha señalado una y otra vez la suspicaz oposición municipal, el resultado ha sido exactamente lo contrario. Ni siquiera ha funcionado correctamente el sistema de consulta, de forma que ni el alcalde Jordi Hereu ni el jefe de la oposición Xavier Trias consiguieron a la primera hacer efectivo su voto. Quienes han salido mejor librados de este referéndum del empastre son esos fieles amigos del socialismo que son los de Esquerra Republicana, socios en la sombra en el consistorio barcelonés, que exigieron la realización de la consulta para seguir apoyando a Hereu y acreditados especialistas en el ejercicio de desdoblamiento consistente en sacar todos los réditos de estar en el Gobierno sin perder la oportunidad de demostrar la pureza ideológica de quienes están en la oposición. La conclusión es que el socialismo barcelonés se ha disparado un tiro en el pie a un año de las elecciones municipales y a pocos meses de las autonómicas. Y que se abre una crisis política en su municipio emblemático en el peor momento posible para el socialismo en Cataluña, en España e incluso en Europa. Ahora es el minuto de la pañolada, de pedir dimisiones, desde el alcalde hasta el presidente; elecciones anticipadas o mociones de confianza o censura. Puede que amaine y regrese la calma de las convocatorias ordenadas: primero catalanas, después municipales y autonómicas y finalmente generales. Pero si aguzamos los sentidos y vemos lo que pasa en el mundo y en casa, pintan bastos para el socialismo en todos los torneos del Gran Slam electoral, bajo el signo de una crisis que no es únicamente económica sino que atraviesa, como la misma Diagonal, todas las instituciones de nuestras democracias.

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17 de mayo de 2010
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Podadores en plena faena

Ya sabemos quien manda aquí: Obama. No es una mala noticia, al contrario. El presidente, que sigue de cerca la película de terror, se ha interesado no tanto por la intervención financiera para evitar la quiebra de alguno de los socios del euro como por el tamaño de la intervención. Ese célebre mecanismo financiero para salvar la moneda europea, inventado justo hace una semana, es un arma de disuasión masiva, un enorme cañón que los socios europeos deben exhibir para demostrar su voluntad de actuar con contundencia sin límites ante cualquier intento de conducir a uno de ellos al abismo, como le ha ocurrido a Grecia y podría repetirse con otros, empezando por la presa golosa que es España. Pues bien, el papel de Obama ha sido el de persuadir a los amigos europeos, empezando por Sarkozy y Merkel, para que actuaran con rapidez y a lo grande, algo que no estaba ni en las intenciones ni en el guión de unos líderes perezosos, apáticos y divididos.

Obama manda porque no hay quien mande en Europa. Y ya es un buen consuelo saber que quien manda es Obama, pues sólo faltaría que fuera el secretario general del Partido Comunista chino. Si los dirigentes europeos no se espabilan será quizás lo que sucederá en la próxima crisis. Ahora mismo el paisaje europeo es un desierto desolado de liderazgo político: no la hay en los gobiernos, pero tampoco en las instituciones europeas, ni en los nuevos altos cargos que hubieran podido jugar algún papel a la hora de liderar esa unión monetaria que en ocasiones se comporta como el ejército de Pancho Villa. Gracias habrá que dar al Fondo Monetario Internacional, descartado inicialmente con indignación y luego pieza clave en la construcción de este mecanismo financiero destinado a convertirse en un Fondo Monetario Europeo. Para salvarnos del naufragio muchas cosas se han improvisado en un fin de semana, además del salvavidas financiero: el Banco Central Europeo ha visto súbitamente incrementados sus poderes para comprar bonos de todos los colores a los países socios; y los socios han sacado la gran tijera de esquilar. Ya que los líderes no sirven para dirigir Europa servirán al menos para quemarse en esta poda colosal, organizada para no ahogarnos en la deuda. Gracias habrá que dar a Obama, preocupado de que unos aporten los fondos y de que otros recorten todo lo que hay que recortar. Pero si se quiere preservar el euro y que la moneda única no sirva para encoger, habrá que hacer además nuevos pasos, directamente políticos, que nos devuelvan al crecimiento y a la creación de puestos de trabajo. Y esto no lo va a hacer Obama sino que tendrán que hacerlo los líderes europeos, y si no lo hacen éstos, que lo hagan otros mejores que pongamos en su lugar.

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16 de mayo de 2010
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El Boomeran(g)
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