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Escrito por

Juan Pablo Meneses

Juan Pablo Meneses (Santiago de Chile, 1969). Escritor, cronista y periodismo portátil. Es autor de los libros Equipaje de mano (Planeta 2003); Sexo y poder (Planeta 2004); La vida de una vaca (Planeta/Seix Barral 2008, finalista Premio Crónicas Seix Barral); Crónicas Argentinas (Norma 2009) y Hotel España (Norma 2009  / Iberoamericana / Vervuert 2010), distinguida por el Consorcio Camino del Cid como uno de los ocho mejores libros de literatura de viajes publicados en España el 2010. Sus crónicas se han publicado en 25 países y traducido a cinco idiomas. Ha sido columnista y bloguero en medios como Clarín (Argentina), SoHo (Colombia), El Mercurio (Chile), Etiqueta Negra (Perú), Glamour (México) y Clubcultura (España). Estudió periodismo en la Universidad Diego Portales y en la Universitat Autónoma de Barcelona, y fue relator del taller de Tomás Eloy Martínez en la Fundación Nuevo Periodismo que preside Gabriel García Márquez. El 2006, la Asociación de Prensa de Aragón publicó un libro que transcribe su taller de periodismo portátil. Ha sido cronista invitado en universidades de América Latina y España, entre ellas la UNAM de México, la Complutense de Madrid y la Universidad de Chile. Fundó la Escuela de Periodismo Portátil, con alumnos conectados desde más de 20 países y que organiza, junto a la Universidad de Guadalajara, el "Premio Las Nuevas Plumas" de crónicas inéditas y en español.

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un taller de alto riesgo

Alejandro Almazán, autor perteneciente a la Generación ¡Bang!, es un reconocido periodista y escritor mexicano. Uno de los cronistas en zonas de riesgo con más trayectoria en América Latina. Premio Nacional de Periodismo en México [Crónica] 2003, 2004 y 2006. Premio Nacional Rostros de la Discriminación 2008. Premio Sociedad Interamericana de Prensa 2010. Autor de La victoria que no fue [2006, Grijalbo], Gumaro de Dios, el caníbal [Mondadori, 2007], Placa 36 [UNAM, 2009], la novela Entre perros [Mondadori, 2009], Palestina, historias que Dios nunca hubiera escrito [2011], El más buscado [Grijalbo, 2012] y Chicas Kaláshnikov y otras crónicas [Océano, 2013].

Almazán, con toda su experiencia en coberturas en zonas de riesgo, se suma al proyecto de la Escuela de Periodismo Portátil. Ahí dictará el taller on-line de "Crónicas de riesgo".

Hasta ahora, por la escuela han pasado alumnos conectados desde más de 30 países diferentes. Algunos de ellos (incluidos los profesores), estuvieron en distintas ciudades y países durante un mismo curso. El traslado como parte de la vida, y no como un impedimento.

La Escuela de Periodismo Portátil es un proyecto independiente y autofinanciado de escritura en Español. Y con este nuevo taller, el proyecto busca abordar un tema urgente en los días que corren: Cómo escribir una crónica roja, o de narco, o de guerra, o de violencia social. 

Las clases del taller de Alejandro Almazán comienzan el 10 de septiembre, y las inscripciones ya están abiertas. 

El programa del taller se puede ver aquí.

 

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21 de agosto de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Yo corrí en San Fermín

Al final de la corrida le pego una bofetada a Ernest Hemingway. Se la pego a un costado de la cara, entre su oreja y mejilla izquierda. Pero eso sucede al final de la corrida que ahora está por comenzar. Quedan pocos minutos para un nuevo encierro, el sexto de este año en San Fermín, la famosa fiesta de Pamplona donde sueltan a los toros por las calles mientras miles corren eufóricos escapando de una cornada.

 

Hace cuarenta minutos que pasaron las siete de la mañana, y a los que hoy vamos a correr nos tienen encerrados hace más de una hora. A las ocho soltarán ocho toros, pero unos minutos antes abrirán el encierro de los corredores. Un mozo, como se le dice tradicionalmente a quienes corren delante de los animales en San Fermín, puede aprovechar esos minutos de ventaja y correr las ocho cuadras sin problema. De hecho, la mayoría de los que corre nunca ve ni de cerca a los animales. "¡Hay que esperarlos!", grita uno con sonrisa dura, en mitad de una espera llena de nervios. Hay gente asustada de verdad. Algunos abandonan a último minuto. Otros cantan sevillanas. "Yo me iré corriendo rápido antes de que los suelten", murmura uno de México, saltando como si tuviera resortes en las zapatillas.

 

Si bien no hay obligación, la mayoría de los corredores están vestidos de blanco y con cinturón o pañuelo rojo. Otra vieja costumbre que todavía se mantiene, especialmente los gringos en plan "¡Gran-tour-a-San-Fermín!", es correr con un diario enrollado en forma de palo. Así, dice la tradición, se le puede pegar y espantar al toro sin dañarlo físicamente. A diferencia del resto del mundo, donde se ven grandes investigaciones o crónicas periodísticas envolviendo pescado, en estos minutos previos al encierro veo cientos de notas periodísticas enrolladas y muy bien dispuestas para alejar a los toros en caso de emergencia.

 

En eso, aparece una voz por los parlantes y la ciudad estalla en aplausos llenos de vivas y de ¡olé! Los altavoces están por todo el recorrido. Los que más aplauden son los que no corren, los que miran de afuera, sin peligro, y que entienden que la fiesta está por comenzar. La voz de los parlantes viene dirigida a nosotros, a los que estamos encajonados esperando que abran la puerta. Nos anuncian a todo volumen unas medidas de seguridad que salen en castellano, francés, inglés, italiano y alemán. No hay indicaciones en euskera, aunque esta es una fiesta vasca, con origen vasco, en una región vasca y en donde todas las noches, en más de algún bar, se termina empinando la copa y gritando: "¡Gora Eta!"

 

Las precauciones a tomar parecen simples, pero al escucharlas por parlantes y en un encierro junto a personas que saltan nerviosas y con un diario enrollado en la mano, la cosa se agranda: "Si te caes al suelo tápate la cabeza con las manos; nunca toques a los toros; no te subas a las barandas mientras corres; no corras si bebiste". Lo del alcohol es ridículo: el 80 por ciento de los que estamos aquí adentro nos pasamos la noche despiertos, en fiestas, conciertos o en bares bebiendo kalimotxo, como le llaman a la mezcla de vino tinto y Coca Cola que riega la ciudad esta semana. La policía saca de entre los corredores a un par que ya no se puede mantener en pie y a otro que trae ojotas en vez de zapatillas, pero no mucho más. Si bien la mayoría pasamos de largo, hay algunos corredores que recién se levantaron después de dormir ocho horas para correr más despiertos. Casi todos son estadounidenses que han llegado en tours organizados con varios meses de anticipación. Traen zapatillas especiales, camisetas alusivas al viaje y chapas de San Fermín.

 

Para el resto, la noche previa, como todas las noches y días desde que con la ceremonia del Chupinazo larga San Fermín, son de una fiesta interminable y repetida. Basta una hora para saber lo que te va a esperar durante las 23 restantes hasta completar cada día de una semana, que empezó el siete y terminó el lunes pasado. Hay peñas folclóricas que pasan tocando tambores, trompetas y olés a las horas más insólitas, cuando la mayoría duerme. El negocio es gigante. La alcaldía acondiciona plazas para que los corredores sin alojamiento puedan dormir al aire libre. Todo el Casco Viejo de Pamplona se convierte en un enorme shopping al aire libre con todo tipo de souvenirs de la fiesta. Se acreditan más de 600 periodistas de todo el mundo, participan más de 3.000 voluntarios y en total hay más de 200 actividades. Además de los turistas, durante esta semana vuelven a Pamplona todos los que hicieron su vida en otras ciudades de España, por estudio o trabajo, y se reencuentran así con sus padres y amigos del barrio, con quienes comentan el crecimiento de la familia mientras en la mesa vecina se emborrachan unos alemanes. También llegan muchos sudamericanos que hacen tatuajes con henna, malabares con fuego, tocan guitarra o venden tejidos; y marroquíes y paquistaníes que se abocan básicamente a vender cerveza suelta y chocolate las 24 horas.

 

Queda menos. Se abre la primera puerta y comenzamos a avanzar por la calle San Nicolás en dirección a la Plaza de Toros, donde termina el encierro. Más adelante hay una barrera de policías que detiene a los mozos que avanzan más rápido: la idea es que haya corredores por todo el trayecto, por eso tantas barreras y detenciones antes de la largada. Aquí cualquiera puede correr. No hay que pagar inscripción, y todavía no es necesario registrarte por Internet en la web de Nike o de Reebok para correr de a miles. Cualquiera se puede sumar, libremente, con requisitos mínimos. La nueva barrera de policías sirve para una nueva revisión, esta vez sacan de la pista a un japonés que no quiere soltar su cámara de video. Está prohibido correr con cámaras. Si estás solo y no tenés quién te tome una foto, al final de cada encierro las casas fotográficas de Pamplona ponen a la venta cientos de imágenes sacadas por fotógrafos estratégicamente ubicados: después de cada encierro muchos mozos se van al centro del casco antiguo a ver si salieron en alguna foto, por la que deberán pagar 12 euros.

 

Ya no queda nada. Ahora los mozos estamos todos dispersos por estas ocho manzanas adoquinadas, las mismas que durante el resto del año transitan a paso lento y bastón en mano una mayoría de jubilados. Los que estamos adentro del encierro somos pocos y la mayoría de los visitantes han preferido -sensatamente- ver la escena desde tranquilas tribunas o desde balcones que se alquilan por buen precio y con meses de anticipación. Ya está. No queda tiempo. Alguien grita que ya son las ocho. Pasa un minuto más. Boooooooom.

 

El bombazo se escucha lejos y anuncia que acaban de soltar a los toros. Y que ya vienen hacia nosotros. Todos comenzamos a correr desesperadamente hacia adelante. A correr sin que importe si pisamos a alguien en el camino. Lo que hasta hace unos minutos era nerviosismo colectivo, ahora es individualismo desatado. Aparece San Fermín en su esencia. De pronto, todos estamos viviendo en directo la metáfora de la vida que nos quieren hacer vivir: aquí adentro nos salvamos aplastando cabezas ajenas y nos abrimos paso sin importar quién quede en el camino. Adrenalina pura.

 

La carrera termina en la Plaza de Toros de Pamplona, pero claro, para eso falta mucho. Esto recién empezó. Si bien oficialmente una corrida dura dos o tres minutos, aquí adentro el tiempo se alarga. Dos o tres minutos es muchísimo. Es como una semana sin adrenalina. Y seguís corriendo. El grito de los otros mozos te pone más nervioso. Todos gritan y todos corren desesperadamente. De los balcones lanzan papel picado y sobre tu cabeza cae una lluvia infinita de flashes fotográficos. La Televisión Española transmite en directo al resto del mundo, como todos los julio de cada año, las imágenes de Pamplona. Hay cámaras de televisión por toda la calle, como si esto fuera un gran set de televisión. Y seguís corriendo. Corrés mirando hacia atrás. Corrés arrancando. Corrés con el corazón en la boca. Corrés entre los turistas gringos. Corrés asustado. Corrés entre las familias de Pamplona. Corrés como un ladrón de carteras del DF, como un tira-collares de Buenos Aires. Corrés de los toros. Corrés con furia, como nunca corriste. Corrés frente a los fotógrafos, que más tarde venderán tu foto en la tienda del casco Viejo. Corrés sabiendo que te siguen, que están cerca, que ya se sienten. Cada vez más cerca. Corrés nervioso, pero con valor. Los toros se escuchan, porque traen en el cuello campanas que anuncian su presencia policial. Ya casi te agarran. Y corrés para salvarte el pellejo. Con todo. Que no te agarren. Hijodeputa que no te agarren, corré mierda, corré mierda, corré como nunca corriste por la puta madre. Y tus piernas se mueven más rápido de lo que pensaste. Estás en San Fermín, la famosa fiesta de los toros, y ahora los toros te pasan a pocos centímetros, cerca. Tratás de mantener la calma, pero el latido de tu corazón te parte la cabeza, y ahí acaban de pasar y sientes miedo de verdad pero no lo sabes.

 

Cuando entrás corriendo a la plaza de toros, junto a los animales, te recibe un estadio lleno de gente vestida de blanco y pañuelos rojos que te aplaude a rabiar por lo que acabás de hacer. Miles de personas sentadas en las tribunas, que esperaron pacientemente la muerte de alguno de nosotros, y que ahora te lanzan vítores y disparan fotos.

 

Cuando termina el nuevo encierro, en la plaza de toros sueltan unas vaquillonas para que los corredores se entretengan jugando a ser toreros. De los litros de kalimotxo ya no queda nada. La adrenalina de la corrida se llevó el alcohol. Sin embargo, aunque ya han pasado unos minutos del fin te sentís eufórico, como si te hubieras inyectado bebida energizante. Tenés ganas de gritar. Y gritás. Gritás como si estuvieras solo en la mitad de un desierto, gritás en el centro de la plaza de toros de Pamplona un mes de julio durante San Fermín, gritás con los puños apretados y aflojás y sacás toda la tensión de jugar a arriesgar la vida en una fiesta transmitida en directo por Televisión Española.

 

A la salida de la plaza de toros, una enorme estatua de Ernest Hemingway le hace un homenaje al escritor que hizo famosa la fiesta de San Fermín con la publicación, en 1926, de la novela Fiesta (The Sun Also Rises). En Pamplona están conscientes de los resultados que trajo la novela del escritor rudo, de puño cerrado, que le contó al mundo lo bravo que era escapar de toros sueltos por la mitad de las calles. Y ahí está Hemingway, mirando con ojos de bronce cómo salimos todos los corredores de la plaza de toros. Entonces, con la adrenalina descontrolada y la exaltación de sentirme superhéroe por un par de minutos, salto y me subo a la estatua del admirado Ernesto. Me acerco a su cara, lo miro fijo y le doy una bofetada. "Nunca te atreviste a correrla de verdad", le digo sin quitarle la vista, antes de irme a buscar un nuevo kalimotxo para seguir en la fiesta interminable.

 

 

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10 de julio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Niños futbolistas y el debate moral

Una radio de España, Aragón Radio, le pregunta a sus auditores: ¿Os parece moral que se puedan comprar a niños futbolistas por 200€? La consulta la lanzan un par de horas antes de que me toque salir al aire, en la misma radio, hablando de "Niños futbolistas". Después de la emisión, me llegan un par de correos que hablan de niños, euros y moralidad.

No estoy contra las encuestas que hacen los medios. Pero, esta vez, la pregunta es la que complica todo. O más bien, es el precio.

Si es inmoral comprar niños futbolistas por 200 euros, ¿no lo es comprarlos por 2 mil? ¿20 mil? ¿200 mil? Y si la moralidad depende del precio, entonces, como todos, tenemos que ajustarnos a las leyes de consumo, de oferta y demanda. De ahí sale el precio. De esa moral. Cash.

Ahora, entiendo que lo del precio pudo ser un error de quién armó la encuesta. En realidad, quiso preguntar ¿Os parece moral que se puedan comprar a niños futbolistas? Así, a secas. Sin monto.

Y entonces, a los auditores que les parece una inmoralidad de lo que trata "Niños futbolistas", deben saber que Messi fue comprado y enviado a otro continente a los 12 años por el Barcelona, y que el argentino Leo Coria fue presentado por el Real Madrid como nuevo fichaje a los siete años.

Y hasta ahora, que yo sepa, nadie trató de inmorales a esas instituciones. Y ellos lo hicieron antes.

 

 

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24 de junio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Niños futbolistas en Madrid

Una lectora, que leyó "Niños futbolistas", me manda esta increíble foto con varios niños futbolistas muy famosos que ahora son multimillonarios.

Hay otros, la inmensa mayoría, que nunca "llegó". De las historias de ellos, de los triunfadores y de los que jamás triunfaron, hablaremos el próximo jueves 13 a las 19:00 en Casa América de Madrid. Me acompañará Juan Cruz.

Es la presentación oficial de "Niños futbolistas", el libro donde se relata un viaje por Latinoamérica en busca de comprar un chico goleador que pueda triunfar en España. Un acercamiento a una transacción, que aunque suena extraña, se hace todo el tiempo.

Ahora mismo, mientras lees esto, un padre o un abuelo de América Latiba está firmando un papel para que el niño cruce el charco. Siempre, con la ilusión de llegar a la cima, a esa que conquistaron los niños futbolistas de la foto. 

 

 

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11 de junio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El periodismo cash y Niños futbolistas

Para escribir Niños futbolistas, mi plan consistía en comprar con dinero en efectivo al protagonista del libro. Un experimento narrativo que suelo llamar «periodismo cash», pues no es la primera vez que los billetes le dan estructura a mi relato, cuya fórmula es así de sencilla; comprar y luego contarlo, consumo + escritura. Todo con el objetivo de conocer, desde dentro y de cerca, esas partes de la industria y el negocio que, por motivos que iremos revelando en estas páginas, solemos desconocer o no suelen importarnos.

Niños futbolistas es, pues, el viaje en busca de un buen jugador para luego ofrecer el «producto» en Europa, principalmente España.

Para que fuese un experimento verdadero de periodismo cash, la idea era que se tratase, también, de una operación rentable, como ocurrió cuando compré a La Negra para escribir La vida de una vaca.

La Negra tenía una semana cuando cerré la transacción, y gracias a ella, durante tres años pude escribir sobre la cadena por la que pasa un ternero hasta que llega al plato. Claro que, por el camino, la claridad del claridad del planteamiento fue dando lugar a la incertidumbre.

La compraventa de un niño futbolista es más hermética y oscura que la de un ternero.

 

 

Extracto del capítulo "El prólogo" de Niños futbolistas

 

 

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5 de junio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El Buitre del Real Madrid

Emilio Butragueño, El Buitre, el histórico goleador merengue y actual director de Relaciones Institucionales del Real Madrid, anda de gira por Latinoamérica. Hace unos días estuvo en Guatemala y ayer, me entero por la foto del diario, apareció en Santiago de Chile presentando el proyecto de la escuela del Real Madrid.

Butragueño es la cabeza del plan con que el Madrid le está saliendo a competir al Barcelona, que hasta ahora lleva amplia ventaja, en la recolección de materia prima futbolística. Una rivalidad que se juega en las canchas latinoamericanas, y donde los goles consisten en fichar a los mejores chicos que en el futuro próximo puedan ser el nuevo Messi, Falcao o Neymar.

Durante más de dos años recorrí América Latina haciendo, de manera solitaria, el mismo trabajo de instituciones gigantes como el Real Madrid y el Barcelona: buscar a un jugador infantil que quisiera triunfar en Europa. Cuando uno me interesaba, hablaba con su padre para pedirle un precio. Si ya tenía representante (es común que menores de 12 años ya lo tengan), ya no me servía. Buscar y desechar y regatear, como siempre que uno anda de compras.

De aquel viaje salió Niños futbolistas, un libro que pronto saldrá a la venta en España con el sello Blackie Books, y donde aparecen niños, padres, madres, representantes, agentes, entrenadores, goles, triunfos y derrotas por los distintos países que fui recorriendo.

Al ver ayer la foto en el diario (la que aparece arriba), con el Buitre rodeado de niños que sueñan con triunfar en el Bernabeu, pensé un par de cosas:

Por un lado, que chicos como los de la foto se pueden comprar por 200 dólares (aunque los de la foto ya deben tener un pre-contrato cerrado con la Escuela del Real Madrid).

Por otra parte, que en un par de semanas estaré presentando Niños futbolistas en Madrid y Barcelona, donde funcionan las dos más grandes maquinarias recolectoras de chicos jugadores latinoamericanos.

 

 

 

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30 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El Montegrande de Gabriela Mistral

 

En Montegrande están orgullosos de vivir en el pueblo donde nació Gabriela Mistral. Una imponente estatua de la poeta, junto a dos pequeños alumnos, da la bienvenida al lugar.

Ha pasado un tiempo del 50 aniversario de su muerte, pero la vendedora de bebidas heladas de la plaza sigue emocionada recordando los homenajes, las visitas ilustres, los discursos, los arreglos florales al mausoleo, los autos importantes que llegaron aquel día, y las placas recordatorias nuevas que se sumaron.

El significativo aniversario del fallecimiento de la primera Premio Nobel de Literatura de Chile, y de Latinoamérica, fue noticia nacional. Pero claro, como lo dice su definición, la noticia fue breve. Y se olvidó tan rápido como el periódico de ayer. Como si en Chile todos supieran de antemano que el único legado definitivo de la Mistral terminará siendo uno mucho más silvestre: ser la cara del billete de 5 mil pesos.

Quizás por eso en Montegrande esté el único cajero automático de varios pueblos a la redonda. O que su mausoleo se ve totalmente ahorcado entre viñedos que prometen muchos ingresos a sus dueños y las grandes pisqueras. Y que su museo, donde el único fin parece ser demostrar que Lucila nació aquí y no en Vicuña, no sea otra cosa que un pobrísimo rejunte de trastos viejos y documentos mal fotocopiados que apenas se leen.

Cuando uno visita el pueblo de algún escritor o poeta admirado, un plan es sentarse en la plaza central a leer algo de dicho autor y tratar de entenderlo un poco más. Con Jorge Teillier, leyéndolo en la actual plaza Jorge Teillier de Lautaro, me dio resultado.

En este caso, seguramente la imprudencia fue mía al llegar a Montegrande sin ningún libro de Gabriela Mistral bajo el brazo. Viajera incansable en tiempos en que pocos viajaban, el programa de releer a nuestra premio Nobel en su pueblo natal - del que tanto escribió y a cuyos niños les legó parte de su derechos- se fue apagando rápido. En todo Montegrande no está a la venta ningún trabajo de Gabriela Mistral. Y no sólo eso, en la casa-museo no hay libro alguno de la poeta: ni expuesto ni para que el visitante lo lea. Los artesanos, que venden de todo, prefieren - con buen ojo comercial- ofrecer piedras o aceites o sacacorchos, antes que poemas. En todo Montegrande no existe una sola biblioteca pública, y para intentar algo sólo queda ir hasta Paihuano en horario de oficina.

En resumen: pese al mausoleo, aquí en Montegrande no está Gabriela Mistral.

A más de 50 años de su muerte, Lucila Godoy Alcayaga sigue siendo un misterio que Chile no logra - ni intenta- resolver. No es casual que en el extranjero la reconocieran mucho más - y antes- que en casa. El solo hecho de imaginar que una mujer nacida en este escondido pueblo a fines del siglo 19 llegara a donde llegó, es algo que parece imposible incluso para los niños que nacen hoy en Montegrande.

Y eso, ella no sólo lo sabía: también lo recitaba.

 

 

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28 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El viaje de la vida

Me piden de una revista mexicana que piense en el viaje de mi vida. Y aunque les escribo que okey, que lo escribiré, que les confirmo fechas la próxima semana y gracias por la propuesta y saludos y chao, finalmente, luego de responder el mail, me quedo pensando en cuál ha sido el viaje de mi vida. Peor aún, me quedo pensando en cuál ha sido mi vida. Y sus viajes.

Al rato hago encuestas. Una amiga me dice que el viaje de su vida fue en mochila por Europa, recién salida del colegio en Cali, Colombia. Me dice que fueron meses de meses de abrirse libremente al mundo, dejando atrás un círculo de amistades chismosas, además de guardaespaldas, sicarios, balas de plomo partiendo cráneos y secuestros de familiares y amigos. Otro me cuenta que su gran viaje fue a la carretera austral en auto, desde Santiago. Cuatro semanas solo con su papá, con quien por entonces se hablaba poco y nada: a la vuelta del viaje habían hablado de todo, además, claro, de haber ido juntos a putas en Puerto Montt, de haberse emborrachado hasta vomitar en una cantina de madera mientras afuera nevaba y de haber reído tanto, tanto, tanto, que cuando lo recuerda le dan ganas de llorar.

¿Cuál ha sido el viaje de tu vida? La pregunta es simple, aunque Chatwin hizo de su respuesta una profesión. La vida y los viajes a veces se complican y precisamente en esos momentos, por lo general, es cuando se nos hacen inolvidables. Es lo que le pasó a otra amiga, una que recorrió el mundo como instructora de esquí y que dice que el viaje de su vida fue a los 16 años, cuando le tocó su etapa de intercambio a Estados Unidos. Pero a ese Estados Unidos de los viajes de intercambio. Es decir, a un pueblo perdido, terriblemente fofo y con colesterol hasta en los semáforos, de autos grandes y viejos y banderas USA en las chaquetas y donde, finalmente, como casi todos, lo pasó pésimo en el intercambio famoso. En ese viaje tuvo que enfrentar tantas dificultades sola, que a partir de entonces su vida cambió. Otro me dice que el viaje de su vida todavía no lo hace, que lo hará pronto. Me jura que lo hará pronto. Que un día mandará todo al carajo y que pronto (repite la palabra pronto cada cinco frases) dejará el trabajo que detesta, el buen puesto que no lo enorgullece, los planes de previsión que no lo tranquilizan y saldrá de viaje a recorrer el mundo que sabe que se está perdiendo por tener que responderle a no sabe quién.

Quiero creer que a lo largo de nuestra vida tenemos varios viaje de la vida. Que en más de una ocasión todo cruje, todo cambia, la perspectiva se da vuelta y las cosas se sacuden y de ser así, como espero que sea, el problema estaría en elegir uno de esos viajes.

A veces pienso que el viaje de mi vida fue a Boston, cuando mi hermano estudiaba en Harvard. Llegaba la oveja negra a visitar a la estrella de la familia. Después de varias semanas desorientado en el entorno triunfalista de Cambridge, obviamente salí disparado. Escupido por la situación. Dando botes en autos y trenes hasta terminar en Miami, en la casa de una vieja colombiana que conocí en el Amtrak, tras recorrer toda la costa Este pensando que mi vida sí que era mínima. Otras veces, imagino que todo cambió un verano de hace mil años, cuando mi amigo Tuna contó que su papá tenía una casa desocupada en El Tabo y entonces, en grupo de amigos, nos pasamos todas las noches de medio verano recorriendo discotecas desde El Quisco a Cartagena, ida y vuelta, cuando esa zona ya era, y de lejos, la más bizarra de Chile. O puede ser que el viaje de mi vida haya sido el que hice a Aguaviva, un perdido y seco pueblo del interior de España a donde llegué haciéndole dedo a un camión. Iba obsesionado por contar la historia del lugar, un pueblo de viejos españoles repoblado con niños argentinos. Un lugar aburrido y caluroso, al que llegué por voluntad propia y, lo que es peor, gastándome más de la mitad del premio de un concurso de crónicas con el que supuestamente viviría todo un año. O cuando me fui de chico de campamento con mis hermanos y mi padre. O cuando fui al Mundial de Francia compartiendo hoteles con Leonel Sánchez y Chamaco Valdés. O cuando volé de Barcelona a Buenos Aires pensando en alargar para siempre lo vivido en la habitación 503 del hotel Cisneros.

¿Cuál ha sido el viaje de tu vida? En mi caso, la pregunta está abierta y me queda una semana para responderles a los mexicanos. Por lo menos ya tengo claro que, al igual que en las buenas crónicas de viajes, lo más importante del viaje de la vida es qué te sucedió aquella vez. Y que lo menos relevante, como siempre, es el lugar físico donde todo pasó.

 

 

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9 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bang Almazán Bang

Alejandro Almazán, uno de los autores ¡Bang!, presenta nuevo libro en México. Se trata de un conjunto de crónicas publicadas bajo el titulo de "Chicas Kalashnikov". Una muestra del trabajo de uno de los principales cronistas de la Generación ¡Bang!

Almazán nació en Ciudad de México en 1971. Estudió Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM. Ha sido miembro fundador de Macrópolis, CNI-Canal 40, Milenio Semanal, Milenio Diario, Larevista y Emeequis. Además, ha trabajado para los diarios Reforma y El Universal. Actualmente colabora la revista Gatopardo, en el Grupo Milenio. Ha ganado tres veces el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de crónica. Ha ganado, también, el Premio Nacional Rostros de la Discriminación, el premio que otorga la Sociedad Interamericana de Prensa y el Fernando Benítez. 

Es autor de La victoria que no fue (2006), Gumaro de Dios, el caníbal (2007), Placa 36 (2009), la novela Entre perros 2009), Palestina, historias que Dios nunca hubiera escrito (2011) y la novela El más buscado (2012). Sus textos sobre narcotráfico han sido publicados en antologías recientes de España, México y Venezuela.

En la entrevista que le hice para Generación ¡Bang! le dije que entre sus varios libros hay dos novelas ("Entre perros", sobre un sicario, y "El más buscado", con la vida de un capo narco), y me interesaba saber cómo hacía el cruce entre realidad y ficción en su trabajo periodístico.

Esta fue su respuesta: 

-Como una vez se lo leí a Martín Caparrós: Sé que es periodismo porque se publica en periódico y sé que es ficción porque se publica una novela. Es decir, como Caparrós, no cambio mi chip de escritura, pero al teclear tengo claro cuál de los dos pactos con el lector estoy utilizando: el del periodismo, donde tecleo lo que me consta, lo que vi, lo que no puedo torcer; y el de la ficción, donde tecleo lo que se me ocurre, lo que quiero transformar. Quizá lo más difícil del paso a la ficción fue que debía mentir, siendo que mi oficio trabaja con la verdad. Entonces sentí un gran alivio al pensar que la ficción había sido creada para los que, en el mundo real, no sabíamos mentir. En la ficción, también, he encontrado un refugio para contar lo que en el periodismo no se puede. Hoy, que están matando a mucho periodista en este país, mucha de la información se desecha. Ya sea por miedo, porque no está confirmada o porque sí lo está. Porque entiendes que las autoridades con partícipes y estás más vulnerable. O simplemente porque entiendes que, aún cuando se publique, no pasará absolutamente nada y tú sólo, en el mejor de los casos, vas a engrosar la lista de sentenciados.

 

 

 

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3 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sobre la Generación ¡Bang!

Esta semana el mexicano Daniel Emilio Pacheco escribió sobre Generación ¡Bang!. Y lo que publicó es esto:

 

Dice Alberto Salcedo Ramos "La crónica desarrolla un aspecto secundario o de color de un acontecimiento que ha sido, antes, objeto de tratamiento noticioso. Ese es su valor agregado." Y en el libro Generación BANG los nuevos cronistas del narco mexicano, editado bajo el sello Temas de hoy, queda ampliamente comprobado.

Cuenta el cronista chileno Juan Pablo Meneses, que los viajes que realizara a México durante los años 2007-2012 le abrieron el interés por conocer más a fondo la situación que vivía el país con respecto al narco. Motivo por el cual empezó a buscar información, contactó reporteros, revisó la información de la prensa... Y terminó reuniendo el trabajo de 11 periodistas mexicanos que con sus crónicas mostraban los aspectos profundos, que el trato noticioso deja de lado, para buscar la siguiente nota relevante.

"Si ahondamos en el horror quitamos el disfraz a las mentiras que señalan que esta es una guerra de ‘buenos contra malos', que la mayoría de los que mueren son delincuentes o ‘en algo malo andaban', que muy pocos eran inocentes -o ‘bajas colaterales, como le gustaba nombrarlos al presidente- o que esta guerra debe pelearse a balazos, como se hacía en el Viejo Oeste" Marcela Turati

La selección es buena, la mayoría de los cronistas ya son reconocidos, y los trabajos que se presentan en esta compilación son variados en temática y estilo:

-Un narco sin suerte, Alejandro Almazán.

-Partes de guerra, Daniel de la Fuente.

-La mujer más valiente de México tiene miedo, Galia García Palafox.

-Los Sheriffs de la montaña, Thelma Gómez Durán.

-Los niños de la furia, Luis Guillermo Hernández.

-Un vaquero cruza la frontera en silencio, Diego Enrique Osorno.

-Los desaparecidos de Tamaulipas, Humberto Padgett.

-Juegan a ser sicarios, Daniela Rea.

-La voz de la tribu, Emiliano Ruiz Parra.

-Guerra contra el luto, Marcela Turati.

-¿Qué hay en el más allá de un narco?, Juan Veledíaz.

Las crónicas presentadas en Generación BANG, son el esfuerzo de un grupo de profesionales, que busca ir más allá del frío reporte noticioso, mostrando los rostros y motivaciones de los involucrados en una guerra violenta, que en un principio sorprendía, pero que poco a poco, empieza a ser parte de una rutina de vida. Cada uno de los 11 autores tiene una pequeña biografía y Juan Pablo Meneses le realiza una entrevista, cerrando el círculo de presentación.

"Los cronistas estamos trascendiendo el ‘ejecutómetro' (ese brutal conteo diario de asesinados que realizan los reporteros de la nota roja) y le estamos dando rostro a la guerra, la dotamos de historias, de significados, antecedentes, implicaciones y explicaciones". Marcela Turati.

Generación BANG los nuevos cronistas del narco mexicano, es una buena forma de acercarse a un interesante grupo de escritores y también al conocimiento del ambiente del narcotráfico donde... no todo es como se cuenta en una nota informativa. . . se felizzzz!!

 
 
 
@menesesportatil 
 


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29 de abril de 2013
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El Boomeran(g)
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