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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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Cien pataletas de Juan Villoro

Juan Villoro ¿Hay vida en la tierra? es el nuevo libro del mexicano Juan Villoro, editado por Almadia, donde reúne cien ?irritaciones?, colerones o pataletas, como quieran llamarlo, que ha realizado en sus crónicas durante décadas. La burocracia, el tráfico, los seres queridos, los mariachis, todo puede ser causa de un artículo iracundo -gozoso más que malhumorado- de Juan Villoro. Me pregunto si su célebre artículo contra la comida mexicana (que a diferencia de lo que pasó en el Perú, en México no ocasionó ni un resfriado, por cierto) está ahí.  Dice la nota en La Vanguardia de México:

El escritor mexicano Juan Villoro acaba de editar su libro de crónicas ?¿Hay vida en la tierra??, 100 relatos con los que el famoso autor nacido en Ciudad de México en 1956 ha querido dejar testimonio de las irritaciones que padece ?a causa de esta vida loca que llevamos?. ?Las crónicas de la vida cotidiana surgen para convertir en algo gozoso irritaciones que hemos tenido en una oficina de gobierno, en el tráfico, con nuestros seres queridos?, dijo en entrevista con la agencia dpa el también autor de ?Dios es redondo?, ?La noche navegable? y ?La casa pierde?, entre otras obras que lo han convertido en una figura fundamental en el universo literario latinoamericano. El texto del escritor es el número 100 de la editorial oaxaqueña Almadía y, según Villoro, su origen es una especie de terapia que se brindó ?para darle sentido a la loca vida que llevamos?. ?Este libro reúne textos de 17 años, escritos de manera intermitente e interrumpida, porque en el medio también hice cosas más o menos periodísticas?, expresó, al tiempo que admitió ser parte de una tradición que en Argentina tuvo como figura máxima a Roberto Arlt (1900-1942) y en México al novelista Jorge Ibargüengoitia. ?Si queremos saber, por ejemplo, cómo era la Buenos Aires de Arlt, nos basta con leer sus ?Aguafuertes porteñas? para adentrarnos en una fascinante galería de personajes y circunstancias, de escenarios, de edificios, que nos muestra cómo iban cambiando las costumbres de la época?, afirmó el también ganador del Premio Herralde 2004 por su novela ?El testigo?. (?) En ?¿Hay vida en la tierra??, Villoro invita a sus compatriotas a seguir llegando tarde a las citas al considerar que México es ?un país donde todo lo que vale la pena se pospone?. De igual forma, se preguntó si habrá un artista que como el argentino Guillermo Kuitca quiera su viejo colchón para hacer una obra de arte, aunque al despertar caiga en la cuenta de que ?el colchón seguía allí y descubra sin querer que su madre vende lupas en forma clandestina?. ?Empecé a escribir estas crónicas como un desahogo y también para explicarme algunos de los misterios de la vida cotidiana y, sin duda, para sobreponerme a mis irritaciones. La literatura surge para hacer del sufrimiento una forma del gozo. Esta extraordinaria paradoja que tiene como cometido la literatura desde su origen: disfrutar leyendo las tragedias?, indicó. ?Con los años se fue convirtiendo en una constante: el tratar de tener un observatorio cotidiano que me permitiera hablar de cosas que no son tan importantes, la relación que tenemos con los paraguas, con los pies, con las mascotas, con los teléfonos celulares, podrían crear un cuadro de costumbres?, anotó. El reconocido escritor también dijo que hechos como el haber estado escuchando durante seis horas un mariachi, acabando aturdido preguntándose ¿por qué le sucedió esto?, le sirvió para darse cuenta de que ?a lo mejor hay una mitología detrás y si la explora conocerá algo más de la relación especial que tiene un grupo de personas con los mariachis?.

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22 de febrero de 2012
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La vana tarea de las palabras

Vanitas. Foto: sibileishons Un nuevo post en ?Vano Oficio? mi blog en El País. Aquí explico el origen del título del blog y de mi fenecido programa de TV. Dice:

En el 2000 había publicado un libro titulado La disciplina de la vanidad (intento de hacer un retrato del artista adolescente, pero con agentes literarios y encuentros de escritores) cuando recibí la llamada del gerente de TV del canal de Estado ofreciéndome una entrevista. Ya había sido entrevistado varias veces, en ese canal y en otros, así que no me sorprendí tanto, pedí la hora y el día y estuve puntual. Pero esta vez, en lugar de conducirme hacia el set o pasar por maquillaje, me llevaron a la sala del presidente del canal y entre él y el gerente me tuvieron sentado y hablándome unos diez minutos antes de que pudiera darme cuenta de que, en realidad, era una entrevista de trabajo. Fue así que me ofrecieron conducir un programa de TV sobre literatura. No tenía ninguna experiencia en TV, más allá de esporádicas entrevistas, pero sí bastante arrojo, así que acepté. Antes tenía que pasar por una prueba, que en televisión se llama ?programa piloto?, y me preguntaron a quién podía entrevistar. Por coincidencia, el escritor secreto menos secreto de América Latina, Mario Bellatin, estaba alojado en mi casa por esos días así que lo propuse y les pareció estupenda la idea. Ahora solo faltaba pensar en un nombre para el programa. Me propusieron uno malísimo: ?El Aleph?. Les advertí que de ninguna manera aceptaría un nombre que tuviese que ver con escritores, libros o letras. ¿Entonces cuál? El primero que vino a mi mente fue ?Vano Oficio?. No era la primera vez que intentaba colocar el nombre de ?Vano Oficio? sobre mi firma. Mucho antes, a fines de los años 80, propuse tener una columna cultural con ese nombre en un suplemento dominical. La columna pretendía ser un ensamblaje arbitrario de ideas y noticias literarias, algo así como un blog antes de que los blogs existieran, que al editor no le hizo gracia. Pero habían pasado varios años de eso y había llegado el momento de desempolvar el nombre que tanto me gustaba (y que, además, se había reactivado con la escritura de La disciplina de la vanidad) y así lo hice. Desde luego, muchos de los escritores que pasaron por mi set durante los siete años que duró el programa me preguntaron, algunos con suspicacia, otros con curiosidad y varios con bastante rudeza, por qué se llamaba así el programa y si yo, realmente, era un snob que pensaba que la literatura era una hoguera de vanidades. A todo aquel que quisiera escucharme le explicaba el origen del nombre y lo que significaba para mí. No creo haber sido muy convincente; los veía retirarse con la sospecha de que el título del programa era, más bien, un pretexto para camuflar mi cabalgante vanidad. Ahora intento explicarlo otra vez. El nombre surge de un poema de Luis Cernuda titulado ?La gloria del poeta? y, más precisamente, de unos versos de ese poema: ?Porque me cansa la vana tarea de las palabras,/Como al niño las dulces piedrecillas,/ Que arroja a un lago, para ver estremecer su calma/Con el reflejo de un gran ala misteriosa?. Siempre me gustó que el poeta representase la ?tarea de las palabras? como un niño arrojando piedras para ver estremecerse al lago, aunque sea solo por unos segundos. El niño y el poeta saben que luego el lago volverá a su habitual calma y ni las piedrecillas ni las palabras habrán logrado dejar huella. Es decir, una tarea ?vana? no por vanidosa sino por inútil. Como decía Gustave Flaubert : los escritores intentan hacer una música celestial capaz de estremecer a las estrellas, pero su musiquita apenas basta para hacer bailar a los osos. Pero si la palabra ?vana? implica la inutilidad del esfuerzo, el sin sentido de querer lograr más sin conseguirlo, dejándonos al final con la sensación de vacío, de vacuidad o carencia, la palabra ?tarea? (que yo cambié por ?oficio? para hacer más eufónico y también más visual el título, con esas ?o? enlazadas que esperaba que un diseñador supiera aprovechar) me remite al esfuerzo con que realizamos nuestro trabajo. Es cierto, los escritores estamos condenados a, con suerte, apenas estremecer unos segundos el agua de un quieto lago antes de desaparecer. Pero ponemos en ese esfuerzo todo nuestro oficio, nuestras herramientas adquiridas en cada lectura y cada jornada de trabajo, nuestro aprendizaje vital, nuestro conocimiento. Un escritor digno jamás dejaría nada al azar. O, mejor dicho, incluso el azar debe estar contemplado en lo que Vladímir Nabokov llamaba el ?arte superior?.  Leo Pulso, el libro de cuento de Julian Barnes (quien antes mencionó el tema de la vanidad literaria en El loro de Flaubert) y me encuentro con la siguiente reflexión debida a una escritora que tuvo ya sus quince minutos de fama: ?Cualquiera que entendiese un poco sobre arte sabía que jamás alcanzaba aquello con lo que su creador había soñado. El arte siempre quedaba corto, y el artista, lejos de rescatar algo del desastre de la vida, estaba condenado por lo tanto a un doble fracaso?.  Es vana la tarea de las palabras. Es un vano oficio, qué duda cabe. Pero no nos apresuremos en llamar ?vanidoso?, por petulante o soberbio, al escritor, sino más bien consideremos que todo esfuerzo literario es vano porque está llamado a terminar en derrota. Incluso los más grandes triunfos no son sino doradas medianías o espléndidos fracasos. Pero una derrota a priori jamás ha detenido a nadie. Probablemente, el arte siempre se quedará corto para cumplir con nuestros sueños, pero es lo único que tenemos para bucear hacia el interior de las cosas y de nosotros mismos. De eso se trata este vano oficio: siempre intentar ir hasta el fondo, sabiendo que llegar hasta donde podamos, aunque quedemos lejos de la meta, siempre será mejor que no intentarlo. 

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22 de febrero de 2012
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"Los grandes blogueros llevan siempre las botas puestas"

con las botas puestas Desde hace algunos años, comento a todo el que me pregunta sobre mi blog que, honestamente, creo que los tiempos en que los blog estaban de moda han muerto. Podría no parecerlo, pero ha sucedido. Eso no quiere decir que no se sigan escribiendo blogs y muy buenos, sino que la capacidad de llamar la atención de estos últimos frente al Twitter o el Facebook es inferior. Como escribí en mi último post en El País, este hecho en vez de dañar a los blogs lo ha alimentado; cada vez hay menos blogs, cierto, pero los que insisten se preocupan más por mejorar sus contenidos.  Enrique Vila Matas, gran lector de blogs aunque no tenga uno propiamente, también considera que los tiempos explosivos del blog han pasado a mejor vida. Así lo dice en una columna ?Café Peret? de hoy, en El País, titulada: ?Los viejos blogueros nunca mueren?. Muy interesante. (PD.- Y agradezco mucho la mención a mi blog Vano Oficio) 

?Me acuerdo de los gorros tipo Davy Crockett, y de cuando todo era Davy Crockett por aquí y Davy Crockett por allá?, leo en el libro que Joe Brainard dedicó a sus recuerdos. Si un día me propusiera abordar los míos, empezaría así: ?Me acuerdo de Internet?. Y es que han pasado sólo once años desde que los ordenadores cambiaron mis hábitos, pero tengo la impresión de que han transcurrido muchísimos más. Me acuerdo de cuando los blogs estaban de moda. Después, Facebook y Twitter los fueron arrinconando, aunque algunos de ellos, como Vano oficio (Ivan Thays) o el tan justamente célebre El lamento de Portnoy (Javier Avilés), mantienen intactos su interés. En su último post, Avilés cita una entrada de Rango finito (Javier Moreno), que comenta el problema creado por el uso generalizado de las redes sociales: entre unas y otras han logrado que disminuyan el número de enlaces entre blogs y, por consiguiente, que se contraiga el contenido en la Red. Son los propios blogueros quienes están haciendo que el dinámico entramado de la Red que les unía sea cada vez más débil. Y es que los enlaces en las redes sociales no sólo tienen ahí una permanencia fugaz, sino que, además, no generan contenido dentro de Internet, ya que son obviados por los buscadores. Es curioso: creíamos que Internet era un lugar temible para la calidad literaria y ahora incluso añoramos la antigua pujanza de los enlaces y contenidos de los blogs. En todo caso, los mejores resisten. El lamento de Portnoy se vale de su comentario sobre la caída bloguera para crear nuevos vínculos. ?Es evidente que este post pretende generar enlaces y contenido?, dice Avilés alias Portnoy. Y conecta con Bolmangani, blog que en su entrada del 10 de febrero ofrece, en traducción de Jose Luis Amores, el prólogo a The novel, an alternative history, libro de Steven Moore donde se ensalza a la ?literatura de la dificultad? (o de la complejidad) y se arremete ?contra la estrechez de miras de los Myers, Peck y Franzen, defensores de la historia estándar del género de la novela?. (?) Tal vez en todo esto una sola certeza: el ensayo de Moore habla en realidad de temas muy habituales en nuestros blogs más activos, plantea dilemas que históricamente han sido centrales en ellos. Dilemas en los que el tenso diálogo entre lo convencional y lo supuestamente nuevo ha dado siempre gran variedad de ideas y enlaces. Y un cierto heroísmo cotidiano. La leyenda dice que los grandes blogueros llevan siempre las botas puestas.

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21 de febrero de 2012
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"Decidí usar mi propio cuerpo como guía"

Paul Auster en Barcelona. Foto: Anagrama La presencia de Paul Auster en España no ha pasado desapercibida en ningún medio. Todos se han arrojado hacia él buscando una entrevista, una primicia, lo que sea, del escritor norteamericano que acaba de publicar la autobiográfica (y en segunda persona) Diario de invierno (Anagrama), que presentado ayer lunes en Barcelona.  Una nota en El Cultural de ?El Mundo? comenta así su presentación:

Delgado, casi enjuto, con una cabeza de singular perfil, tan elegante como su prosa y poblada por una cabellera gris peinada hacia atrás, Auster hace su entrada en el barcelonés CCCB como una estrella del rock, parapetado tras unas gafas oscuras de las que no prescinde ni para las fotos. ?Estoy resacoso?, se disculpa con una vozaguardentosa que delata una noche intensa. Aunque tanto su porte como el dibujo de su cuerpo le dan un aspecto bastante juvenil, el escritor norteamericano afronta el invierno de su vida bajo una escalofriante pregunta que recorre, implícita o explícitamente, su último libro: ?¿Cuántas mañanas me quedan??. ?Sí, me hago esa incómoda pregunta cada día de mi vida desde hace algún tiempo. Soy muy consciente de que me quedan menos años por delante. Si dividiéramos la vida en cuatro partes es evidente que yo ya me encuentro en el invierno. Y no me asusta admitirlo. Es más, intuyo que se acerca el momento de ser abuelo y me hace ilusión. Mi hija Sophie, que se autodefine como ?judiruega? debido a los orígenes noruegos de su madre mezclados con los míos, judíos, tiene ya veinticinco años, o sea que cualquier día me da la noticia?. Afirma encontrarse sereno y sentirse más sabio a medida que pasan los años, aunque el haber entrado en la tercera edad le impone respeto, no puede negarlo. ?Ahora ya soy más viejo que mi padre cuando murió, y eso no deja de impresionarme?, añade. ?En este libro introspectivo decidí usar mi propio cuerpo como guía -continúa-, investigando y explorando lo que ha representado vivir en su interior durante estos sesenta y cinco años. Está planteado como un dietario sensorial, en el que reviso mis cicatrices corporales y me desinhibo al desnudarme emocionalmente, aunque ésta no ha sido la primera vez que lo he hecho. Ya transité de modo parecido en El cuaderno rojo y en A salto de mata?, aclara. ?Y esto no responde a la idea de que yo me considere un personaje interesante, ni mucho menos -añade con modestia-, sino que estas páginas son un ejercicio de investigación casi científica, en las que me observo como si fuera una rata de laboratorio y el investigador (en este caso el propio autor) ha decidido plasmar el resultado de lo que ha visto en un libro?.Aferrado al recurso estilístico de la segunda persona para poder establecer un diálogo más franco y más desnudo Auster, casi transmutado en un copyright que convierte en oro todo lo que lleva su firma, transita con emoción por el episodio de la muerte de su madre, de igual modo que en La invención de la soledad recorrió la experiencia de la pérdida del padre. Los recuerdos y las vivencias se suceden, unos tras otros, extraídos directamente de la memoria ?ya que nunca he escrito un diario como tal que me haya acompañado durante toda mi vida -explica. Aquí he rebuscado en mis recuerdos, sin recurrir a la ficción puesto que se trata de un libro autobiográfico. Es interesante recordar y analizar las conexiones que se producen entre los episodios que guardamos en la memoria. Por ejemplo, relato el momento en que un rayo cae sobre un niño, un recuerdo infantil, y lo relaciono inmediatamente con el trueno que sonó con gran estruendo en el momento en que Siri y yo nos estábamos casando. Durante la boda, en ese preciso instante en que pronunciamos el sí, esa imagen vino inmediatamente a mi cabeza ?. Auster empezó a escribir Diario de invierno el 3 de enero de 2011, durante un gran temporal de nieve y frío que sumió Nueva York en un caos que duró varios días. ?En realidad no fue nada premeditado -cuenta-, sino que la idea de componer un diario surgió de modo espontáneo. El impulso de escribir se apoderó de mí y me dejé llevar. Enseguida tomó forma y ya desde el principio lo concebí como una composición musical, una fuga o una sonata para piano en la que las notas suben, bajan, avanzan y retroceden. Este libro no es un relato sino una sucesión de experiencias que se suceden con un ritmo y aparecen tal y como las tengo almacenadas en mi memoria. Y en ellas mezclo la descripción de las casas donde he vivido, un accidente de coche, las marcas de mi piel, el descubrimiento del sexo o un partido de béisbol. Escribí muchísimo ya desde el principio, y luego tuve que seleccionar lo que iba a incluir en este dietario?. Como conclusión a este emocionante viaje introspectivo, escrito con sinceridad pero sin sentimentalismos gratuitos, el autor destaca ?el empate?: ?Me ha gustado verme delante del espejo durante todos estos meses. He repasado mi historia interna, mis luchas, mis gozos, mis frustraciones, mis miedos, mis dichas? y puedo afirmar que en mi vida ha habido un empate entre las cosas malas y las cosas buenas. Me parece una conclusión valiosa?. 

Por otra parte, también La Vanguardia comenta la presentación: ?Me he observado a mí mismo como una rata de laboratorio? y en El Periodico.com dice: ?Los jóvenes demuestran que nuestro proyecto fracasó?.  En El País destacan la frase: ?Trato de construir lo que en música se llama fuga?. Y en el ABC dice ?La escritura no sirve para curar heridas?.

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21 de febrero de 2012
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Space Invaders y Martin Amis

Excelente la sección del blog ?Papeles Perdidos? de El País llamada Letras en 360%, escrita por Virginia Collera. Se trata de una revisión a vuelo de pájaro de distintos temas (más bien curiosos) sobre obras y autores de todo el mundo, y que concluye con autores españoles. Ahí encontré este dato genial de la revista The Million y que lleva el atractivo título ?El libro que Martin Amis no quiere que leas? Dice:

¿Quién no ha renegado alguna vez de su pasado? Martin Amis era joven -estaba en la treintena-, le gustaban los videojuegos y, probablemente, no le venían nada mal unos ingresos extras mientras terminaba Dinero, por eso escribió Invasion of the Space Invaders: An Addict?s Guide to Battle Tactics, Big Scores and the Best Machines, cuyo prólogo firma Steven Spielberg. Al parecer, el británico siempre ha sido reacio a hablar de esta obsesión de juventud por los videojuegos y el libro estaba descatalogado. Había rumores de su existencia pero, por lo demás, caso cerrado. Hasta ahora. El periodista Mark O?Connell descubrió un ejemplar en una biblioteca de Dublín y no ha escatimado en páginas escaneadas -como la fotografía que ilustra este post- para a) despejar de una vez por todas las dudas de la existencia del libro y b) argumentar que en esa obra de juventud se pueden encontrar las claves para entender las posteriores novelas del autor de Campos de Londres. El desenlace da para varias moralejas y un desacierto: a Amis le falló el olfato cuando predijo que los días de Donkey Kong, el primer gran éxito de Shigeru Miyamoto, ?tenía los días contados?. (vía The Millions)    

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20 de febrero de 2012
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Los tuits de los escritores

Twitter Hace unos años, me encontré con Edmundo Paz Soldán en un encuentro de escritores. Hablamos por la noche y quedamos que, al día siguiente, me avisaría para desayunar juntos. Estuve esperando su llamada unas horas y, como no llegó, decidí ir a desayunar solo. Me lo encontré ahí. Le pregunté por qué no me había avisado. ?Pero si te mandé un tuit? me contestó, sin entender que hubiese alguien que no viviese revisando sus tuits cada minuto.  La revista El Cultural ha dedicado su edición de viernes a comentar la relación de los escritores y el Twitter. Anne Trubek escribe sobre los escritores en lengua inglesa que se han visto obligados por sus editores a mantener un Twitter. Dice:

Salman Rushdie me dijo que le gusta Twitter porque ?le permite ser travieso y hacerse una idea de lo que piensa mucha gente en un momento dado?. Rushdie ha escrito más de 1.000 tuits-?De acuerdo: el filisteísmo (destruir bancos porque no te preocupan) no es fascismo (destruir bancos porque sí te preocupan). Pero ambos destruyen los libros?-y más de 150.000 personas los siguen. Cuando utilizan las redes sociales, los autores tienen tantas personalidades entre las que escoger como en sus otros escritos. Algunos adoptan poses que, en la práctica, aumentan la distancia entre ellos y sus lectores, frustrando así a los mirones. Gary Shteyngart (4.187 seguidores), que publicó su primer tuit el 1 de diciembre, es encantador pero enigmático (?La abuela siempre me decía: ‘Chaval, no montes nunca un laboratorio de metanfetamina?. Pero supongo que tuve que aprender por las malas?), y a menudo escribe como si hablara su perro (?¡Guau!?). Cuando le pregunté si le gustaba relacionarse con los lectores en Twitter, Shteyngart me contestó: ?Ahí fuera hay muchas personas inteligentes. Las amo a todas y cada una de ellas. Muchas veces me río con ellas?.  (?)Los que, como Eugenides, se resisten, citan a menudo la necesidad de… reflexión solitaria. Wells Tower ha afirmado que ?la Red? es? tóxica para la clase de concentración que requiere la literatura de ficción. Es difícil escribir buenas frases y comprar zapatos simultáneamente?. Pero sobre la idea de que los escritores necesitan una soledad absoluta, Powell señala irónicamente: ?Eso sin duda le funcionó a John Bunyan cuando estaba en la cárcel?. Acerca del espécimen que quiere estar solo, Jennifer Weiner (34.682 seguidores) comenta: ?A veces leo sobre autores que dicen que para escribir necesitan una habitación absolutamente silenciosa que se mantenga a 20 grados, con bolsas de basura tapando las ventanas y una máquina de ruido blanco en el rincón y pienso: ‘¿Quién es esa gente? ¿Tendrán hijos???. Johnson reconoce que los escritores necesitan cierto tiempo sin interrupciones, ?pero solo unas cuatro horas. Permanecemos despiertos otras 18. Tenemos que hacer algo con los dedos, ¿no??. Como me decía Margaret Atwood: ?Todo escritor es dos personas (al menos). Está la que escribe y la que desayuna un huevo. Yo soy la otra?.  (?) Claro, no todos los lectores quieren enterarse de qué desayuna Atwood. Una lectora explicaba en un tuit por qué no sigue a escritores: ?Seguir a un autor es como fisgar detrás de la cortina, ¿no es así? ¿Por qué destruir la ilusión??. Algunos autores de renombre publican en Twitter pero no establecen una relación recíproca, así que mantienen la cortina corrida. Hablan de próximas publicaciones y giras promocionales, pero no son sociales. Sus personalidades, más empresariales que individuales, son propensas a las caricaturizaciones en relatos falsos y parodias, como @EmperorFranzen, que se apropian de la voz de un autor. 

Por otra parte, Daniel Arjona contribuye al especial con un artículo propio titulado ?El Timeline literario? donde menciona el caso de los escritores tuiteros en castellano. Dice en su nota:

Los escritores españoles han ido descubriendo Twitter a trompicones. Muchos ni se han pasado por allí o están, pero es evidente que no llevan las riendas de su timeline, en manos de agentes y editores. Algunos, como Muñoz Molina o Javier Marías publicitan sus novelas, vinculan sus columnas y artículos y poco más. Otros, como Arturo Pérez-Reverte (318.000 seguidores) o Alejandro Jodorowski (382.000), recibieron la buena nueva con alborozo, se vistieron el traje de faena y dedican un tiempo diario a dar cuenta de sus quehaceres literarios y charlar con sus lectores. Los escritores de la otra orilla se muestran bastante más inquietos. No en vano, los autores latinoamericanos fueron a la delantera en la conquista de las redes digitales, adquiriendo así una visibilidad antaño insospechada. Son jóvenes como Aurelio Asiaín, de actividad e ingenio incesantes que degustan sus 20.000 followers en tuits como éste: ?Los que enviaban cartas a los diarios con la ilusión de que un día les publicaran una, hoy se dedican a comentar tuits?.  (?)Hay quien, al contrario, cuando aborda una nueva novela, baja el pistón, y es que las redes sociales ?son como salir de copas pero tomándolas en casa?. Lo dice Montero Glez (Madrid, 1965), tuitero metralleta en los días de la Spanish Revolution que de un tiempo a esta parte apenas dispara. ?Es que estoy escribiendo y Twitter me encanta pero me dispersa mucho. Me gusta por su inmediatez y sus posibilidades de contacto, y también por el conflicto. Donde hay conflicto, hay literatura?. Y no disfruta menos Montero conversando con sus lectores, ?sobre todo con mis lectoras??  Entre los tuiteros letraheridos los hay muy fans de las posibilidades literarias del medio. Es el caso de Eugenia Rico (Oviedo, 1972) quien declara: ?Creo y practico la Twitterliteratura, el mundo en un tuit. Gomez de la Serna hubiera sido tuitero. Yo hago lo que puedo. El año pasado me nombraron finalista de los Premios de Twitter al Valor Literario?. Rico ensalza sin remilgos el abrazo entre lector y autor: ?Rompe la cuarta pared, el escritor se convierte en lector y el lector en escritor. Los aplausos o los silbidos llegan a tu mesa?. (?)Pero la estrella en la avenida de la fama de Twitterland lleva escrita el nombre de Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977). 113.000 seguidores y 17.000 tuits lo atestiguan. ?Un día vi que tenía 100.000 followers. Y entonces me entró una gran responsabilidad, dejé de hacer tantas bromas, sentí que en cierto sentido era lo mismo que llevar un programa de radio. Toda esa gente espera algo de ti?. Gómez-Jurado se impone a diario separar la concentrada actividad del escritor de la disipación tuitera: ?Twitter es energía pura, pero es una energía muy dispersa. La literatura es concentración. Y, con todo, están surgiendo centenares de autores de historias cortas que provocan la risa y hacen pensar. Es una inspiración permanente?. ¿Y cómo lo llevan los editores? ¿Tuitean o sólo promocionan? Si acudimos al Timeline de Claudio López Lamadrid, editor de Mondadori, saldremos de dudas: tuitean, vaya si tuitean, más de 5.000 tuits, para ser exactos, y 3.300 followers: ?Lo uso a todas horas, tanto como herramienta de información como de comunicación?. Sin miedo a la crítica y contracrítica: ?El editor, cada vez más, necesita exponerse, salir al ruedo y dedicarse a la promoción, defensa y justificación de su trabajo. Hoy en día a los cometidos habituales del editor cabe añadirle de manera muy precisa otros que antes estaban en manos de los departamentos de prensa y de márketing?. En cualquier caso, cuando se decidan a seguir a su escritor favorito, tengan cuidado de no confundirlo entre los abundantes perfiles espúreos. Paco Ignacio Taibo II, Lucía Etxebarria o Gabriel García Márquez son algunas de las víctimas de los suplantadores. El falso perfil del Nobel colombiano llegó a colar en las páginas de diarios de todo el planeta el siguiente tuit el día que Mario Vargas Llosa se llevó el premio de la academia sueca: ?Cuentas iguales?. 

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19 de febrero de 2012
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Mi amigo Samuel Beckett

Paul Auster En Revista Ñ, Patricia Kolesnicov y Andrés Hax hacen una larga entrevista a Paul Auster sobre Diario de Invierno. Ahí dice ? Escribir no ficción da el mismo trabajo que escribir ficción. La diferencia es esta: con la no ficción, particularmente con el trabajo autobiográfico, ya conocés los hechos, algo que no pasa cuando escribís una novela. Todo lo demás es igual. Tenés que hacer el mismo esfuerzo por escribir buenas frases, para hablar de la manera más real que puedas. Así que sí, mis novelas a veces toman cosas prestadas de mi vida, pero el hecho de poner ese material en una novela lo cambia, lo ficcionaliza, lo convierte en otra cosa.? Y sobre lo que está escribiendo ahora, dice: ?En este libro que estoy escribiendo ahora voy a hablar sobre la decisión de convertirme en escritor. Tampoco hay mucho en realidad, apenas la determinación de hacerlo, cuando era joven.?   Pero entre las preguntas, hay una anécdota que me llama la atención en especial: la amistad entre Paul Auster y Samuel Beckett.  Dice la nota:   

 (?) hay un evento significativo durante esos años parisinos que Auster no cuenta en sus memorias (que es, también, significativo): conoció a Samuel Beckett. No es un secreto; lo ha mencionado brevemente en otras entrevistas, pero quisimos saber más sobre esta notable amistad. Auster nos contó que los presentó una amiga en común, la pintora estadounidense Joan Mitchell. Esto fue a principios de los años 70. Auster tenía alrededor de veinticinco años y Beckett casi setenta. La primera reunión fue en el mitológico café La closerie des lilas. ?Te juro que estaba tan nervioso? Me puso más nervioso conocerlo a él que si hubiera estado reuniéndome con Winston Churchill o Jesucristo?, dice Auster. ?Lo primero que me dijo fue (y aquí Auster habla en un acento dublinés): ?Bueno Mister Auster, cuénteme algo de usted.? Sigue: ?Beckett estaba fumando unos pequeños puros. Yo, en ese entonces, fumaba cigarrillos. El me pidió uno. Beckett lo levantó para mirarlo y dijo: ?mi único vicio.? Allí nos relajamos.? Auster sonríe y relata animado, la memoria muy fresca, contento de contarla: ?En este primer encuentro hubo un momento muy conmovedor sobre el cual he pensado mucho. La primera novela que Beckett escribió en francés, en 1946, fue Mercier y Camier , pero nunca fue publicada. Recién en ese momento lo estaban editando. En ese encuentro Beckett me dijo: ?Sabes que estoy traduciendoM ercier y Camier al inglés.? Me dijo: ?Reviendo el trabajo no me parece bueno para nada.? Me contó: ?le he cortado como un veinticinco por ciento del libro para la versión en inglés.? Y yo respondí: no entiendo por qué haces eso. A mí me parece un gran libro. Beckett insistía que no era bueno. Se dejó el tema y seguimos con otros. Pero como diez minutos después se inclinó hacía mí y me preguntó: ?¿De verdad te parece bueno?? ¡Era Samuel Beckett diciéndome esto! No sabía . Y en ese momento comprendí que ningún escritor sabe qué es lo que ha hecho. No se puede juzgar la propia obra. Fue muy conmovedor.? Cuando Auster volvió a Nueva York la amistad se mantuvo por correspondencia en la que Beckett seguía, con su característica amabilidad, apoyando a Auster en sus esfuerzos literarios. En 1979, Auster volvió a París y se reunió con Beckett en persona por segunda y última vez. ?Ya no iba a La closerie porque él ya era famoso y la gente lo molestaba. Iba a un hotel turístico en el boulevard Saint Jacques. Era un hotel para pilotos y azafatas japoneses. Le encantaba porque nadie lo conocía. Tenía un restaurante, un café y una tabaquería. Era cerca de su casa. ¡Ese era su nuevo café!? El último capítulo de esta amistad ocurrió en abril de 2006, en el centenario del nacimiento de Beckett, cuando Grove Press publicó una edición de las obras completas de Beckett. Este libro fue, discretamente, propuesto y editado por Auster. Nos dice: ?Sentí que se lo debía.? Auster le debe mucho más a Beckett. Aunque sus obras y sus estilos no son comparables Auster heredó una de las obsesiones de su mentor irlandés: la imagen de un hombre solo en un cuarto; contrapuesto por la de un hombre caminando. En las obras de Beckett y de Auster estos son dos lugares centrales de contemplación para sus protagonistas: el cuarto y el camino. Ahora, entrando en el comienzo del crepúsculo de su vida, Auster está buscando algo nuevo: una nueva epifanía para poder seguir escribiendo. ¿Veremos, dentro de una década o dos, a Diario de invierno como el comienzo de una nueva fase de la literatura de Paul Auster? Este libro adopta otras dos obsesiones más de Beckett: la del cuerpo y sus penas escatológicas; y la de una voz narrativa que parece hablar para sí mismo más que para una audiencia externa. Puede ser, también, que como Beckett, a los 65 años Auster ya escribió su obra. Lo unico que le queda es sentarse en un cuarto espartano y continuar escribiendo.

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19 de febrero de 2012
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