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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

Eder. Óleo de Irene Gracia

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"Tener a Vallejo y Eguren es como tener un par de ángeles de la guarda".

Rosella di Paolo. Foto: Rossana López-Cubas Si tuviera que escoger a cinco poetas peruanos contemporáneos para hacer una antología, sin duda Rosella di Paolo sería titular inamovible en la lista. Es una poeta extraordinaria que ojalá pueda conocerse fuera del país, pese a su perfil bajo que dificulta la difusión de su obra. En la página “Lima en escena” me encuentro con una entrevista a la poeta de parte de Rosana López-Cubas que, además, trae como buena nueva la preparación de un nuevo libro. También habla sobre el oficio, sobre Eguren y defiende a Vallejo contra el malhadado artículo de Diego La Torre. Algunas preguntas:

Sabemos que prepara un nuevo libro?-Sí.¿En qué fase se encuentra su nuevo libro?- El libro está en la fase de cierre. Estoy en plena selección de poemas, lo que es complicado por el abundante material que tengo en estos momentos.-¿Una selección difícil?-Desgarradora, porque desearía poder incorporar todo lo escrito, pero no será así.-¿Qué plantea esta nueva entrega?-Este nuevo libro es una suerte de homenaje a Herman Melville, un escritor que me fascina. Particularmente me centro en personajes de dos libros suyos: Bartleby (Bartleby, el escribiente de Wall Street) y Ahab (Moby Dick). ¿Qué representan estos personajes para usted?-Me apasiona, por ejemplo, el contraste. Ahab es la desesperación de la voluntad, la acción obsesiva; mientras que Bartleby es un personaje que no hace nada, que se queda mirando una pared.(…) -¿La poesía ha cambiado en estos últimos años?-Por supuesto, la poesía está en permanente movimiento?-¿Cómo la percibe?-Fresca, contundente. Nosotros en el Perú tenemos una tradición poética poderosa. Tener a Vallejo y Eguren es como tener un par de ángeles de la guarda. („,) -Hace unos días se publicó un artículo sobre Vallejo que textualmente decía que ?influyó de manera negativa en el subconsciente de los peruanos??-Contra ese artículo, me gustó lo que escribió el poeta Abelardo Sánchez León, quien resumió con ironía el signo ?espantoso- de nuestros tiempos, en los que se exige que un escritor vaya acorde con ?las exigencias del mercado: vender y ser un éxito mediático?.  Sin duda, esa exigencia es disparatada, porque los artistas de verdad viven hacia adentro y no hacia afuera, y no les interesa pegarse la sonrisa con gutapercha, como hacen muchos para poder pasar por el aro en sociedades agobiantemente ?exitosas?. En el artículo que mencionas en tu pregunta se llegaba al extremo de querer enmendarle la plana a Vallejo, forzando unos versos de ?Espergesia? hasta una euforia completamente boba, como si ya no hubiese bastante de esa euforia falsa y papanatas en el mundo que nos rodea: en la publicidad, los jingles, los tips de autoayuda, los sermones, las arengas políticas? ¿También necesitan que Vallejo sea uno de esos publicistas que nos chillan que el mundo es una maravilla, y que el error, el sufrimiento, la enfermedad, la muerte solo existen en la cabeza de los loquitos poetas?-¿No tienen ni idea del valor y la poética de Vallejo?-El valor con el que Vallejo se sumergió en el corazón humano y salió de allí con una de las poéticas más intensas y renovadoras del siglo XX ya quisieran tenerlo los economistas, los financistas, los señores de la bolsa, los banqueros? que viven tan protegiditos tras sus murallas, sus cercos eléctricos, sus agentes de seguridad, sus lunas polarizadas y cabinas climatizadas? y que cuando las papas queman por su propia acción especuladora y angurrienta piden/exigen ?rescates? a los gobiernos. ¡Qué fácil! Ellos son los que nos deprimen, no los poetas.



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18 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Historia de tres ciudades

Flann O´Brian y Dublín Extraordinario el texto que publicó la semana pasada la Revista Ñ del diario Clarín sobre tres escritores y sus ciudades: Buenos Aires- Borges; Irlanda- Flann O´Brian; Pessoa- Lisboa. El ensayo ha sido escrito por uno de los mejores escritores actuales en lengua inglesa, el irlandés Colm Toibin. “Eran tres ciudades, cada una de las cuales había conocido cierta gloria (…) Esas tres ciudades, en las que tres genios se sintieron atrapados, aislados y consternados, ingresaron, de forma lenta e inevitable, a la esencia del trabajo de los escritores.” Notable. Aquí algunos fragmentos:

Las ciudades en las que estaban solos eran Lisboa, Buenos Aires, Dublín. Los escritores eran Fernando Pessoa (1888-1935); Jorge Luis Borges (1899-1986); Flann O?Brien (1911-1966). Los tres crecieron no sólo en un país y una ciudad en sombras, o un lugar que parecía vivir en sombras, sino también con dos o más lenguas y con una relación a menudo tensa entre las lenguas. El lenguaje no era para ellos naturaleza, sino cultura; era extraño y tenso; significaba desplazamiento, desarraigo. Llegaron a la edad adulta atrapados en un punzante recuerdo de una Torre de Babel en la que alguna vez había existido fluidez. La idea de una lengua materna era una especie de chiste. Durante un tiempo, los tres se educaron en la casa o en bibliotecas, apartados de la compañía de otros chicos y de la influencia de maestros. Conformaron su propio mundo a través de sus sueños y desplazamientos. Pessoa vivió en Durban, en Sudáfrica, desde los siete a los diecisiete años. Volvió a Lisboa hablando inglés mejor que portugués. Escribió poemas en inglés. Borges tenía una abuela inglesa que vivía con la familia, y creció hablando inglés y castellano. Vivió en Ginebra de los quince a los veintidós años, hablando inglés, francés y castellano. O?Brien sólo habló irlandés hasta los nueve o diez años, cuando empezó a hablar también inglés. Escribió en inglés y en irlandés.Cada uno de esos escritores se dio nuevos nombres. Pessoa se convirtió, entre otros, en Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Alvaro de Campos, Bernardo Soares. Borges pasó a ser, entre otros, B. Suárez Lynch y H. Bustos Domecq. El verdadero nombre de O?Brien era Brian Ó Nualláin, y también escribió con el nombre de Myles na gCopaleen. En distintos momentos, los tres articularon estrategias para presentar un nuevo personaje al mundo, así como ficción en la que crearon nuevos personajes y nuevos mundos.  (…)La teoría de que el modernismo en literatura fue invención de escritores irlandeses, judíos o sudamericanos (o de homosexuales o expatriados), no comenzó como teoría sino como práctica. No empezó como un plan, sino que lo hizo como por necesidad, ya que para muchos escritores no parecía haber otra opción. El tono de los primeros relatos de Borges y de la primera novela de O?Brien, At Swim-Two-Birds (Dos pájaros a nado), surgió como un oasis, y la vegetación que lo rodea, sólo pueden aparecer en un desierto. Un oasis no surge en una llanura fértil. Es imposible escribir una ficción llena de opciones y oportunidades en una sociedad en la que esas cosas no están extendidas. En una sociedad donde no hay un conjunto de lectores no es fácil escribir pensando en un lector, en un lector que quiere una historia en la que el tiempo tenga una representación rectilínea, en la cual los personajes abunden en sentimientos y anhelos, en la que la trama satisfaga una amplia serie de reglas que insistan en una completitud, en que las palabras representen lo que el diccionario indica que representan, y en la cual el lenguaje sea natural y parte de una cultura común. Es mucho más fácil producir un cuento o una novela en la que el lector ya esté incorporado y que desestabilice o hasta usurpe la idea de la lectura. Los novelistas que escribían en sociedades establecidas, consolidadas y complejas presentan a esas sociedades un espejo de toda su variedad o de las vicisitudes del corazón humano, mientras que Borges, O?Brien y Pessoa le presentaron un espejismo a un oasis, el extraño lugar del que procedían y que les dio su primera experiencia de la sed. No es casualidad ni mero capricho de los escritores que no haya novela irlandesa alguna que termine con una boda. Para O?Brien, ni siquiera era una cuestión de cómo finalizar o comenzar una novela, sino de una urgente necesidad de frustrar las exigencias de la novela, de eliminar la miseria de los trucos que usa el novelista mediante el recurso de revelarlos.(…)La afirmación de que había estado con Joyce varias veces en París era por completo falsa. O?Brien nunca conoció a Joyce ni recibió cartas suyas. Por supuesto, mantenía una relación tensa con él, dado que Joyce era la figura con la que más se lo comparaba y había tenido para él una importancia enorme cuando empezó a escribir y era, por lo tanto, la figura de la que más quería deshacerse, la que más quería obviar y minimizar, con la cual insistir en que tenía una relación y respecto de la cual desorientar a quienes lo entrevistaban. Después de todo, para eso están los entrevistadores. También es por eso que tenemos mentiras (?la mentira es simplemente el lenguaje ideal del alma?, escribió Pessoa); las mentiras son formas honestas de decir la verdad, sobre todo si se es un novelista de Dublín y se tiene un primer libro que es una obra maestra y del que se vendieron sólo 244 ejemplares antes de que una bomba alemana destruyera el depósito donde se guardaba el resto dieciocho meses después de su publicación. En esas circunstancias, la verdad nunca es fácil.Cuando se publicó At Swim-Two-Birds, en 1939, O?Brien se enteró de que un amigo, que conocía a Joyce, viajaría a París. Acompañó a su amigo al barco y en la pasarela le dio con timidez un ejemplar de su libro y le pidió que se lo entregara a Joyce. Había escrito: ?Para James Joyce, del escritor Brian O?Nolan con mucho de lo que está en la página 305?. En la página 305 estaba subrayada la frase ?inseguridad del autor?. Cuando le mencionaron el libro a Joyce, éste señaló que Samuel Beckett ya lo había leído y que lo había elogiado mucho. Cuando luego leyó el libro, que fue la última novela que leyó en su vida, Joyce dijo: ?Es un verdadero escritor y tiene un auténtico espíritu cómico. Un libro en verdad gracioso?. Habló con un crítico francés para que se lo reseñara.O?Brien expresó su gratitud hacia Joyce mordiéndole la mano a intervalos periódicos en las siguientes tres décadas y media. (…) En 1961, O?Brien le escribió a su editor: ?Si vuelvo a escuchar la palabra Joyce voy a echar espuma por la boca?. En su columna, con frecuencia se refirió a Joyce como ?el pobre Joyce? o ?el pobre Jimmy Joyce?, y en el quincuagésimo aniversario de Bloomsday escribió que las escasas ?incursiones (de Joyce) en el griego estaban equivocadas y sus intentos de frases en gaélico son una completa monstruosidad?. No obstante, en una columna posterior elogió el Ulises e insistió en que para entender el libro lo único que hacía falta era ?inteligencia, madurez y cierto conocimiento de la vida y de las letras.?En un ensayo de 1951, O?Brien desplegó sus vehementes sentimientos ambiguos de toda una vida respecto del Ulises y su autor, el hombre que, a diferencia de O?Brien, había escapado. ?Es posible que la verdadera fascinación de Joyce resida en su reserva, su ambigüedad (¿su poligüidad, tal vez?), sus bromas, sus deshonestidades, su habilidad técnica, su atracción por los estadounidenses?. Agregó que la rebelión de Joyce contra el catolicismo irlandés, si bien ?noble en sí misma, lo pierde.? (…) En el primer cuento de Ficciones de Borges, el narrador descubre que su amigo Bioy Casares tiene una edición muy especial de la Anglo-American Cyclopedia en la cual Dios, o un impresor, o alguien a medio camino entre ambos dedicado a la misma actividad que dioses e impresores de producir mundos, había creado un territorio especial llamado Uqbar. Así, también en una de sus columnas del Irish Times escrita con el nombre de Myles na gCopaleen, O?Brien ofrecía un servicio a los lectores que tenían libros que no abrían. Por cierta suma se manipularían los libros, se subrayarían pasajes, se dañarían los lomos o se escribirían en los márgenes palabras como ?Basura?, ?Sí, pero cf Homero, Od. iii, 151? o ?Recuerdo que el pobre Joyce me decía lo mismo?, o se harían inscripciones en la primera página del tipo de ?De su devoto amigo y admirador. K. Marx?. Hasta ofrecía a sus lectores ser miembros del Club de Lectores Myles na gCopaleen. ?Si ustedes se incorporan ?escribió?, se liberan de la agotadora molestia de elegir sus propios libros. Nosotros los elegimos por ustedes y, cuando reciben el libro, ya está manoseado, vale decir, sometido sin cargo a nuestros expertos manipuladores?.Así como los novelistas del siglo XIX habían hecho del mundo un fetiche ?de cosas (o palabras) como amor, destino, matrimonio o dinero?, Borges, Pessoa y O?Brien hicieron un fetiche del libro. El héroe solitario de Balzac y Stendhal, la figura de Henry James que enfrentaba su destino, Madame Bovary, David Copperfield o hasta Moby Dick se convertían ahora en el libro no leído o no escrito, en el pasaje recién descubierto o en la parte en que el autor había perdido el control, o renunciado. En El libro del desasosiego, de Pessoa, nuestro héroe reflexiona: ?¿Por qué preocuparme de que nadie lea lo que escribo? Escribo para olvidarme de la vida, y publico porque esa es una de las reglas del juego. Si mañana se perdiera todo lo que escribí, lo lamentaría, pero no sentiría una pena violenta y avasalladora?. Más adelante escribe: ?Tal vez la novela sea una realidad y una vida más perfecta que Dios crea a través de nosotros. Tal vez sólo vivimos para crearla?. Luego se refiere a la vida en términos de ?la novela sin trama?. La Biblioteca de Babel de Borges comienza diciendo: ?El universo (que otros llaman la Biblioteca)?.La cuestión del libro como objeto que contiene el mundo y, por lo tanto, no exige lectores porque también contiene a sus lectores, dado que éstos no son más que partes del mundo, circunda a O?Brien de forma irónica, misteriosa y, en ocasiones, feroz. Misteriosa, porque uno de los 244 ejemplares que se vendieron de At Swim-Two-Birds antes del bombardeo del depósito llegó a la Argentina. Fue en 1939. Irlanda, Portugal y Argentina se volvían aun más marginales. Dublín, Lisboa y Buenos Aires se hacían aun más extrañas. Sin embargo, dos meses después de su publicación, Borges reseñó en Buenos Aires At Swim-Two-Birds en castellano en la revista El Hogar. Escribió:?Un estudiante de Dublín escribe una novela sobre un tabernero de Dublín que escribe una novela sobre los parroquianos (entre quienes está el estudiante), que a su vez escriben novelas donde figurará el tabernero y el estudiante, y otros compositores de novelas sobre otros novelistas. Forman el libro los muy diversos manuscritos de esas personas reales o imaginarias, copiosamente anotados por el estudiante. At Swim-Two-Birds no sólo es un laberinto: es una discusión de las muchas maneras de concebir la novela irlandesa y un repertorio de ejercicios en verso y prosa, que ilustran o parodian todos los estilos de Irlanda. La influencia magistral de Joyce (arquitecto de laberintos, también; Proteo literario, también) es innegable, pero no abrumadora en este libro múltiple?.



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18 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las mujeres del Boom

Clarice Lispector. Foto: Michelle Cunha Nuevo post en el blog Vano Oficio de “El País” Este 23 de Abril en Casa de América se reunirán Rodrigo Fresán, Edmundo Paz Soldán y Jorge Volpi en un ciclo literario denominado “Los olvidados del Boom”. Fresán hablará de Juan Carlos Onetti, Volpi de Jorge Ibargüengoitia y Paz Soldán de Clarice Lispector. Aunque es cierto que el Boom, propiamente dicho, incluye solo a cuatro autores (Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez y Fuentes), en realidad su radio abarca una circunferencia más extensa, que contiene a precursores y autores posteriores. Sin duda, Juan Carlos Onetti pertenece al grupo de los precursores, como Alejo Carpentier, Ernesto Sabato o Juan Rulfo. No es un olvidado sino, como dice Fresán, más bien un “olvidadizo” o un escurridizo que nunca hizo suya la agenda del Boom y la novela total. El caso de Jorge Ibargüengoitia es distinto. Simplemente, no le alcanzó la obra, la suerte o las ganas, como le sucedió a tantos (pienso en Julio Ramón Ribeyro). Murió en el célebre accidente aéreo en Madrid en 1983, rumbo a un encuentro de escritores en Colombia, antes de cumplir los 60 años. En ese avión también viajaba otro eterno aspirante al Boom, el escritor peruano Manuel Scorza. Considerando el año de su muerte, es obvio que Ibargüengoitia (así como Scorza) no podía ya aspirar a pertenecer al Boom, aunque vivía en la periferia de este. Autores como Manuel Puig, José Donoso, Guillermo Cabrera Infante o Alfredo Bryce Echenique consiguieron un resquicio para introducirse y sentarse al lado de los 4FAB, pero a inicios de los 80 ese espacio se había cerrado definitivamente e Ibargüengoitia no logró cupo pese a que sus novelas compartían muchos de los rasgos del llamado post-boom. De las tres conferencias previstas, la que pone el dedo en la llaga es la dedicada a Clarice Lispector. La extraordinaria autora brasileña merecía largamente formar parte del Boom. Sin embargo, no sucedió y la única explicación posible es que el Boom fue siempre un club donde no se admitían mujeres. En realidad, sí, se permitían, pero como esposas, agentes literarias, lectoras, estudiosas, gruppies o secretarias. Pero como escritoras, jamás. Tal parece que una cualidad de la ambición totalizante era la virilidad. Cuando Julio Cortázar acuñó el inadecuado término de “Lector Hembra” para aquellos lectores pasivos y convencionales que no aceptaban los retos literarios ¿fue un lapsus personal o estaba delatando una mentalidad machista compartida por los demás? Recuerdo unas líneas que la biógrafa Stacy Schiff le dedica a Vera, la esposa de Vladímir Nabokov: “A partir de las muchas cosas que Nabokov se jactaba de no haber aprendido jamás -escribir a máquina, conducir, hablar alemán, encontrar un objeto perdido, cerrar un paraguas, contestar el teléfono, cortar las páginas de un libro o dar la hora a un ignorante-, resulta fácil deducir a qué dedicó Vera su vida.” La cita me conduce al emotivo agradecimiento público que hizo Vargas Llosa a su esposa Patricia, la que incluso al reprenderlo por su inutilidad para la vida práctica lo alaba diciéndole “tú solo sirves para escribir”. Cuando nos referimos a las mujeres del Boom, más allá de Carmen Balcells, no debemos olvidar el aporte de las esposas de los 4FAB. Aunque ellas, como la misma Vera Nabokov (quien se negó a dar entrevistas y demandó a Martin Amis por fingir una crónica sobre ella), prefieren pasar desapercibidas, su presencia invisible queda grabada como marca de agua en las páginas de los libros de sus esposos. La única que rompió el pacto silencioso fue Pilar, la esposa de Donoso, autora de un entretenido texto llamado El Boom doméstico, que al sumarse al libro que escribió la hija adoptiva de ambos, recientemente fallecida, Correr el tupido velo, traza una trayectoria tan desgraciada que nos advierte que aquella frase de Tolstoi sobre las familias (en la felicidad idénticas, pero infelices cada una a su manera) puede encajar en la vida de los demás autores del Boom. Esta semana en el FB de Andrea Jeftanovic, estupenda escritora chilena, se discutió el tema. Ella, además del nombre de Clarice Lispector, soltó el de la mexicana Elena Garro como otra olvidada del Boom. Sostuvo además que “siempre hay redes de poder en la legitimación y visibilidad” cuando se elabora un canon. Y por supuesto, el Boom es un canon absolutamente masculino por más que sus autores (pienso en las colaboraciones de Julio Cortázar con Carol Dunlop o en la admiración que siente Vargas Llosa por Nélida Piñón, a quien le dedicó La guerra del fin del mundo) no desprecien necesariamente a las escritoras. Más que el machismo de los autores, la ausencia de mujeres en el Boom es producto de la ideología de esos años en los que la escritura femenina ocupaba en América Latina un lugar marginal y opacado por una imagen del escritor masculino, comprometido, seguro de sí mismo, hegemónico. Cuando veo la serie Mad Men identifico a Don Draper con la imagen del escritor latinoamericano del Boom, exitoso, convincente, trajeado y encorbatado, fumando o bebiendo whisky, hablando de negocios, de arte o de política, mientras a su alrededor orbitan mujeres vulnerables. El Boom fue un fenómeno comercial y un hito histórico instalado en su tiempo. Pero ajeno a este, la literatura latinoamericana permanece en movimiento y en discusión constante. Una prueba innegable de ello es la importancia que ha adquirido un autor que logró ingresar al Boom, aunque nunca fue muy bien considerado por sus pares, como Manuel Puig, quien en las últimas décadas se ha convertido en el principal referente de la literatura latinoamericana. El brillo de algunos nombre y libros concretos del Boom, en cambio, ha ido desluciéndose con el paso de los años. Todo puede ser replanteado a través de nuevas lecturas y, en especial, siguiendo el rastro que los escritores dejan en la obra de los autores posteriores. Por ello, Clarice Lispector (como quizá algún día Elena Garro) ocupa hoy un lugar excepcional en la literatura latinoamericana, más allá del detalle anecdótico de si perteneció o no al Boom.



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18 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Natalia Moret reseñada

Natalia Moret. El libro de Natalia Moret, Un publicista en apuros (Mondadori), que se presentó en la I Feria Internacional de Trujillo, ha empezado a recibir la atención de la crítica en Argentina. En la revista El Guardián, aparece una entrevista de Daniela Pasik titulada “El policial es un asunto de mujeres bravas”. También aparece una entrevista en Telam, donde Moret declara: “La plata es el valor aparente que envuelve a la historia, pero no es real, porque, finalmente, es casi una novela de amor: el personaje se libera de esa falsa verdad y obtiene algo de aire”. Y finalmente, sin contar las diversas reseñas aparecidas en blogs, el fin de semana apareció una elogiosa reseña en Radar Libros escrita por Luciana de Mello. Dice la reseña:

Si el tan odiado y adorado barrio de Palermo fuera hoy la víctima de una horda enfermiza de lunáticos que le prenden fuego a sus templos, estaríamos asistiendo al espectáculo socio-cultural (a la instalación, bah) más interesante de los últimos tiempos. Esto sucede en Un publicista en apuros y así es como lo observa el cínico de Javier Franco, su narrador personaje, mientras aúlla revelaciones que se le suceden en la cabeza una detrás de la otra, y a la misma velocidad con la que su vida se arroja desde el rascacielos del publicista exitoso. Una historia de derrumbes, una novela negra de amor escrita con una mirada inteligente y mucho oído, pero sobre todo desde el razonamiento de esa clase social que tiene mucha plata, se propone hacer más, la consigue, y se aburre tanto que es capaz de matar por amor. Porque el amor es más fuerte. También para los chicos ricos. Javier Franco es un publicista exitoso de treinta años educado en los mejores colegios, propietario de un ph en Palermo y adicto a la cocaína. Además de tener una novia joven, contactada y hermosa, una agencia top tapizada de macs y empleados que se camuflan entre sus superficies libres de porosidad, el mundo de Javier Franco tiene una grieta. Acaba de contraer una deuda producto de una traición, producto de su ex amante, producto de su infidelidad endémica y así van multiplicándose las complicaciones en su vida y en su cabeza, mientras se teje una trama con escenas tarantinescas y diálogos tan desopilantes como descarnados. (…) Porque la pregunta que se plantea frente a esta novela desde el principio es: ¿cómo se va a sostener esta voz canchera hasta el hartazgo durante tantas páginas? La respuesta está en la trama. Natalia Moret, que además de escritora es guionista, logra construir en esta novela una trama a la talla de las buenas series norteamericanas, pero emplazada en Buenos Aires 2012. Una ciudad mapeada geográfica y sociológicamente entre Palermo, San Telmo, San Isidro, La Boca, Berazategui y Constitución. En los tres primeros barrios se consigue buena comida, reuniones de trabajo y mujeres atiborradas de dinero, sexo y traición. En los otros tres barrios el paneo es más lumpen, ahí sólo se viaja a conseguir droga, o tras la pista de algún criminal que, cual secuestrador express, obliga a la gente bien a salirse del corto radio de circunferencia en el que se desarrollan sus vidas. Entonces el protagonista se disfraza de pobre, toma un colectivo y camina las calles del lejano oeste del conurbano porteño, donde además de colgar sus zapatillas del cableado de la luz también se pelea a las piñas por una chica ?capítulo homenaje narrado como una traducción al español de un típico western yanqui?, Moret se da lujos y sabe cómo sostenerlos. Hace este tipo de homenaje al western, filtra análisis políticos y sociológicos en medio del discurrir mental del narrador, trama una historia que podría ser un policial, pero que entraría mejor dentro del género de novela negra aunque sin embargo, el final de la historia termina por proponer que ésta se trata de una historia de amor. Eso sí, bien cargada de tiros. Un publicista en apuros es una buena novela de estos tiempos, con un manejo de los diálogos que sabe cómo explotar la fricción humorística en las situaciones más tensas. Es una primera novela y están todas las cartas jugadas. Moret sale a matar o morir y gana, eso queda bien demostrado en Un publicista en apuros, por prepotencia de trabajo y una escritura inteligente que se piensa a sí misma mientras avanza, rascando con la punta de la uña la pintura saltada de la pared del vecino.



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17 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Günter Grass internado

Günter Grass ¡Günter Grass está internado en el hospital! Cuando empezó a cundir el pánico, y se hablaba ya de un ataque cardiaco a raíz de los últimos sucesos, su familia salió a poner paños fríos y decir que es un chequeo médico de rutina y planeado hace varios meses. Nada de qué preocuparse, por ahora. Dice la nota:

El escritor alemán Günter Grass ha sido ingresado hoy en una clínica de Hamburgo para un chequeo médico ?planeado desde hace meses?, según una portavoz de la oficina que le representa. Grass, que ganó el premio Nobel de Literatura en 1999, espera ?volver a casa en los próximos días?. Ni su esposa ni la portavoz de su oficina han dado detalles sobre la naturaleza de la inspección médica a la que se está sometiendo el respetado literato. El diario Bild había informado horas antes del ingreso de Grass. Según esas informaciones, su llegada a la clínica se debió a ?problemas cardíacos?. La agencia de noticias DPA ha confirmado que Grass va a pasar la noche en la Clínica Askleipos de la ciudad hanseática. Grass tiene 84 años. Es autor de numerosas novelas, entre ellas la laureada El tambor de hojalata, un gran éxito de crítica y de ventas publicado en 1959. La novela, narrada en primera persona por el estrafalario joven Oskar Matzerath, es considerada una de las obras cumbres de la literatura alemana de posguerra. La acción transcurre en la ciudad de Danzig, entre 1925 y 1952. Recientemente, Grass ha protagonizado una sonada polémica en Alemania por la publicación de un poema llamado Lo que hay que decir, en el que acusa al estado de Israel de poner en peligro la paz mundial con sus bombas atómicas. El Gobierno de Israel reaccionó prohibiendo la entrada al país al octogenario escritor alemán. En el poema, el escritor asegura estar escribiendo con su ?última tinta?. Sus allegados han reiterado en los últimos meses que el estado de salud del escritor es ?delicado?. Grass comparte clínica con el excanciller socialdemócrata Helmut Schmidt, que estuvo ingresado allí por problemas de corazón en el pasado.



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16 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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qué tarde me acuesto

Impromptuéste es tu cuerpo o nadauna nube o una ruedaun caballo o cinco dedosqué alegría estoy vivoo la lluviaun ruido de tijerascuatro pasos un silbidoun grito una habitaciónotro gritoun cometa en el cieloun cuchillo en la bocados ojos abiertos una esferados ojos mássiete brazos una manotres o cuatro tigresuna cabeza rubiaun beso de mamácuarenta espejos rotoscuarenta tíos carlosun teléfono sonandoun cadáver en el sueloun señor aburridouna historia cualquieraun teléfono sonandotres o cuatro tigresqué tarde me acuestoestoy solouna palabra u otrano importa qué cosaun teléfono sonandoun cadáver en el suelouna raza de perroun perfume de franciaetcétera etcétera Jorge Eduardo Eielson (“Tema y variaciones” Ginebra, 1950) Homenaje a un año más del nacimiento del extraordinario poeta peruano. Hoy hubiera cumplido 88 años.



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13 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La amistad entre Bolaño y Parra

Artefacto de Nicanor Parra, homenaje a Roberto Bolaño. Aunque la relación de Roberto Bolaño con la mayoría de escritores de su país natal era tensa, había uno con el que la amistad y la admiración siempre fue recíproca: Nicanor Parra. La Revista Ñ entrevista al crítico español Ignacio Echevarría, amigo de Bolaño y gran conocedor de la obra de Nicanor Parra (editor de las Obras Completas del poeta chileno), acerca de esta amista. Un preámbulo más a la entrega del Premio Cervantes a Nicanor Parra, uno de los más justos y esperados de los últimos años. Aquí algunas preguntas a Echevarría por Carolina Rojas:

En su opinión, ¿qué es la antipoesía en la vocación de Bolaño?-Un referente decisivo. Sobre todo en lo relativo a la forma en que orientar una vocación literaria presidida por el rechazo a toda institucionalidad, por cierta insobornabilidad, por la búsqueda de cierta radicalidad en la forma de entender la literatura. -¿Podemos decir que si Bolaño no hubiera entrado en escena, Parra jamás hubiera recibido el Premio Cervantes?-Es muy aventurado decir eso. Basta con señalar una cierta relación de causa-efecto entre la fortuna internacional de Bolaño y la creciente atención que en los últimos años ha suscitado la figura de Parra. Si bien esto último puede atribuirse, sin más, a la prolongada y profunda onda expansiva de la antipoesía, muy afín al espíritu de los tiempos. Ha sido el propio Parra, en cualquier caso, quien ha dicho, con motivo de haber obtenido el Cervantes, que fue Bolaño quien volvió a ponerlo en onda. Y algo hay de verdad en ello. Sin ir más lejos, las Obras completas de Parra no se hubieran emprendido sin el acicate de Bolaño. -Se dice que estaría escribiendo un libro sobre el Bolaño. ¿Tiene alguna fecha tentativa para su publicación?-Ese libro está todavía en estado embrionario, es sólo un proyecto que no sé aún si emprenderé finalmente. Si algún día lo acometo, pienso que la relación entre Parra y Bolaño puede ser unos de los hilos con que trenzar mi aproximación a la figura de Bolaño, que nunca tendría pretensiones de biografía. 



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13 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Kodama demanda penalmente a autor argentino

Pablo Katchadjian, engordó “El Aleph” y ahora está enjuiciado penalmente. Esto ya parece una broma de mal gusto, el colmo de la ironía, lo que ud. quiera decir. Ya saben que María Kodama no es santo de la devoción del Moleskine Literario, pero lo que ha ocurrido ahora más que indignación causa risa: la viuda del escritor que mejor entendió la intertextualidad, los juegos con otros textos, que construyó sus obras con referencias a obras de otras, y que hizo de la cita literaria un arte superior, ahora demanda penalmente (6 años de cárcel) a un joven escritor por hacer lo mismo que le enseñó Borges. Aquí la nota de Gabriela Cabezón:

Los procedimientos son herramientas propias de cada arte. Por ejemplo, el del par dispar. Un personaje muy gordo y otro muy flaco, como Laurel and Hardy y Olmedo y Porcel, por ejemplo, son una fórmula de éxito en la comedia. Otra, también muy exitosa, es la del enfrentamiento del gigante con el pequeño. Sí, como David y Goliat o el Cíclope y Odiseo. De eso, de procedimientos y de fuerzas muy diferentes, se trata esta nota.El escenario de este duelo es la Secretaría 110 del Juzgado Número 3. El título, ?Demanda por infracción de los artículos 72 y 73 de la Ley 12,723?, ?la de propiedad intelectual. Es un delito de la familia de las defraudaciones. La pena, hasta seis años de cárcel. Los contendientes, María Kodama ?no hace falta aclarar de quién se trata?, y Pablo Katchadjian, un escritor argentino nacido en 1977 y apreciado sobre todo por otros escritores, por su diestro manejo de diversos procedimientos literarios y el cultivo de una poética del absurdo.La cosa es así: el escritor joven tiene una muy pero muy pequeña editorial que se llama Imprenta Argentina de Poesía (IAP). En ese sello sacó un librito donde hizo uso de uno de esos procedimientos de los que hablábamos al principio: intervino El Aleph, el famosísimo cuento de Borges. ¿Qué hizo? Lo engordó. Literalmente, le agregó palabras, hasta que las 4 mil originales llegaron a 9.600. Y así se llama el librito: El Aleph Engordado. Termina con una aclaración del autor, que, por si hiciera falta, explica que ?el texto de Borges está intacto pero totalmente cruzado por el mío?. La tirada fue de 200 ejemplares. Este procedimiento, intervenir las obras ajenas, tiene una larga tradición en la literatura y el arte. Para empezar, podemos recordar una obra de Duchamp, LHOOQ (ver recuadro). El título es complicado, pero la obra no: agarró una reproducción de la Gioconda, le pintó bigote y barbita, le puso un título y lista la obra de arte. A ese tipo de intervenciones, Duchamp las llamó ready made. En literatura, a procedimientos semejantes se los llama intertextualidad. Hay de varias clases. Por ejemplo, se toma un personaje de otro autor y se escribe sobre él. Ultimamente lo hizo el francés Michel Lafon, en su novela Un día en la vida de Pierre Menard. El personaje sale de otro cuento muy famoso de Borges, ?Pierre Menard, autor del Quijote?: un escritor francés que se propone escribir el Quijote en el siglo XX. Y lo hace: escribe tres capítulos de la obra de Cervantes. Copiados letra por letra. Pero es otro libro. Incluso el crítico que aparece en el cuento juzga que ?el fragmentario Quijote de Menard es más sutil e infinitamente más rico que el de Cervantes?.Otro caso de intertextualidad que lo tiene de protagonista a Borges: un escritor salvadoreño, Alvaro Menen Desleal, escribió un libro que tituló Cuentos breves y maravillosos. El primer cuento se llamaba ?Prólogo de Borges?: el centroamericano tomó frases encomiosas de, efectivamente, distintos prólogos de Borges, las mezcló, cambió los apellidos de los autores encomiados por el propio y listo. Borges terminó enterándose. Y parece que le resultó divertido, a juzgar por la carta que le escribió a quien lo había puesto al tanto:?No recuerdo haber escrito la generosa y acaso justa epístola que me atribuye el señor Álvaro Menen Desleal, a quien no conozco; sospecho que se trata de un ingenioso mosaico de frases mías, tomadas de diversos textos y amplificadas por el mismo señor A.M.D. Ya que el volumen consta de una serie de juegos sobre la vigilia y los sueños, queda la posibilidad de que mi carta sea uno de tales juegos y travesuras.? Otra pareja despareja la forman la lógica del mercado y las tradiciones de la literatura. Para explicarlas, fuentes que prefirieron guardar el anonimato contaron a Clarín que la defensa de Katchadjian ?un abogado que además es un escritor y un crítico de culto, Ricardo Strafacce? propone como testigos expertos a Beatriz Sarlo, César Aira, Jorge Panessi y Leonor Acuña. Gente de Letras, claro. En esta instancia, está en manos del juzgado sobreseer a Katchadjian, o citarlo a indagatoria, imputarlo y elevar la causa a juicio oral y público. La estrategia de la defensa, según las fuentes citadas, es demostrar que no hay delito porque no hubo ni hay beneficio ecónomico en la operación de Katchadjian. Consultada por Clarín, María Kodama fue muy breve y contundente: ?Toma todo el cuento sin pedir autorización. Hemos perdido el respeto a nosotros mismos, por eso no respetamos a los otros. Si uno usa algo que no es propio, lo mínimo que puede hacer es pedir permiso?.

Me pregunto: señora Kodama ¿a cuántas personas debió pedir permiso Borges, entonces, para hacer sus jugos intertextuales? Ni me imagino. El escritor argentino Damián Tabarovsky escribió una columna muy buena al respecto, en el diario Perfil, donde no solo celebra la idea de Katchadjian (a quien considera uno de los escritores argentinos más interesantes de su generación) sino que aclara el punto: ¿quién es el que se aprovecha y beneficia económicamente del legado de Borges? ¿Un escritor experimental con un libro de 200 ejemplares o la Maquinaría Kodama y sus ediciones póstumas, que incluyen libros que el autor desdeñó y que no incluyen, porque lo que importa es vender mucho, libros con un aparato crítico serio que solo comprarían los especialistas? 

(…) a causa de este pequeño texto inofensivo, experimental y de circulación limitadísima, que María Kodama y su ejército de abogados entablaron una demanda en nombre de la sacrosanta ley de propiedad intelectual. Defendido Katchadjian por el abogado Ricardo Strafacce (escritor él también, autor de la notable biografía de Osvaldo Lamborghini) por estos días, con la feria judicial terminada, el juez debe determinar si hace o no lugar a la demanda penal ?¡sí, penal!? que la heredera de los colosales derechos de autor de Borges interpuso. Desechar la demanda sería lo más sensato, razonable y justo que podría ocurrir.Como es sabido, María Kodama ha entablado también, en el pasado, demandas contra otros por calumnias e injurias. Pues nada inoportuno contra ella saldrá de mí. Al contrario, no tengo más que bellas palabras. Esta es mi catarata de elogios: en este caso, como de costumbre, Kodama vuelve a demostrar su inteligencia superior y su don de gente; vuelve a poner en escena la exquisita sensibilidad estética y literaria que la caracteriza; no hay en ella ninguna actitud protofascista ni brutal; es falso que no le interese en absoluto la calidad de las ediciones de las Obras completas de Borges ?en Emecé y Mondadori? ni la ausencia de aparato crítico ni la fealdad de esos libros; doblemente falso entonces es que sólo le interese la plata y nada más. Jamás me haré eco yo de esas patrañas.



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12 de abril de 2012

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El longseller de Fernando Iwasaki

Fernando Iwasaki y lectoras de Ajuar Funerario Mezclar microrelatos con temas de terror ha resultado un coctel bastante reconocido para Fernando Iwasaki, narrador peruano-japonés-anadaluz, quien llega a la sexta edición, 60,000 ejemplares vendidos, de su longseller Ajuar Funerario, publicado por Páginas de Espuma. En El País Rocío Huerta lo entrevista junto a su editor, Juan Casamayor:

?Empecé con este género de minificción hace años, cuando me encargaron lecturas y conferencias para la universidad. Verdaderamente me sentía incapaz de leer textos míos de ocho o diez páginas, el público no merecía que le aburriese, así que decidí escribir estas pequeñas historias. Pero para que sean microrrelatos tiene que haber historia, y si no lo hay entonces podrá ser un poema en prosa, una anécdota, un aforismo estirado como un chicle? Pero no un microrrelato?. Iwasaki afirma que vivimos en un mundo invadido de ficción aunque no nos demos cuenta. ?Ficción son los currículum vitae, son las esquelas de los periódicos, son los anuncios por palabras… Esa persona que publica: ?Licenciado, 42 años, culto, encantador, desearía conocer señorita?? ¡Eso es ficción!, ¿Cómo es posible que nadie haya llegado a esa situación de abandono a los 42 con todas esas cualidades?? Bromea el escritor. ¿Y el género de terror? “Eso me vino por capricho. La suerte es que el libro tiene una lectura muy agradecida para ser terror, por eso circula mucho en institutos. Me consta que muchos profesores y alumnos de secundaria conectaron muy bien con el libro, lo que ha influido en las ventas”. Juan Casamayor, editor de Páginas de espuma, ha llegado muy bien porque Iwasaki ha tenido la sabiduría de unir la brevedad del microrrelato con el escalofrío que tiene la literatura de terror: “Sus microrrelatos son muy adictivos. Solapa muy bien sus propias experiencias vitales con la microficción. Algunos de los cuentos surgen de su infancia, derivan de recuerdos en la casona de su abuela donde estaban enterrados sus antepasados. La mujer que cuidaba a Fernando y a sus hermanos les decía que no abriesen los ojos después de acostarse, o se les aparecerían sus antepasados muertos”, cuenta divertido el editor. Como Andrés Neuman, Jorge Volpi, Rodrigo Fresán o Juan Gabriel Vásquez, Fernando Iwasaki (Lima, 1961) forma parte de una idiosincrasia de escritores de origen latinoamericano que viven en distintas partes del mundo y su literatura sí tiene el membrete de sus raíces, pero es universal. Casamayor asegura que el peruano tiene un papel muy importante en el mundo literario: ?Fernando es un mago de las palabras, pero además representa un nudo entre los clásicos latinoamericanos y la nueva generación. Siendo muy amigo de Mario Vargas Llosa, de Jorge Edwards, habiéndolo sido de Cabrera Infante, siempre ha estado muy atento a las nuevas generaciones?, lo que el propio escritor achaca más a un sentimiento de cariño y afecto que a la generosidad: ?Me formé leyendo a Cortázar, Borges, García Márquez, Vargas Llosa? No puedo negar que tenga sus influencias, pero yo no sería quien soy sin los autores del boom… Creo que si no admiras a tus contemporáneos te pierdes algo muy grande. La literatura te permite tratarlos y disfrutar de todos ellos, no creo que un escritor le haga competencia a otro, sino que un libro te lleva a otro. Por eso me gusta que haya una nueva generación latinoamericana?.



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12 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cómo me convertí en anti-capitalista

Jornada de huelga general en Madrid. Foto: gaelx Nunca he votado por la extrema izquierda ni la extrema derecha; considero que la mayoría de escritores latinoamericanos de izquierda han sido escandalosamente sobrevalorados; los gobiernos de Fidel Castro o Hugo Chávez me causan repulsión y al Che Guevara no lo soporto ni como tatuaje de Maradona; sin embargo, hace unos días me di con la sorpresa de que me había convertido en anti-capitalista. ¿Cómo así sufrí tal metamorfosis? Simplemente, volví a ver “Avatar” y reconfirmé que era un pastiche mediocre de efectos especiales al servicio de un mensaje ecológico de cuarta. Y al parecer, según una columna publicada por el abogado Alfredo Bullard, criticar una película taquillera es un acto anti-capitalista equivalente a hacer pintas en las calles o lanzar una molotov desde una motocicleta en movimiento. Bullard sostiene que la mayoría de escritores e intelectuales son izquierdistas aunque, irónicamente, desprecian el gusto de las “mayorías” que dicen representar porque disfrutan de los blockbuster y los bestsellers. En mi defensa, debo añadir que no todas las películas taquilleras ni todos los bestsellers me parecen malos, así como tampoco todos los fracasos mercantiles cinematográficos o literarios me parecen buenos. No sé si esta confesión será suficiente para ser eximido de ese insulto tan de moda en la prensa (que Bullard califica de “cariñoso”) que es ser considerado caviar. Por otra parte, la última vez que he reído a carcajadas no ha sido con una de esas porquerías del disforzado Adam Sandler sino con el libro descatalogado La maleta de Sergéi Dovlátov, autor ruso casi desconocido y publicado por una editorial independiente española, que quebró porque su maravilloso catálogo de autores de Europa del Este no pudo competir contra las sagas de magos escolares o vampiros teenegers. Sí pues, así de caviar y anti-imperialista resulté siendo. Quién lo iba a decir. Alfredo Bullard como antes Diego de la Torre (a quien le dediqué un post anterior) son representantes de la llamada “cultura del éxito”, una mentalización que brotó de la cabeza de los creyentes en las bondades de la aromaterapia y ha colonizado, con evidente éxito, los cerebros de empresarios, banqueros y abogados de EEUU y todo el mundo. Este efluvio de positivismo que envuelve al país y a sus ciudadanos se explica en centenares de libros, todos ellos superventas (para ira de mi recién estrenado “anti-capitalismo”), y fundamentalmente se refiere a tener una actitud positiva ante la vida, encerrando a todos en una burbuja de buenas vibraciones donde una duda es equivalente a ser pesimista y criticar algo exitoso (léase “vendedor”) es un síntoma de negatividad que debe ser extirpado antes de que infecte la burbuja. Como lo ha explicado muy bien Bárbara Ehrenreich en el libro Sonríe o muere (2011. Turner) cuando el mercado asume el “pensamiento positivo” y los empresarios se convierten en animadores agitando pompones, el pensar positivo no es un asunto ingenuo. En primer lugar, nunca fue tan fácil reducir personal porque ahora despedir a alguien no es dejarlo sin empleo sino darle la posibilidad de encontrar el éxito (se recomienda leer Me botaron de la empresa y ahora soy millonario) y, además, convencen al despedido de que no es una víctima del recorte presupuestal sino el culpable de su propia desgracia porque ya no se expulsa a la gente por su falta de profesionalismo o talento sino por esa carencia de optimismo que le impide atraer prosperidad y dinero a su familia y a la empresa. Otro efecto benéfico del pensamiento positivo es que el consumismo crece en sociedades lobotomizadas por libros como El secreto y las leyes de atracción. Compra lo que no puedes pagar, consume lo que quieras consumir, endéudate y sobregira tu tarjeta de crédito porque al final tu mente puede traer el millón de dólares que necesitarás para no declararte en quiebra. Obviamente, EEUU terminó en bancarrota por una suma de factores donde el pensamiento positivo fue determinante, no solo porque embaucó a los norteamericanos con la mentira de la bonanza económica y los préstamos fáciles, sino porque censuró a cualquier voz disidente. Ehrenreich comenta cómo antes de que se desate la crisis económica eran despedidos, bajo la acusación de tener pensamientos negativos, los agentes financieros que anunciaron el peligro del sobre endeudamiento. La cultura del éxito y el pensamiento positivo crea una sensación de bienestar ilusorio cuyo fin es propiciar el consumismo, el lucro y hacer crecer el mercado (sin que eso redunde necesariamente en una distribución equitativa) de manera desmesurada y sin regulación, pues cualquier duda o crítica es considerada pesimismo, negativismo y aguafiestismo. No es de extrañar, entonces, que los intelectuales y críticos que no participan de la celebración mercantilista sean llamados “socialistones”, “caviares” o anti-capitalistas. Y es que ahora criticar o reseñar negativamente una película o un libro exitoso no tiene como objeto discutir el valor de una obra artística: es un ataque comunista que busca impedir el crecimiento del capital. Siempre pensé que la falta de revistas dedicadas a la crítica cultural, y los cada vez más exiguos espacios dedicados a la reseña de libros, se debía a que “la cultura no vende”. Pero empiezo a sospechar que, en realidad, se trata de un plan estratégico para impedir que exista crítica literaria, cinematográfica o artística (salvo que sea elogiosa o inofensiva) que arremeta contra las obras que generan ganancias. No es que la gente le haga mucho caso a un crítico, claro está, “Avatar” seguirá consiguiendo espectadores y Paulo Coelho lectores por más que los reseñistas los manden a parir. Pero el asunto aquí es de principios: es un deber cerrarle el paso a esa negatividad obtusa, esa crítica rastrera, esos intelectuales izquierdistas que osan atacar al mercado con su tufillo de superioridad y, sobre todo, su envidia malsana por ser incapaces de generar dinero pese a su talento. O mejor dicho, de atraer hacia ellos prosperidad pensando positivamente en vez de andar de criticones.



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11 de abril de 2012
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