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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

Eder. Óleo de Irene Gracia

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August Strindberg, 100 años

August Strindberg ?Me ha acompañado toda la vida: lo he amado, lo he odiado y he lanzado sus libros contra la pared. Lo único que no he podido hacer nunca es deshacerme de él? dijo Ingmar Bergman sobre August Strindberg. Hace 100 años, un 15 de mayo de 1912, murió el sueco Strindberg, uno de los más grandes genios de la literatura contemporánea. Su país natal ha decidido celebrar a lo grande el centenario del narrador y dramaturgo quien, para muchos, es el mejor escritor que ha dado Suecia. Es momento de encontrar algunas de sus obras (como Infierno, editada por Acantilado, o como La señorita Julia) o de ver alguna de las adaptaciones cinematográficas de sus dramas (La señorita Julia del cineasta Mikes Figgis es estupenda). Dice la nota de Elsa Fernández-Santos en “El País”:

El miedo y la ira de August Strindberg acabaron el 15 de mayo de 1912, hace ahora un siglo. Ese día, un cáncer de estómago ponía fin a la vida de un escritor que, pese a los tortuosos fuegos cruzados de su carácter, construyó una obra que le convierte no solo en un titán de la literatura nórdica sino en uno de los padres indiscutibles del teatro moderno. Temeroso de todo, y pese a no creer nunca en nada, pidió que le enterraran con una Biblia sobre el pecho. ?Salve cruz, única esperanza?, fueron sus últimas palabras. Tenía 62 años y vivía recluido en su casa, sin apenas recibir visitas, acechado por la esquizofrenia que marcó no solo su vida sino también su obra. La suya era una personalidad quebradiza y enferma, la hipersensibilidad flageló su niñez y juventud, y su vida adulta fue la de un hombre de temperamento tan vehemente como inseguro. En Genio artístico y locura (Acantilado), Karl Jaspers estudia el caso apoyado en sus propios textos. En Inferno, Strindberg tampoco escatimó detalles. La enajenación no le impidió construir una obra prolífica y dispar: pintor, fotógrafo, dramaturgo? Ingmar Bergman, que llevó a escena sus obras hasta 30 veces, dijo que leerle le gustaba tanto como escuchar música. Su sueco, afirmaba el director de Persona, es incomparable. También lo eran su rabia ??y yo la entendía?, confesó el cineasta?. Es difícil no ver la conexión entre estos dos tótems de la cultura sueca. La frase más célebre de Bergman sobre Strindberg ilustra libros y hasta la web de la fundación del cineasta: ?Me ha acompañado toda la vida: lo he amado, lo he odiado y he lanzado sus libros contra la pared. Lo único que no he podido hacer nunca es deshacerme de él?. ?Sencillamente, es el mejor escritor sueco de la historia?, afirma Jesús Pardo de Santayana, traductor al español de todo su teatro contemporáneo y de su demoledora novela de juventud El salón rojo (Acantilado). ?Aprendí su lengua solo para leerle. Internacionalizó el sueco, que antes de él solo era un idioma pintoresco de un país escandinavo, con una literatura mona y poca cosa más. Pero Strindberg lo cambió todo. Puso a Suecia en el mapa de la cultura europea. Nosotros no tenemos esa experiencia porque Cervantes no creó el castellano, ya existía antes que él. Pero la literatura sueca cobró el empaque de gran literatura de su mano?. Pardo recuerda que, paradójicamente, el gran hombre de las letras suecas jamás obtuvo el Premio Nobel: ?Vivía rodeado de gente con la que había reñido. Era superior a todos los demás, y lo sabían, pero fue una figura muy incómoda. Vivía en contraposición a los demás pero sobre todo a sí mismo?. (…) ?Era misógino, sí, y muy complejo, pero su obra también está llena de otro Strindberg mucho más amable, chispeante y divertido?, explica Diego Moreno, cuya editorial, Nórdica, arrancó el año con una edición facsimilar de los cuentos del autor y lo cerrará con un libro sobre su pintura acompañada de fragmentos de su Diario oculto.



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11 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nace el Club Dante

El Club Dante on-line Hace poco me enteré de unos jóvenes peruanos que habían hecho un portal, una especie de red social, para que se inscriban ahí todos los que querían jugar fútbol -uno de los principales ingresos de la web radica en separar canchas- o fulbito, o simplemente compartir ideas sobre ese tema y conocerse y chatear y discutir. Además, uno no solo se inscribía sino que al hacerlo también debía poner su posición en el campo: arquero, lateral izquierdo, centrodelantero. La idea era que alguien viese su perfil y le dijese: “oye, necesitamos alguien por la izquierda para una pichanga el jueves, ¿vas?” Me pareció una idea excelente y pensé que en literatura alguien debería hacer algo así.   Pues la verdad es que sí existe algo parecido y justo se ha inaugurado hoy: el Club Dante, que une a escritores italianos con hispanohablantes. Es una página donde se pueden anotar no solo escritores profesionales sino también lectores, editores, agentes, curiosos, en fin, todo aquel que tenga un interés por la la literatura y lea en italiano o castellano. Ahí encontrará novedades, comentarios de libros, columnas, etc. Y podrá, además, interactuar con los escritores inscritos. Me inscribí en Club Dante gracias a la invitación de uno de sus fundadores y promotores, el colombiano Santiago Gamboa. He dejado, además, una reseña a La civilización del espectáculo (Alfaguara) de Vargas Llosa. Todos los escritores invitados hemos hecho una lista de libros favoritos que se irá actualizando. La página, como dije, recién ha sido lanzada hoy -digamos que es una versión beta- y pronto habrá más novedades y algunas rectificaciones, haciendo caso a los comentarios de los participantes.  No dejen de visitar la página, inscribirse y comentar.



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10 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lo que falta es una rosa bien puesta

Este es el post que escribí para mi blog “Vano Oficio” de El País, a propósito de las críticas contra La civilización del espectáculo de Mario Vargas Llosa y mi propia experiencia con el show literario.

One red rose. Foto: Nicola Jones En junio de 1981 Mario Vargas Llosa entrevistó a la exitosa autora de novelas rosas Corín Tellado para un programa peruano de TV. Luego hubo un intercambio de piropos: doña Corín dijo que se había sentido muy cómoda con el escritor peruano, a quien había leído y admiraba, porque este la tomó en serio y la entrevistó “sin esas ironías y sarcasmos de las que ya estoy harta”. Por su parte, Vargas Llosa, terminada la emisión, declaró que ella: “(…) para bien o para mal, durante treinta años ha sido la encargada de satisfacer nuestro hambre de irrealidad.” No debería extrañarnos que el autor de La tía Julia y el escribidor, donde se parodia a los folletines amorosos, haya sentido curiosidad por Corín Tellado (una suerte de Pedro Camacho, además, en su rapidez para escribir) y decidiese entrevistarla en su programa cultural, tiñéndola de un prestigio que entonces le era esquivo. Sin embargo, a la luz del libro La civilización del espectáculo que acaba de publicar, parece una contradicción flagrante. Si está en contra de la democratización de la cultura y exige que el hombre culto oriente la sensibilidad de los espectadores hacia obras que los conmuevan y no que solo los entretengan ¿por qué no aprovechó su espacio televisivo para explicar, digamos, cómo leer el Ulises, en vez de mostrarnos la intimidad de una escritora que en esos años era el paradigma de la literatura light contra la que denosta en su nuevo ensayo? Acusar a Vargas Llosa de contradictorio no es la única ni la más punzante de las opiniones en contra del polémico ensayo, algunas muy atendibles, que han surgido durante estas semanas. Pese a ello, La civilización del espectáculo dista mucho de ser un libro desdeñable. Al contrario, al leerlo nos deja la sensación de que antes que su menosprecio al ciberespacio o la tecnología, o su añoranza por un ideal de cultura ya extinto, lo más resaltante es la exposición contundente de una irrefutable verdad: la banalización de la cultura. Es decir, el desdén e incluso la censura contra cualquier actividad cultural que no pueda ser trivializada o popularizada, sino que insista en su afán hermético y auténticamente transgresor. ¿Censura? Sí, esa es la palabra correcta. En la reseña aparecida en El País Jorge Volpi concluye: “La solución frente al imperio de la banalidad, que tan minuciosamente describe, no pasa por un regreso al modelo previo de autoridad, sino por el reconocimiento de una libertad que, por vertiginosa, inasible y móvil que nos parezca, se deriva de aquella por la que Vargas Llosa siempre luchó.” ¿A qué libertad se refiere Volpi? ¿Quizá a la supuesta libertad que brindan los nuevos medios de comunicación, el internet, las redes sociales? Aunque en principio pareciera que el no tener necesidad de pasar por el control de un editor, un curador de arte o la necesidad de un medio impreso o espacio físico, los autores, los críticos y los artistas gozarían de una libertad mayor, en la práctica lo que vemos es que, en inmensa mayoría, internet repite lo mismo que se ofrece por otros medios. E incluso muchos usan las plataformas virtuales como trampolín para conseguir la aprobación de quienes pertenecen a medios tradicionales y así poder integrarse a ellos. Son libres, digamos, porque el acceso de los medios virtuales es sencillo y gratuito, pero no porque busquen librarse del espectáculo ni cuestionarlo sino, al contrario, voluntariamente lo reafirman (basta dar un vistazo a la mayoría de opiniones que se manifiestan en Twitter o en Facebook para comprobarlo). Puede pensarse que los principios de autoridad anteriores, desde los comisarios estalinistas hasta los mandarines culturales, han sido derrocados por esta cultura del “vale todo”. Tampoco es cierto. Sobre los escombros de esas dictaduras se ha fundado un totalitarismo más poderoso: el mercado, que actúa exactamente igual que esos añejos comisarios o mandarines. Le dice al artista qué debe hacer, le dice al crítico cómo debe interpretar, le dice al espectador qué debe consumir. No lo hace, obviamente, a través de opiniones en revistas prestigiosas ni decretos de estado, sino copando todo el espacio hasta arrinconar a aquel que no está alineado con su idea de divertimento. Una distribuidora de cine o de libros obliga a los dueños de las cadenas a promover sus productos más vendedores en el mayor espacio disponible y la mejor exposición, a cambio de primicias o mejores precios al por mayor. Las obras que no participan de ese mercado mueren ignoradas. En América Latina no es extraño que solo la ilegalidad (la piratería cinematográfica o de libros) puede hacerle frente al totalitarismo. Como parte de esta trama hegemónica, las páginas culturales son reemplazadas por páginas de espectáculos (que incluyen moda y gastronomía cada vez con mayor frecuencia pues son activos culturales muy rentables), y evitan la crítica por “aguafiestas” y pretenciosa. Después de todo, quién necesita crítica si existe la publicidad. De eso trata sobre todo La civilización del espectáculo y Vargas Llosa no es el último ni el único en lamentar la situación. Quien alguna vez ha intentado difundir cultura sin duda ha sido víctima de la dictadura del mercado. Cuando tenía un programa literario de televisión el gerente de ese entonces era un fotógrafo cuyo mayor orgullo era haber insertado el largo tallo de una rosa entre las nalgas de una vedette desnuda. Previsiblemente, aquel curioso florero humano fue muy comentado y la revista donde trabajaba vendió mucho. Un día me llamó a su oficina para evaluar mi programa. Dijo que era aburrido, demasiado intelectual, muchos escritores y libros que nadie quiere leer. “¿Por qué hablas tanto de ese Nabokov por ejemplo?” me preguntó a bocajarro, luego de proponerme que le dedicase quince minutos, en cada emisión, a Harry Potter. Y al final, dándome unas amistosas palmadas en la espalda (aunque en ese momento ya había redactado un documento donde le pedía al presidente del canal que clausurase mi programa) me despidió de su despacho aconsejándome: “A tu programa lo que le falta es una rosa bien puesta”.



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9 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Una apuesta por el diálogo

Guadalupe Nettel y Alejandro Zambra en Buenos Aires Dentro de la 38° feria del Libro de Buenos Aires, hubo un espacio dedicado a la literatura latinoamericana, donde 35 autores nacidos en torno a los años 70 conversaron sobre el la literatura contemporánea. Una “apuesta por el diálogo” en palabras del escritor argentino Oliverio Coelho en Página12 quien anuncia que la conversación, que se inició el año pasado en Santiago de Chile, seguirá en la Feria Internacional de Lima este julio. Dice Coelho:

En el contexto de un acontecimiento multitudinario como la feria, un diálogo viene a cubrir, de alguna manera, junto a la actividad de los sellos independientes, los blancos que quedan en la cultura libresca. Por eso un Diálogo Latinoamericano para cualquier feria es una apuesta. Puede articular preocupaciones y asuntos que exceden las convenciones editoriales, académicas y mediáticas. En Buenos Aires se desarrolló como un abanico de debates que, aunque no cuadraron en el repertorio de actividades promocionales típico, convocó una cantidad de público inusual. Como en la feria de Santiago, donde se originó y se llevó a cabo por primera vez, la necesidad de intercambiar puntos de vista produjo mesas de alto voltaje y salas muchas veces llenas. Además de once paneles, cada uno con su eje temático, hubo quince autores latinoamericanos invitados, entre ellos los chilenos Rafael Gumucio, Alejandro Zambra y Alejandra Costamagna, la mexicana Guadalupe Nettel, el uruguayo Ercole Lissardi y el puertorriqueño Eduardo Lalo, junto a otros tantos argentinos. Estos cruces confirmaron que en esta coyuntura excepcional para Latinoamérica, la literatura también puede encarnar una unidad heterogénea y potente. Es que entre muchísimos interrogantes abiertos algo quedó claro: que la lengua y la geografía esconden matices y diferencias que a falta de debate pueden disolverse detrás de generalizaciones. Deshacer la trama idiomática latinoamericana, desgranar el mito del Boom, modular la relación entre violencia y erotismo, aquilatar las experiencias urbanas y la exuberancia de nuestro paisaje, fueron algunos de los tantos desafíos o, podríamos decir, sueños realizados que dejó este Diálogo que sigue, como en una carrera de relevos, en la Feria de Lima. El eje de estas mesas y el entusiasmo que las acompañó fue, en definitiva, una señal de los cambios que la feria experimentó este año: dejó de ser un acontecimiento de carácter exclusivamente comercial para volverse una zona hospitalaria, de tránsito y reflexión para escritores contemporáneos.



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8 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El mundo de Emily ilustrado

ilustración: Kike de la Rubia Para todos aquellos que se quedaron con el antojo de ver más ilustraciones de Kike de la Rubia, sobre los poemas de Emily Dickinson, que aparecen en la edición de Nórdica titulada El viento comenzó a mecer la hierba, aquí un artículo en ABC donde aparecen varias ilustraciones. Imperdible.



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8 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Murió Maurice Sendak

Maurice Sendak El ilustrador y cuentista para niños Maurice Sendak, célebre por su libro Dónde viven los monstruos (adaptado al teatro en el Perú como “Max y los maximonstruos”) ha muerto a los 83 años. Recuerdo perfectamente ese libro no solo por las magníficas ilustraciones y la historia, sino porque era el favorito de mi hijo, que lo leyó muchas veces, vio la película y la obra de teatro e incluso me hizo comprarle el juego para PS3 (aunque ese sí no le gustó mucho, creo). Un abrazo enorme a Maurice y gracias por hacer más divertida la vida de mi hijo. Dice la nota:

Maurice Sendak, el autor e ilustrador de libros infantiles, quien en algunas ocasiones examinó el lado oscuro de la niñez en publicaciones como “Donde viden los monstruos” (“Where the Wild Things Are”), falleció a los 83 años.Su cuidadora y amiga de muchos años Lynn Caponera, afirmó se encontraba con Sendak al momento de su muerte, ocurrida hoy en un hospital de Connecticut. La mujer añadió que el autor había sufrido un accidente cerebrovascular el pasado viernes.“Donde viven los monstruos” le permitió a Sendak obtener la prestigiosa medalla Caldecott al mejor libro infantil de 1964. El 2009, el realizador Spike Jonze adaptó el libro a una película y también realizó un documental sobre el autor.Sendak, nacido en Nueva York el 10 de junio de 1928, también obtuvo el premio Hans Christian Andersen de ilustración en 1970 y compartió premio Memorial Astrid Lindgren el 2003.Algunas de sus obras suscitaron controversia y censura, como es el caso de “La cocina de noche”, que en el pasado ha sido censurado por el desnudo infantil, en el que algunos detractores ven connotaciones eróticas.Otras de sus obras elogiadas son “Seven Little Monsters” y “Outside Over There”, que marcaron una carrera teñida por cierta reticencia de algunos adultos hacia sus trabajos, calificados como “demasiado oscuros” para el público infantil.Sendak también se dio a conocer por sus imaginativas ilustraciones en obras como “A Hole is To Dig”, de Ruth Krauss, y “Little Bear”, de Else Holmelund Minarik.



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8 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Norman Manea reseñado

carátula del libro La guarida de Norman Manea, publicada por Tusquets, nos devuelve al extraordinario escritor rumano -autor de por lo menos un par de libros memorables: El sobre negro y El regreso del húligan- con este libro, el último que el autor ha publicado hasta el momento (apareció en el 2009) donde el exilio es el tema y que según la reseña de Alicia Plante en “Radar Libros” es un texto: “extraño, un relato vago acerca de exiliados rumanos de origen judío en Estados Unidos, todos ellos personajes grises, irreales, que no suscitan imágenes”. Dice también la reseña:

Varias figuras esenciales, digamos cuatro, cinco con Lu, mujer por excelencia, mítica casi en su belleza mexicana, en su sexualidad sólo imaginada, ejercicio de memoria de los personajes y quizá del autor, pasto del tormento por frustración tanto del profesor y auténtico marido, Agustín Gora, heredero del conocimiento del Anciano venerable, el erudito y controvertido Dima, como de Peter Gaspar, la figura joven, por algún tiempo sustituto de Gora en las preferencias de Lu. El clima del relato, por momentos contaminado de cierto suspense cuando el cuarto personaje, Palade, ferviente discípulo de Dima a pesar del desprestigio político que rodea la desembozada postura fascista del Maestro, es asesinado de un tiro en la sien mientras ocupa un inodoro en un baño público. La ejecución, oficiada por encima del muro que separa los cubículos, nunca se resuelve. Como ningún otro planteo del relato. Esta inconclusión, este no resolverse de la tensión dramática que parece armada como una sinfonía de Brahms, donde Manea deja que se diluyan, confundan y luego renueven las amenazas, remite, en abierto homenaje del autor a Borges ??el ciego de Buenos Aires?? a ?La muerte y la brújula?, con el disparo que no sabemos a quién mata. (…) El profesor Gora, solo y viejo, se refugia en la guarida que para él representa el espacio entre las tapas de un libro, y rodeado de su colección de guantes de diversos colores y orígenes que, en alegoría de quien se ha instalado en su pensamiento, cuelgan del borde de su escritorio, deberá enfrentarse a poderosos espectros. El más antiguo y enquistado es la dificultad para acabar de comprender a su patria de adopción, los conflictivos Estados Unidos, donde apoya su acérrimo anticomunismo, pero donde sabe que es apenas un número, parte de una estadística despersonalizada. Otro, de repentina y horrorosa realidad que el autor describe en minucioso detalle, es el atentado contra las Torres Gemelas. El último y final es la enfermedad. Un cuadro cardíaco grave lo obliga a recurrir a un compatriota médico que lo pondrá en contacto con quienes le harán dos angioplastias sucesivas. En torno del sufrimiento, también descripto desde adentro con notable realismo, se despliega el sentido de la belleza de Norman Manea y se hacen momentáneamente las paces. La tan mentada ?y buscada? incertidumbre, que borda sus encajes póstumos en la sombra de la muerte, ?esa puta ninfómana?, Gora atraviesa el borgeano laberinto de una línea recta, quizá trazado por el más absoluto y excluyente de los sentimientos, el miedo. Los recorridos del profesor se deslizan suavemente al delirio supremo e innecesario de los elefantes asiáticos a los que se les enseña a pintar sosteniendo los pinceles con la trompa, y en diálogo con alguien indeterminado que sin embargo parece saberlo todo acerca de él, Manea, a través de su personaje, recorre magistralmente los bolsillos secretos de la decadencia, la vejez, la enfermedad y la certeza opaca y grave del final.



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7 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Gabriela Adamo no teme al ciberlibro

Gabriela Adamo y su fe en el ebook La directora de la Feria del Libro de Buenos Aires, Gabriela Adamo, no ha asumido su cargo como un asunto burocrático más. No teme decir las cosas claras ni enfrentar iras desde que hace dos años asumió la dirección de la Feria. Por lo pronto, ha tenido que resistir dos broncas en sus inauguraciones (el año pasado, los kitchneristas vs Vargas Llosa; y este año los libreros y editores argentinos entre sí por la ley de importación del libro) y ha tomado decisiones interesantes, como la de dedicar la Feria no ha países sino a ciudades (la primera ciudad homenajeada será Amsterdam). Además, afirma que los lectores y los autores deberán cambiar sus hábitos con la llegada del e-book. Aquí una entrevista-desayuno hecha para El País por Francisco Peregil: 

Adamo desayuna a menudo en el bar situado enfrente de la Feria, que es donde suelen quedar los escritores antes de enfrentarse al público. Cuando se le pide que escoja su librería favorita, no duda ni un segundo. ?Hay cientos en Buenos Aires. Hay hasta un librito que se llama El libro de los libros que viene con casi todas y te arma circuitos. Pero la mía, desde que nací, es La Boutique del Libro, que es una cadena con cinco sucursales. La del barrio de Martínez es la primera de ellas y la librera, que me atendía cuando iba de chica con mi papá, sigue ahí. Y ahora le recomienda libros a mis hijas y a mi marido?. Pide una lágrima, que es como se le conoce en Buenos Aires a la leche con apenas unas gotas de café. Se la sirven en jarrito, una de esas piezas de cristal que parecen pequeñas obras de arte que cobran vida cuando la gente las envuelve en sus manos. ?El jarrito es una medida buena. La taza pequeña, uno se queda con ganas y el tazón??. Pide también un cuadradito de chocolate con dulce de leche. ?Más que cuadradito es un mazacote, pero está delicioso?. La directora se ha pasado la vida entre volúmenes. Pero no siente la llegada del libro electrónico como ningún drama personal. ?Yo creo que ni el escritor ni el lector van a perder, aunque tal vez cambien su forma de escribir y de leer. Sin embargo, las partes intermedias van a estar más en jaque. Y las librerías son las que más van a perder. En América Latina aún no lo percibimos porque estamos muy retrasados con la llegada de los aparatos. El Kindle está presente en la Feria, pero no se puede comprar físicamente en Argentina, hay que pedirlo al extranjero y que lo traigan por correo?. Conforme avance el carro, piensa, se irán acomodando los melones.



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7 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El coraje de Anne Sexton

Anne Sexton La publicación hace unos años en España del libro Vive o muere (Ediciones Vitruvio) de Anne Sexton, ganador del premio Pulitzer de poesía, hizo conocer a los lectores en castellano de una autora extraordinaria, obsesiva, una gemela dramática de Sylvia Plath. Ahora, se aproxima una nueva traducción por la editorial Linteo (de la que la revista Turia adelanta unos poemas) y en su blog “Letra Minúscula” (El País), Javier Rodríguez Marcos recuerda un poema de Sexton (“Coraje”), cuelga un video de la autora leyendo un poema y, a su vez, hace un recorrido por su vida que puede resumirse en el título del post: “No se curó, solo se hizo escritora”. Dice el post:

Lo importante de Anne Sexton no es que se tomara dos vodkas y, con un tercero en la mano, se pusiera el abrigo de piel de su madre, se encerrara en el garaje, encendiera la radio y pusiera en marcha el motor del coche. Lo importante no es que sus poemas hablen de la menstruación y la masturbación, del odio a los hijos y del amor por ellos, de la cárcel que puede llegar a ser una casa (vale decir, hogar). Ni que escribiera: ?Muy serena en los cócteles, / mientras que en mi cabeza / estoy experimentando una operación a corazón abierto?. Lo importante no es que el psiquiatra le recomendara que escribiera poemas y terminara ganando el premio Pulitzer. Y siendo jurado del premio Pulitzer. Ni su fascinación por Sylvia Plath. Ni que la aparición en España de la Poesía completa de Plath (Bartleby Ediciones. Traducción de Xoan Abeleira) coincidiera con la publicación de su libro del Pulitzer, Vive o muere (Ediciones Vitruvio. Traducción de Julio Mas Alcaraz). Ni que las dos tomaran martinis en el Ritz de Boston. Ni que José Luis Gallero incluyera a ambas en su antológica Antología de poetas suicidas (Árdora). Lo importante de Anne Sexton no es que avisara: “Mis admiradores creen que me he curado; pero no, sólo me he hecho poeta”. Lo importante es que escribiera poemas como Coraje, incluido en la poesía completa de Anne Sexton que la editorial Linteo publicará próximamente en traducción de José Luis Reina Palazón. Lo cuenta él mismo en el último número (¡el 101-102!) de la impagable revista Turia, que en sus 500 páginas incluye siete poemas de Sexton muy bien presentados por su traductor.



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4 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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David Grossman en recuerdo de su hijo

David Grossman Dos libros de David Grossman conviven dramáticamente con la muerte. El primero de ellos, La vida entera, editada por Lumen, donde una madre trata de huir de la noticia de la muerte de su hijo. El segundo, Más allá del tiempo, también editada por Lumen, no es una novela de ficción, lamentablemente, sino un testimonio real sobre la muerte de su hijo Uri, quien fue asesinado en el Líbano cuando pertenecía al ejército israelí. Grossman es uno de los escritores israelitas más impactantes de la actualidad, aunque su obra no sea tan conocida en castellano. Sin embargo, quizá ese testimonio real sobre la muerte de su hijo sea una buena introducción a sus novelas. Estuvo en Buenos Aires y ahí lo entrevistó Patricia Kolesnikov para Revista Ñ. Algunas preguntas:  

Una vez dijo que la literatura sirve para no normalizar la brutalidad. La literatura le da el nombre exacto a la brutalidad. La gente se adapta a las situaciones más extremas, tanto que deja de entender la locura de la situación. La literatura obliga a darse cuenta que es locura, no rutina. ¿Qué es locura? Locura es cuando la relación de las personas con la realidad se deforma. Cuando una nación crea una situación deformada y crea las situaciones para justificarla. Entre los israelíes hay muchos que piensan que nunca llegaremos a la paz. Que esa es la situación existencial que nos toca. Pienso que esa creencia es destructiva y es la que nos impide conseguir la paz. (…) Su obra está llena de política… Sí, pero no de una política de quién tiene razón sino de qué hacer en una situación en la que todos tienen razón. Todos tienen razón y todos están equivocados. Me decía que escribía para proteger a Uri. No creo realmente que las palabras puedan salvar una vida, soy demasiado realista. Soy ateo. Pero quería estar con él tanto como pudiera. Quería entender la realidad en que vivía. Y sentía esa pequeña esperanza… ?Más allá del tiempo? es muy conmovedor. ¿Cómo fue su escritura? Lo escribí durante dos años. Tenía que entender cómo era vivir con la muerte. Cómo seguís viviendo. La muerte es hermética y estática. Yo tenía el impulso de incorporar movimiento, flexibilidad en esa burbuja cerrada que es la muerte. Se trata de morir, se trata de matar. Y Grossman sabe de eso: ?La guerra ?dice? hace todo chato, todo parece igual, sin cara. Esa es la guerra: matás gente de manera anónima, pero para eso tenés que matarte a vos mismo primero, tenés que volverte anónimo. La guerra achata. Y el trabajo de la escritura es, justamente, el de especificar?.



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4 de mayo de 2012
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