Skip to main content
Escrito por

Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

Blogs de autor

Sergio Galarza, paseador de perros

Descubrí a Sergio Galarza cuando estaba buscando cuentos para la antología Se habla español. Iván Thays me sugirió que leyera su libro de cuentos. Me encantó. Esto fue hace una década. Luego conocí a Sergio. En Madrid aprendí de su talento para el fútbol y de su pasión por Joy Division. También leí el manuscrito de una novela que estaba escribiendo, Paseador de perros. Me entusiasmó su publicación en el Perú (Alfaguara) y me alegra aun más que ahora Candaya la edite para España y que Sergio haya sido elegido talento joven de la FNAC.

El texto que reproduzco a continuación con leves alteraciones lo publiqué en este mismo blog en diciembre del 2008, cuando salió la edición de su novela en el Perú:  

Una vez Alberto Fuguet se quejó de los escritores solipsistas; estaba cansado de cuentos y novelas con otros escritores como protagonistas. Me dijo que eso no pasaba en el cine, no había muchas películas sobre escritores de cine, y que quería leer novelas con pilotos de avión, plomeros o vendedoras de perfumerías en los papeles principales. Se me ocurrió pensar en los pilotos de avión, que siempre me habían fascinado, quizás porque lo que hacían era lo más opuesto a lo que yo podía hacer. Ahí había una novela. Pero yo no la escribiría.

Cuando leí Paseador de perros, se me vino a la mente la charla que tuve con Fuguet. Porque Sergio Galarza ha escrito sobre un paseador de perros en Madrid. Si buena parte del éxito de una novela se decide a partir de la elección de un punto de visto original, Sergio lo ha encontrado: "Trabajo paseando perros, también cuido gatos y limpio la jaula de un mapache, ese mamífero gris plata que lleva un antifaz negro como los osos panda. He realizado toda clase de trabajos desde que iniciara este peregrinaje por la ruta incierta de los anhelos, pero nunca imaginé que me haría cargo hasta de un mapache. Al comienzo pensé que pasear perros me alejaría de la gente y sus taras".

El narrador nos descubre la cara de Madrid que los turistas no suelen visitar-todas esas ciudades en el área metropolitana de la capital española: Alcorcón, Coslada, Pozuelo-a que lo lleva su trabajo. Es duro en sus opiniones, no le caen bien los inmigrantes (y eso que él es un inmigrante), es un sufrido hincha del Atleti, pero tiene, como canta Charly García, "calambres en el alma" por su relación desencontrada con su novia, Laura Song. Está encariñado de Odo, el mapache, y sabe mucho de música: Baxter Dury, el señor Chinarro y Nick Drake se encuentran entre sus obsesiones. Y eso lo lleva a opinar cosas como esta: "estoy harto de aquellos escritores que siempre fungen de conciencias ciudadanas, acomodados a la izquierda de las ideologías. Defienden los derechos humanos y creen que por ello les está perdonado publicar sus novelas contaminadas de buenas intenciones y respuestas a los problemas del mundo... ¿Por qué no escriben sobre Nick Dake, Epic Soundtracks o Johnny Thunders?"

La novela de Sergio me transporta a mis días por Chueca y Malasaña, cuando salíamos a lugares como el Garaje Sónico, la Vía Láctea, el Tupperware, La Vaca Austera. Una noche, Sergio me habló en uno de esos bares de sus planes de escribir JFK, su segunda novela, basada en un personaje de Paseador de perros (el jefe del narrador). Yo la espero.

Para leer entrevistas a Sergio y reseñas de la novela en España, pinchar aquí.

 

Leer más
profile avatar
3 de febrero de 2010
Blogs de autor

Rodrigo Rey Rosa: Llamadas telefónicas

Hay pocas cosas más inquietantes que una llamada telefónica en la narrativa del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa. El teléfono suena, y a veces no es necesario escuchar una voz al otro lado de la línea. La llamada es portadora de malas noticias, es el símbolo de una amenaza exterior, y muestra lo precaria que es la vida en el mundo de este escritor. Todo puede remitir a la deteriorada situación de la Guatemala contemporánea, o ir más allá del contexto social y exponer la fragilidad de la condición humana. Esta sensación de inquietud y amenaza recorre casi todas las páginas de Siempre juntos y otros cuentos (Almadía, 2008), una antología de cuentos y nouvelles, y la novela El material humano (Anagrama, 2009).

En Siempre juntos y otros cuentos se encuentra el Rey Rosa más conocido. El narrador lacónico y austero pero no por ello minimalista; el escritor que sabe que a veces el realismo no es suficiente para narrar el misterio de la realidad. La evolución de Rey Rosa se puede seguir aquí: desde los breves y despojados relatos de El cuchillo del mendigo/El agua quieta (1985), que encontraron en Paul Bowles a un ferviente defensor, hasta los de Ningún lugar sagrado (1998) y Otro zoo (2006), algo más extensos y complejos. Algunos de estos textos son verdaderas obras maestras: "Otro zoo", "La niña que no tuve", "La prueba", "El pagano". La crueldad y la violencia siempre están narradas sin aspavientos, como si fueran parte inherente de la vida cotidiana, y habría, más que protegerse, lidiar con ellas de frente. En "La prueba", Miguel decide matar a un canario para comprobar si Dios existe: "'Si existes, Dios mío, haz que este pájaro reviva'. Mientras lo decía, fue apretando poco a poco el puño, hasta que sintió en los dedos la ligera fractura de los huesos, la curiosa inmovilidad del cuerpecito". Un acto perverso se transforma en una prueba moral. En "La niña que no tuve", un padre pasea por Manhattan con su hija enferma de ocho años, a la que le quedan cuatro meses de vida. Los pensamientos fúnebres del narrador transforman la realidad. En el subterráneo, "el carro dio un bandazo, y los pasajeros que estaban de pie fueron lanzados unos contra otros, pero los cuerpos con caras grises se mantuvieron de pie, con un movimiento pendular, como si colgaran de sus ganchos en un matadero prolongado. Cadáveres de todas las edades".

Hay textos en los que Rey Rosa se pronuncia directamente sobre la violencia en Guatemala. En la antología, por ejemplo, "Ningún lugar sagrado" y "Hasta cierto punto". En "Ningún lugar sagrado", un cineasta se somete a una suerte de psicoanálisis. Su relato ocurre poco después del fin de la guerra civil, y narra las dificultades para construir una nueva sociedad a partir de los escombros de la guerra (este tema también aparece en la obra de Horacio Castellanos Moya). Cuando es asesinado el monseñor a cargo del documento que investiga las atrocidades de la guerra, la hermana del cineasta, junto a unas amigas, protesta contra el crimen, y menciona nombres de los responsables, explicitando aquello que todos saben pero pocos se atreven a sacar de las sombras. Comienzan las amenazas, las llamadas telefónicas. El asesinato del monseñor es una "advertencia, para que nadie vaya a creerse eso de que las cosas han cambiado en Guatemala, como para decir, todavía estamos aquí y todavía mandamos". No hay ningún lugar sagrado: en la postguerra, la guerra todavía sigue pesando en la conciencia y en el inconsciente de los guatemaltecos, y, por más que uno se vaya del país, "es imposible huir". El psicoanálisis ayuda a verbalizar el trauma, pero tiene sus límites.

El material humano puede leerse como una versión extendida de "Ningún lugar sagrado". Esta novela que toma la forma de un diario comienza de forma excepcional: con el hallazgo de un Archivo de la Policía Nacional, con documentos que se remontan hasta finales del siglo XIX. El narrador, el escritor Rey Rosa, recibe un permiso para revisar los documentos que se encuentran en el Gabinete de Identificación. Las conclusiones de la lectura son contundentes: en el Gabinete, en el que se ve cómo a lo largo del siglo XX la gente ha sido detenida en Guatemala por razones arbitrarias-por ejercer sin título, por ser "impertinente", por dañar los árboles, por "insubordinarse contra su patrón"--, la justicia es culpable de haber sentado "las bases para la violencia generalizada que se desencadenó en el país en los años ochenta y cuyas secuelas vivimos todavía". Hay una línea recta que va desde un sistema de justicia kafkiano hasta una violencia goyesca: los sueños de la sinrazón producen monstruos.

Del Archivo emerge un gran personaje, Benedicto Tun, jefe del Gabinete de Identificación durante cincuenta años. Benedicto es el Gabinete, el Archivo, y Rey Rosa le sigue la pista; a través de sus hijos, trata de saber más de él. Es una tarea vana: el retrato no se concreta del todo, apenas tenemos trazos poco imparciales. Mientras tanto, el escritor quiere seguir con su vida familiar y literaria, pero no es fácil: un clima de amenaza se cierne sobre él (llamadas telefónicas de una funeraria) y sobre el país (asesinatos de diputados salvadoreños, muertes extrajudiciales de agentes de la policía). Aquí tampoco hay lugar seguro: los policias que vigilan el Archivo son "integrantes de las mismas fuerzas represivas cuyos crímenes los archivistas investigan"; de El Coco, un agente asesinado, se sabe que también es policía.

Rey Rosa ha concebido intencionalmente El material humano de forma suelta: citas de libros, elementos de una historia, fragmentos de una vida. Se trata de una apuesta arriesgada: si en los hechos de la vida real no hay tensión, no hay cierre, Rey Rosa va a tratar de respetar esa falta. Si la novela es un género artificial que le da coherencia a lo incoherente, el escritor guatemalteco se niega a jugar el juego. Pero lo que hace en el fondo no es más que responder al artificio del orden narrativo con otro artificio. Así, lo que comienza con fuerza notable termina abruptamente, desarmado por el mismo proyecto. Aquí había una gran novela. Pero esa novela está más sugerida que mostrada.   

(Letras Libres, febrero 2010)

Leer más
profile avatar
1 de febrero de 2010
Blogs de autor

En el principio está Salinger

En el principio, literalmente, está Salinger. El guardián en el centeno fue el primer libro que leí en inglés. Yo tenía veintiún años y me preparaba para ir a estudiar a los Estados Unidos. Digamos que no era el adolescente que podía ser lector ideal de la novela de Salinger. Mi profesor de inglés me recomendó que no recurriera al diccionario, de modo que pasé buena parte de mi lectura tratando de entender qué podía significar phony, esa palabra tan recurrente en el vocabulario de Holden Caulfield (goddamn, que aparece más de doscientas cincuenta veces, era fácil). La novela no se armó hasta que comprendí que se trataba de una diatriba virulenta contra la sociedad norteamericana de la postguerra, materialista, deshonesta, aburrida, convencional. Para Holden, todos esos adjetivos podían, en la traducción, ser sinónimos de phony. Quienes los encarnaban eran los adultos, esos seres en los que Holden no quería convertirse.

Pero una novela no sólo se mide por la fuerza de sus ideas, sino por el impacto de sus imágenes. Ahí está el cínico de Holden, deambulando por Manhattan, enjuiciando sin cesar a todos los que lo rodean. Un leiv-motif me quedó para siempre: el deseo de Holden de saber qué les ocurre a los patos de la laguna de Central Park cuando llega el invierno. Los ecos todavía reberveran en la cultura norteamericana: en la escena con que se inicia Los Soprano, cuando Tony Soprano se fija en los patos salvajes que han llegado a su jardín, imposible no pensar en un guiño a Salinger. En Lowboy, una de las novelas más aclamadas del año pasado, John Wray hace que su adolescente autista vaya de aquí para allá por los pasadizos subterráneos del metro de Manhattan como si se tratara de un Holden de última generación.

La influencia de Salinger ha calado hondo en América Latina. En mi generación, quizás Alberto Fuguet haya sido el más explícito a la hora de reconocer las deudas. Su novela Mala onda puede leerse como una versión conosurista de El guardián en el centeno. El adolescente Matías Vicuña no sólo ha leído la novela; él mismo encarna el espíritu rebelde de Holden. Sin embargo, el rechazo de Matías a su entorno tiene una salida positiva que el radical Salinger le negó a su personaje (Holden termina en un sanatorio). En las nuevas generaciones, de la mano del cine de Wes Anderson, que en películas como Los Tenembaum ha creado su propia versión de la salingeriana familia Glass, Franny y Zooey parece haber influido tanto El guardián en el centeno. Y los cuentos, siempre los cuentos: buena parte de los cuentistas de hoy está en diálogo permanente con textos como "Un día perfecto para el pez plátano", "Justo antes de la guerra con los esquimales, "El tío Wiggily en Connecticut" y "Para Esmé, con amor y sordidez".

Familias disfuncionales, gente que no se resigna a ser adulta: los temas de Salinger están hoy más vigentes que nunca. Resulta irónico que un autor tan inconforme y desesperanzado le haya dado tantas esperanzas a tantos lectores. El recluso de Cornish podía controlar todo, excepto la forma en que sería leído.

(La Tercera, 29 de enero 2010) 
 

 

Leer más
profile avatar
29 de enero de 2010
Blogs de autor

A la muerte de Salinger

SALINGER: EL SONIDO DE LA PALMADA DE UNA SOLA MANO

                                                                   por: Liliana Colanzi

(texto leído en la feria del libro de Santa Cruz, junio 2009)

En algún momento todos nos identificamos con Holden Caulfield. Hubo una época en que nos resistimos a crecer, en que intentamos postergar indefinidamente el ingreso al mundo adulto, frívolo y corrupto. Quisimos detener al tiempo. Luchamos por una batalla que ya estaba perdida de antemano. Había belleza en esas luchas inútiles. En los gestos heroicos. Luego crecimos y fuimos expulsados del territorio confuso, hermoso y terrible de la adolescencia. Se acabó el desorden pero también perdimos la inocencia.

Holden Caulfield, el protagonista de El guardián entre el centeno, es el icono por excelencia del adolescente que se niega a transar con el mundo adulto. Por eso mismo, el personaje más famoso y querible del autor norteamericano J.D. Salinger es un inadaptado. Tiene una inteligencia precoz, pero también puede mostrarse terriblemente inmaduro. El origen de su ansiedad radica en que no ha encontrado la forma de detener el tiempo para preservar a los seres que ama en estado de perfección, de pureza. Sus esfuerzos son tan inútiles como conmovedores. Pocos libros despiertan lealtades tan firmes o emociones tan entrañables como El guardián entre el centeno. Pocos libros sintonizan con tanta intensidad con el mundo de los jóvenes. De la misma manera, pocos autores provocan tanta fascinación como Salinger.

Para continuar leyendo, pinchar aquí.

 

Leer más
profile avatar
28 de enero de 2010
Blogs de autor

Los cuentos de Fogwill

Hasta hace apenas un par de años, Fogwill era un escritor de culto en América Latina, alguien del que, con suerte, se había leído su prodigioso cuento "Muchacha punk". Hoy es un referente fundamental de la literatura argentina contemporánea, alguien a la altura de Piglia y Aira. La reciente publicación de sus Cuentos Completos por parte de Alfaguara en Argentina llega en el mejor momento.

Los Cuentos Completos incluyen veintiún textos escritos a lo largo de tres décadas y media (del 1974 al 2007). En su prólogo, Elvio Gandolfo señala que la antología "contiene seis o siete de los mejores cuentos de la literatura argentina". La lectura no deja dudas: junto a "Muchacha punk", relatos como "Help a él", "Sobre el arte de la novela", "Los pasajeros del tren de la noche", "Restos diurnos" y "La larga risa de todos estos años" son más que suficientes para convertir a Fogwill en un imprescindible.

La variedad de los registros hace que se pueda entrar a este libro a partir de diversas perspectivas. Fogwill ha dicho que tiene una preferencia por "las lecturas que atienden, más que a lo que sucede, a la manera de narrar lo que sucede". Por eso son importantes sus intervenciones en relatos clásicos, su reescritura y a la vez parodia y actualización de "El Aleph" de Borges en "Help a él" o de "El almohadón de plumas" de Horacio Quiroga en "Otra muerte del arte". Más allá de la parodia, lo que llama la atención es la forma indirecta que encontró Fogwill de narrar la política y el campo social en los años de la dictadura y la guerra sucia. Es una forma que tiene mucho que ver con la de Piglia en Respiración artificial (1980), la gran novela de ese período. Suena un poco raro, porque no hay momento en que Fogwill no ataque a Piglia, pero, como dice Fabián Casas, "la contienda se salva en los estantes de la biblioteca", y allí hay lugar para los dos. Agregaría que no solo en los estantes; en los textos de fines de los setenta y principios de los ochenta, el mejor interlocutor de Fogwill es Piglia.

"Muchacha punk" (1979) puede ser una historia picaresca de un argentino en Londres, pero en el último párrafo se encuentra ese detalle que transforma al relato en algo siniestro: el narrador está allá para "comprar unos catálogos de armas y unos artículos de caza mayor para mi gente en Buenos Aires". En "Sobre el arte de la novela" (1993), el texto termina así: "... yo había salido sin documentos y no quería estar en la vereda ni a borde del Peugeot, porque aquí sigue siendo peligroso andar sin documentos de identidad". La violencia sádica de la pareja de "La larga risa de todos estos años" (1983) es una manera de contar aquello que está ocurriendo en el país: "Creo que todos vieron lo que fue pasando durante aquellos años. Muchos dicen que recién ahora se enteran. Otros, más decentes, dicen que siempre lo supieron, pero que recién ahora lo comprenden. Pocos quieren reconocer que siempre lo supieron y siempre lo entendieron..."

Con la novela Vivir afuera (1998), Fogwill se convirtió en el gran novelista de la Argentina de los noventa. Los Cuentos completos muestran que Fogwill es también, junto a Piglia, el gran narrador de la Argentina de la dictadura.

(La Tercera, 25 de enero 2010)

Leer más
profile avatar
25 de enero de 2010
Blogs de autor

Teoría y práctica del Kindle

El pasado diciembre viajé a Bolivia y decidí no cargar con quince libros en mi maleta y me llevé un Kindle. Por el tipo de cubierta, este lector electrónico parece una agenda personal; por sus dimensiones, un libro de esos de tapa negra de Tusquets. No es difícil aprender a usarlo; la primera vez, lo enchufé hasta que cargó la batería, y luego entré a Amazon y, para probar, pedí un libro de cuentos de Tobias Wolff. El libro tardó menos de un minuto en ser descargado al Kindle; la técnica se llama whispersync e impresiona porque no es necesario tener una conexión a internet para que funcione (era como si el artefacto que tenía entre mis manos tuviera su propio satélite). La facilidad hizo que me tentara: en menos de cinco minutos ya tenía disponibles las novelas más recientes de Lethem y Hornby. Cada libro nuevo cuesta alrededor de 10 dólares, pero entre los clásicos se encuentran verdaderos regalos: me llevé toda la obra de Jane Austen por menos de tres dólares.

Es fácil acostumbrarse al Kindle. El tipo de letra es cómodo y se pasa rápidamente de una página a otra (aunque, claro, si uno está muy avanzado en su lectura y quiere retroceder en busca de una escena, ayudaría más una pantalla táctil que apretar un botón varias veces). Hay cambios sutiles y otros no tanto en la experiencia de la lectura: en la parte inferior izquierda, por ejemplo, lo que se cuenta es el porcentaje; no sé cuántas páginas he leído de la novela de Lethem, sí que es el 23%. Se pueden subrayar frases y hacer anotaciones; el teclado no es de los mejores, pero sirve, y además todas las frases subrayadas y los comentarios escritos se van reuniendo en un archivo. Otra ventaja: descubrí que podía transferir al Kindle mis propios archivos en Word y PDF. Suelo recibir libros en Word y PDF, pero me cuesta leerlos en mi laptop; con el Kindle todo eso se hizo más fácil.

La batería del Kindle dura alrededor de doce horas. El libro electrónico no tiene luz propia, con lo que, por las noches, hay que buscar la luz de una lámpara, replicando así lo que hacemos con los libros impresos. Cuando uno lo cierra y lo vuelve a abrir, aparece en la pantalla la imagen de un escritores (Virginia Woolf, Emily Dickinson, Julio Verne). Este invento de Amazon nos está diciendo constantemente que no tenemos que temerle, que es un aliado de los escritores y los lectores (aunque no tanto de los libreros y de las editoriales).   

Me había llevado un par de libros impresos a Bolivia (los cuentos de Fogwill y Ballard). Al principio, fui alternando el Kindle con estos libros. Reconozco que leí más rápidamente a Fogwill y Ballard que lo que tenía en el Kindle. Y que, con el paso de las semanas, pudo más mi compulsión fetichista y volví a librerías y a hacerme de esos objetos que luego pesan tanto en la maleta. El Kindle me ayuda, pero a la vez no puedo ni quiero prescindir de los libros impresos. Quizás generaciones futuras decidan que el libro electrónico es el único camino, pero, por lo pronto, me parece que ambos formatos pueden convivir sin incomodarse.

(La Tercera, 10 de enero 2010)

Leer más
profile avatar
10 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

"Lazos de familia": Un cuento en Fronterad

FronteraD es una excelente revista digital que comenzó a publicarse hace un mes en España. Está a cargo de Alfonso Armada y tiene entre sus colaboradores a periodistas, críticos y escritores de primer nivel, entre ellos Eduardo Jordá, Daniel Capó, Toño Angulo, Gabi Wiener y Diego Salazar. La revista se actualiza una vez a la semana, excepto los blogs: hay material nuevo cada día.

La revista de esta semana incluye un cuento mío, "Lazos de familia". Feliz año.

 



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
30 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

La historia secreta de la ciencia ficción

James Patrick Kelly y John Kessel acaban de publicar la antología de cuentos The Secret History of Science Fiction (Tachyon, 2009). En su introducción, Kelly y Kessel citan un ensayo de Jonathan Lethem, en el que el escritor norteamericano se pregunta qué hubiera pasado si en 1973 se le habría concedido el premio Nébula -el más importante de la ciencia ficción- a Thomas Pynchon, finalista en ese entonces con El arcoiris de la gravedad, y no al que lo ganó finalmente, Arthur Clarke. Para Lethem, el triunfo de Pynchon hubiera significado el deseo de la ciencia ficción de dejar de lado su estatus de género popular más interesado en "explosiones, efectos especiales, extraterrestres e historias de aventura" que en su potencial literario y artístico. Con el Nébula para Clarke, la ciencia ficción perdió la oportunidad de ser tomada en serio.

Kelly y Kessel recuerdan que a principios de los setenta la ciencia ficción se hallaba en un gran momento: después de las décadas "pulp" -los años que van de los treinta a los cincuenta--, en los sesenta aparecieron los escritores de la "nueva ola" -Brunner, Aldiss, Ballard--, que iban más allá de los límites del género y eran influidos por escritores modernistas como Dos Passos y Joyce, y cineastas como Kubrick. Kelly y Kessel, sin embargo, creen que Lethem le da mucha importancia a lo ocurrido con Pynchon en 1973. Su antología muestra que, si bien el público de hoy asocia a la ciencia ficción con las películas de Spielberg, Lucas y Cameron -comercialmente exitosas y de gran influencia en la cultura popular--, en las últimas décadas se ha estado escribiendo una ciencia ficción "secreta", generalmente a espaldas del éxito masivo. Hay dos tipos de escritores que la han practicado: aquellos que, dentro del género mismo de la ciencia ficción, han explorado cuestiones más típicas de la literatura "seria", como el desarrollo de personajes y la experimentación formal, y algunos escritores de ficción literaria no asociados con el género y cuya obra narrativa suele ser publicada en revistas canónicas como el New Yorker. En el primer grupo, The Secret History of Science Fiction incluye cuentos magistrales como "Interlocking Pieces", de Molly Gloss, o "The Nine Billion Names of God", de Carter Scholz, un escritor que ha aprendido de Borges; en el segundo grupo se hallan textos magníficos de Don DeLillo, Margaret Atwood y George Saunders.

Como en toda antología, hay cuentos que brillan más que otros (las contribuciones de Thomas Disch y Lethem no son de las mejores). Pero Kelly y Kessel tienen la virtud de hacernos recordar que hubo un largo momento, allá por el siglo XIX y a principios del XX, en que la ciencia ficción no era un género de culto y ni siquiera estaba tan obsesionada con el futuro: buena parte de la obra de Verne, Poe y Wells transcurre en el presente de los autores y no tiene que ver con viajes interplanetarios o batallas galácticas. Si en el siglo XX escritores y críticos quisieron encorsetar a la ciencia ficción dentro del ghetto del género, hoy eso está cambiando con rapidez. El Nébula del 2008 lo ganó Michael Chabon, cada vez son más los escritores "serios" que escriben obras que pueden considerarse de ciencia ficción (Houllebecq, Ishiguro, McCarthy, Mitchell), y los de género que rompen las convenciones dentro de las que trabajan (LeGuin, Simmons).

En la tradición latinoamericana no hubo tanta adherencia al género, y éste no logró consolidarse como un mundo autónomo, con sus propias revistas, críticos y premios. Por ello, la historia no es tan secreta. O al menos no debería: Holmberg, Quiroga, Lugones, Clemente Palma, Borges, Bioy Casares... La lista es larga, y sin embargo, la literatura latinoamericana -tanto críticos como lectores y autores- se empeña en aparentar que la ciencia ficción es cosa de otros. La ciencia ficción latinoamericana actúa como la carta robada de Poe: se halla escondida a la vista de todo el mundo.

(La Tercera, 28 de diciembre 2009)



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
28 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

La toma del manuscrito

Hace algunos años, Cachín Antezana se quejó de que la narrativa boliviana del siglo XX había estado demasiado atada al referente real. Al escritor se le pedían libros y cuentos que dieran cuenta de la esencia de las regiones y la identidad nacional, y el escritor trataba de cumplir de la mejor manera posible. De esas demandas de la tradición surgieron algunos grandes textos, pero, con los años, las ataduras sociológicas se fueron convirtiendo en cargas que limitaban buena parte de la producción narrativa nacional.

Quiero creer que las cosas están cambiando. Hay más deseos de explorar otros registros, jugar con los géneros populares, soltarse. Uno de los que está contribuyendo a ese cambio se llama Sebastián Antezana (ninguna relación con Cachín). Antezana, nacido en 1982, publicó el 2008 La toma del manuscrito (Alfaguara), ganadora del Premio Nacional de Novela 2007. Recién la pude leer este año, y me entusiasmó descubrir a un narrador puro y duro. La novela tiene una dosis de sofisticación: el proyecto se emmarca dentro de los juegos textuales de Perec y Borges, e incluye traducciones y apropiaciones de textos que remiten a fotos que a la vez remiten a una historia real; cajas chinas que, en su intento por narrar lo que ocurrió en una expedición al África interior en el año 1875, no hacen más que contarnos de la supremacía de la ficción.

Lo que late en cada una de las páginas de La toma del manuscrito es el vuelo imaginativo, la fuerza para narrar una historia compleja, para moverse con soltura en torno a múltiples personajes y escenarios. Antezana dialoga con el género policial y con la novela de aventuras y lo hace sin inocencia, pero también sin el deseo de que los juegos textuales ahoguen su proyecto. Se trata de una primera novela, y por ello hay ciertos excesos retóricos. En una literatura caracterizada por la timidez, esos excesos pueden perdonarse. Ya habrá tiempo para pulirlos. Por lo pronto, cuenta más la notable ambición de crear un mundo narrativo autónomo.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
22 de diciembre de 2009
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.