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Sobre el consenso

Por 10 de abril de 2008 Sin comentarios

Andrés Ortega

El consenso. Muy en uso, pero realmente ¿qué significa en términos de política práctica? La Real Academia de la Lengua lo define como "acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos". La transición a la democracia en España se centró en el consenso. Por varias razones, entre otras, porque había un equilibrio de fuerzas (entre el antiguo régimen y el naciente) y porque los españoles sabían qué querían ser: democráticos y como nuestros vecinos europeos e integrados en lo que hoy llamamos UE.

El consenso más básico es sobre las reglas del juego, y su base (y producto dentral de la transición, fue la Constitución). La idea del consenso, que se ha vuelto a poner en circulación tras la crispación política de la legislatura pasada, y ahora tras el discurso de investidura de Zapatero y las ofertas de Pactos de Estado que ha presentado. Y hay una demanda social de consenso. Pero con límites, como bien ha expuesto Juan José Laborda. El consenso en materia de política antiterrorista, es absolutamente necesario. Sin consenso no es posible una reforma constitucional o de la ley electoral (que hoy por hoy no está sobre la mesa). Tampoco es bueno cambiar de leyes educativas con cada Gobierno.

En cuanto a política exterior, el consenso interno, evidentemente, fortalece a un país de cara al resto del mundo. Es bueno que la política exterior se base en un consenso lo más amplio posible. Pero no es una tragedia que no se alcance (de hecho en muchos países no es así) y menos ahora cuando la forma de abordar lo exterior influyen en el interior. Los giros en política exterior (dentro de ciertos parámetros, claro) se dan en muchos países, desde EE UU, como hemos visto en las diferencia entre Bill Clinton y George W. Bush, o en Francia. El Reino Unido es de los más estables a este respecto. Lo importante, en democracia, sin mermar el liderazgo, es que la política exterior también refleje la opinión pública. Si consenso hay, también debe ser desde la sociedad.

Pero en política exterior (y en otras materias), en España, el consenso se referiría a dos cosas muy diferentes: 1) al acuerdo sobre contenido la de propia política exterior, y 2) a la actitud de la oposición de no socavar públicamente las posiciones del Gobierno ¿Cabe recordar a Aznar llamando pedigüeño al Gobierno de Felipe González en plenas negociaciones presupuestarias sobre la UE, o las dudas sobre el ingreso en la moneda única, o las críticas al PP por el apoyo a la guerra de Irak? En España no hubo consenso sobre la OTAN cuando el Gobierno de la UCD presentó la solicitud de adhesión. Eso sí, hubo y hay un consenso básico sobre la política europea que debe seguir España, pero también con diferencias. Ahora Zapatero ha ofrecido consensuar con la oposición las grandes líneas de la Presidencia española de la UE en el primer semestre de 2010. De hecho, es algo que se ha venido casi siempre consensuado.

Dada la estrechez de márgenes de maniobra que ha generado para los Gobiernos la mayor integración en la UE (especialmente en la zona euro) y las presiones de la propia globalización, no conviene exagerar los consensos pues nos quedaríamos sin democracia, que necesita de la apertura del sistema en su cima, con el juego entre Gobierno y oposición.

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Andrés Ortega

Andrés Ortega Klein nació en Madrid en 1954. Es hijo de español (José Ortega Spottorno fundador de Alianza Editorial y de El País e hijo a su vez de José Ortega y Gasset) y francesa (Simone Ortega, autora de 1.080 recetas de cocina). Estudió bachillerato francés en Madrid, se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense y posteriormente realizó un Master en Relaciones Internacionales en la London School of Economic (LSE) con una beca de la Fundación March. En Londres inició su carrera periodística como corresponsal para El País, pasando posteriormente a Bruselas donde cubrió el final de las negociaciones de ingreso de España en la hoy Unión Europea.  Durante la primera Presidencia española del Consejo comunitario en 1989, trabajó como asesor ejecutivo para el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez. A principios de 1990, pasó al recién creado Departamento de Estudios de la Presidencia del Gobierno encabezado por Felipe González, que dirigió entre 1995 y 1996. Se incorporó entonces a la sección de Opinión de El País como editorialista y columnista. En 2004, se convirtió en el primer director de Foreign Policy Edición Española (FP), publica por la Fundación FRIDE.  Junto a su labor de análisis de la realidad internacional en El País y en FP, ha publicado en numerosos medios especializados en España y otros países y participado en los principales foros. Ha publicado cuatro libros: El purgatorio de la OTAN (1986), La razón de Europa (1994); Horizontes cercanos: Guía para un mundo en cambio (2000) y La fuerza de los pocos (primavera de 2007). En 2002 fue galardonado con el Premio Madariaga de Periodismo Europeo (prensa escrita).

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