Andrés Ortega
Sarkozy está en Londres donde quiere escenificar lo que pretende es el nuevo eje franco-británico, pese a no ser tan novedoso. Así compensaría sus malas relaciones con Angela Merkel y lo mal que va el eje franco-alemán. Es entender mal las cosas. La UE a 27 y en el siglo XXI necesita para avanzar de estos dos ejes, que en ocasiones (por ejemplo en las negociaciones con Irán o en algunos casos en Naciones Unidas). Es condición necesaria, aunque no suficiente, pues los demás en esta Unión ampliada, también cuenta.
Las relaciones entre Londres y París son necesarias para hacer avanzar esa parte de la Europa política que es la Europa de la defensa. Son las mayores potencias militares, las dos únicas nucleares en la UE. Y de ellas salió en Saint Malo en 1998, entre Blair (bastante distinto de Brown) y Chirac (algo diferente de Sarkozy), el impulso para avanzar el la política europea de seguridad y de defensa, que, discretamente, se está poniendo en marcha. Si se añade el acercamiento de Francia a la estructura militar de la OTAN, con un eventual reingreso en ella, tendremos un auténtico nuevo pilar de Europa. El pero, es que Londres -que refleja en esto las posiciones de EE UU- no quiere ni crear un polo europeo en la OTAN, ni crear fuera de ésta una auténtica estructura militar europea, ni siquiera unos cuarteles centrales europeos operativos. La UE actuaría así en los casos en lo que EE UU no quisiera involucrarse. Francia pretende durante su próxima presidencia del Consejo de la UE actualizar la doctrina estratégica de la UE. Será una evolución, no una revolución.
París-Berlín es otro tipo de eje. Es el fundacional de los entonces Seis. Y sigue siendo básico. Durante décadas, más que una conjunción de intereses, lo que ha representado es un cruce de ellos. Era como un intercambio de cromos. Ahora ambos países, por el tamaño de su economía, están en el centro de la Unión Monetaria (donde no está el Reino Unido) y del avance hacia una Europa política. En materia de energía, Sarkozy puede acercarse al Reino Unido en cuanto a ampliar las centrales nucleares, pero el país de allende La Mancha sigue siendo una isla energética, mientras Alemania, pese a su oposición a las nucleares, es central para las exportaciones frabcesas de energía de origen nuclear.
Es decir, que esta Unión Europea es mucho más compleja que la original. Necesita, como los grandes camiones, de varios ejes de ruedas, siempre con Francia en todos ellos. ¿Y España? Ahí está el desafío. Podía en estos años pasados, y aún puede ahora, contribuir a superar los recelos entre Francia y Alemania. Sobre todo, ante esta configuración, se debe situar bien con ambos ejes y meterse en la medida en que sea posible en la triada Londres-París-Bonn, aunque Merkel no fuera al principio muy partidaria de ellos. Y apostar también por el Sur, con Italia y Portugal, y con los nuevos Estados miembros que, como país, nos resultan aún demasiado desconocidos.