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Recuérdame que llore

Por 26 de marzo de 2008 Sin comentarios

Javier Rioyo

Seguramente no lo haré, no me vendrán las lágrimas. Sería fácil. Llorar un poco y seguir como si no sintiéramos la muerte. No lloraré, pero no puedo evitar el cabreo. Esa inútil rebelión contra la muerte. El rebelde educado que era Rafael Azcona ha muerto  en silencio, discreta y secretamente. Amante de lo estrafalario en su obra supo vivir sin nada estrafalario hasta su último suspiro. Murió Azcona en secreto y sin ritos. Tal como había vivido la mayor parte de su vida. No había concedido entrevistas, no recogía los premios, no aparecía en lugares de famosos y no se hacía fotos… Hasta que un día se cansó de su ser anacoreta. Y salió de sus armarios.

/upload/fotos/blogs_entradas/losmuertosno1_med.jpgTuvimos la suerte de haberle conocido hace ya más de veinte años y nunca se parecía a ese hombre oculto que los otros nos contaban. Fue generoso con su inteligencia y supo repartir su genio entre los amigos. Le gustaba hablar, comer, beber y reír. Le gustaban otras cosas. Le gustaba la vida aunque tantas veces hablara de la muerte. Desde su primera obra: Los muertos no se tocan, nene, que dedicó "a las Pompas Fúnebres, porque sin su concurso la muerte no sería cosa de tanto lucimiento". Gran burlador que nos privó del lucimiento de su entierro. Nos liberó de pompas y de circunstancias. Listo y descreído hasta el final, tierno y rebelde, enemigo de los repelentes y ajeno a los pedantes, Rafael no quería recordarnos llorando. Y menos llorando por su muerte.

Trabajó hasta el final pero nunca dejó de soñar con que le tocara la lotería, las quinielas o los ciegos y dedicarse a no hacer nada. Un español de toda la vida. No lo consiguió. Supo mirar y contar el mundo con la ternura y la crueldad que se merece. Y sin él no hubiéramos tenido las mejores películas de nuestro cine. Sin él, nuestro cine, hubiera sido pobre, paralítico y muerto.

Creo que no lo conseguiré, que todavía no estoy preparado, pero me gustaría que me recordaran que debo llorar. Me prepararé viendo Plácido, una de las más duras películas sobre cómo fuimos, cómo somos o cómo podremos llegar a ser. Entre pobres y miserables. Hay días que no nos merecemos.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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