
Roberto Herrscher
El domingo 25 de octubre, 50 años y un día después de que Congreso de Chile eligiera a Salvador Allende, como presidente de la República, la sociedad chilena finalmente empezó a desmontar el sistema dictatorial que acabó con el sueño de la Unidad Popular.
Allende había gobernado siguiendo rigurosamente los principios de la constitución de 1925: ésta le permitió nacionalizar el cobre, realizar una profunda reforma agraria, garantizar educación, salud y medio litro de leche al día a todos los niños. Pero el sistema parlamentario le impidió avanzar más: era limitado el poder presidencial y sus aliados le dificultaron el camino y terminaron dándole la espalda.
Cuando el 11 de septiembre de 1973 los aviones de la Fuerza Aérea bombardearon La Moneda y destruyeron la frágil democracia que Allende defendió hasta el final, se propusieron montar un sistema con más poder presidencial, control de las Fuerzas Armadas y permitir la privatización de las tierras y los recursos naturales, incluso el agua.
Así el cerebro jurídico de Augusto Pinochet, el abogado Jaime Guzmán, forjó con un grupo de colaboradores una nueva constitución en 1980, que fue ratificada en un espurio plebiscito sin listas electorales ese año, mientras imperaba el terror. Los militares tardaron una década en entregar el poder y que su constitución empezara a regir. Con parches y enmiendas, es la constitución que hoy impera en Chile.
Algunos incisos tremendos, como los puestos de “senadores vitalicios” para, entre otros, los ex comandantes en jefe de las FFAA (por lo cual la transición pactada comenzó con el mismo Pinochet sentado en el senado), fueron luego derogados. Otros, como las exorbitantes mayorías necesarias para hacer cambios, continúan en pie.
Por eso, en cuanto se desató el estallido social en octubre del año pasado, una de las demandas más repetidas fue cambiar finalmente la constitución de la dictadura. A tres semanas de la revuelta que trajo de vuelta el toque de queda y el estado de alarma, el gobierno y la oposición pactaron un referéndum para proponer una nueva constitución.
Se llevó a cabo este 25 de octubre, un día después del 50 aniversario de la ratificación de Allende por el Congreso. Y ganó el sí por casi el 80 por ciento de los votos. Las calles se convirtieron en una fiesta constante desde dos horas antes de terminar el horario de votación.
En el lugar emblemático de todas las marchas desde el estallido hace un año, alguien trajo una enorme bandera negra. En su centro, un retrato de Salvador Allende, el Compañero Presidente.
Este texto es parte de un artículo publicado en la Revista Eñe el 30 de octubre de 2020