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La Unidad Popular, de Alfredo Sepúlveda

Por 30 de octubre de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Roberto Herrscher

50 años después, una crónica revive el trágico gobierno de Salvador Allende.

Como si estuviera contándolo en el diario del día siguiente, con el ojo para los detalles de un periodista parlamentario, Alfredo Sepúlveda escribe que ese 24 de octubre de 1970 “un diputado socialista, Mario Palestro, de estilo directo, campechano y gruesos bigotes de charro mexicano, no se contuvo una vez terminó el recuento de los votos: ‘¡Viva Chile, mierda!’, gritó.”

En su libro La Unidad Popular: Los mil días de Salvador Allende y la vía chilena al socialismo (Sudamericana, primera edición en julio de 2020), Sepúlveda construye con detalles como este y con la mirada doble de la inmersión y la distancia un relato trepidante de los tres agitadísimos años del imposible gobierno de revolucionarios y reformistas.

Fueron mil días de infarto que transcurrieron desde que el pueblo, con un margen estrechísimo, eligió al viejo caudillo Allende, un rocoso parlamentario que se presentaba a la presidencia por cuarta vez. El relato sigue con sus políticas agrarias, sanitarias, industriales, culturales, pasando por 12 intentos fracasados de golpe de estado, y terminando con el décimo tercer golpe, el 11 de septiembre de 1873, que acabó con la democracia chilena y del cual Allende salió muerto, mártir, mito trágico y discutido hasta el día de hoy.

 Sepúlveda, un periodista formado en la Universidad de Columbia y hoy responsable de posgrados en la Universidad Diego Portales de Santiago, se ha especializado en contar el pasado como si estuviera pasando hoy, y en este libro lleva su método hasta hacer comprender al público actual lo que se jugaba en cada momento y cómo lo que sucedió de una manera pudo haber pasado de muchas otras formas. Ya lo probó con el padre de su patria, en una biografía de Bernardo O’Higgins (2007), y con Una breve historia de Chile: de la última glaciación hasta la última revolución (2018).

Este libro ayuda a entender al personaje de Allende, mucho más complejo y multifacético que en los manifiestos que lo canonizan o demonizan: fue un típico operador político parlamentario, como el Frank Underwood de la primera temporada de House of Cards, convertido en sorprendente émulo del Che Guevara como trágico mártir de la revolución. También permite comprender la trayectoria del oscuro burócrata militar Augusto Pinochet, a quién Allende eligió como su último comandante en jefe, y en cuya lealtad creyó hasta el mismo 11 de septiembre: un general ladino y pusilánime que sólo se plegó al golpe a último momento, y probablemente (nunca lo sabremos) porque al estar todos los demás generales ya jugados, corría más peligro fuera que dentro de la asonada.

Pero La Unidad Popular no es, como el clásico La conjura, de la periodista de investigación Mónica González, o el reciente Entre la araña y la flecha, del historiador español Mario Amorós, un relato del gobierno de Allende como antecedente del Golpe. El Golpe está, pero el breve sueño allendista fue mucho más que lo que vino antes de la dictadura de 17 que cambió Chile.  

Se tenía que contar como una historia completa y autosuficiente el experimento único, fascinante que durante mil días juntó a la izquierda respetuosa de las leyes, que desde los años cuarenta representaba Allende, con los jóvenes guevaristas y fidelistas que tomaron la voz y las armas a finales de los sesenta. En vez de argumentar si Salvador Allende estaba llevando a Chile hacia el comunismo de Cuba, hacia otro Vietnam o hacia un socialismo democrático como el modelo escandinavo, Sepúlveda cuenta el paso a paso de ese gobierno y sus personajes, para que se noten sus costuras, sus contradicciones, su brillante incoherencia.

Como los gobernantes de hoy, Allende tuvo poco tiempo para cimentar su legado, para planear futuros de sol y alegría: desde antes de comenzar tuvo que transitar el pedregoso día a día y enfrentar las constantes amenazas. Por eso el libro no termina con el Golpe. Esa escena final está en el penúltimo capítulo, con el ataque a La Moneda y el testimonio de los últimos que lo vieron con vida, empuñando el fusil que le regaló Fidel Castro para inmolarse por la democracia.

La última escena es, en cambio, el tremendo discurso radial, la despedida de un político hábil convertido conscientemente en héroe de una tragedia griega en esa alocución que todavía pone la piel de gallina.

Cuando ya todo estaba perdido, finalmente Allende se permite dejar la batalla del presente y mirar al futuro. “Sigan ustedes sabiendo que más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.  

 

Entrevista con Alfredo Sepúlveda

“Los éxitos de Allende, no sus fracasos, fueron la causa del Golpe”

¿Por qué te propusiste escribir La Unidad Popular?

Pensé que sería útil y necesario tener esta historia ordenada y completa; así no la encontré salvo en tradiciones orales, y quise hacerlo en forma narrativa. Estaba desperdigado en ensayos, memorias, la construcción está en memorias y sobre todo audiovisuales. Quise hacer un texto neutro para que fuera la narración lo que se impusiera sobre el punto de vista, como si no fuera chileno. Relato descomprometido de las dos grandes narraciones: el mito totalitario y el socialdemócrata. El de los militares para buscar su legitimidad, que pintaban el gobierno de la UP como un camino a Camboya o Cuba, y el socialdemócrata, que lo mostraba como los sistemas nórdicos. Había que contarla como si estuviera viviendo en ese tiempo, con esas circunstancias y no las actuales, porque por las circunstancias del momento eligieron sus caminos. Busqué que el lector también sintiera que eso está pasando mientras lo están leyendo.  

Buscaste romper mitos…

Cuando te metes en la historia ves que los períodos son más complejos que los mitos. La UP fue un intento de transformación radical hacia el socialismo marxista, pero no quiere decir que iba a ser Cuba ni tampoco Suecia. Aquí se pretendía el traspaso de riqueza una clase social a otra. Es marxismo clásico. Pero se termina siempre hablando de qué hubiera sido… y no lo sabemos. Iba a haber una transformación del sistema político, que el congreso bicameral iba a dar paso a una Asamblea Nacional, que la justicia iba a dar lugar a otra cosa. Allende quería intervenir en los tres poderes, pero más allá de eso es difícil establecer qué iba camino a ser. Porque nunca se pudo establecer y pensarse más allá del día a día.

¿Qué dificultades tuviste?

La dispersión de la información. Tuve que construir la cronología y me demoré 4 o 5 meses. Por ejemplo, hubo muchos intentos de golpes de antes del 11 de septiembre. La del 11 de septiembre del 73 esa fue la última conspiración de muchas. Fueron 13 conspiraciones, en mayor o menor grado. La primera fue de la CIA que termina con el asesinato del general Schneider, que intenta que el congreso no elija a Allende, y fracasa. Eso muestra que los intentos empezaron antes de que empiece el gobierno de la UP.

¿Cómo cuenta esto un periodista distinto de un historiador?

Primero, un gran cuidado por la estructura narrativa. Intento deseducarme, porque se corre el riesgo de empezar a construir mitos. Me limito a presentar los hechos y relacionarlos con la evidencia. Como periodista, no tengo que contestar los porqués pero sí armar el rompecabezas para que los lectores vean el paisaje. Yo soy muy adicto a los historiadores ingleses, que relacionan narración con historia. Lo que se parece más a lo que yo hago, la divulgación histórica, son las historias generales. Y eso se puede hacer ahora, pienso. Es hora de ver el período sin ser esclavos de lo que pasó después. Puedo ser crítico con la UP porque no estoy ahora legitimando la dictadura. Cualquier crítica era en esa época hacerle el juego al enemigo. 

¿Cuál es el legado del gobierno de Allende hoy?

Fue muy rápido y bastante exitoso en lo que buscaba, pero parte de esos éxitos, no sus fracasos, fueron la causa del golpe. Por ejemplo, desapareció el gran latifundio y fue el origen de la estructura ya no semifeudal, sino empresarial, que dura hasta hoy, lo que permitió un capitalismo liberal. Allende trajo la modernidad. Sin la desaparición del latifundio no hubiera sido posible la agricultura moderna en Chile. Pero la reforma agraria tan atropellada, hizo que la derecha chilena fuera golpista. Su otro gran legado es la nacionalización del cobre, que permite que el fisco tenga recursos seguros para llevar adelante las políticas sociales. Es la base de políticas sociales de la Concertación, financiadas por la bonanza del cobre que se genera con Allende.

¿Y cómo ves al personaje de Allende? ¿Piensas que todavía su muerte determina todo lo que sentimos y pensamos de su vida?

Con Allende pasa que tiene una estructura mítica, un santo laico para toda la izquierda, y un mártir para la democracia chilena. Históricamente le asignamos más competencia que la que tuvo. La UP fue un gobierno de partidos, el presidente estaba limitado: los partidos eran más fuertes que él. Eso es parte de la tragedia: Allende nunca pensó en dirigir él. A mí su figura se me sube, porque cuando hago el análisis de su último discurso, al final él elije al sistema democrático por sobre la UP, es más institucional que socialista. En ese discurso no hay referencia al marxismo sino a la democracia, los trabajadores y los pobres. No quiere que se lo recuerde como un revolucionario sino como un representante de la constitución y las leyes. Es discutible, pero él creyó eso hasta el final. Y se quedó solo. El resto de los partidos no lo acompañaron.

¿Por qué decidiste terminar con el famoso último discurso de Allende?

Me di muchas vueltas, en un momento pensé que era muy obvio, pero es tan trascendente para la historia del país que por eso lo puse al final. Quise contar la historia de un experimento llamado Unidad Popular, cuyo líder estuvo dispuesto a terminar con la UP para salvar la democracia y salvar a Chile del baño de sangre. Y fracasa y esa es la tragedia.

Este texto es parte de un artículo publicado en la Revista Eñe el 30 de octubre de 2020

 

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Roberto Herrscher

Roberto Herrscher es periodista, escritor, profesor de periodismo. Académico de planta de la Universidad Alberto Hurtado de Chile donde dirige el Diplomado de Escritura Narrativa de No Ficción. Es el director de la colección Periodismo Activo de la Editorial Universidad de Barcelona, en la que se publica Viajar sola, director del Premio Periodismo de Excelencia y editor de El Mejor Periodismo Chileno en la Universidad Alberto Hurtado y maestro de la Fundación Gabo. Herrscher es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Periodismo por Columbia University, Nueva York. Es autor de Los viajes del Penélope (Tusquets, 2007), publicado en inglés por Ed. Südpol en 2010 con el nombre de The Voyages of the Penelope; Periodismo narrativo, publicado en Argentina, España, Chile, Colombia y Costa Rica; y de El arte de escuchar (Editorial de la Universidad de Barcelona, 2015). En septiembre de 2021 publicó Crónicas bananeras (Tusquets) y su primer libro colectivo, Contar desde las cosas (Ed. Carena, España). Sus reportajes, crónicas, perfiles y ensayos han sido publicados The New York Times, The Harvard Review of Latin America, La Vanguardia, Clarín, El Periódico de Catalunya, Ajo Blanco, El Ciervo, Lateral, Gatopardo, Travesías, Etiqueta Negra, Página 12, Perfil, y Puentes, entre otros medios.

 

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