Víctor Gómez Pin
Cuando nada singular ocurre, la naturaleza es simplemente el marco en el cual nos movemos; estamos atentos a todo lo que en ella puntualmente nos concierne (la prolongación del calor en septiembre, permitirá adelantar la vendimia o seguir yendo a la playa), pero vivimos ajenos a la esencia de la naturaleza misma, a esa implacabilidad a la que me refería.
Hay entonces una reacción: las gentes huyen, atropellándose unos a otros sin pudor. El testigo romano de los hechos, Plinio el Joven, nos dice que en esas personas simplemente el miedo sólo combate contra el miedo.
Sin embargo el mismo narrador nos indica que hay una actitud que hace excepción: la de su tío, denominado Plinio el Viejo, quizás el mayor naturalista del mundo romano, quien, lejos de pensar sólo en ponerse a salvo, parece atraído por el fenómeno, como si fuera menos una amenaza que un reto y mira de frente la nube grisácea, pronto claramente negra, que se extiende por la bahía.
¿Carece Plinio el Viejo de miedo? En absoluto.
Simplemente, en su caso, el miedo tiene contrapunto en el asombro ante lo que pasa, y en consecuencia la razón que exige prudencia se equilibra con la razón que exige conocer. En aquellos a quienes el asombro no movía a saber qué estaba ocurriendo, la tormenta de ceniza y piedra sólo podía ser interpretada como una suerte de castigo; de ahí la reacción de pánico: "Muchos rogaban la ayuda de los dioses (…)Y no faltaban quienes con sus temores irreales y falsos, exageraban los peligros reales (…) todas esas noticias eran falsas peor encontraban quienes las creyesen."
Movidos por el miedo y la superstición, la huida hizo que muchos se salvaran. Movido por el estupor, Plinio el Viejo no huyó ante la calima, sino que quiso ver qué había detrás. Quiero creer que consiguió, al menos parcialmente, su objetivo, excluyendo que voluntad divina alguna hubiera intervenido y llegando a conjeturar que la montaña encerraba un hasta entonces desconocido magma interior.
Conjetura alcanzada ciertamente a un alto precio, que estaba dispuesto a asumir. Plinio el Joven escribe: "Su cuerpo fue encontrado intacto, en perfecto estado y cubierto por la vestimenta que llevaba: el aspecto era más bien el de una persona descansando que el de un difunto".