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Hambre y exigencia del espíritu

Por 1 de noviembre de 2012 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Amigos me hacen llegar un texto de la revista L’ Esprit français fechado en agosto de 1930, en el que (respondiendo a una suerte de cuestionario) André Breton reflexiona sobre la relación entre la recuperación por el capitalismo del trabajo intelectual y la explotación por ese mismo capitalismo del trabajo del proletario. El asunto proporciona al poeta y ensayista la oportunidad de establecer una cuidadosa diferencia entre ambos tipos de producción: habría en el trabajo "manual" (las comillas se deben a que de hecho no hay quizás trabajo humano que no tenga su origen en las manos, las cuales -como señalaba Saramago- "piensan") un aspecto contingente, ya que cambia con las circunstancias históricas y sociales, mientras que el trabajo del artista o del filósofo respondería a una exigencia espiritual intrínseca, como expresión de ese "ardiente deseo de toda mente pensante", al que ya me referido aquí y que el físico Max Born situaba en la base de la condición humana. Breton llega a decir que este tipo de trabajo intelectual intenta colmar un apetito, una insatisfacción del espíritu… tan determinante como el hambre.
Es necesario precisar sin embargo que Breton enfatiza la necesidad de no confundir esta modalidad de exigencia espiritual con la que mueve a alcanzar honores, gloria, dinero, etcétera, la cual precisamente podría ser el enemigo mayor de la anterior. En relación al lazo entre esta segunda modalidad y la conciencia ególatra, he señalado muchas veces que en el momento en el que el escultor explora las vetas de un material, o el físico apunta a forjar una fórmula, hay mucho pensamiento y poca conciencia del propio yo, mientras que lo contrario ocurre en la apertura mundana de la exposición o la recepción del Nobel. Con la debida matización el argumento se aplica asimismo a la experiencia del fracaso social, pues en el momento fértil de ese trabajo del espíritu al que se refiere Breton, el fantasma del reconocimiento simplemente, o no se da, o está muy subordinado.
Un interesante aspecto de la reflexión de Breton es su insistencia en que el trabajo cabalmente artístico no puede realmente ser recuperado exhaustivamente por el sistema económico y ello por la razón siguiente (entre otras): "es imposible apreciar su valor según la medida común de la hora de trabajo. Si un poeta gasta un día para escribir un poema, y el zapatero el mismo tiempo para hacer un par de zapatos, no deja de ser cierto que dichos artículos no son intercambiables, y que, además, si el zapatero comienza de nuevo al día siguiente, no forzosamente el poeta será capaz de hacer lo mismo".
Breton habla de hambre de realización espiritual como Pinker habla de instinto para referirse al lenguaje. Ni una cosa ni la otra tienen sentido sin la asunción implícita de la tesis de la radical singularidad de la animalidad humana… Es muy sorprendente que en nuestros días haya que reivindicar una tesis que sería para Breton una perogrullada: el animal humano tiene exigencias que no son reductibles a las necesidades a las que responden todas las demás especies animales. ¿Qué ha pasado para que esto deje de estar claro? ¿Qué oscuros intereses se esconden tras la ideología negadora de esta verdad inmediata. Intereses desde luego exclusivamente humano, intereses vinculados a esa otra forma del espíritu a la que el luchador Breton se refería, el espíritu que tiene como máxima de acción la construcción de fortalezas que imaginariamente protegerían al yo de la finitud y de la muerte. Tras el deseo de confraternización con la animalidad abstracta se esconde quizás el repudio de la trágica y frágil animalidad que es la nuestra. Nietzsche tendría desde luego algo que decir.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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