Víctor Gómez Pin
Refiriéndome a asuntos cuánticos había hace unas semanas introducido la interrogación sobre esos fascinantes momentos de la ciencia en los que se diluye la frontera que la separa de la filosofía. Momentos concretamente en los que el físico se descubre a sí mismo, sin sentimiento de ruptura de continuidad, deambulando en los terrenos de la metafísica.
Ya he indicado aquí en ocasiones lo significativo que es el hecho de que el jurado que en 1922 otorga a Einstein el Premio Nobel de física valora como más revolucionarios los trabajos que se hallan en el origen de lo que será la física cuántica (y en su seno la mecánica cuántica) que aquellos que condujeron a la relatividad restringida y la relatividad general. Para apercibirse de lo que supone considerar que las implicaciones filosóficas de la mecánica cuántica son incomparablemente más radicales que las de la relatividad baste recordar que un siglo después aun no hemos asimilado las consecuencias de las tesis relativista, y que posiblemente algo hay en nuestra condición natural que hace imposible tal asimilación.
En el texto citado en la anterior columna Karamazov evocaba el contradictorio sentimiento que le invadiría en el momento en el que asistiría al entrecruzare de las líneas paralelas. Pero no hay cuidado, no alcanzará Karamazov a superar el marco euclidiano, por el identificado a limitación, miseria e impotencia; no alcanzará Karamazov a intuir su propia curvatura, no conseguirá adaptar su mente a su condición física, cabría decir. Tal parece ser el triunfo postrero de Kant: el tiempo y espacio arrojados de la naturaleza con la furca de la teoría de la relatividad, perduran para el hombre como lente reductora en su comercio con esa misma naturaleza.
Pero allí donde no cabe intuición sí cabe concepto. Las geometrías y métricas no euclidianas, llamadas geometrías imaginarias, a veces por sus propios precursores, en razón de que no se as consideraba aptas a la expresión de lo real, no solo se revelan consistentes sino que dan cuenta del mundo 2. Un mundo sobre el cual la física hace previsiones desconcertantes para ciertas convicciones ancladas, pero que obedecen sin embargo a irrenunciables principios. Se trata de ver que algunos de estos principios son también puestos en la de juicio en "otra" nueva mecánica, euclidiana o no euclidiana, pero cuántica.
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2 La mera consistencia de las geometrías no euclidiana fue ya una gran sorpresa para el matemático y jesuita italiano