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“A España en sus aceros… Yo eusko-ibero te escupo”

Por 18 de noviembre de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

El lector ha leído quizás los versos contradictorios (exaltantes unos, profundamente vejatorios otros) aquí transcritos de un poeta que marcó el alma de muchos españoles. Pues bien: Marcel Proust efectúa una teorización explícita de la imposibilidad de unicidad en los sentimientos y en las convicciones morales no ya en los protagonistas de su obra sino en el ser humano en general tomando como referencia a Dostoïevski:

"Las acciones de sus personajes nos parecen tan engañadoras como esos efectos que Elstir [pintor emblemático de la Recherche] en los que el mar tiene aspecto de encontrarse en el cielo. Nos sorprendemos al aprender que este hombre ladino es en el fondo excelente o lo contrario (…) como todo el mundo el propio Dostoievski ha conocido, bajo una u otra forma el pecado, y muy probablemente bajo una forma que las leyes prohíben. En este sentido era seguramente algo criminal, como sus héroes, que de hecho nunca lo son completamente, a los que se condena con circunstancias atenuantes (…) En Versailles le mostraré el retrato del hombre honesto  por excelencia, el mejor de los maridos, Choderlos de Laclos, que ha escrito el más desoladoramente perverso de los libros [Les Liaisons dangereuses], y justo enfrente el retratote Madame de Genlis, que escribió cuentos morales y que no se contentó de engañar a la duquesa de Orleáns, sino que la torturó, apartando de ella a sus hijos (…) Me llena de estupefacción cuando Beaudelaire dice:

‘Si el robo, el veneno, el puñal, el incendio…es que nuestra alma, ¡desgracia! no es lo bastante temeraria’ [Proust cita la primera y última línea de ‘Si le viol, le poison, le poignard, l’incendie/ N’ont pas encore brodé de leurs plaisants dessins/Le canevas banal de nos piteux destins/ C’est que notre âme, hélas ! n’est pas assez hardie’, Prefacio de Les fleurs du mal]" (La Pléiade III, 880-881)

El texto de Marcel Proust que hoy gloso nos ayudará quizás a aceptar la verdad profunda, el carácter inevitablemente dialéctico de todas las facetas del espíritu humano. Dialéctica que no relativiza en absoluta el sentimiento de náusea que un ser moral-o moral en ese momento- ha de experimentar ante las frases vejatorias  que citaba. Tanto más cuanto su vigencia está fuera de duda, aunque las víctimas no sean ya hoy los hijos de la España rural frente a los hijos de la España fabril (circunstancia de los años del desarrollismo franquista), sino los desahuciados, los humillados de tantos países, frente los ciudadanos de la Europa "limpia y que trabaja".

 Europa, símbolo ciertamente de comunes referencias culturales, pero sobre todo, símbolo de orden, disciplina, limpieza, y hoy…liberalismo económico (ya por casi nadie puesto realmente en entredicho) desarrollado. Liberalismo a no confundir con la figura, percibida como poco decorosa, que este alcanza en la inmensa mayoría de países situados más allá de ese Sur apto a la siesta de los tartesos. Recuérdese:

 Los vascos somos hombres de verdad, no chorlitos/que hacen sus monerías. /¡Que los pájaros canten! ¡Que en el Sur los tartesos/ se tumben panza arriba.

 Líneas que servirían a condensar los burdos prejuicios con los que el racismo justifica su indecente exteriorización en el comportamiento cotidiano de nuestros ciudadanos. Racismo trivial, transmitido de educadores a discípulos, y perfectamente digerido e integrado; racismo más allá de los disfraces ideológicos, pues perfectamente compatible con lo que se entiende por práctica democrática y con la conciencia de izquierdas; racismo a veces destilado por algunas de las estereotipadas frases de nuestros conciudadanos que (no es en modo excusa) literalmente no saben lo que dicen.

Y como me parece injusto cerrar esta reflexión refiriéndome al aspecto sombrío del poeta vasco del que me he ocupado, transcribo en su totalidad el poema bien conocido (gracias  en parte a la tarea de quien le puso espléndida música)   al que tantos españoles han asociado su nombre desde  cuarenta años:

"Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,

Más se palpita y se sigue más acá de la conciencia,

Fieramente existiendo, ciegamente afirmando,

Como un pulso que golpea las tinieblas

Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas.  Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
"

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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