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Buhoneros de las felicidad

Por 5 de abril de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Hará más de 60 años que los humanos topamos con un enigma rotundo. En 10 años los pueblos más civilizados, cultos y ricos del planeta asesinaron a millones de sus compatriotas. Se suele decir que los alemanes liquidaron a seis millones de judíos. Esa es la versión alemana. Lo cierto es que asesinaron a seis millones de alemanes, polacos, húngaros, con la ayuda de los gobiernos francés, italiano, holandés y así sucesivamente. Los pueblos más avanzados del planeta demostraron que ni la riqueza, ni la cultura, ni la civilización son garantía de humanidad. Ni mucho menos de sensatez.

La resaca fue considerable. Incontables ciudadanos contrajeron una repugnancia invencible hacia los vendedores de esperanza, fueran estos patriotas, sacerdotes, comunistas, psiquiatras o economistas. El desvío hacia Oriente, además de una frivolidad, fue consecuencia de la dificultad de creer en la esperanza occidental. ¿Qué podías esperar? Las mejores cabezas trataron con ahínco de que nadie se llevara a engaño, sobre todo los estudiantes, masa frágil y maleable. La llamada "filosofía de la sospecha" quiso dar armas de resistencia contra el canto estupefaciente de los tenores y las sopranos políticas y mediáticas. Aparecieron publicaciones destinadas a revelar las mentiras de los diarios optimistas, es decir, corruptos. La televisión era el entierro de la sardina, el espejo de la farsa gubernamental, la esclavitud moral, el analfabeto ufano de serlo.

Han pasado los años. Ya no puedes escuchar al crítico respetable sin tener que apagar la radio por el estruendo publicitario. Imposible ver la tele sin espantarse ante la masacre. Los diarios respiran publicidad, lo que da a esas empresas un poder parejo al del Estado o las finanzas, si acaso difieren. No hay político que no venda nuestro futuro, ni futuro sin traje regional. Sucias mentiras vestidas para la boda. El escéptico ve un mundo en ruinas, poblado por cadáveres joviales.
Por lo menos ahora ya sabe quién gano la guerra: los mayoristas de la droga beata, los gimnastas de la genuflexión divertida.

Artículo publicado el sábado 4 de abril de 2009.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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